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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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viernes, 15 de mayo de 2020

Viejo poema de mi producciòn - EL MIEDO



 
Uno de los poemas más largos de épocas muy pasadas. Reacción juvenil, algo cruel, violenta a veces, pero siempre sincera al caer en la cuenta de la discriminación constante, injusta y odiosa que lo bajo siempre está ejerciendo contra lo mejor. Esa actitud les hace daño porque al atacar y procurar sacar del juego a los mejores no se dan cuenta que los primeros a que están haciendo daño es a ellos mismos. El realmente mejor no busca su destrucción, sino por el contrario ayudarlos a superarse.
   No entienden que el mito espeluznante de la Igualdad es una idea-fuerza que impide o dificulta el desarrollo, la justicia y el bienestar de los pueblos. Siguiendo esa quimera, no admitiendo a nadie mejor –como Luzbel con el Creador –se adscriben a una rebeldía extrema que los perjudica sin mejorarlos. Diferente es la masa engañada que los malvados

MIEDO

Paso a los señores –dice con sorna un mendigo,
un mongoloide nos silba socarronamente
y un desdentado de sonrisa imbécil nos grita:
¡Libertad!

No importa cómo es que tenemos lo nuestro,
Si no mendigamos… pecado.
Si nuestra estética confirma y no sólo recuerda
al grupo humano… pecado.

Un seboso estudiante nos apostrofa
con defectuosa pronunciación, pero
ante una tranquila mirada nuestra
enmudece y mira a otro lado.
Más un compañero, legañoso esqueleto
de ensortijada cabellera,
ladra fanáticamente en contra nuestra.

Nada se nos puede aplicar, quizás a otros…
El acaso lo sabe, pero no le importa,
nos odia más a nosotros.
Los verdaderos culpables son un poco como él.
¡Nosotros sí somos diferentes!

Dejamos a los temblorosos y vemos a los intelectuales.
Al principio no sabemos que disfraz visten
¿Serán revolucionarios snobs jugando de espantapájaros?
¿Burgueses trasnochados? ¿O arribistas mal vestidos?
¿O bien simples cretinos de mal gusto que refugian
en santas cóleras, sus vulgares apetitos?

Revolución es una palabra que dice mucho sin aclarar nada,
pero ninguna equivocación habrá en afirmar que esta gente
No es una cosa: intelectual.

Cacarean una exigencia y se les responde
con una carcajada, porque es más caritativo,
 en todo caso, que llorar de pena… o de lástima.
Pero ¿quién dijo al fin que hay que ser siempre caritativo?

¡Lo abyecto está subiendo!
Y ante la vista de todo el mundo quien,
no sólo se cruza de brazos, sino que,
alucinado por un falseadísimo sentido de justicia
y buenos sentimientos, le ayuda en su ascensión.

Pero la mayoría no está en el foso
ni es abyecta ni mucho menos.
Sencillamente ha dado media vuelta
y marcha, a distintas velocidades,
hacia la perdición degenerante.

Unos cuantos somos contra corriente más
¿Quién impulsa a la masa?
se quiera hacer pensar que es ella misma…
se le quiere atribuir ya una maldición
Que aún no se ha realizado.

Son ellos.
La minoría degradada que siempre ha existido
en nuestro género… Son ellos quienes azuzan
a la quinta columna personal que reside
en los bajos fondos de cada uno…
La falta de aprobación social ya no les detiene.
¡Quieren el Poder!

Por medio del uso dialéctico de la caridad como base,
han remontado un largo y sinuoso camino
que los transportó sin cambiarlos, pues el hecho es
que han logrado que el resto vuelva la vista…
la perspectiva ya no es la cima sino la sima.

Es la oveja negra que marcha al final del rebaño,
que ha logrado no sólo hacer girar en redondo
la dirección de este, sino
¡Que la grey inmole a sus pastores!
Pero no son ovejas las que defienden de los lobos,
una vez sin pastor ¿quién lo hará?
¿Qué se esconde bajo la piel de la oveja negra?
****
¿Qué hacer?
Con estas reflexiones parece ya todo perdido.
Toda razón será insuficiente, la perfidia ha fructificado.
¡Vámonos! ¡Esto ya ha terminado!
****
¡Un momento amigos míos!
antes que decidáis algo, emitiré mi opinión
contra la tesis de que es la perfidia
en un sentido cerebral y científico,
aunque unido a una astucia maligna aliada
del lento y constante falseamiento de la realidad,
voy a enarbolar una posición existencial muy diferente.

Y es que si bien la perfidia existe,
no es la causa efectiva de nuestro problema.
Enfocado como está, quien sea
antirracionalista ciego, es ya víctima de ella.
¡La causas del ascenso de los Infras
 no es otro que el Miedo!
****

Sí amigos ¡EL MIEDO!
Pero no ese terror paralizante
que participa de la repugnancia,
ni aquel otro que produce explosiones reactivas
que bien quisieran los Infras evitar
por resultarles molestas y perjudiciales…
Sino el que siente sin darse cuenta el ciudadano,
el mediocre corriente, la generalidad, la mayoría.


El miedo a disentir,  el miedo a perder una fe
a la que ni siquiera se le atribuye ese nombre;
el miedo a que el materialismo histórico no sea, al fin,
la bendita y esperada liberación de la humanidad;
el miedo apenas intuido, a ser menos de
lo que se le ha enseñado que es;
el miedo a cuestionarse, a tener el deber de pensar;
el miedo, al fin, a rezagarse en una supuesta marcha
en la que se supone todo mundo participa,
y en consecuencia el miedo al ridículo,
a la soledad y a la desesperanza…

Por otra parte, no hay jamás que confundir
a la masa medrosa y engañada, con los Infras.
Estos no son ni animales, no son de este mundo.
Aquellos son parte de nuestra raza.
No podemos, en consecuencia, abandonar
a estos desgraciados miembros de la familia humana.
Si nosotros somos lo mejor y más representativo
es entonces nuestra razón misma de ser
la ayuda y la potenciación de nuestros hermanos.

Aclarado lo anterior, resolvamos no abandonarles,
Y si es por el miedo que el enemigo logra lo suyo
No será cuestión entonces de sólo hablarles.
¡No, ni a ellos ni a nuestros hermanos!
Ya dijo Goethe:
“quien quiera amedrentar al diablo
Tiene que gritar mucho”.
¡Yo no me retiro! ¿Y ustedes?


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