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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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martes, 21 de mayo de 2019

COMENTANDO EL FINAL DE JUEGO DE TRONOS Y ALGO MÁS...


Cediendo a peticiones para externar opinión sobre el final de la serie televisiva Juego de Tronos, me obligo a externar sobre ese particular y un par de elementos más dentro de ella. Veamos…
JUEGO DE TRONOS
        Cierre de la saga

Especial para Arcisterio por Roberto López-Geissmann


   Si me introduzco en un análisis de contenido completo, desarrollando trama y personajes, relacionando los libros y la serie de TV y sus contenidos simbólicos, sin duda estaría navegando entre un ensayo y un artículo enjundioso. Este precisa su contenido, por el contrario, en lo siguiente: un par de comentarios generales de fondo, pero breves, y mi opinión sobre el final de la serie como tal. He leído los cinco libros que han aparecido, pero el sexto y último no es seguro siquiera que exista.
Veamos primero sobre la serie en general
   Ni que decir que para mí la fantasía, y las combinaciones de esta: medieval, heroica, de terror, de ciencia ficción, de acción y otras más, me encantan. Casi todas la narrativa que he escrito son de estas temáticas.
   Pues bien, considero la Canción de hielo y fuego –de George Martin,   conocida como Juego de Tronos, una importante y amena saga dentro de la novelística actual, mezcla géneros difíciles con acierto, es entretenida y manejó, pese a su longitud, los ritmos, sosteniendo la atención. Penosamente –y es mi opinión sobre el estilo, no sobre el fondo –la lectura del gran Tolkien llega a ser tremenda, cansada y pesada en la cantidad de descripciones y personajes… pero esto es exactamente lo que ocurre en el volumen 5º de la serie de “Juego de…” en la que se mete demasiado con los orígenes de las “casas o estirpes”, abundando además en explicar por igual a personajes de hasta tercer orden. Todo esto es tan abrumador que si este hubiera sido el primer libro no hubiera comprado otro. Pareciera que la serie sufrió el mismo defecto, aunque por otras causas.

   Existe el mérito del realismo, no sólo en conjugar los monstruos con los humanos, sino la monstruosidad de los humanos, sin desaparecer las categorías variadas de los ingenuos, adoradores fanáticos, reales héroes y más. Es una gran aventura, una saga que, pese a lo que se diga sobre el horrible y decepcionante final, nos brindó muchas horas de auténtico deleite. El escritor falló, los productores, los guionistas, todos, quién sabe quiénes o probablemente todos ellos. Sólo el público no lo hizo. Por eso protesta.
   Si vamos al contenido de la obra –ñoñerías de meapilas exaltados aparte –encontramos que el cinismo, el egoísmo y lo maquiavélico superan a los sentimientos superiores, la misericordia, la amistad, el heroísmo, pero bien que los hay; por lo que la historia se mueve de un realismo, a veces crudo, que erradica toda ejemplaridad e incluso provoca la inacción ante los costos de salir “de la zona de confort” tan querida por la posmodernidad. El dragón no es un “diablo aparte” sino un duro poder –extraño y eventualmente sobrenatural –que es un arma en manos del que lo monte, dirija o direccione; hasta John Snow fue jinete de dragón.
Fin de la saga
   Uno de los puntos más interesantes de una narrativa es el final. En este han naufragado como en gigantescos icebergs no pocos escritores, incluso de los consagrados. Como la mención de todos los aspectos nos llevaría demasiado lejos voy a aludir a los que considero los dos principales.
La pérdida de la coherencia interna de la historia y de los personajes.
   Una personalidad bien constituida no es un pelele que puedas manejar a tu antojo. Un valiente no se vuelve cobarde, Un líder no se convierte en un mediocre indeciso. Una mujer enamorada de un hombre no se vuelve una puta… es decir, esto no puede ocurrir “de repente”, si ocurre es a causa de algo que luego tienes que explicar en “flash backs” cómo llegó a ese estado… o bien, poco a poco haces devenir, cambiar, su personalidad, para que sea lógico lo último que estás viendo.
   Un personaje bien establecido no va adonde su mismo creador quiere. En mis pininos intenté hacerlo… y no se dejan… porque tienen personalidad propia; es como en el hipnotismo: no haces lo que no harías despierto. Así John Snow simplemente no puede convertirse en un cualquierita que se va a purgar una condena injusta, después de ser un héroe ejemplar y hasta venir de la muerte. La pobre Daenarys resulta que de un “sopapo” se convierte de una abnegada princesa, preocupada por los esclavos y llena de compasión… en un monstruo de iniquidad, genocida y loca. Otros personajes se diluyen u obran erráticamente. Esto es pésimo.

Las sorpresas sin sentido, absurdas, hunden un buen final.
   El ejemplo más claro son aquellas novelas de detectives en las que no importa qué elucubraciones, lectura detenida, análisis de contenidos y voliciones de los personajes hayas hecho, de repente resulta que el culpable es una tía tuerta, que vivía al otro lado de la calle y que “la mató por accidente”; y sí que hay historias así. Cuando te olvidas todas las motivaciones que se pueden rastrear desde capítulos atrás, no cambiadas o con cero intervención de otro personaje, cuando olvidas referirte a cómo quedaron tal o cuál o bien los ubicas en una situación de difícil adaptación a lo que has venido narrando, entonces todo se puede, o más bien ya no puedes más, te quemaste escritor, condenaste tu obra a una patochada.
   Se quedan por demás aclaraciones como qué es en realidad el Cuervo de tres ojos y la parafernalia que lo auxilió, ¿existen o ya no, o sólo algunos? ¿Qué pretenden estos, qué pretende el dios de la luz, el dios ahogado, etc.? ¿Cuál es la realidad y el destino de la magia y los monstruos? ¿Está definida del todo la desaparición de los Caminantes? La ciencia del que creo al Frankenstein-Montaña, ¿permitirá que se creen otros? ¿Cuáles posiciones serán las de las principales casas? ¿Por qué el abyecto Bron, sicario desgraciado, irreverente a todo excepto a su codicia, forma parte del más alto Consejo de los siete reinos? Y pudiéramos continuar por ese lado
   Claro sin embargo queda el sentimiento de impotencia general de la humanidad, de que las fuerzas del bien no triunfarán nunca del todo porque de hecho no existe más que un bien relativo; que la mayoría de los poderosos son pérfidos y que hasta las fuerzas de la fantasía están divididas, nada es seguro, todo puede pasar. El caos y el mal pueden parecer que han perdido pero al final están en el corazón de las personas.


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