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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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viernes, 30 de junio de 2017

CAPACITACIÓN: DEMASIADA DEPENDENCIA DE LAS TÉCNICAS


Publicado en El diario de hoy, está referido específicamente a la capacitación que se realiza en las empresas e instituciones estatales, aunque extensible también a otros ámbitos, incluso los mal llamado “académicos”, que son a veces apenas universitarios. El exceso de instrumentos técnicos y diversivos han convertido a excelentes medios de apoyo en rémoras que vuelven al maestro comodón y a los alumnos todavía más lights.

TAMPOCO ES ESTRICTAMENTE NECESARIO UN CIRCO MEDIÁTICO PARA EL BUEN MAESTRO
 

DEGRADACIÓN DE LAS CAPACITACIONES

                                                                                               Roberto López-Geissmann

    Lo primero que habrá que decirse es que el proceso degradatorio civilizacional produce, en medio de centenares de procesos destructivos directos y colaterales, el de incidir en la enseñanza-aprendizaje en forma negativa, por demás coherente con dicho proceso socio-involutivo. Como resultado a destacar encontramos la artificiosa situación que pretende poner al mismo nivel a capacitadores y a capacitados. Tal absurdo pareciera no merecer refutaciones dada la obviedad de los términos en que se basa. No parece tenerse que demostrar que los que conocen, o conocen más y mejor, deben enseñar a los que carecen de esos conocimientos o los tienen en menor amplitud o profundidad. Esto ha sido así desde siempre.

    Pero desde hace varios años la tendencia “moderna” intenta revertir, más bien invertir, las posiciones. Se pretende que la persona que capacite y los que reciben la misma saben exactamente lo mismo. Esto no se dice explícitamente (todavía) porque aún no se ha trastocado del todo la lógica del pensamiento. Pero se hace pensar; se deja sobreentender; se le da totalmente el sabor de ser así. Pese a que alguno reflexione que si es cierto que todos saben igual ¿cuál sería la gracia de recibir instrucciones de otro?; hasta hay quien dice que si es verdad “que le devuelvan su dinero”. ¿De dónde surge exactamente esta alienación?

    La respuesta puede aparecer “contaminada” de contenido político y/o ideológico. Y lo es, pero únicamente si establecemos ambas categorías como aspectos de aprehender la realidad, sin restarles un sentido que quisiera eliminar esas visiones (como ya lo hizo con la filosofía), con la mala voluntad de negarlas simplemente para establecer, de su parte, y con total parcialidad, su propio punto de vista, llamándolo objetivo y calificándolo de “corrección política”. Porque los que impulsan esto no van a reconocer en este estadio del proceso, que se trata de una idea fuerza del más puro estilo revolucionario.

 

    Porque justamente –contestando la pregunta –este impulso alienante parte y persigue la Revolución. Hablamos del intento mundial que surge abiertamente con la francesa, se continúa con la rusa, la  mexicana y otras, inscribiéndose en la actual confusión mundial; pero no pecaremos de ir más allá. Baste consignar el especial regusto de esta iniciativa, en el caso particular, por el concepto de IGUALDAD. Es en honor de esta “sacrosanta” palabrota que se realiza todo; es el poder tras bambalinas, su razón de ser.

    Aunque lo que implícitamente se presenta es “que todos somos iguales, que nadie sabe mucho más que otro y que opinar lo contrario vulneraría la dignidad de otros” –lo que es una redomada tontería, ahora sí que ideologizada (tomando su acepción del lado malo). Y paralelamente se deshace el principio de autoridad, dejando en el suelo capacidades, experiencias y personalidades, quemadas en la hoguera de las vanidades a flor de piel por las que se halaga al batallón de enanos semicultos, de conocimiento light.

    Con ello se consigue otro objetivo querido por la Revolución: destruir la verdadera memoria histórica y el conocimiento, sustituyéndolo por la retórica unidimensional y la explicación fácil, logrando con tal simplificación el ocultamiento de una realidad siempre más compleja y, sobre todo, haciendo asequible a cualquier hijo de vecino el erigirse en Capacitador (aunque le llamen Facilitador).  Eso sí, la presentación debe ser con alarde tecnológico, moderna, y divertida, por ser esto “más importante que el saber” –dicen.

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