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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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jueves, 12 de enero de 2017

¿DEBE CELEBRARSE LA PAZ EN EL SALVADOR?

En ocasión de la conmemoración de los Acuerdos de Paz, se llevará a cabo por el actual Gobierno una auténtica Celebración de los mismos, el próximo 16 de los corrientes (2016). El 2 de enero de 2010 escribí en El diario de hoy el siguiente art.


Compleja Efeméride

EL OGRO DE LA PAZ
                                           Por Roberto López-Geissmann.


       Sí, no hay error en el título, porque a veces la respetable y deseada Paz no es un “logro” como tanto se cacarea, sino que llega a convertirse en un Ogro feo, amenazante e inhumano. Desde que Erasmo de Rotterdam afirmó que No hay paz injusta que no sea preferible a la más justa de las guerras, se alistó tras la frase un ejército de pacifistas a ultranza, cuya participación filosófica es muy poco seria, pero sí es de antología el ruido, el escándalo, la imagen y la superficial idea que han logrado presentar sobre los términos Guerra y Paz. Hay muchas “paces”: la profunda y espiritual de los sabios y los santos, la pax romana ejercida sobre un imperio que no se resiste ya más, la paz de los sepulcros, la paz vista sólo como ausencia de violencia, etc. Pero la Paz es un Ogro cuando se pretende idolizar, o sea convertir en objeto de adoración en sí y por sí –que es tan aberrante como erigir a la guerra en sí misma como algo útil –no importando el precio que tenga que pagarse, fuera este la justicia, la libertad, la posibilidad de desarrollarse, los valores, la conculcación del espíritu reducido a monigote o títere de lo más bajo material, el futuro de los hijos y otros.
       Acuerdos de Paz sólo se firman al finalizar una guerra. Lo nuestro no llegó jamás a revestir las condiciones que los tratados internacionales exigen para otorgar calidad de Guerra Civil; ni número de combatientes ni tierra dominadas eran lejanamente las proporciones requeridas. Fue un Conflicto Armado, y, dentro de su tipología se trató de una Agresión Armada conjunta por la Izquierda Internacional en connivencia con agrupaciones vernáculas, directamente manipuladas por la URRSS y Cuba, con el apoyo de Nicaragua de ese entonces y otras fuerzas; todo con el objetivo de colaborar al apoderamiento de la región a través de la Revolución.
       Muchos no quieren recordar el análisis que se hacía del diálogo que buscaban los revolucionarios. Y no quieren porque en vez de ir a celebrar con tragos a la madriguera que apoyaba a los que eran sus enemigos, debieran estar confesándole a la nación el error en que incurrieron al pactar dándoles tanto a los que poco tiempo tenían ya. Había que haber otorgado perdón y apoyo real. Hasta allí. Jamás una cuota de poder, que en el fondo no tenían el derecho de conceder. Eso para los bien intencionados. Ahora que los agazapados y vivianes, que nunca han creído más que en medrar para su provecho, son los grandes propagandistas de un vergonzoso evento, polveado y maquillado para parecer un gran triunfo. Pero ¿de qué y de quién es el triunfo? Como suele pasar, no ganó ninguno de los dos principales contendientes.
       Lo que ganó fue el concepto de fuerza en detrimento del de legalidad. Y ni siquiera se presenta como una resistencia legítima, sino como una prueba de astucia, triquiñuelas y farsas que ni siquiera así hubieran cuajado de no contar con los que entregaron y los que les doblaron la mano. Es el mismo mito de la huelga, que no es sino la cuña revolucionaria contra todo tipo de orden establecido. Intocables una y otro por virtud de los que despreciando el pensar hasta el fondo de las cosas, descuidan por viveza o ambición, una conducción sagrada en la que no pueden caber ni negociaciones ni celebraciones con los micos y con las fieras. Las verdaderas Señorías y Liderazgos no se embriagan bailando en carrozas carnavaleras. No ganó la Institucionalidad, ni siquiera una nueva; los revolucionarios también fueron burlados en su mayoría.
       Vásquez de Mella decía que Querer conciliar el error y la verdad sería como pactar un crepúsculo perpetuo entre la noche y el día para negar a los dos. El que esté “de moda” que hasta las religiones se mezclen bajo el supuesto signo de la paz demuestra que se ha convertido a este concepto en un instrumento y de que no se trata sino de una superchería aberrante de contenidos de gran disolvencia cultural. Ganaron los de cafetín, los internacionalistas sin alma, los burgueses marxistas, los conspiradores, los que huyeron, los que no dieron la cara, algunos intelectualoides, los arribistas, curas nuevaoleros. ¡Qué viva la fiesta! Pero por dignidad histórica y Ética, mantengámonos aparte de esa zarabanda. Puede que muchos estén inconscientes, sea mi objetivo intranquilizarlos y hacerlos reflexionar. Nosotros: Tranquilos y cara al sol.


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