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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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¿DE QUÉ ESTAMOS HECHOS?

    Contrariamente a la moda en boga de los medios, los presentadores y buena parte de la red, que se pretenden mesurados, línea media, ...

viernes, 31 de mayo de 2024

¿DE QUÉ ESTAMOS HECHOS?


    Contrariamente a la moda en boga de los medios, los presentadores y buena parte de la red, que se pretenden mesurados, línea media, y objetivos, a fuerza de ser dóciles a lo políticamente correcto, nosotros tenemos posición, nuestras reflexiones obedecen a un “norte” que nos señala la brújula de nuestras convicciones. Queremos participar, intercambiar y orientar; claro que instruirnos también; nos movemos por amor, simpatía y solidaridad con nuestra especie en peligro de extinguirse. Mal haríamos de elaborar algo que ya está pensado y dicho. Me remito, pues, -en total coincidencia -a las siguientes frases del Capítulo II de Esparta y los sudistas, de Maurice Bardéche, sólo aparecido en la primera edición:

-Buscamos aire puro, un valle desconocido que pueda conducirnos hacia otros parajes. Todo lo que en nuestro interior aspiraba a la generosidad, a la justicia, al heroísmo…
-Nos sentimos extranjeros no solamente en nuestra propia patria, sino en nuestro siglo y en la moral de nuestro tiempo.
-La fuerza de una nación ya no descansa sobre el coraje y la honestidad de sus habitantes, sobre su aplicación al trabajo, sobre su seriedad, sobre sus cualidades morales, se expresa ahora en toneladas de carbón o de acero, en barriles de petróleo, en kilovatios. El samurái se vuelve un sargento de pueblo en el que su oficio no es sino asegurar la libre circulación de los camiones…
-El siglo se retuerce en el cólico causado por su hervidero industrial. Pero también se droga también de sus utopías, de sus haraganas y mediocres esperanzas, de sus celos envidiosos, de su cobardía ante la vida. El mundo moderno necesita una cura de desintoxicación. Los que la proponen seguramente sirven a la propia nación, puesto que se dirigen primariamente a ella, pero también van en auxilio de todos los hombres. Hoy por hoy no existe nada más internacional que esta protesta contra el mundo moderno, que tan extrañamente es llamada “nacionalismo”.
-Seamos pues, en nuestro tiempo, los que representamos la salud, los que no queremos perder contacto con las proporciones y la naturaleza de las cosas. Esa es nuestra función, nuestro puesto de combate. Contra la impostura, seamos los embajadores de la verdad. Contra el maquiavelismo seamos los campeones de la lealtad. Contra los malvivientes, estemos del lado de las gentes buenas. Contra la publicidad, seamos los defensores de la honestidad. Contra el lavado de cerebro proclamemos los derechos del buen sentido. Seamos los partisanos de la propiedad. Rechacemos ser esclavos del Faraón y reivindiquemos la libertad y la vida. Rechacemos los mercados y prefiramos a los hombres. Nuestra misión más profunda es la más fecunda: proponer otra concepción del hombre, a la que nos proponen las ideologías.

En muestra empática presento mis dos residencias favoritas –en lo ideal. Allí quisiera departir… … …