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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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jueves, 25 de abril de 2019

EL MOMENTO MÁS DÉBIL: NUESTRO ACUERDO DE PAZ


Publicado en El diario de hoy, el 26 de julio de 2007. Es sustancial que se comprenda bien cuándo fuimos más débiles –no como capacidad bélica en sí –en relación a nuestra confusión y falta de voluntad en cerrar con éxito una guerra que ya habíamos ganado… en vez de entregar exageradas cuotas a los perdedores; todo estratega, político y militar, lo sabía.
   No contentos con esconder la monstruosa entrega –que ahora nos está pasando réditos por el error político más grande de la historia –los culpables, refugiados tras un partido que fue aguerrido, definido y valiente, todavía ha erigido una falsa estatua, una falsa historia, una falsa interpretación de los hechos ocurridos, con el objeto de establecer una especie de “gran momento nacional”, incluso de “gloriosa celebración” de lo que no ha sido sino un momento de luto, de triste entrega.
   Pasar del conflicto armado a la guerra política en la que el adversario (revolucionarios marxistas) ha quedado ubicado mil veces superior a cuando comenzó la agresión. Ellos siempre sabían que la única forma de acceder al poder era la negociación; nuestro Ejército los tenía ya acabados. Lo que los ha sacado del mismo no ha sido una acción eficiente de ningún partido, sino la carencia de gente capaz en la administración y una ambición que rompió toda proporción.
   Celebrar esta paz es celebrar la derrota nacional. Es coherente que la celebren los que de ella se aprovecharon, nunca el nacionalista, el guerrero, el hombre de buena voluntad. Si la seguimos celebrando seguimos debilitándonos. Un nuevo Partido o la resurrección del culpable debe por fuerza pasar por aceptar como gran desgracia nacional esa falsa paz.

   A veces la gente no quiere escuchar la verdad porque no quiere que sus ilusiones se vean destruidas – Frederick Nietzsche.

Superando nuestras debilidades
EL MOMENTO MÁS DÉBIL DEL CONFLICTO
                                                                         Por Roberto López-Geissmann.
PAZ:: DETONADOR DE TIEMPO


       ¿Cuál fue el momento más débil de nuestra Nación en el pasado conflicto? Hablamos de conflicto, no de guerra, porque no hemos tenido ninguna guerra civil, sino una agresión externa con ayuda interna, que perseguía objetivos internacionales, de los que una Revolución marxistoide era una parte importante y jugaba con las estrategias del dominó, dentro de la guerra fría. Nación es el pueblo salvadoreño completo, sus distintas ideologías incluidas, toda nuestra gente… agredida por unos pocos miles de guerrilleros desesperados y algunos miles más de “masas de apoyo”, que no tuvieron nunca una representatividad, ni numérica, ni sectorial, ni moral, ni nada, y que no ocuparon importantes partes de territorio durante un tiempo considerable. Importa la respuesta y sus porqués.
Para la Revolución la lucha armada es sólo una carta del juego.
       La frase no gustará a muchos de la derecha, puesto que si fuera así, su protagonismo sería menor de lo supuesto. No así los de la izquierda, que siempre sabían a qué se le apuntaba. Los comunistas -y estoy usando el nombre con propiedad exacta en este caso, refiriéndome a los marxista-leninistas –sabían bien que la “vía insurreccional” NO era un instrumento que los llevaría directamente al Poder, sino una carta más para barajarse entre otras, como fueron las relaciones internacionales, situación política interna, manipulación de la prepotencia militar y la ignorancia, temor y ambición del enemigo civil.
       Uno de los últimos documentos de la guerrilla, ya a las puertas de la gran derrota nacional que fue la paz de la perfidia, se llamó “encender el fuego”, mencionaba la creación de un ejército de las sombras que jamás depondría las armas… fuego que vemos corresponderse con ciertos planes de extremas que, aunque no fueran aprobados por la cúpula no contradicen su esencia en modo alguno. Y esto es lo grave, puesto que si no se hubiera mandado a hacer lo hecho, nada garantiza el que en cualquier momento se decida que sí deba hacerse, además de que poseen las estructuras para realizarlo. Es la esencia misma del Partido Comunista –que hegemoniza al partido de la izquierda -la que es en sí, perversa.
       Fue este doble juego el que logró la viciadísima paz, que dejó de lado los miles de muertos por la Patria, dándoles un poder excesivo (debió haber sido sólo perdón total y apoyo económico real) llegando al delirio de cuotas de poder y aceptarles dictados sobre la organización del Estado (cuando eran un ente moribundo y sin posibilidades de resurrección) indica, todo ello, que la respuesta a la pregunta original será que: el momento más débil de la nación frente a la agresión fue precisamente en el que nuestros dirigentes pactaron la paz.
       Temieron más allá de la prudencia. Escucharon voces extrañas, como los que ahora –increíblemente –corren a preguntarles como oráculos o gurúes a intelectuales de la izquierda. Ya no más componendas que robustezcan a la Revolución. Respeto para otras ideologías. Respeto a la libertad sí, pero NO a los que la quieren usar para dejarla muerta. Entre salvadoreños nos podemos entender más o menos pacíficamente en un amplio espectro…pero no aceptamos a los conspiradores violentos que no tienen más cabida en el mundo actual que ser testaferros de un terrorismo tropical trasnochado.

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