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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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viernes, 5 de febrero de 2016

EL HOBBIT - UNO. Una aventura inesperada.



EL HOBBIT UNO

                                                    Publicado en “El Diario de Hoy”, en abril de 2014.



La violencia no basta para destruir una civilización. Cada civilización muere de la indiferencia ante los valores peculiares que la fundan. Nicolás López Dávila.

    Hemos escrito con entusiasmo un artículo sobre cada una de las tres partes de El Señor de los Anillos –la trilogía literaria de J. R.R. Tolkien –cuando aparecieron como extraordinarias y bien adaptadas películas, en mi opinión, de la monumental saga que leí por primera vez en los años setenta y por segunda hace pocos años. Como sabemos, El Hobbit no es una trilogía, sino un solo libro, mucho menor en extensión del otro (y también en valor literario); se ubica en el tiempo justamente anterior a la referida saga, y narra las aventuras del tío de Frodo Bolsón, Bilbo, el que arrebató el anillo de poder a Gollum.
    Destacaremos tan sólo un rasgo particular, importante, notable en esta su obra. Habrá que avanzar igualmente que en toda obra de fantasía, si está bien hecha, ha de encontrarse una simbología trascendente que abarca desde toda una evolución estructural del mundo hasta las representaciones sagradas, numinosas, y elevadas del imaginario colectivo y la experiencia mística individual. Lo extraño, lo poco común y fuera de la historia, lo irracional e ilógico incluso, opera paradójicamente  como herramientas para enquistar la más comprensible conducta dentro de la interacción de criaturas, no ya fantásticas, sino del todo pedestres, como el hombre de hoy y siempre. Veamos…
    “El Hobbit” agrega en su título: Una aventura Inesperada. Retengan esto y pasemos a considerar cómo describe el autor a los hobbits como especie. Aparte de las descripciones físicas, pequeños patudos y peludos, su carácter específico es… el de un burgués. Es más, es el clásico burgués: comodón, bien provisto de todo lo necesario en su acogedora morada, empantuflado, sibarita de comida, pipa y amistades; amigo de fiestas ordenadas, cumplidor de las normas, un poco miedoso de las aventuras y poco dispuesto a afrontar lo desconocido. Dejamos por fuera la categoría marxista que lo ubica como una categoría socioeconómica, que nuestro medio identifica con hombre rico. De hecho, algunos creemos que “burgués” es una forma de ser, surgida de las múltiples opciones de la modernidad, por la que hombres de distintos estratos escogen ser de una manera específica.
    Pues así es Bilbo. Y por ello recibe el desprecio de la casta guerrera y de la nobleza… hasta que a la hora de la verdad, ante la muerte y para sorpresa de sí mismo, se destaca en clara demostración de valor heroico y altos sentimientos: es así como se supera el humano en una sociedad tradicional –no por sacos de dinero –quedando como real esperanza de poder trascenderse a sí mismo.



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