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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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lunes, 12 de octubre de 2020

SUBVERSIÓN EN EL CINE Y EN LAS SERIES

 

Subversión en el cine y en las series

Especial para Arcisterio de Roberto López-Geissmann

 

Publicado el 19 de abril de 1972 en el semanario “Azul y Blanco”. Oportunamente, le hemos hecho algunos agregados y actualizaciones, subido el 8 de octubre de 2020 – Esto dice el autor, a lo que haré algunos comentarios, siempre en azul, siendo el tema de los de mayor interés personal.

La gigantesca empresa de destrucción de la Civilización Occidental que el marxismo necesita para imponer la dictadura mundial de una casta pequeña sobre la humanidad masificada, se vale de los medios de difusión audiovisuales y en particular del cine [y de las “series” de TV].

Objetivos de la subversión en el cine y en las series televisivas.

1) Disminuir el espíritu crítico por medio de una mezcla de estupidez, abstracción y sensiblería. A menudo contiene humorismo bien logrado, personajes atractivos y simpáticos y hasta valores positivos mezclados; ojo porque no siempre la cosa es burda, por el contrario se “hila fino”.

2) Destruir la moral tradicional por medio de un erotismo barato. Debo insistir que no todo es vulgar y barato, pero siempre será destructivo.

3) Llevar al espectador a pensar en sentido subversivo, o mejor, a no pensar. Poco a poco el pensamiento deja de trabajar y va aceptando de todo.

4) Desarrollar la sensibilidad y la amoralidad para disminuir la resistencia espiritual. Esto es, el hedonismo o culto al placer sobre todas las cosas.

Medios usados

1) Se acreditan los errores históricos más gruesos y se deforma sistemáticamente el pasado. Aquí surgen las insidiosas Leyendas Negras.

2) Se da una idea deformada de ciertos grupos sociales, especialmente comunidades religiosas y militares. Exagerando, sobredimensionando y mintiendo sobre sus actuaciones reales, destacando todo lo negativo.

3) Se valoriza una posición política subversiva. No es preciso para ello todo un film [o serie]; basta que el “héroe” sostenga esa posición, o un cambio de frases revelador. El Antihéroe es ahora la realidad deseada. Se ha socavado durante décadas al héroe con burlas y supuestas patologías.

4) Se atacan los valores fundamentales de la civilización occidental y de la religión. Al no conocerlos bien o incluso mostrarlos degenerados, no hay forma de defenderlos y con la ignorancia endémica surge la decadencia.

5) Se hace simpático o inofensivo todo lo que procede de la subversión en el mundo. Especialmente, los temas de moda, como la “descolonización”, las luchas de “liberación” [el feminismo, el homosexualismo, etc.]. Migración.

Método empleado

1) Teoría elemental. Se distribuyen los roles según un método maniqueista: (extremismo conceptual, o blanco o negro) el “héroe” progresista, siempre “bueno”, y su conducta “virtuosa”, lo cual hace resaltar los vicios del enemigo. Los héroes son hechos simpáticos por sencillas artimañas relativas al físico del actor, al éxito que obtiene y a los propósitos que persigue. Este método facilita la comprensión de un público de nivel intelectual a menudo bajo y atraído por la facilidad. Esto se agudiza con el borreguísmo actual.

2) Teoría indirecta. También utilizan fuerzas elementales de amor y de odio contenido en el hombre, pero sobre todo prejuicios o reflejos condicionados inculcados anteriormente (prensa, universidad [videos, televisión, redes sociales]), por la propia subversión. El sistema consiste en “sacudir” al espectador con escenas o temas… que vayan asentándose en su mente. Así:

A) Seudo reconstrucciones históricas, “adaptadas”, truncas, pero consideradas verídicas por un público inculto. O, precisamente inoculados con una “cultura sui generis”, envenenada y tramposa.

B) Recortes de noticieros. La trampa es evidente, pero el fulgor “técnico”, por no decir “científico”, e irrefutable montaje, anula toda crítica. Ejemplo: las películas sobre “crímenes de guerra” (sólo alemanes). Acostúmbrense a observar con mayor detenimiento y crítica el sesgo de los presentadores.

C) Sistematización de los hechos a fuerza de mostrar en diferentes films [o series] a un hombre o grupo humano desfavorablemente: la idea se incrusta insidiosamente en el cerebro del espectador. Lavado de cerebro perfecto.

D) Imágenes chocantes sobre la moral o la tradición, para habituar al espectador a ciertas escenas [esto ocurre típicamente con la pornografía: el llamado proceso de “insensibilización”]. Esto especialmente en lo que respecta al “amor libre”. No es grave mostrar el cuerpo humano sino la cópula y todas sus formas; esta es la distinción más estricta del porno.

E) Hacer pasar la escena que se desea grabar en el curso de la proyección en cierto tema y a razón de una imagen cada 24 imágenes, de modo que el ‘’yo’’ no tenga tiempo de registrarla, mientras que en el cerebro, ya en estado de receptividad y de ‘’no-resistencia’’, la imagen se grava conjuntamente con las otras. Es un artificio muy difícil de descubrir. Efectos subliminales.


        

Acciones prácticas

A) Los films de guerra en que los soldados yanquis son ‘’héroes puros’’ o ‘’brutos sádicos’’ según la posición que hayan tomado frente al comunismo (“buen americano” contra alemanes y japoneses, “mal americano” en otros casos). Ni qué decir de los Conquistadores, la Inquisición y otros…

B) Los films [y series] que combaten las bases de la sociedad tradicional: sentido del honor, culto al trabajo, fidelidad conyugal, amor a la patria. Se reemplazan esos valores por el “furor de vivir”, el gusto desenfrenado del lujo fácil, la exaltación (so pretexto de comprensión y de tolerancia) de todas las depravaciones, algunas de ellas muy intelectualizadas [homosexualidad, pedofilia, incesto]. Como “modern family”, todo bañado en hedonismo.

C) La ridiculización del ejército a través de los cuerpos de oficiales presentados como inadaptados sociales o a través de sus cuerpos de élite (paracaidistas, legionarios, marines) considerados como bandas de asesinos y “gánsteres”. Enfermos mentales, oligofrénicos, sádicos… pero siempre serán estos los que combaten las causas justas como el marxismo et alia.

D) Cualquiera sea el tema de los films, se ve aparecer más y más un sentimentalismo bestializante y fofo, mostrando “el absurdo de la guerra” (contra el comunismo), preconizando el derrotismo de la “no violencia”, la deserción (relacionar con las campañas pro-paz en Vietnam). El  Pacifismo en toda su extensión, ocultando la cobardía, el cinismo de evadir las más caras responsabilidades sociales y dejando libre toda mala conciencia.

Conclusión

El fin perseguido por la subversión en el cine [y en las series] es la masificación pública y liquidar todos los valores occidentales. Para luchar contra esa maniobra hay que operar o favorecer la desintoxicación, poner en guardia a los espectadores, especialmente a los jóvenes. Hay que demostrar sin descanso los mecanismos de esta propaganda, denunciar sus métodos y despertar el sentido de crítica que permita a cada uno detectar la subversión y no dejarse atrapar en sus redes. Ojo con llevar al Maniqueísmo, el fanatismo o sectarismos de campanario, dejando de admirar los filmes y programas con un alto grado de valor integral en su contenido. Los ejemplos son muchos. Es bueno recomendar la creación de Cine-foros.

 

De la revista virtual “Nacionalismo Católico San Juan Bautista”, publica  Augusto TorchSon.

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