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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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martes, 23 de enero de 2018

CASTIGAT RIDENDO MORES-La sátira como educación


   
 
  
En noviembre y diciembre de 2007 aparecieron estos dos arts. en El diario de hoy, que expongo ahora a su consideración, relacionando la sátira con la crítica sociopolítica y recordemos que ahora se añaden las importantísimas redes sociales.

 
Castigat ridendo moris

CASTIGA LAS COSTUMBRES RIENDO

                                                                         Por Roberto López-Geissmann.



      I- Me referiré a esta sabia máxima latina, dado que a un adecuado desarrollo de la misma pudiésemos aprovechar mucho como sociedad. El tema se relaciona con el humor, con géneros literarios como la picaresca, la fábula y la comedia, teniendo que ver con el histrionismo, la ironía, la farsa, la caricatura… Pero haríamos una demasiado larga relación por poco que categorizáramos o que aportáramos prolijos ejemplos, que nos alejarían del punto. Baste un ejemplo a citar “La Isla de los Pingüinos”, de Antatole France –devastadora fantasía sobre parte de la historia francesa, que no deja títere con cabeza. Pero volviendo a la idea central significa utilizar la ridiculización, el absurdo, la burla misma, como instrumento, como cincel para devastar una realidad demasiado basta, hiriente, pesada y dañina para un colectivo; realidad a la que a menudo se la ha tratado en otros tonos: serios, discretos, furiosos, lacrimosos, jurídicos, políticos y muchos más y que las más de las veces no se ha logrado penetrar la dureza  del mal, la estupidez, o la montaña de engreimiento, soberbia o estulticia que gravita sobre la sociedad; amenaza que a veces es conjurada por la caricatura y la sátira; desde Mafalda hasta el Canard Enchainée (“pato encadenado”, famoso periódico francés), desde el Diálogo de los Perros de Cervantes hasta Gulliver y desde Rius hasta Ruz.


       II- Llamo ahora la atención sobre un excelente programa mexicano de TV, con Héctor Suárez, a efectos de educar a la población en el sentido que estoy indicando: “¿Qué nos Pasa?”, en el que escogía diversos personajes nefastos para la buena convivencia social, haciendo mofa de los mismos e incitando a que la actuación de ellos no fuera a volverse desapercibida, es decir, les ponía “el dedo”, señalaba la actuación como nefasta por obvia, sin decirlo, y finalmente destacaba lo repulsivo volviendo al “retratado” como un tipo risible, negativo, al que no debe apoyarse y al que la gente debe denunciar, unirse contra él, buscar apoyo social o institucional y sobre todo, no imitarlo.

       III- ¿Qué les parecería, queridos lectores, si en uno de nuestros mejores canales, en franja prime time, pudiéramos disfrutar de un excelente programa de sátira televisiva en el sentido apuntado? Por allí debiéramos ver a personajes como… Buseros. Ordinarios, matones, conductores abusivos, cafres dopados, a veces con un cargamento “ensardinado” y a veces casi solos, con su ayudante cobrador enamoradizo, grosero, gritón, silbador, tentón y más dopado. Burócratas. En distintas variantes: el mediocre, arrastrado y haragán; el jefecillo, limitado y sin imaginación que se desquita con sus subordinados y con el público; el más alto que nunca responde llamadas, imagina que su puesto es eterno y refuerza su débil autoestima con un complejazo de superioridad (y varios más). Profesionales.  Abogados tinterillos, codigueros y confundidores por sistema; Médicos prepotentes, en contradicción entre sí, mal apoyándose, protestando socialmente en público y suspirando por estatus en privado. Periodistas más amarillistas que un chino, con bolsas para recoger comida, menteros y mentadores. Académicos. Capaces –según ellos –de dar 50 materias, de basta ignorancia y profunda verborrea; versión populachera, “chévere” y muy “facilitador-todos sabemos lo mismo- háganme ustedes la tarea”. Malcriados. Del patán que ocupa dos (o más puestos) para estacionarse; el que abusa en las “colas”; los que ponen música para que escuchen sus conciertos en toda la manzana… y la de enfrente; el cobrador telefónico amenazante; la dependienta absolutamente ignorante; el mecánico mentiroso y estafador… y muchísimos más. Este artículo continuará.

 

Castigat ridendo moris II

LA SÁTIRA COMO ELEMENTO EDUCATIVO.

                                                                                     Por Roberto López-Geissmann.

       Mencionábamos que históricamente se ha utilizado desde siempre lo satírico, la comedia, la exageración, la burla, la caricatura, la farsa y más, utilizando a propósito una serie mezclada de categorías para abarcar en un solo “atarrayazo” las formas literarias o teatrales que se han utilizado para indicar malas costumbres, prácticas equivocadas, personajes nefastos, corrupción de actitudes y otros defectos del carácter, que van desde lo inconveniente y descortés hasta lo peligroso e ilegal.

La Tencha Céliber -personaje
 

       Me permití insinuar lo provechoso socialmente –además de divertido y económicamente rentable –que sería un programa de TV, Made in El Salvador, en que se abordaran nuestros defectos, tanto universales como particulares, en una serie de episodios con personajes “bien cachados”, con los que el público descubriera fácilmente a los tristes personajes de la realidad que serían zaheridos en forma aleccionadora, para lograr una repulsa general que lograra más de un avance en cuanto eliminar esas conductas y actitudes tan negativas. Ahí cabrían, decíamos, buseros, burócratas, profesionales, vendedores, periodistas y gente de toda clase y de toda edad. Por último pusimos de ejemplo el conocido programa de Héctor Suárez “¿Qué nos pasa?”.
EN MARX CONFIAMOS

       La sugerencia del programa es interesante, pero MÁS IMPORTANTE quizá es cuidar de ciertos elementos, digamos “vernáculos”, que la experiencia nos dice que no tardan en aparecer como parte de nuestra idiosincrasia (no lo mejor de ella) y que podrían hacer de un inteligente, divertido y cultural programa una patochada con ribetes vulgares, que lograra, con todo, cierto éxito de risa facilona, en desmedro de una educación que podría lograrse sin perder un ápice de gracia.

Aspectos a tener en cuenta, en tal programa:

·        NO debe ser dejado, en su parte creativa, únicamente a los buenos escritores que hasta hoy han producido buenos programas. ¿Cómo, me contradigo? ¿Digo que son buenos, y entonces? Sí, porque está visto que después de unos sketchs impresionantes tienden a repetirse y, lo que es peor, en vez de buscar una variante de fondo van cayendo en la vulgaridad más rampante y de circo barato. Los personajes más excelentes y queridos (no me excluyo de admirarlos) han caído en ello. Es difícil, pero todo lo bueno lo es, así pues, la búsqueda de otros puntos de vista, conformando un equipo que reúna la diversión, lo cultural, lo realmente satírico y la lección educativa. Sería históricamente inolvidable.

·        Es la tentación hacia la vulgaridad, al aplauso de una plebe a la que se condena a seguir en sus peores defectos, sin la caridad de ayudarlos, sin desprecio, con comprensión y cariño, pero con clara y firme dirección a indicar lo malo y rechazarlo. Por eso no puede ser que un chabacán sucio y borracho dé el ejemplo, que un haragán sea “el tipo”, ni que un viejo prejuicioso y criticón, egoísta e intolerante sea el que proteste contra el exceso de ruido; ¿ven cómo tiene que ser “bien coqueado” el programa? Este punto es importante, si no veamos que hasta el querido Cantinflas se cambió de vestimenta cuando pasó a “dar mensajes”… la fregada es que esto a veces cuesta risa y público, he aquí por qué es complejo pero no imposible.

·        Igual hay que vencer la tentación de irse por el lado de la política partidista, peor si se toman opciones por un lado en particular (para esto es válido programas especiales, pero ya con la responsabilidad de otros, como cosa muy aparte). Bien se puede zaherir una práctica negativa en una oficina pública, tocar el tema de trabajo a desgano, sobornos o “mordidas”, pero con el cuidado de indicarlo como una situación genérica y sin relación con ninguna agrupación política. Igual que en el resto, no “vendamos” por un plato de lentejas una oportunidad cultural.


       Una palabra final: Así como ante autoridades de Seguridad, de Gobernación u otras instancias es válido proponer ideas, ahora, con respeto y esperanza, paso la idea a las empresas privadas que se pudieran interesar e involucrarse en un proyecto como este. Podría tal vez (?) CONCULTURA ayudar. Desaparecida esta puede ser otra instancia o un asocio privado.

CABALLERÍA Y JUVENTUD ACTUAL


 

CABALLERO, ¿UNA FÁCIL TAREA, ACTUALMENTE?

 
Lo reconfortante, por un tiempo, puede ser tener ya tu objetivo definido. Al cabo de unos años de preparación que es la educación que recibes —los que la reciben tienen la tonta obcecación de que no caiga en saco roto—, y la que te empeñas también en tener y completar, sales como un polluelo —de dragón espero; los de gallina son un tanto delicados (obsérvese, se regodea el autor, la hábil a la par que rebuscada metáfora) — a la calle, deslumbrado por la luz. Y empiezan a llover los palos. Trabajo, casa, alquiler, noviazgos, situaciones extrañas.

Luchas, caes, te levantas y sigues encarando un mundo hostil, que te ha declarado la guerra al nacer, por el mero hecho de nacer, y te marcas unos objetivos.

Leía hace poco un libro de fantasía heroica del gran David Eddings. En él un veterano caballero a la usanza templaria pero en otro universo, manda a un aspirante, un paje, a realizar una misión.

 
Explico el inciso: ese muchacho, ese paje, lleva toda su vida en una fortaleza, preparándose para ser caballero de dios. Estudias, haces lo que te ordenan, practicas con la armas y si vales y te esfuerzas, te acabas convirtiendo en caballero. Y sentí envidia.

Un objetivo simple: convertirse en caballero. Simple, directo, llano. Con sus pruebas y dificultades. Pero lineal a fin de cuentas.

Yo trabajo, lucho con mi tesis y con la desidia y la pereza que a veces me embargan, no me da vergüenza decirlo. Por pagar mi alquiler, por poder seguir viviendo con mi novia a la que adoro. Pagar más gastos —moto, seminarios, libros, algún capricho que otro, Internet Todopoderosa sin la que nadie civilizado puede vivir—, productos de necesidades primarias, secundarias y terciarias; la compra, ropa y mi gata, que también tiene sus gastos, la puñetera. Pero es tan mona...

Y mis objetivos, perdidos en la niebla de la ilusión y el entusiasmo aterido, acicateados de tanto en tanto, fugaces inspiraciones. Proyectos a medio acabar por falta de tiempo y medios. Trabajas ocho horas, ansiando un trabajo mejor, de tu especialidad y no sólo uno que te pague el alquiler, estudias y ¡además pretendes tener vida social!¡Qué descaro, qué osadía! Querer ver a tus amigos, jugar al rol, salir con tu novia a cenar y pasear tranquilamente, leer un libro o ir al cine; escribir una novela, desayunar con una amiga o echar la tarde con un colega; ir a cenar con tu medio hermano chino y el pesado del colega boliviano. Valiente despropósito. Una pérdida de tiempo hoy en día.

Y no puedo ser simplemente un caballero de negra armadura: quiero ser profesor, escritor y un par de cosillas más a tiempo parcial, por no hablar de ser un buen novio, futuro marido y, más lejanamente, padre.

¿Cómo? No lo sé. No hay academias de caballeros, ya. Y mis objetivos, complicados, enrevesados, añorados y dolientes. Porque me duele no haber conseguido casi nada, salvo la independencia económica, a las puertas de los treinta años. Duele, la verdad. Malditos caballeros... Que les den por saco.

Me apunto a clases de Aikido. Total, es mi vida. Algo haré con ella. Y mi tiempo. Y mi mundo. Y el Aikido mola.

domingo, 21 de enero de 2018

ARIO, CONCEPTO CULTURAL


 

   Mi hijo comenta al principio un trabajito muy interesante de Sri Aurobindo, publicado por Gustavo Carante y una respuesta de él. Sirva como elemento cultural reflexivo ante tanta confusión e ignorancia
   Ojo. Ario se pretende aquí como algo más que un aspecto racial. Sí. Pero NO LO EXCLUYE. Rechazando un racismo materialista o idealista exagerado y supremacista, y valorando los aportes de la biología, genética y la sophia perennis, sin tener un conocimiento acabado del tema, creo que las diferencias raciales no son casualidades o que consisten en apenas diferencias de color y métricas morfológicas. Hay algo más. Y creo que engarza con el tomismo y catolicismo tradicional (compatible en esto con otras tradiciones) de que lo creado refleja manifestaciones del Ser por grados y extensión. La cualidad y la cantidad en lo criatural no son variables al azar. Sólo el igualitarismo horizontalista vino a rechazar lo que es visible en la naturaleza: orden y jerarquía, diferencia y armonía. Hasta aquí Roberto López-Geissmann h.

El Cid Campeador -También ario
 
Gustavo R. Carante –Realizador de la publicación
EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA «ARIO»
 
 
Por Sri Aurobindo
¿Cuál es el significado del nombre «ario»?
  La pregunta se ha planteado desde más de un punto de vista. Para la mayoría de los lectores europeos, el nombre que figura en nuestra portada (1) probablemente sea un jeroglífico que atrae o cause rechazo según el temperamento. Los indios conocen la palabra, pero la misma ha perdido para ellos la importancia que tuvo para sus antepasados. La Filología occidental lo ha convertido en un término racial, una cuantificación etnológica desconocida sobre la cual diferentes especulaciones han fijado valores diferentes. Ahora, incluso entre los filólogos, algunos comienzan a reconocer que la palabra en su uso original no expresaba una diferencia racial, sino de cultura. Porque en el Veda, los pueblos arios son aquellos que han aceptado una clase particular de cultura del ser, de práctica interna y externa, de idealidad, de aspiración. Los dioses arios eran los poderes suprafísicos que ayudaban al mortal en su lucha hacia la naturaleza de la divinidad. Todas las más altas aspiraciones de la raza humana primigenia, su temperamento religioso más noble, sus más idealistas veleidades de pensamiento se resumen en este solo vocablo: ĀRYA.
  En tiempos posteriores, la palabra ārya pasó a expresar un particular ideal ético y social, un ideal de vida bien gobernada, honradez, cortesía, nobleza, rectas relaciones, valentía, gentileza, pureza, humanidad, compasión, protección de los débiles, liberalidad, observancia del deber social, afán de conocimiento, respeto por los sabios y eruditos, logros sociales. Era el ideal combinado del Brāhmana y el Kshatriya. Todo lo que se apartaba de este ideal, todo lo que tendía hacia lo innoble, pérfido, obscuro, grosero, cruel o falso, se denominaba ANĀRYA, no ario. No existe en el lenguaje humano palabra que tenga una historia más noble que la palabra ĀRYA.
  En los primeros días de la Filología comparada, cuando los eruditos buscaban en la historia de las palabras la historia prehistórica de los pueblos, se supuso que la palabra ārya provenía de la raíz AR, «arar», y que los arios védicos fueron llamados así cuando se separaron de sus parientes en el noroeste que despreciaban las actividades agrícolas y continuaban siendo pastores y cazadores. Aunque esta ingeniosa especulación tiene poco o nada para sostenerse, podemos aceptar en cierto sentido la derivación. Quienquiera que cultive -que are- el campo que el Espíritu Supremo ha preparado para él, su tierra de abundancia por dentro y por fuera, sin dejarlo infecundo ni permitiéndole que quede sin ser cultivado, sino que trabaja para obtener del mismo todo su máximo rendimiento, es por ese esfuerzo un ario.
 
  Si ario fuera un término puramente racial, una derivación más probable sería AR, que significa fortaleza o valor, de AR, luchar, de donde tenemos el nombre del dios griego de la guerra ARES, AREIOS, valiente o belicoso, quizás incluso ARETĒ, virtud, significando, como la VIRTUS latina, en primer lugar, fortaleza física y coraje y luego fuerza y elevación moral. Este sentido de la palabra también podemos aceptarlo. «Luchamos para ganar la Sabiduría sublime, por lo tanto los hombres nos llaman guerreros». Por Sabiduría implicamos la elección y el conocimiento de lo mejor, de lo más noble, de lo más luminoso, de lo más divino. Ciertamente, significa también el conocimiento de todas las cosas y la caridad y la reverencia hacia todas las cosas, incluso las más aparentemente malas, feas u obscuras, por el bien de la Deidad universal que elige morar en todo por igual. Pero, también, la ley de la acción correcta es una elección, la preferencia de lo que expresa la divinidad a la que encubre. Y la elección implica un combate, una lucha. No se hace fácilmente, no se aplica fácilmente.
  Quienquiera que haga esa elección, quienquiera que anhele subir de nivel en nivel para ascender a las cumbres de lo divino, sin temer a nada, sin desalentarse por el retraso o la derrota, sin amilanarse por la inmensidad porque es demasiado vasta para su inteligencia, ni por la altura porque es demasiado encumbrada para su espíritu, ni por su grandeza porque es demasiado inmensa para su fuerza y coraje, él es el ario, el luchador y vencedor divino, el hombre noble, el aristócrata, el mejor, el śreṣṭha de la Bhagavadgītā.
Intrínsecamente, en su sentido más fundamental, ārya significa un esfuerzo o un levantarse y una superación. El ario es aquel que lucha y vence a todo lo que dentro y fuera de él se opone al avance humano. La autoconquista es la primera ley de su naturaleza. Él vence a la tierra y al cuerpo y no consiente, como los hombres ordinarios, en su torpeza, inercia, rutina muerta y limitaciones tamásicas. Él vence a la vida y sus energías y se rehúsa a ser dominado por sus hambres y ansias o esclavizado por sus pasiones rajásicas. Vence la mente y sus hábitos, no vive en un caparazón de ignorancia, prejuicios heredados, ideas consuetudinarias, opiniones confortantes, sino que sabe cómo buscar y elegir, ser magnánimo y flexible en inteligencia incluso cuando es firme y fuerte en su voluntad. Porque en todo busca la verdad, en todo lo correcto, en todo lo alto y libre.
  La autoperfección es el objetivo de su autoconquista. Por lo tanto, lo que él conquista no destruye, sino que ennoblece y consuma. Él sabe que el cuerpo, la vida y la mente le son dados para alcanzar algo más elevado que ellos; por lo tanto, deben ser trascendidos y superados, sus limitaciones negadas, la absorción de sus gratificaciones rechazadas. Pero también sabe que lo Más Elevado es algo que no es nulidad en el mundo, sino que aquí y ahora se expresa en forma creciente una Voluntad, una Conciencia, un Amor, una Beatitud divina que se derrama, cuando se encuentra, a través de los términos de la vida inferior en el buscador y sobre todo en el entorno que es capaz de recibirlo. De aquello él es el sirviente, amante y buscador. Cuando lo alcanza, lo derrama sobre la humanidad en trabajo, amor, alegría y conocimiento. Siempre el ario es un trabajador y un guerrero. Él no se ahorra ningún esfuerzo mental o físico, ya sea para buscar lo Más Elevado o para servirlo. Él no evita ninguna dificultad, no acepta el cese de la fatiga. Siempre lucha por la venida de ese Reino dentro de sí mismo y en el mundo.
  El ario perfeccionado es el ARHAT. Hay una Conciencia trascendente que rebasa el universo y de la cual todos estos mundos son solo un problema secundario y un juego de roles. A esa conciencia él aspira y alcanza. Existe una Conciencia que, siendo trascendente, es aún el universo y todo lo que el universo contiene. En esa conciencia él extiende su ego limitado; se vuelve uno con todos los seres y todos los objetos inanimados en una sola conciencia de sí mismo, amor, deleite, energía que todo lo abarca. Existe una conciencia que, siendo a la vez transcendental y universal, acepta las limitaciones aparentes de la individualidad para el trabajo, para varios puntos de vista del conocimiento, para el juego del Señor con Sus creaciones; porque el ego está allí para convertirse finalmente en un centro libre del trabajo divino y el juego divino. Esa conciencia también tiene suficiente amor, alegría y conocimiento para aceptar; él es lo suficientemente poderoso como para efectuar esa conversión. Abrazar la individualidad después de trascenderla es el último y divino sacrificio. El Arhat perfecto es aquel que es capaz de vivir simultáneamente en todos estos tres aparentes estados de existencia, elevar lo inferior a lo más elevado, recibir lo superior en lo inferior, para que pueda representar perfectamente en los símbolos del mundo aquello con lo cual se identifica en todas las partes de su ser -el Brahman triple y trino.
(1)   La palabra «ārya» (आर्य) está impresa en escritura Devanagari en la portada de la revista del mismo nombre.

Gustavo Carante responde a R. López-Geissmann h.

  Así es Roberto, es inseparable la combinación de la impronta étnica más la superioridad moral. Se tiende a pensar que se es "ārya" por pertenecer a X grupo étnico. Pero si se carece de dignidad y de los valores que tradicionalmente se reputan al ario, se permanecerá en la mera ilusión de ser un individuo de semejante categoría. Además ario no es quien quiere sino quien puede (o en todo caso: quien quiere Y quien puede). Como sabemos en la Antigüedad se le daba una importancia suprema a la estirpe, al linaje. Por ello el mero hecho de ser blanco o eurodescendiente no lo convierte a uno automáticamente en un ārya. Hay otros factores imponderables que se deben tener en cuenta.

CONFIAR EN EL FUTURO ES DECADENTE


Art. que publiqué en El  diario de hoy que no va de por sí contra el optimismo, sino únicamente alerta contra aquel sentimiento –que a veces esconde incluso la superficialidad hedonista y cobarde –que todo se compondrá por sí solo y sobre todo sin que participemos, entregando esfuerzos y riesgos.

 

Complacencia, no meterse, bajar la guardia…

CONFIAR EN EL FUTURO
IGUAL A DECADENCIA.

Roberto López-Geissmann

 
La serena confianza en el futuro es la más clara muestra de decadencia. H.G.Wells.

 

    Cuando hablamos anteriormente de los “grandes principios rectores de la democracia”, más de un lector habrá resentido el impacto de decirse: -¡cómo es posible que no haya reparado en semejantes disparates! pero más aún… ¿cómo es posible que tantos, y tantos inteligentes, no hayan reaccionado? Pero la respuesta es que sí ha habido reacciones, muchas, enjundiosas, certeras, apasionadas, vulgarizantes (para que se entiendan) y en repetidas ocasiones históricas –generándose hasta guerras por ello. Por ejemplo Rafael Vidal Jiménez escribió “La esencia de la Democracia es la ilusión del libre pensar... es la falsa conciencia de haber logrado la libertad... Es ese creer ser libre y ser, por otro lado, menos libre que nunca, lo que caracteriza a la sociedad menos libre de todas, la nuestra. Es la certeza ilusoria de haber alcanzado la cima del saber, lo que define a la sociedad menos sabia de todas, la nuestra... es tan poco lo que se nos pide a cambio: una sonrisa y silencio (esto, sobre todo)...”. Lo que no es ni más ni menos que una ilusión anestésica. Sí, ese es el tipo de confianza serena que lleva a suspirar, a cantar hossanas, a hundir la cabeza como una avestruz y congraciarnos por ser optimistas.

 

    Las voces han sido silenciadas; actualmente se las ignora, se las desprecia y por último se las elimina. Un frío mortal y gris lleva el mensaje: ¡abatid al políticamente incorrecto! Se cierne sobre todos los campos, sega las oportunidades de trabajo, ataca en el seno mismo de los partidos (tanto de derecha como de izquierda) y particularmente en los medios de difusión -¡primera plana al bienpensante (que esté en la “jugada mundialista”) y palos y espacios menores a los que osen oponerse al pensamiento único!) Puesto que su consigna –del Nuevo Orden Mundial –es Fuerza e Hipocresía, conjugan el trago seductor de tranquilizarte esperando un futuro luminoso, han quitado la amargura de la conciencia de tener que enfrentarse y luchar. Erradicaron el glorioso lema con que Churchill –en vez de halagar a sus compatriotas con una falsa y rápida victoria –les arengó diciéndoles que no les ofrecía más que sangre, sudor y lágrimas. Esta es la esencia de una verdadera situación de guerra, realista, sincera, viril…

    Y tenemos planteada una guerra, no sólo contra la delincuencia, sino contra la ignorancia, el egoísmo y –sin ninguna demagogia –todos los tipos de pobreza. Sólo con la conciencia del monstruo que tenemos enfrente y la voluntad de combatirlo podremos tal vez remontar y rescatar el milenario orden natural perdido (a sangre y fuego) por “obra y gracia” de los mercaderes de Satán, que lograron que…

La materia venciera al espíritu.

La democracia a la monarquía.

La ciencia a la sabiduría.

La tecnología a la religión.

El mercado al Estado.

La modernidad a la Tradición.

El hombre económico al hombre espiritual.

 
   A grandes males, grandes remedios, o sea grandes esfuerzos. Vitales, colectivos, heroicos, que transmutan realmente la materia. Como el del héroe real que llamó a la lucha sin cuartel, nunca al acomodamiento de bueyes cebados. Recordemos por quién y quiénes es que todavía somos Nación.