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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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sábado, 5 de noviembre de 2016

EL NUEVO IMPERIO DE LA ESPERANZA MUNDIAL

GEOPOLÍTCA IMPERIAL PANAMERICANA

  

   
   Antes de transcribir los tres artículos, aparecidos en El Diario de Hoy los días 12, 19 y 26 de 2011, he de realizar una breve introducción sobre el término Imperio. Tomado del Blog “leyenda negra blogspot.com” encontramos:
   …nos encontramos con un importante escollo, pues en nuestros días los términos «Imperio» o «Imperialismo» están tan absolutamente desprestigiados (y muy especialmente entre los que se dicen de «izquierdas» y/o «progresistas») que difícilmente podremos ensalzar la Idea de «Imperio» y el papel de España como «Imperio Universal» sin ser calificados automáticamente de fascistas o cosas parecidas.
Sin embargo, desde un punto de vista materialista, y pese a quien pese, la importancia de la Idea de «Imperio» es tal que el único sentido que cabe dar a la «Historia Universal» es el de «Historia de los Imperios Universales»…
   Por tanto, vemos que lejos de ser una idea despreciable, como comúnmente se piensa, la idea de Imperio es fundamental para alguien que, con un mínimo de seriedad, quiera considerar la idea de Género Humano o de Humanidad.
Una de las situaciones límites del Imperio diapolítico (límite inferior) es la del llamado «Imperio depredador o colonial». Es el caso de los «imperios capitalistas» de finales del siglo XIX a los que se refiere Lenin en «El imperialismo fase superior del capitalismo». Y éste es el concepto de Imperio que tienen en mente, suponemos, los que, desde las izquierdas, se manifiestan contra el Imperio y el imperialismo. Sin embargo, hay que decir (en nuestra defensa de la Idea de Imperio) que los «Imperios depredadores» no son estrictamente Imperios en sentido político pues en ellos el Estado hegemónico se limita a explotar y depredar los recursos de los Estados sometidos sin que se busque la conservación de dichos Estados ni la generación de otros nuevos. No existe una relación política en el mismo plano entre los Estados que constituyen el Imperio. Los Imperios depredadores, en todo caso, serían Imperios en grado cero.

El Imperio Español, al igual que el Imperio Romano, no fue un Imperio depredador sino un «Imperio generador»:
«Un imperio es generador cuando, por estructura, y sin perjuicio de las ineludibles operaciones de explotación colonialista, determina el desenvolvimiento social, económico, cultural y político de las sociedades colonizadas, haciendo posible su transformación en sociedades políticas de pleno derecho»… El Imperio romano o el Imperio español serían los principales ejemplos de Imperios generadores: a través de sus actos particulares de violencia, de extorsión y aun de esclavización, por medio de los cuales estos imperios universales se desarrollaron, lo cierto es que el Imperio romano terminó concediendo la ciudadanía a prácticamente todos los núcleos urbanos de sus dominios, y el Imperio español, que consideró siempre a sus súbditos como hombres libres, propició las condiciones precisas para la transformación de sus Virreinatos o provincias en Repúblicas constitucionales» (España frente a Europa, pág. 465-466).
   Es precisamente este sentido imperial el buscado. Creemos que la amalgama de lo mejor del sentido de España en su mejor época, volcado ahora en Hispanoamérica y lo mejor de los Estados Unidos, melting pot incluido, puede originar una química si bien difícil –como todo lo bueno –factible y necesario para ese “oro y hierro” en uno que es probablemente la última esperanza para impedir que el lodo de la civilización decadente anegue lo que queda de una cultura preciosa, enlodando el futuro de nuestros hijos y nietos.


De Alaska a Tierra de Fuego
GEOPOLÍTICA IMPERIAL PANAMERICANA
                                                                          Roberto López-Geissmann

   Normalmente, cuando voy a presentar una “construcción intelectual” primero hablo de los materiales de que se compondrá esta, los comento, procuro hacer una relación histórica, explicarlos, decir cómo funciona un elemento en relación al otro dentro de la estructura a proponer… aunque si lo hacemos demasiado metódicamente, para una publicación periódica (que no es una revista de mayor espacio, ni es especializada) pueda volverse tediosa o incluso “perder” un tanto al lector antes que llegue a la esencia o la presentación del cuadro completo. En mis reflexiones sobre América –el continente y el país –prefiero presentar ahora mismo el cuadro general de la geopolítica a la que voy, volviendo posteriormente a sustanciar algunos puntos.

   Advertencia: Canadá y Brasil son dos grandes y poderosas naciones que no pueden dejar de estar, de alguna manera en el esquema panamericano por derecho propio. Dicho esto he de agregar que la misma seriedad de lo propuesto me obliga a aceptar que la complejidad de ambos casos requiere un estudio y reflexión que no tengo completo en estos momentos, por lo que honestamente dejo de lado a estos hermanos que tienen algunos aspectos de mayor diferenciación –el del norte con su vecino, e ídem el del sur –sin que eso consista en algo insalvable posteriormente; igual ocurre con algunas pequeñas naciones caribeñas o, también, con Belice.
   El asunto es que vamos a conformar un esquema del Imperio Panamericano, para llegar al mismo se necesita previamente realizar unas composiciones de naciones que, más que aliarse o federarse (aunque cabe) debieran fusionarse, para ir adoptando elementos comunes a lo que será en el futuro la mayor nación del mundo. Lo que a continuación presento, sin explicar, son las combinaciones básicas de Estados llamados a la primera fusión:
·        Estados Unidos y México quedan, en primera fase, tal como están, de gigantes norteamericanos.
·        Centroamérica –y me refiero a los cinco países de la antigua federación -constituyen un solo país.
·        Una poderosa federación caribeña (islas) debe intentarse; pudiera acaso haber dos en esta región.
·        Colombia, Venezuela (mínimo). Aquí cabe eventualmente Ecuador, o Panamá (que podría pertenecer a Centroamérica), o alguna o todas las Guayanas (que pudieran pertenecer al Caribe).
·        Perú y Bolivia (mínimo). Cabe eventualmente Ecuador. Como en todo, debe existir elasticidad.
·        Argentina, Chile y Uruguay (Cono Sur que no resuelve sus problemas históricos por una simple disposición geográfica, pero que tiene en su cultura más elementos que podrían reunirlos).
·        Paraguay debiera ser parte de este grupo, sea al primer o segundo movimiento. Cabe realizar otras mezclas.
   Luego vendría una segunda parte, reuniendo unidades mayores, por ejemplo Centroamérica con una federación del Caribe o con México (o las tres). Igual los países andinos se unirán con el norte de Suramérica y finalmente el Cono Sur completo, quedando tres grandes unidades en Suramérica, dos o tres en América Central y los EUA. La parte final, claro está, sería la unión panamericana, que puede (y debería) tener dos Estados asociados –que para ese entonces fueran ya UNO: la Península Ibérica. Más adelante seguiremos comentando.

Panamericanismo realista
AMÉRICA CON AMÉRICA
                                                                Roberto López-Geissmann
   El Consejo Americano de Educación (ACE por sus siglas en inglés) publicó hace muchos años un nunca desmentido y sí confirmado informe sobre la errónea visión histórica y antropológica que el pueblo –llevado de la mano de muchos de sus académicos y pastores religiosos, políticos e intelectuales, tiene de los “otros” americanos). Por leyenda negra debemos entender la acumulación difundida, repetida ad nauseam y sostenida por centurias sobre los vicios y desgracias de la historia española, sus gobernantes y su pueblo; por extensión cae también sobre los hispanoamericanos. Aunque estos son bombardeados también con el odio antiespañol, se les produce una especie de complejo de Edipo contra el padre (o la madre Patria) del que resultan además con un complejo de inferioridad; pero como adicionalmente se le enseña a ensañarse contra el “gringo” los “latinos” quedamos entre dos fuegos, detestando nuestra esencia, nuestros aliados naturales, descastando lo mejor de nuestra herencia, tomando el rábano por las hojas de un indigenismo engrandecido, falseado y trasnochado. Cómo se originó, a que intereses obedeció y cuáles retomaron la leyenda, cómo pudo difundirse y sostenerse hasta la fecha una de las mentiras más grandes de la historia… es otro cuento. Lo que es destacable en este momento es la necesidad –más aún para los americanos del norte que para el resto –de trascender esa trágica farsa, que a través de una condescendencia insidiosa ha llevado a una relación menos estrecha que la que debe de existir geopolíticamente para TODOS nuestros pueblos, cuyo único destino positivo es ir hacia la unidad.


   Aunque no se propone la tentadora idea de fundar una especie de Liga Antidifamatoria para la revisión cultural-histórica de este infundio, valdría la pena que la enseñanza-aprendizaje en todo el continente se comprometieran al descubrimiento de la América real, actualmente obnubilada por intereses ideológico-políticos extra continentales; esto no pasaría de ser una utopía si no se apoya en la decidida voluntad de organismos, tanto públicos como fundamentalmente privados al principio que bregaran por esta sanísima y concreta cruzada.
Ampliando el paradigma, No hay destinos manifiestos. Menos aún surgidos de coyunturas históricas, siempre fortuitas y complejas. Las ideas de Monroe: América para los americanos (entendiéndose para los estadounidenses) son válidas si se extienden continentalmente. Necesitamos un agregado bolivariano (se entiende que profundo, no politiquero). Pero aún después de comenzar a despejar los prejuicios, la nefasta Leyenda Negra, los factores metapolíticos que con riqueza podemos disponer en ambas culturas y los verdaderos hombres próceres que nos señalan un destino en lo universal, existe un imperativo que debiera movilizarnos de inmediato a la colaboración para la fusión: La conciencia fundamental de necesitarnos mutuamente, no sólo para el desarrollo de nuestra naciones –que deben llegar a ser UNA –sino como santuario, reserva y brújula mundial. Lo que es una variante puesta al día de un destino que, sólo así, se ve como posible y necesario. Y este sí es también un necesario Imperialismo.

Futuro posible, deseable y necesario
PRIMER PASO: NORTE Y CENTROAMERICA
                                                                                                                         Roberto López-Geissmann

   La eliminación de la Leyenda Negra y de sus efectos en nuestra interpretación de la vida latinoamericana es uno de los mayores problemas educacionales y culturales así como políticos que tenemos.  Informe del ACE.

   Terminamos este serial sobre América, un futuro posible deseable y necesario, en el que reseñamos una serie de pasos hacia la unidad americana completa, uniendo los actuales Estados por grupos, que fueran reduciendo poco a poco su número y acercándose entre sí. Mencionamos la importancia del aspecto cultural a combatir, que se refleja claramente en la leyenda negra antiespañola que tanto daño ha causado, no sólo a España, sino a Hispanoamérica y a los Estados Unidos, quienes ahora también recienten su propia leyenda negra –como siempre, quieren separar a las Américas por inconfesables intereses –por lo que citamos al ACE (Consejo Educativo de los Estados Unidos) y afirmamos el enorme aprecio al que pudiésemos llegar dejando de lado envidias y resentimientos por un lado y complejos de superioridad y condescendencias por el otro.

   Consideramos evidente la necesidad de construir –política y culturalmente –la unidad de destino en lo universal que nos catapulte históricamente hacia lo que en modo alguno es manifiesto sino sólo posible a través de una potente voluntad y con la vista puesta en la humanidad toda.
   Pero es además un imperativo vital, de absoluta supervivencia el que debe alentar un instinto de unificación que no es antojadizo sino de complementariedad. Son demasiados los lazos que nos unen, aparte de la de millones de oriundos de las tierras al sur de una frontera que deberá ser, antes de las uniones futuras, mayormente respetada. Son esos millones de seres humanos que han encontrado en su gran mayoría lo mejor de sí, que trabajan exitosamente y que entre ellos se genera sin grandes problemas un sentimiento cálido de Nueva Patria para los Estados Unidos… aunque en su corazón no deje de palpitar un dulce sentimiento de otra cultura. ¿Por qué no sumar elementos, sin fusionar del todo, con tolerancia a la diversidad, enriqueciéndonos en el disenso incluso? Con una sinergia alegre que nos llene de un nuevo y desconocido orgullo, producto de conocernos mejor. Sin temer de “invasiones” ni tener que cuidar “traspatios” por lo que la geopolítica correcta nos dice que ese primer paso es cerrar el círculo: E.U., México, toda Centroamérica incluyendo Panamá y el Caribe (aunque en este pudiesen eventualmente dejarse para luego algunas incorporaciones). Todos saldríamos ganando.

   Dejo a la reflexión las palabras del historiador Philip W. Powell, en referencia al esfuerzo que recomienda a los estadounidenses para mejorar el conocimiento intercultural con “el sur”, en aras al interés supremo nacional: “En lugar de una difusión propagandística de nuestros propios elogios o de los esfuerzos para hacer a los demás a nuestra imagen y semejanza, por medio de una inundación de dólares… podríamos tal vez cortar las garras a la peligrosa yanquifobia… cortando además el intelectualismo “parroquial” –para conocer debidamente –aquellos pueblos, muy dignos de ser conocidos, libres de las grotescas caricaturas, gastados clichés y exagerados errores, que han ensombrecido nuestra visión hasta ahora”.

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