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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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jueves, 29 de noviembre de 2018

VARA DEL REY Y EL CANEY - Guerra entre España y E.U. en Cuba


Lo que sigue es un condensado de una de las batallas más heroicas que se libraron en la guerra de Estados Unidos contra España. En este caso en la isla de Cuba y el personaje más prócer fue el general Vara del Rey, aunque indudablemente todos sus hombres respondieron con igual decisión y bravura.
   Por muy querida que sea una posición o nacionalidad no vamos a caer en la situación de rebajar a un enemigo, proceder que, además de innoble, estaría diciendo que la victoria no valió la pena, en la medida que entre más incapaz y/o cobarde fuere este no sería glorioso el triunfo o la gesta valiente de los que lo enfrentaron. En nuestras crónicas de valor militar respetaremos siempre este principio con independencia de toda valoración ideológica. Así hoy ensalzamos a los españoles, pero luego haremos lo propio con los que fueron sus contrincantes –por ejemplo en la batalla de El Álamo.
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El Caney: la heroica gesta de un puñado de españoles frente a miles de estadounidenses

   Parece ser que, como señalan no pocos autores, el interés que despertaba Cuba, la perla del Caribe, en Washington D.C se remonta hasta principios del siglo XIX. Ya desde tiempos del presidente Thomas Jefferson el recién nacido país habría realizado infructuosos intentos de comprar la isla. Transacción a la que siempre se dio la negativa por respuesta desde la Península.
Sin embargo, los intentos de lograr la dominación de la codiciada ínsula no quedaron ni mucho menos aquí. En el año 1823 -como señalan Miguel del Rey y Carlos Canales en « Breve historia de la Guerra del 98»- el embajador estadounidense en Madrid le trasladó al ministro de Exteriores español, Evaristo Fernández de San Miguel, una nota en la que se aludía a la «anexión de Cuba como indispensable».
   Fue con la firma del tratado de Ostende de 1850 (realizado por tres embajadores norteamericanos en Europa) que el interés del país por dominar este territorio caribeño se hizo explícito. En este informe -como relata Luis Navarro en « Las Guerras de España en Cuba»- «se declaraba que la anexión era necesaria para la seguridad de los Estados Unidos, por lo que se debía obligar a España a vendérsela por ciento veinte millones de dólares. De no aceptar España esta fórmula, la isla podría serle arrebatada a cualquier precio».
   Definitivamente, a partir de 1895 -momento en que Estados Unidos había logrado situarse como potencia económica e industrial- el país norteamericano decidió lanzarse a ocupar aquellos territorios que tenía más a mano, entre los que destacaban las islas ubicadas en el Caribe y el Pacífico (como Cuba, Puerto Rico y Filipinas). Motivación que llevó a la (teórica) nación amiga de España a invertir gran cantidad de recursos en la construcción de un ejército (especialmente una armada) acorde a la empresa.
   El gobierno español, lejos de plantar cara a la injerencia anglosajona, se limitaba a tratar de satisfacer las demandas yanquis con el fin de apaciguarles. Sin embargo, el embajador estadounidense en Madrid -cuyas palabras aparecen recogidas en la obra Rey y Canales- no parecía estar satisfecho con los esfuerzos realizados desde la capital por normalizar la situación: «Un solo poder y una sola bandera pueden imponer la paz en Cuba. Ese poder es Estados Unidos y esa bandera nuestra bandera».

   El general estadounidense Shafter (al mando del V Cuerpo de Ejército), se encontraba ya a poco más de diez kilómetros del importante enclave de Santiago. Ante el previsible ataque norteamericano, el teniente general Arsenio Linares -gobernador de la ciudad- se dispuso a preparar la defensa del importante enclave, procedió a reforzar las posiciones cercanas, relativamente fortificada.
   Con ese objetivo, la defensa de El Caney (posición ubicada a escasos seis kilómetros de Santiago) fue puesta bajo el mando del general ibicenco Joaquín Vara de Rey. Para ello contaba con poco más de quinientos efectivos -391 miembros del Regimiento de infantería de la Constitución, 41 Cuba y 95 voluntarios. La posición escogida por Vara de Rey para dirigir la defensa del enclave fue el fortín «El Viso», ubicada sobre un montículo. Además, las tropas españolas también contaban con seis blocaos (construcciones defensivas de madera) distribuidos en torno a El Caney; con el fin de dificultar aún más el avance enemigo también cavaron líneas de trincheras, desplegaron alambradas de espino y abrieron aspilleras en las casas y en la iglesia.
   El ataque sobre El Caney, según lo entendía el general Shafter, era meramente secundario. Entendió que su misión principal era evitar que los hombres de Vara de Rey tratasen de entorpecer el avance estadounidense sobre Lomas de San Juan, posición hacia donde los soldados norteamericanos debían dirigirse una vez que hubiesen acabado con la resistencia española. Para llevarla a cabo se escogió al oficial Henry W. Lawton, el cual contó desde el momento de su salida de El Pozo (30 de junio) con un contingente superior a los 5.000 efectivos. El tiempo que Lawton consideraba necesario para acabar con la resistencia era de dos horas escasas.
   La batalla tuvo su inicio en torno a las 6 de la mañana del 1 de julio. Las tropas yanquis comenzaron empleando su artillería con el fin de ablandar la posición lo máximo posible. Sin embargo, como explican Del Rey y Canales en su obra, el ataque estadounidense -concentrado en los blocaos- no tuvo prácticamente ningún efecto en las defensas, ya que por lo normal los proyectiles se quedaban largos o cortos de su objetivo.
   Tras el fracaso de este primer intento de acabar con el pequeño contingente por la vía rápida las unidades de infantería tomaron la iniciativa. Fue en este punto en el que los hombres de Vara de Rey dejaron claro que no pensaban dar un paso atrás. Desde El Caney los soldados españoles comenzaron a realizar descargas una y otra vez sobre los desventurados estadounidenses. Por más hombres que Lawton enviara el resultado era siempre el mismo: una carnicería. La cadencia de disparos desde las posiciones hispanas era tan breve que, según explica Puell de Villa, el general norteamericano llegó a pensar que solo en «El Viso» debía haber más de 500 efectivos. Del Rey y Canales señalan que después de cinco horas de batalla (más del doble de lo previsto) los atacantes apenas habían logrado hacer mella en el poblado.
   Sin embargo, con la llegada de la brigada independiente de Bates (enviada por un general Shafter que ya estaba harto de esperar) la heroica defensa española estaba a punto de llegar a su fin, aunque de hecho aguantó aún bastante tiempo. Los escasos 520 hombres de Vara de Rey hacían frente a 6.453 norteamericanos y 200 independentistas cubanos – Una desproporción numérica considerable. Haciendo decir al Cnel. Sargent que “el valor de los españoles superó todo lo imaginable”.
   Vara de Rey acabó muriendo víctima de un disparo en la cabeza cuando era transportado en camilla fuera de El Caney. El general ibicenco había sido herido en las piernas tras la destrucción del fortín desde el que dirigía la defensa. Mientras era conducido fuera del poblado, varios estadounidenses abrieron fuego al avistar la comitiva destinada a trasladar al maltrecho militar.
   La batalla de El Caney no pasó desapercibida ni en España ni en el extranjero. El agregado militar sueco en Washington dedicó unas bellas palabras a esta labor llevada a cabo por un puñado de soldados españoles: ¡Después de esto, ni una palabra más se escuchaba en el campo americano sobre la cuestión de la inferioridad de la raza española! «Y esta lucha de El Caney ¿No aparecerá siempre ante todo el mundo como uno de los ejemplos más hermosos de valor humano y de abnegación militar?»-dijo el Capitán Wester.

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