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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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martes, 17 de diciembre de 2019

SOBRE CIMA Y SIMA - OPINIONES SOBRE UN ART. DE ANTONIO CAPONETTO


P
Presento a ustedes un artículo del gran pensador y filósofo argentino Antonio Caponetto, pluma literaria, poeta, erudito, un auténtico polígrafo en suma. Pero necesito agregar a este extraordinario escrito, del cual en el fondo no tengo una sola reserva, una difícil opinión, que enlaza el fondo –de cualquier escrito –con elementos de forma. Si se tratase de otro personaje tal vez no hubiese vacilado tanto, pero tratándose de este respetado maestro, el aprecio y el temor de asombrar negativamente, me hacen especialmente complejo abordarlo. Considero que es factible, y a veces obligatorio, el que opinemos aunque se trate del Papa –claro que en este momento la Iglesia carece de uno auténtico –por lo que, sin más, vaya el comentario. Haré citas en rojo sobre breves retazos del artículo en comento.

SOBRE CIMA Y SIMA
Reflexiones críticas para una lectura plena

   Desde el célebre grito de Cambronne, en Waterloo –a lo que muchos afirman que la primera palabra fue adjuntada por Víctor Hugo -: “¡MIERDA! La Guardia muere, pero no se rinde”, se han lanzado a la historia algunos estrellatos válidos en que lo soez se limpia por un luminoso rayo de sinceridad circunstancial.
   En lo coloquial todos conocemos al tío o al fulano (a) que tiene tal gracejo y personalidad para decir estas cosas que no pueden verse sino ingeniosas y/o graciosas; el ritmo mismo, el acento, el momento y forma de decirlos cabe casi en cualquier lugar y ocasión. PERO, reparemos que semejante “arte” no está a disposición de todos, es algo válido para la persona y el momento, aunque algunos consideren que “entre mi arte y mi arte prefiero mi-arte”. Un imitador cualquiera no puede forzar la situación, le sale mal.
   Estilo y situación. Pero adjuntemos a ello el término “santa cólera” en el entendido de arrebatos violentos causados por un quiebre abrupto contra una situación o persona dada, que ha sido ferozmente herida por un ente ordinario, salvaje o malo. En estos casos surge una “sainte colére” que se justifica por el previo atentado; es una verificación de un talante muy humano, que sin dejar de participar de justeza y equilibrio ha tenido que encontrar otra armonía, gestando una posición de rechazo fuerte.
   Jesús, cuando sacó con violencia a los mercaderes del templo, en una formidable muestra de las cosas que El Señor menos tolera –la degradación de la Iglesia por el comerciante de lo espiritual –no es factible que les dijera: -señores, hagan el favor de desalojar su valiosa mercancía de acá –sino la contundencia de sus voces debe haber sido fuerte e intimidante, sin remilgos, como cuando trató a los fariseos de “raza de víboras”. Todo esto, sumado al hecho que figuras señeras como la del Maestro Caponetto no suelen proceder por sistema y costumbre con estos epítetos, como estoy seguro que no tiene la gracia de aplicar la palabra fuerte en conversaciones o discursos normales, precisamente porque no es la democracia la que muestra su camino sino la gracia divina.
   Bien claro ha dicho Caponetto las razones principales por los que se ha perfilado este “daño mayor” a la sociedad, por constituir un atentando contra el orden moral y natural, amenazando la mismísima paz social y socavando la buena tradición. No es un hecho personal sino histórico.
   Por ello creo convencidamente que su particular admonición, más abajo reseñada, es válida en todo sentido. Subraya eficazmente el grado de ofensa bárbara y profunda que ha representado la situación particular. Al efecto citaré párrafos que con absoluta claridad demuestran lo antedicho:
   La gravedad del asunto no está primero, en esta ocasión, en la práctica  explícita de la contra natura que caracteriza al abyecto, sino en la total aquiescencia del padre que se gloría en su vástago corrupto, en el deleite admirativo con que ha sido aceptado… y está la gravedad principalmente en que el depravado exhiba con orgullo su condición de tal, mientras su padre aprueba tamaña exhibición convirtiéndola en Política de Estado… Lo que traslada su caso del ámbito de los patólogos al de los politólogos, es que tamaño engendro  ha sido convertido en causalidad ejemplar de los nuevos tiempos, en paradigma epocal… el tacho de basura fue colocado al fin como centro de mesa… Ya no es la honra del hijo másculo que continua la estirpe, sino la jactancia del Dr. Frankenstein, que cree haber desafiado con éxito la ley divina, sin saber el final que le aguarda. Citando a Chesterton: si se niega lo sobrenatural, tampoco queda lo natural. Queda la nada.
   Dicho lo anterior, me permito sugerir a los que consideren el uso permanente de “palabras fuertes” en forma sistemática y constante en que midan semejantes mensajes, pensando no sólo en cuanto si son merecidos por la ocasión o caen de perlas a los que se los enrostra, SINO también en sus propias figuras públicas, porque como Don Antonio, nadie, o poquísimos. Recordemos que insulta quien puede, y no quien quiere.


ESTANISLAO
Por Antonio Caponnetto
Presidente argentino y su hijo

Acaso como un símbolo infausto y bufo a la vez del gobierno fernandino que acaba de peer el sufragio universal. Como un signo nefando y burlesco de la nueva deposición popular; como una personificación grotesca cuanto abominable del Régimen monstruoso dominante; y al fin, acaso como efigie infame y sátira, obscena y ridícula de la democracia, ha sido enfocado en el primer plano de los actores de la nueva inmundicia gubernativa, la figura de Estanislao Fernández. El hijo degenerado del presidente, cuyo oficio convicto y confeso tiene una decena de nombres eufemísticos en inglés, pero un solo y frontal nombre en la pulida lengua castellana: puto.

La gravedad del asunto no está primero, en esta ocasión, en la práctica  explícita de la contranatura que caracteriza al abyecto, sino en la total aquiescencia del padre que se gloría en su vástago corrupto, en el deleite admirativo con que ha sido aceptado y ponderado por los medios masivos, en el beneplácito de la clase política, en el silencio cobarde de quienes deberían protestar a cuatro voces la ignominia; y está la gravedad principalmente en que el depravado exhiba con orgullo su condición de tal, mientras su padre aprueba tamaña exhibición convirtiéndola en Política de Estado. Ya no es la honra del hijo másculo que continua la estirpe, sino la jactancia del Dr. Frankenstein, que cree haber desafiado con éxito la ley divina, sin saber el final que le aguarda.

El infeliz de marras, en sí mismo, es inmerecedor de cualquier loa o ataque. ¿Qué predicar de un folículo, tubo o canal?; ¿qué denostar o encomiar de la secreción o de la adrenalina? Lo que traslada su caso del ámbito de los patólogos al de los politólogos, es que tamaño engendro  ha sido convertido en causalidad ejemplar de los nuevos tiempos, en paradigma epocal y etario, en una especie de titán de la extraña honra posmoderna de tenerse por náusea.

Su padre, que ha jurado insensatamente por los Santos Evangelios, profanándolos de manera escandalosa y procaz, debería saber que en aquellas sacras páginas que ignora y toma en vano, el buen progenitor de la proverbial parábola del hijo pródigo, no es el que festeja que el descarriado vástago habite en un chiquero, sino el que lo abandone para recuperar la gracia. Alberto, claro, subvierte a sabiendas la enseñanza neotestamentaria. Y al igual que su prole él es el insensato habitante de esa porqueriza de fetidez ilimitada que da en llamarse kirchnerismo.

Nos adelantamos a una objeción de la que podría hacerse portavoz algún buscapleitos. Va de suyo que hay otros muchos Estanislaos y Albertos en la partidocracia entera, en la sociedad en general y en los gobiernos anteriores al presente. El Macrismo, para decirlo con todas las letras, no fue ni es otra cosa que un rejunte de amorales, apátridas y ateos prácticos, siendo su testa visible y directriz un sujeto de múltiples promiscuidades vividas o promovidas. Baste recordar al ingeniero emulando públicamente a Freddie Mercury, para darse una cabal idea de su ética de bajo fondo y sus predilecciones de albañal. Fue la pringue su vida y su elemento, diría de él algún himno de resonancias sarmientinas.

No obstante, el matiz que hace del caso que comentamos ahora algo casi sin precedentes, es que con él se cumple aquel vaticinio trágico de Octavio Paz: el tacho de basura fue colocado al fin como centro de mesa. La puerta del baño ha sido dejada intencionalmente abierta, y ya no dice el mutante que “odia el <plop> de los zurullos”, sino que en breve ha de crearle un Ministerio para que ejerza su peculiar función.

A la vista de esta “Estanislaoización” del peronismo vigente podrían hacerse algunas reflexiones, si tiempo y ganas hubiera. Porque antecedentes no faltan en la “tercera posición”, de posiciones nefandas reivindicadas y presentadas como naturales. Desde las de su fundador, de quien se llegó a decir que se lo quería igual, así se probara su condición de ladrón y de invertido, hasta la de sus briosos militantes de la retaguardia que no trepidaron en formar una rama que responde a la sonora nomenclatura de P.P, siendo la primera consonante inicial del crudo nombre de la sodomía.

Pero no puede dejar de anotarse un fenómeno significativo. Medio siglo atrás, los guerrilleros peronistas irrumpían marcialmente en la Plaza de Mayo, canturreando que no eran maricas ni faloperos sino “soldados de Far y Montoneros”. El tiempo –implacable verdugo si los hay- les devolvió nietos como Estanislao, que cantan impúdicos y verracos exactamente lo contrario: la jactancia de ser drogadictos y homosexuales. Más un plus inevitable: aborteros, cobardes, asesinos de vientres maternos y tronchadores inicuos del hogar constituido como Dios manda. Atributo este último que cuenta con el beneplácito del mismo Bergoglio, quien no trepida en recibir cortésmente a la eventual barragana de Alberto en el mismo Vaticano, dentro de una cumbre mujeril prevista para cónyuges de Jefes de Estado. ¿De qué conyugalidad estamos hablando?

Una vez más acertó el maestro Chesterton: si se niega lo sobrenatural, tampoco queda lo natural. Queda la nada. Y de trágicas naderías alzadas con el poder estamos hablando.

Vaya desde ya nuestro aviso, a propios y ajenos, a amigos descorazonados por tantos males impunes a la vista, y a enemigos agrandados precisamente por la lenidad de que disfrutan para ejecutar sus ruindades.

Nuestro aviso es simple y es claro: como argentinos, no permitiremos que estaticen a nuestros hijos ni a nuestros nietos ni a nuestros seres queridos. Como bautizados, no permitiremos que bergoglicen nuestra Fe Católica, Apostólica y Romana. Así de fácil y de rotundo. Porque para tal propósito el único poder que necesitamos no nos lo da la democracia sino la gracia. Que ellos sigan engendrando Estanislaos, Máximos, Florencias o cómo se llamen los desdichados muñecos. Nosotros seguiremos trayendo al mundo varones y mujeres, a quienes Dios primero y María Santísima por delante, los criaremos en el antiguo y noble propósito de vivir conforme al Decálogo.

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