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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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martes, 2 de junio de 2020

LA REPÚBLICA VIVIRÁ MIENTRAS VIVA EL EJÉRCITO -Especial de RLG.


LA REPÚBLICA VIVIRÁ MIENTRAS
VIVA EL EJÉRCITO



Especial para Arcisterio por Roberto López-Geissmann

   Amigo lector, no me equivoqué en el título de este artículo. Justamente en la foto adjunta se encuentra la frase tal cual históricamente se ha presentado, pero este servidor considera que filosóficamente, políticamente y justamente el correcto sentido debe ser tal cual como a propósito escribí más arriba.
   En una investigación que hice para mi novela Ángeles con Espadas, uno de mis compañeros de trabajo, del escritorio de enfrente en Relaciones Exteriores, don Jorge Lardé y Larín, me proporcionó la siguiente información: la frase en comento no salió del cacumen del General Manuel José Arce –incluso algunos dicen que no la pronunció, lo que es más temerario afirmar –sino que proviene de un cercano colaborador (Secretario –dc comunicaciones o algo así, dirían ahora) de nombre José Quetglas. Como fuere, este detalle anecdótico no es realmente tan importante, lo dijera el General Arce o fueran las palabras originales producto de Don José; aparte de eso vamos al fondo.

La forma acostumbrada de interpretar la frase ha sido entender que la República es la defensora del Ejército porque, muerta esta, el Ejército no sobrevivirá. O sea, la forma republicana –dice la frase –es coexistente y simbiótica con el Ejército. Perdonen, ciudadanos, con todo el tiempo transcurrido y las miles de veces que se haya pronunciado, pero realmente no es muy feliz que digamos. Es inexacta por ilógica. Es retorcida. No es cierta.
   El Ejército, un ejército cualquiera es un conjunto organizado de hombres armados, dispuestos a hacer la guerra, es decir, con capacidad combativa. En un Estado –moderno o no –es una institución especializada que lleva a cabo las labores bélicas que el Estado le demanda. Esto puede ocurrir en una Ciudad-Estado griega, en una Monarquía, en una República o en una Tiranía.
   Por lo que no es cierto que al desaparecer una forma de gobierno desaparezca su Ejército. La realidad indica que su desaparición, como realidad posible, no está ligada a la forma, puede desaparecer por destrucción por otro Ejército –incluyendo un proceso revolucionario -, por un recambio preciso y a veces inadvertido por fuerzas subversivas enquistadas dentro de los andamiajes del Poder, o incluso por decisión propia del Estado –cuando este ha sido erosionado durante mucho tiempo, convenciendo a la población de la absoluta falta de necesidad de contar con un Ejército.
   Parte de este mecanismo participa de malquistar, oponer en forma odiosa, a la población y a su “brazo armado”, lo que logran haciendo que los militares se vuelvan brutales, irrespeten las leyes y maltraten a la civilidad, sin que de por medo exista una revuelta armada de ninguna clase, aunque recuerdo, citando al Lic. Camilo Álvarez C.: “El  uso de la fuerza, o de las armas, para la defensa de las instituciones del Estado, no es exclusiva del  militar, es también responsabilidad del civil si precisa salvar la institucionalidad del Estado”.

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   Este escrito no tuviera lugar, pues no sería sino una disquisición más o menos estéril, si no mediaran circunstancias especiales que perfilan un clásico caso de claro peligro inminente (clear and present danger) para la nación, su población, para la República. No estamos en una encrucijada entre decisiones a tomar, entre las que se encuentren algunas de gran peligro. La situación es más grave. No hay salidas laterales, caminamos en un declive evidente que va hacia un abismo que todos hemos visto, al que estamos seguros que nos está conduciendo una fuerza que hasta el momento apenas sí se ha aminorado y no se entrevé por ningún lado quién podrá detener el desastre total, ya cercano.
   El melodrama es un drama de opereta, una ópera bufa o bufonada, algo que de hecho no es lo serio que parece, una exageración o descripción chusca de la realidad –es eso y mucho más –pero no vivimos sino lo que, a riesgo de parecer dramático se puede describir exactamente como los albores de una tragedia. La más grande que nuestro país ha experimentado, tan peligrosa en sus resultados como en el hecho que no aparece la fórmula de salvar no sólo a la República, sino a la población misma, a nuestra identidad como forma de ser. Esta perpetrándose un atentado contra la misma naturaleza interna del Estado. Perdone quien no capte lo tiene que ver esto en el contexto del escrito.
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La forma correcta que debiera asumir la frase es justamente al inverso, es decir que La República vivirá mientras viva el Ejército. Dado que, si bien la forma de gobierno, República en este caso, es el continente y el Ejército el contenido, siendo fundamental aquella y siendo este la herramienta viva, orgánica y específica de la defensa de aquella, resulta claro que para que el Estado Republicano pueda subsistir como tal no sólo debe, sino que tiene, que contar con la total fidelidad de sus Fuerzas Armadas, caídas estas adiós Estado. Puede entonces subsistir una aglomeración abigarrada, variopinta y mezclada de hombres en armas, que no será ya la respetable formación, con un glorioso pasado, que existía protegiendo a su pueblo y su República.
   En contraste con su real carácter he tenido oportunidad de ver un comercial en que “sin querer-queriendo” se muestran dos sujetos en uniforme, bien plantados, armados y con piernas abiertas, en una plataforma y mirador, sobre la playa… observando el mar, después de decir que combaten a una amenaza invisible ¿esperarán una flota de barcos, a Godzilla o a los “muertos vivientes? A continuación aparece en la parte trasera de un transporte otro aguerrido miembro de las FFAA, mirando cautelosamente, con un arma larga, como si esperara que una banda de feroces talibanes, o fieras peligrosas fuera a atacarlo. Estas imágenes son una burla feroz a una institución que todavía es muy querida y respetada para una gran cantidad de salvadoreños.
   La disolvencia virulenta de esta amenaza, clara ya como dictadura y fácilmente detectable como próxima tiranía no agota sus daños en la represión pura y dura, antes de arrasar con un autogolpe trapero –pero bastante anunciado –para la ciudadanía, puesto que en el proceso estaría ya, de hecho, con la transformación de un ejército profesional en una banda de matones a sueldo, dando con ello fin desde su propio interior al Ejército de la República.
   Así que tenemos una serie ininterrumpida de golpes, no sólo contra la constitucionalidad, sino contra la institucionalidad, que evidencia hacer a un lado siglos de desarrollo civilizacional, burlándose del concepto mismo del Derecho –que no entiende, pero que ataca furibundamente – y que rodeado de hordas de incapaces e ignorantes supinos, está de hecho conculcando poco a poco todas las libertades civiles, zapando al mismo tiempo la relación del pueblo con un ejército que es parte del mismo pero al que confunde y desprecia. Si no es ahora no será jamás, no podrá serlo porque habrá en poco tiempo horadado –como lucifer, maestro de la confusión y la mentira –la esencia misma del Estado Republicano, de su Ejército, esclavizando a la población, siendo, como Venezuela, sólo rescatable por intervención externa.

Sean mis palabras finales, el más puro llamado a DIOS-UNIÓN-LIBERTAD
 
FEDRO ES UNA OBRA DE PLATÓN
 

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