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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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jueves, 29 de septiembre de 2016

REALIDADES BUROCRÁTICAS DE NUESTRO TIEMPO - BESTIAS EN EL TRABAJO

TRISTE REALIDAD BUROCRÁTICA ACTUAL

   Vivencias de primera mano, expresadas con desgarrante dolor y vergüenza, ya que el agobio a que me referiré parece estar tan cristalizado en demasiadas cantidades de empleados para que pudiese ser superado. El caso es que efectivamente es una pequeña minoría la actuante (no le doy coba al resto, que denota cobardía y, de mínimo, pobreza de espíritu) y ese silencio de corderos, es realmente un cómplice sin el cual poco pudiesen hacer los autores de los acosos, maltratos, imposiciones y burlas. Insto a que ¡salvemos nuestra integridad civil, rescatemos nuestros lugares de trabajo! mediante la solidaridad activa, la denuncia, el enfrentamiento audaz a los estúpidos (perdón, bestias) que tanto dolor están ocasionando.
Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa.  Demócrito

Publicado en El Diario de Hoy del 24 de noviembre de 2014

BESTIAS EN EL TRABAJO

Roberto López-Geissmann

Caridad, solidaridad, conciencia universal, pero en cuanto los miro no distingo en cada uno de ustedes sino desprecio por ustedes mismos y por lo que representan.  Jean Raspail.

    Un muy apreciado amigo, católico practicante y que ha desempeñado varios puestos de mediano nivel, mayoritariamente en el Gobierno, en una ocasión que me referí a un funcionario de rango medio-bajo calificándolo como tonto, me espetó preocupado: -¡No, no, no, mi amigo! No debe usted decir eso, ni mencionar esas palabras… recuerde que en la Biblia se nos ordena no expresarnos de esa manera para referirnos a nuestro prójimo –aquí citó un pasaje que conozco realmente, pero no retengo el dato –en que siempre me llamó la atención la palabrita “raca” y por extensión hacia imbéciles y estúpidos. Con este precedente, opté por hacerle caso, subiendo a los aludidos de categoría, llamándoles “bestias”.
    ¿A quiénes estoy refiriéndome? Ciertamente no a la gran mayoría de empleados públicos ni privados; quienes tienen –compartidos con las jefaturas –eso sí, la responsabilidad mayor o menor de tolerar, dar cabida y permitir las fuertes y dolorosas influencias de las bestias en el trabajo, que no son muchas. Veamos el cuadro vívidamente para entender e identificar la fea situación que sufrimos muchos en el país.

 Bestia es el que se erige en controlador -¿será supervisor ad honorem oculto? –y siempre está destacando hasta la mínima falla de los compañeros (uniformes, atrasos, conducta y hasta bostezos)… aunque de él pueda decirse más, pero nadie lo hace. Bestia el que nos impone su “música” (casualmente siempre chocarrera y bajera –en áreas y tiempos de trabajo) dificultando además la concentración y paz… pero haga usted lo mismo y verá como el bestia, acompañado siempre de una o más bestezuelas, lo agrede a ud. ¿No se es bestia al referirse en forma permanente y regular con lenguaje soez, dentro de las oficinas? Bestias hay que aseguran que ellos se acostaron con tal o cual compañera (siendo a menudo falso) y son coreadas por otros iguales, arrastrando la reputación de señoras y señoritas, que no merecen esto aún si fuera cierto. Otro bestia es el que trata mal y con desprecio a sus compañeros, sin percatarse que entre más humilde sea el compañero, más cuidado debe utilizarse hasta para explicársele las cosas. Igual son bestias los que se burlan de toda debilidad: económica, por la edad o hasta por enfermedades.
    Lo que me motivó a escribir esto es un ejemplo, realmente excesivo, que ilustra estas bestialidades: acaban de matar a dos vendedores, encontrándose ambos cadáveres destrozados en siete partes (es real) y una bestia en “X” oficina se permitió hacer comentarios jocosos, absurdos e irrespetuosos del caso.


Agregado: Como ya en mis artículos periodísticos se me había limitado a las escasas líneas de arriba no pude agregar más ejemplos ni comentarios. Ahora agregaré tres reflexiones:
1.     Comienzo con ampliar el párrafo último: la noticia de los dos vendedores despedazados. Si en un ambiente de adolescentes gamberros, tan superficializados como carentes de valores, el comentario chocarrero no hubiera resultado extraño (aunque siempre odioso) es inaceptable en el seno de una oficina pública.
2.     A menudo el ambiente se satura en forma un tanto sutil, a pesar de que nunca falta la broma pesada y el comentario altisonante. Llega a ser patético el cuadro de rostros con sonrisa congelada, con frentes que miran al suelo, con ojos que voltean para no ver (u oír) las “voces de mando” del par de sinvergüenzas que hegemonizan en la oficina.

3.     Es incontestable que para que esto haya llegado tan lejos se necesita de cierto apoyo en alguna jerarquía superior (aún fuere baja). No estamos acá en el caso de los jefes abusadores o relajos, sino en el de compañeros de similar nivel; pero la complacencia o apoyo siempre deben existir –a no ser en un caso de brutal inconciencia o ausencia.

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