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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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martes, 14 de agosto de 2018

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED -Coyuntura salvadoreña


Este blog ha optado por dejar por fuera el análisis político, menos aún el de nuestro sufrido país. Sí hemos abordado temática metapolítica, desde un punto de vista filosófico, aludiendo a ideas y a principios, sin relacionar nunca a personas, instituciones o partidos. Conservando mi derecho de opinión he de reflexionar si, dentro de un tiempo no muy largo me decido a abordar estos análisis, los que en todo caso aparecerán en otro blog, con distinto nombre y otras reglas y parámetros. Este artículo es casi una excepción y sobre todo una especie de puente entre Arcisterio y la producción futura; es el pensamiento liminar que establece una versión sobre un estado de cosas muy delicadas que ocurren en nuestra nación y a las que invitamos a profundizar en ellas.

ENTRE LA ESPADA Y LA PARED


La autoridad encarnada en la opinión de milesno vale siquiera una mínima chispa del razonamiento
de un solo hombre.  GALILEO.


      Veamos detenidamente las implicaciones del título. Estamos claros que hablamos del estado de nuestra sociedad abatida por los políticos y sus políticas. La primera impresión es la de estar sin salida, pero analicemos bien. El que no exista opción (viable, positiva, claro) resulta de que si avanzas te clavas la espada y si te quedas sin moverte no sales de lo que se presupone como una realidad dura e indeseable. En todo caso puedes enfrentar la espada y tal vez no mueras… o mantenerte contra la pared esperando que “algo” mejore tu fea situación. Pero avancemos más aún.
   En mi visión la cosa es todavía más difícil. Te encuentras en un pequeño sendero en el que apenas cabes, detrás de ti hay un enorme acantilado de roca pura, imposible de horadar con lo que tienes a mano; por otro lado la espada se encuentra a milímetros de tu corazón y no es posible eludirla por ningún tipo de movimiento. Estás pues, bien fregado, ya que o mueres atravesado por el acero o terminarás desfalleciendo de cansancio y cayendo en el mortal abismo. De hecho la alternativa de resistencia como lucha o resistencia como aguante quedan como no soluciones vitales. Unos elegirán el suicidio por la espada (ya sea por honor o terror) y otros soportarán lo que puedan. Lo claro es que el tipo -o la sociedad que así se encuentre –ha sido cercenada del más grande atributo del bien común, como es la verde joya de la Esperanza.
   Anotemos antes de desarrollar más el hecho de que ninguna sociedad se coloca en tal posición por su gusto, sino que ha sido llevada a ese dilema poco a poco por diversos conductores hasta encontrarse en esa imposible posición sin salida; pero todavía hay que decir que en su mayoría no han realizado aún la gravedad de su problema.
   Lo que vamos a señalar es cómo se encuentra en ese callejón sin salida y si es que existen todavía acciones a tomar para superar esta gran tragedia. Finalmente, si existieran soluciones ¿es este pueblo capaz de llevarlas a cabo? o es que las mismas causas prevalecen en las soluciones, quedando estas como mero apunte teórico y estando de hecho todos ya condenados.
Un enfoque equivocado de la situación coyuntural que vivimos
   La gran mayoría entenderá que la situación de entrampamiento que hemos presentado se refiere a la que nos presentan los Partidos Políticos (PP) y concretamente los “dos mayores”: FMLN –Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional –y ARENA –Alianza Republicana Nacionalista. El ahondar sobre la historia y definición ideológica de ambos nos llevaría muy lejos.
   Sin embargo, en atención a los lectores foráneos anotaremos que el FMLN es la mutación en partido político de las cinco fuerzas guerrilleras marxisto-revolucionarias que se alzaron en armas en la pasada contienda; actualmente su presentación es bastante más contemporizadora –pero ¡ojo! –aunque la hegemonía de lo que fue la antigua y diluida fuerza armada guerrillera ha sido tomada por el Partido Comunista; van más lentos, pero seguros.
   ARENA, por su parte, surgió como una aglomeración de movimientos nacionalistas, altamente preocupados por la agresión guerrillera, unidos por un líder carismático –el Mayor Roberto D`aubuisson –y en cuyo seno desde el principio existió un componente liberal (débil al principio) que lentamente se fue acrecentando y desplazando a los fundadores y otros pensadores y luchadores, hasta hacerse con la hegemonía del Partido.




   Así pues, El Salvador está acorralado entre dos fuerzas, una de izquierda y otra de derecha. Lo realizado por los dos gobiernos inmediatos anteriores de las izquierdas y los cuatro de las derechas es percibido por la población como insatisfactorio, frustrante y florido en corrupciones. En honor a la verdad hay que decir que en todos los casos (más con ARENA) se ha exagerado en ciertos aspectos; ambos tienen fallas aunque en distintos rubros en ambos casos –el FMLN adolece de gran incapacidad en la mayoría de sus funcionarios y la prepotencia arenera ha ido en aumento, ambos tienen su historia de corrupción, y así pudiésemos seguir. Pese a todo lo que aparece claro a “la gente” es que los partidos políticos no representan los anhelos ni necesidades del pueblo, no dan el ancho ni en su imagen ni en la capacidad de inspirar confianza –cada vez más deteriorada –y se burlan de los votantes al haber planteado que fuera de ellos no hay solución, torciendo el brazo de los electores e incluso de los votos duros de ambos. Obvio que esto ha creado un gran resentimiento –del todo legítimo –en la sociedad.



   Repito que la percepción nacional es básicamente la anterior y es, al mismo tiempo, acertada y equivocada. Es correcta en cuanto que tal visión no es un espejismo, es real y básicamente sus componentes y problemáticas son ciertos. Pero no es toda la verdad. Se está tomando el rábano por las hojas. No podemos diagnosticar sin ir más hondo, atravesar la superficie, radiografiar, sacar muestras, deducir de hechos y convicciones más profundas que una simple adscripción partidista. No es de “o es blanco o es negro”, ni tampoco se trata de un enfrentamiento entre marxistas y liberales.
   Al interrogarnos sobre como el ciudadano ha perdido esa vocación o gusto por la libertad –aherrojándose voluntariamente bajo las riendas de un pensamiento políticamente correcto, cada vez más común entre ambos PP –habrá que decir que tal impulso no se ha perdido “porque nunca realmente se ha tenido”. Los de izquierda cediendo sus realidades por un ideal el cual, aún como tal no es natural ni sano, avocándose a una violencia “partera de la historia” que no hace sino exacerbar el odio y el resentimiento. Los de la derecha liberal triunfante y paradójicamente tiránica, cediendo su tiempo de actuar, de leer, de reflexionar, siguiendo lo que Benjamin Constant afirma al decir que: “Cada individuo, ocupado de sus negocios, de sus empresas, de los placeres que obtiene o que espera obtener, no quiere ser distraído de todo esto más que momentáneamente” acrecentando su dureza de corazón, extremadamente individualista, altanera y desleal.



   Aceptar este simplista cuadro sería como evaluar un “estado de situación” en un enfrentamiento bélico sólo por el número de combatientes, su ubicación y sus armas (que indudablemente es fundamental y necesario), sin tomar en cuenta las causas, las mentes de los que, en retaguardia, están alentando el enfrentamiento y (con primigenia necesidad) cómo se encuentra la moral, convicción y percepciones de todos los involucrados en ambos bandos. Recordemos que guerras y batallas particulares no sólo se ganan con la superioridad en poder militar y físico de los combatientes, sino mediante la voluntad de lucha de los ganadores… o el desistimiento más o menos voluntario de los que van a ser derrotados; a veces estos ignoran que lo serán.
   Tenemos pues que ahondar en cómo ha cambiado toda una nación hasta llegar adonde estamos ahora, cómo es que sus análisis son tan superficiales, y cómo es que no encuentra salida a esta opción igualmente perniciosa, ya que ninguna de las dos fuerzas es un sano aliento para la población, aunque una sea peor que la otra. Pero antes debemos realizar algunas precisiones:
·        Los procesos decadentes, que por el contrario son llamados progresistas por sus auspiciadores, son un fenómeno mundial, comenzado siglos ha y que se ha exacerbado en los últimos 60 años.
·        En el ámbito político no cabe duda que la interpretación sistemática que el establishment liberal ha promovido sobre el sentido (único, restringido e infantil) de lo que debe entenderse por Democracia es ya un florecimiento fuertemente degenerado de esa posibilidad de gobierno. También refleja profunda degradación el que sea aceptada.
·        Por otro lado, como atenuante para la población, los P.P. –y las fuerzas tras ellos, o a sus costados, que no todas están alineadas –han sido fundamentales en provocar este estado alterado de conciencia, socavando las fuerzas morales e intelectivas y distorsionando la voluntad mediante concepciones delirantes y espectáculos hedonistas.

   Quienes sean acuciosos y compartan lo hasta aquí relacionado no pueden menos que echar de menos la ausencia de un elemento fundamental en la ecuación de desesperanza. Que es precisamente una de las más peligrosas y falsas conclusiones que puedan elaborarse después del punteo anterior: se trata de la única tercera fuerza que ha aparecido.
    De hecho es verdad que para remontar el desasosiego ponernos en camino de superación tiene que realizarse con otra concepción del mundo, distinta a las dos más poderosas. Pero eso no quiere en absoluto decir que sólo hay una –que sería llamada “tercera”; fuerza esta en la que automáticamente han de gravitar los anhelos de la gran mayoría de la población, descontentos con toda razón. Tercera fuerza como concepto es realmente todo esfuerzo serio de reestructurar una sociedad en forma distinta a cualquier tipo de marxismo o de posiciones democrático liberales.
   Como escribí en un libro (Ángeles con Espadas) hace mucho: “…tercera fuerza, tercera posición, poder o vía… no creo que sea un conjunto de elementos perfectamente ensamblados, como un “mecano” de armar o una receta de cocina, por el contrario, no es una fórmula. Son todas las posibilidades con que cuenta una nación en un momento dado. Y por eso estorba al Sistema y al Marxismo, porque ES LA SOLUCIÓN y aquellos dos no quieren que esta la encuentre, quieren la exclusividad de sus vías ortodoxas y progresistas, pero  -y citando a Degrelle –el sentido único está bien para las calles estrechas, pero no resulta adecuado para la historia”.
   No queda más ya que abordar la cuestión de fondo, que subyace entre las nieblas que sostienen la espada o las espesas capas de la pared de piedra. Porque de verdad estamos así pero debemos de ver con mayor claridad las causales efectivas de nuestro agobio. No son, efectivamente, los pésimos partidos políticos que tenemos y ni siquiera el Sistema mismo o los muy reales poderes internacionalistas y las alianzas con países intervencionistas.
   Una palabra más. Estos razonamientos lógicamente deben sustanciarse en relaciones de ideas, accionar histórico de los grupos, y argumentación que lleve a conclusiones precisas, pero ello alargaría demasiado estas reflexiones que no son sino una invitación para que el lector pueda, por sus propios medios, bucear (o escalar, según la perspectiva) los orígenes sustanciales de mayor consistencia de lo que es la actual coyuntura.

COMPLICACIONES Y TEMAS A DISCUTIR


Cambiando paradigmas y puntos de vista. Creciendo para ver más lejos
   Desde algunos años realizo una encuesta personal, interrogando a hombres y mujeres de distintas edades, condiciones sociales, educativas y con caracteres variadísimos. Lo único que busco es que sean inteligentes, no espero la viveza, el conocimiento intelectual ni tampoco una impronta de moralidad alguna; sólo que sean claros de mente y dispuestos a expresarse.
   La pregunta única es: ¿Crees que nuestro país tiene solución? Esto a cualquier plazo que sea y sin especificar el “cómo” se realizaría, sólo que implique un porvenir de positivo desarrollo para todos. Había catedráticos, gente de trabajo de clase media y baja, amas de casa, empresarios grandes y pequeños, estudiantes, en fin, de todo. No resultó uno solo que contestara afirmativamente. La visión de la espada y la pared es generalizada y muy real. Toda la gente se siente en un callejón sin salida. Y está harta.
   Con esta opinión generalizada recapitulamos: La población salvadoreña se encuentra masivamente disgustada con la oferta política de los partidos mayoritarios. Por diversas razones están airados y con toda intención de causarles daño, pero no saben bien cómo, puesto que si apoyan al otro –que no han apoyado hasta ahora –sienten que poco cambiará y que podría ser peor. En esta particular coyuntura está apareciendo (y desapareciendo, estroboscópicamente) una tercera posición que, como explicamos es una entre varias posibles “terceras opciones” (pues no son tres, sino muchas) el cual ha tenido la virtud de aparecer primero, realizando su acto de ilusionismo primero que ningún otro, captando bastante interés en un público cansado, un tanto embobado y sediento de protagonismo vengativo contra el que se le ponga enfrente. Aparece pues, una solución que no lo es y que de triunfar sólo va a exacerbar los peores sentimientos del conglomerado, con la fuerte posibilidad de enquistarse férreamente en el Poder, sin soltarlo ya.
Lo que el tiempo se llevó



   Hace mucho me encontré con una excelente presentación sobre las razones por las que Suiza es tan desarrollada, ordenada, justa y exitosa. En breve se hicieron de lado aspectos de tamaño del país (de los más pequeños de Europa), de la antigüedad del mismo (Egipto, Mesopotamia y China son más viejos), superioridad racial, buen sistema económico o poderío en armas (ya que otros pueblos tienen iguales cualidades e incluso superiores). Se concluye que su éxito reside en las virtudes derivadas de una educación y cultura que si bien tienden a ser universales en su extensión y aceptación no lo son por desgracia en su aplicación efectiva y práctica. Un buen amigo, medio en broma me decía que para componer nuestro país habría que importar algunos cientos de miles de suizos. Vamos ahora al meollo…
   Mientras no caigamos en la cuenta de que es real el dicho que afirma que cada pueblo tiene el Gobierno que se merece, estaremos divagando. Nos estamos ahogando porque nos metimos en aguas turbulentas sin poder nadar; ha sido nuestra voluntad e ignorancia… y también nuestra incapacidad de salir de ese maremágnum. Pero esto es ya consecuencia de lo primero: si no sabes, si tomas decisiones equivocadas a pura voluntad, si tu actitud no es solidaria sino básicamente egoísta, si no quieres esforzarte y ser responsable –buscando siempre que te saquen las castañas del fuego – y además no quieres dar el mínimo tiempo a instruirte, a intercambiar información, a trabajar y arriesgarte por el bien común, si sólo te gusta culpabilizar y sentirte superior… pues la respuesta a la inacción es la pregunta: ¿Y de dónde?
   Nos falta creer y VIVIR valores elementales para desarrollar una Nación. ¿De dónde van a surgir los prohombres, los próceres, que liderarían un movimiento que remonte el desastre al cual nos dirigimos? Se ha trabajado medio siglo inoculando antivalores como la “viveza” del aprovechado que vive pensando cómo eludir sus deberes y leyes; el patán al que toda regla de convivencia y urbanidad le parece ridícula y se la saltea: el empresario que se vanagloria públicamente, y hasta en el seno de gremiales, de haber “enganchado”, confundido (estafado en el fondo) a un cliente y por lo que logró excelentes “ganancias: los “vendedores de seguridad” que mal llaman “renteros” (que cobran una renta que no es más que una sucia extorsión) y los miles de ovejas que lo permiten en silencio –pero lo más asqueroso es escuchar a un ministro de seguridad minimizando este atraco aludiendo a los familiares de los pandilleros “que tienen derecho a ganarse la vida”; las autoridades que pactaron una entrega de poder a un precio carísimo cuando ya casi se tenía ganada la contienda… y que todavía se les sigue poniendo como grandes ejemplos de civismo; una población desmemoriada que vota por destructores de vidas y haciendas; los falsos catedráticos (que se hacen llamar “académicos) y que ponen a sus alumnos a dar durante todo el curso las clases que ellos debieran conducir; los prestamistas leoninos; los comunicadores  y conductores ignorantes de toda laya (también DJ´s) que comunican lo que no entienden siguiendo una paga que los compra; el abogado que complica el juicio para cobrar más; el médico que determina una operación y/o procedimiento innecesario; el ingeniero que acepta materiales de mala calidad, que puedan ser luego causa de tragedias; el mercader que truquea con los pesos; curas y pastores que malversan las limosnas, así como los falsos limosneros; la desconsideración de los conductores de autos y, destacándose, la de los buseros y microbuseros; los que botan la basura adonde les da la gana; el contador que falsea cifras y los que llevan doble contabilidad; los que se atribuyen obras, de todo tipo, que no son de ellos. Pudiéramos continuar ad infinitum esta relación, pero quiero indicar acá (aunque sin desarrollarla) una “institución” que es una de las básicas maestras de corrupción, pues aunque comience como una lombriz esta mentalidad llega a ser una enorme pitón: es la de la Propina. Piénselo.
   Creo que bastan como ejemplo, pero es fundamental subrayar que en absolutamente todas estas situaciones y otras más, no debemos olvidar la importantísima existencia de lo que las vuelve mucho más disolventes: la tolerancia, encubrimiento y hasta aceptación de esas desdichadas conductas. Este es el triste y acongojante ambiente que realmente respiramos, producido por nosotros mismos, fruto de un descreimiento en todo lo elevado que nos conduce al cinismo; de un desinterés por el cultivarse personalmente, persiguiendo siempre seguir al ejemplo más bajo, vulgar y hasta indecente; por un irrespeto a todo tipo de autoridad (incluso las respetables y correctas) que no viene sino del sentimiento acomplejado de inferioridad que es ya viral en el pueblo y que, como se sabe, transmuta en complejo de superioridad. Poco o nada se combate en lo público y lo privado estas lacras, nadamos, nos refocilamos en medio de ellas como cerditos en chiquero, incluso aspiramos a veces a ser “cualquier cosa, con tal de hacer lo que se me pegue la gana y con dinero” –que es el dios de nuestro tiempo.
   Al no haber suficiente reproche ni acciones públicas (ni siquiera privadas) contra el amoralismo y conductas negativas y antisociales, estas crecen; estamos fomentando, fermentando un caldo de cultivo en un aquelarre de brujas, de cuyo caldero surgirán monstruos –la delincuencia formal. Un ejemplo concreto y real para detener esto es el que se dio cuando un conocido empresario se jactó, en Guatemala, y ante una reunión gremial, de haber esquilmado a un colega ¿Qué pasó? Se hizo un silencio inmediato, salieron del salón los que allí se encontraban, reprochando duramente las confesiones del que todavía tenía el cinismo de exhibir su accionar, haciendo partícipes a los presentes de su “gran jugada”. Creyó que recibiría sonrisas y aplausos y sólo obtuvo desprecio, quedándose en preguntarse ¿Y yo, qué he hecho?
   Si toda obediencia, todo reconocimiento, toda disciplina, todo esfuerzo son rechazados y el ideal a seguir es –como lo auspician anuncios y medios de comunicación: Vivir la vida entera como una fiesta (música disolvente, sexo y tragos), envueltos en una juventud y adolescencia perpetuos (glorificados ad nauseam, sin darse cuenta que “adolecen” quiere decir faltos, inacabados) y regodearse en la envidia, la maledicencia y el rencor (aunque muchos parezcan grandes espirituales dándose golpes de pecho y cantando hossanas).
   ¿Qué oportunidades tenemos siendo así? Realmente ninguna, aunque héroes intelectuales desde Pascal, Kant, Kierkegaard y Wittgenstein han preparado la gran victoria de lo que será el final del Iluminismo Científico. Pareciera más viable que soluciones como la de una intervención extrajera o un golpe de Estado “a la antigüita” vayan a resultar y no el cambio de una idiosincrasia infernal y profundamente impregnada hasta el tuétano de los habitantes. Nuestra conclusión es, desgraciadamente, negativa. Cambiar por cambiar no dice nada, es sólo una idea derivada de la seudo ciencia progresista. Y si hay tres ideas terribles donde las haya, son precisamente esa idea del progreso, expresada en su extremo por Francis Fukuyama; la de la igualdad total, que tiene su más absurda concreción en el sufragio universal; y la que enajena el imprescindible sentimiento de identidad propia y nacional disolviendo en un marasmo de aceptaciones burdas, diversidades inexistentes y divisiones subversivas del yo y la unidad (lucha de clases, de generaciones, de sexos, etc.). No pidamos peras al olmo.
   Concretando. Un pueblo tan agobiado, confundido y falto de muchos valores no puede salvarse a sí mismo. Para hacerlo necesita informarse bien, luchar continuamente por cambiar y adscribirse a ideas y sentimientos que han sostenido ejemplarmente y durante siglos a varias culturas. Evalúe el lector si es realista pensar que lo podemos hacer, cómo sería el proceso, quiénes lo conducirían, el tiempo que llevaría y como se someterán a los traidores y enemigos que cuentan con grandes medios y apoyo foráneo.
   Queridos compatriotas, ¡Tengan ustedes felices sueños!

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