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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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martes, 23 de junio de 2020

SIN ODIO, CON PASIÓN Y POR AMOR. Miniensayo motivacional


SIN ODIO, CON PASIÓN
Y POR AMOR

Especial para Arcisterio de Roberto López-Geissmann

   En esta vorágine de opiniones culturales, guerreras, filosóficas y políticas, las siguientes ideas probablemente le van a parecer a varios como fuera de orden, místicas o emocionales, tal vez propias de disquisiciones espirituales para otros e incluso impropias de lo que nos pasa.
   Pero estoy convencido que no es así. Trato en las siguientes líneas de contactar con uno de los factores más profundos de nuestro Ser humano –complejo físico espiritual de muchas y ricas facetas –buscando conectar con sentimientos y estados mentales indescriptibles racionalmente.

SIN ODIO

   El odio es el sentimiento negativo que origina las peores pasiones, desconectándose de la razón y sobre todo de las variantes que son la más rica herencia del ser humano, nos referimos al Amor, del que derivan la generosidad, la solidaridad, la concepción misma de una comunidad que rechaza el egoísmo como sistema y que busca –aceptando lo imposible de la perfección –la perfectibilidad, el desarrollo social, aceptando la ciencia con humildad y aprendiendo de la historia con honradez, sin manipularla a mi antojo, que busca superarse colaborando y no atacándonos y que, finalmente considera la esencia humana prevista de un componente superior a la mera animalidad, sin importar su propio sentido de religarse con lo sagrado.
   De esto no resulta un sentido de pacifismo ingenuo y pazguato, del tipo que lleno de amor se mete a la jaula del tigre porque lo ama y cree que no lo va a agredir… dejemos al pobre destrozado por una fuerza de la naturaleza y vamos a considerar que, si tenemos que enfrentarnos con una fiera peligrosa no le cantaremos hosannas sino que nos defenderemos con todo lo que tenemos, pues no somos el Santo de Asís. En todo caso nuestra fuerza debe ser aplicada sin odio, incluso lamentando usarla, pero bien dispuestos en el caso.
   Pero el odio no surge el primero. Se alimenta de sentimientos que lo provocan, como la envidia, el resentimiento, la venganza, el desprecio y otros. Para desarmar al más temible tenemos que procurar que no se den las raíces en que se alimenta el peligroso, por lo que socialmente hablando estamos ante una tarea grande de actividad ética, de trabajo moralizador de la comunidad, entendiendo por moral la ciencia y el arte de lograr una cultura de unidad entre una nación que coadyuve a su desarrollo integral en equilibrio y justicia.
   Podemos aplicar la fuerza sin odio, si creemos tener un sentimiento superior demostrémoslo actuando con misericordia, buscando redimir, con la comprensión del inteligente y el amor del hermano. Fuera odios.

CON PASIÓN


   Si hemos aludido al sentimiento más bajo y enceguecedor, fuente de crímenes e injusticias, como es el Odio, y luego iremos al más alto grado de emoción positiva que eleva al ser humano, uniéndolo a lo trascendente, como es el Amor, es conveniente que nos inscribamos en la corriente natural en la que gravitan ambos extremos: la Pasión.
   Se dice del hombre apasionado cuando este siente con fuerza los impulsos de algo que lo subyuga, que lo enardece, que lo inspira y lleva a actuar con todas las fuerzas del cuerpo y del alma. Pasión la tuvo el Cristo. Fueron apasionados los grandes héroes, los artistas más connotados de la historia, los santos y los dirigentes de naciones que supieron querer y entender a los suyos. Así debemos transcurrir el camino de rechazo del odio hasta le entrega por amor. No se camina en tibieza y a desgano, sino entregándose a la Misión.
   La Pasión buena es la que complementa el razonamiento puro, dándole la visión humana, natural, pero también trascendente, que refuerza la voluntad para que sublime el instinto de conservación, superándolo.

POR AMOR

   Tal superación, que pareciera romper el orden natural, egoísta en cuanto a conservar nuestra vida y nuestra forma de vida, es sólo posible haciendo nuestra, viviendo, la palabra mayor de nuestro lenguaje, que se ha identificado inclusive con la esencia de lo que entendemos por divino: el Amor.
   Este es el buen pegamento, el cemento fuerte que une las relaciones sociales. Que procura minimizar las injusticias antes y por sobre las leyes. Que promueve la tolerancia y el respeto, pero que exige, por este, cumplir el deber. Que alimenta la generosidad real, sin propaganda, sin sufrir sino gozando cuando observa los resultados de su acción. Que ha llevado a hombres y mujeres de todos los tiempos a la entrega por su familia, su gente, su nación, no sólo a afrontar la muerte, sino al sacrificio de vivir vilipendiado y empobrecido. Fuente, en fin, del respaldo lógico para una ética integral vivida.
   Ante la locura satánica de enarbolar como base de la comprensión de la historia, de su motor, la violencia, la antinatural igualdad, la soberbia del mando único, el dominio del número –masa muerta en sí –que conduce a la revolución o revoltura y trastoque de toda civilización, cultura y justicia… debemos enarbolar la colaboración, la complementariedad, la identidad con respeto real, la obligación que ata al mejor con el dulce lazo de apoyar a los demás. Todo ello imposible de lograr sin la brújula dorada del Amor como fin y principio, fuerza y norte de nuestro camino. Sólo esa fuerza podrá salvarnos.
   Hemos hablado en contenido filosófico, pero nuestras palabras llevan un resultado eminentemente práctico: articular una fuerza socio-política que nos una, rechazando el mal y buscando la libertad y la felicidad.



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