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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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viernes, 5 de febrero de 2016

SOBRE GUERRA, GUERREROS Y HEROISMO. Para molestar al burgués.




APOLOGÍA DE LA GUERRA
 
    Estemos claros que en principio, el Estado de Guerra como tal, no puede verse sino como un agobio, un pesar y una desgracia propia de la situación imperfecta del ser humano; es triste, rechazable y debe buscarse animosamente evitarla hasta donde sea posible. Nadie sano será un auspiciador de la Guerra.
    De hecho se encuentran ingeniosas y atractivas frases que auspician la violencia guerrera –La guerra es padre de todo (Heráclito). Es cierto que para un carácter bien plantado, valiente y heroico le son queridas. Compartimos y tienen razón… en su contexto y para plasmar una cierta imagen idealizada, correcta desde el punto que ya se dio el hecho detonante, pero jamás servirán estas reflexiones gloriosas para pretender que, de por sí, es bueno guerrear, y que tampoco lo pretenden. Finalmente, digamos que, frente a otras actividades y con la justa cólera de oír la cantinela cansina de tanto individuo que no busca sino evadir a toda costa su deber, a muchos nos dan ganas de enrostrarles algunas de ellas, viéndonos espada en mano contra tanto cobarde, tanta alma pobre y tanto emboscado. Pero no. Toda persona medianamente pensante, responsable y con fundamentos morales bien puestos –como dice el código civil (con base al romano) “como un buen padre de familia” –sin duda no simpatizará con una situación de guerra; algo más, quien más legítimamente tiene que rechazarla es el militar, en cuanto auténtico guerrero, ya que estar dispuesto y buscarla porque sí son dos cosas totalmente distintas. Eso sí, cuando deba hacerse se hará, y entonces hay que hacerla bien.
    Parece mentira y no deja de sentirse un tanto absurdo el tener que aclarar una cuestión de sentido común. Y es que hemos llegado, después de años de propaganda por todos los medios, a tener que justificar lo evidente: el hecho de que la legítima defensa es un derecho natural de las personas y de las naciones. Nadie en su sano juicio vería mal que un hijo de vecino se defienda a sí mismo o a otra persona atacada arteramente. Lo que ocurre en el plano personal con meridiana claridad es similar al hecho grande y triste de la guerra; en todos los casos lo es, pero eventualmente es un estado de necesidad, un hecho a enfrentar y un deber. Quedamos en que filosóficamente no debe desearse, pero cuando se impone debe asumirse. Veamos.  

    Del Manuscrito de Alvaro Rivas Gandía –personaje importante de mi libro Ángeles con Espadas: Hemos dejado esposas, madres, amigos y lugares queridos. Muchos no escucharemos ya más el sonido del riachuelo cerca del pueblo, no participaremos más de los alegres momentos con nuestros camaradas, de los besos de nuestras mujeres, no presidiremos más la comida, ni jugaremos con nuestros perros. Odiamos la guerra porque nos mata a los amigos e hijos, deja sin padres a los hogares y es sucia, sangrienta, bestial. Sin embargo vean: “¡Santo Padre, es mejor la esclavitud que la guerra!- gritó un joven a Pio XII y este le respondió calificando tal grito de “Locura”. No es el pacifismo a ultranza. Es ser pacífico, pero no a toda costa.
    Ahora bien el admitir la verdad elemental que debemos prepararnos para la guerra si queremos la paz: si vis pacem, para bellum, si quieres la paz prepara la guerra, nos lleva ineluctablemente, entre otras conclusiones a la necesidad de contar con capaces, valientes y efectivos guerreros. Precisamente la existencia de estos molesta en demasía a los decadentes y a los ocultos guerreros mundialistas. Pero ¿qué es un guerrero? MAURICE DUVERGER: El Estado no puede fundarse solamente sobre los gendarmes, pero no hay Estado sin gendarmes.


GUERRERO, MILITAR, SOLDADO Y MERCENARIO

    Distingamos entre estos conceptos, utilizados a menudo como sinónimos.  Relacionados pero distintos.
De wikip.: “Un guerrero es una persona habitualmente involucrada en la guerra. Los guerreros profesionales son aquellos a los cuales se les paga dinero para que participen en campañas militares o en la defensa de fronteras nacionales. Estos pueden caer en una de las siguientes categorías: soldados, cuando pelean en beneficio de su propio Estado; o mercenarios, cuando ofrecen sus servicios comercialmente al mejor postor, independientemente de su nacionalidad o ideología”. La diferencia fundamental entre guerrero y militar estriba en que el guerrero describe únicamente el ser humano que participa en el combate, desde tribu a Estado, o incluso ampliamente, capacitado natural y por estudio en los aspectos guerreros, un “bueno para pelear”, con el alma, la mente y el cuerpo entrenados, una fiera humana (en el buen sentido) dispuesta a la lucha –sin declaración alguna hasta el momento de principios éticos de ninguna clase –y con una personalidad definida, que pueda ser variable pero con puntos comunes, sea un indígena azteca, un khsatriya hindú, un caballero medieval o un bárbaro tipo Conan. No todo guerrero es militar, pero todo militar debiese ser un guerrero. De hecho en las grandes guerras se han revelado civiles con mayores dotes que militares de profesión. Es pues el elemento orgánico lo determinante en distinguir estas clasificaciones, aunque el elemento vital, natural, se tiene como de mayor autenticidad. Se dice igual guerrero a un valiente y esforzado.
Militar, por su parte es el guerrero que específicamente se ubica en una organización más o menos compleja y cuyo objetivo es concretamente hacer la guerra; de aquí las formalidades, ordenanzas, jerarquías  y demás… El soldado es el hombre –súbdito o ciudadano –que presta voluntariamente o no su servicio militar dentro de un ejército formal y organizado. Retengamos que no todo soldado es combatiente. Se dice de un rango bajo.

 
    Aunque el mercenario se define como un guerrero profesional que vende sus habilidades guerreras esto, si bien correcto en principio no es del todo así. Porque desde siempre han existido profesionales capaces y honorables los que, terminadas las guerras de su nación (o en paz esta) deciden luchar bajo otras banderas o con grupos armados que tienen determinada agresión que plantear o defender, y que por razones de mejor acomodo a su talante, por convicciones personales y claro que por ganarse la vida más dignamente, entran en la liza planteada, haciendo suya esa batalla. Recordemos que etimológicamente “mercenario” se asocia en su contenido con “soldado” –la “soldada”, la paga, el sueldo –en cuanto se concibe al que combate por dinero. En toda la historia han existido este tipo de combatientes.
    Los poderes mundialistas que se mueven hoy en día temen, detestan y persiguen toda posibilidad de que se puedan reclutar elementos más allá de los ejércitos oficiales y formales de los Estados establecidos, a los que si utilizan como fuerza mercenaria (“de paz”) todas las veces que pueden y sin ningún remordimiento. Antes de ir adelante digamos que los bravos militares de estas fuerzas suelen ser correctos oficiales, clases y soldados que no ven sino una extensión de su obligación patriótica y marcial –y una buena y absolutamente correcta oportunidad de aumentar sus ingresos –siendo verdaderos los términos de este acuerdo, que oculta por completo los altísimos y ajenos intereses a que sirve. Después de toda gran guerra siempre quedan puñados de hombres de armas; con la descolonización europea aparecieron grupos de distinta envergadura que lucharon, en África y otros lugares, haciendo de los ingenieros sociales de las élites internacionales un verdadero quebradero de cabeza, porque de hecho trastocaron, atrasaron y hasta impidieron muchos planes. A diferencia del mercenario puramente económico, que no tiene reparos en la tarea asignada, carece de principios (o los “olvida”) y sólo se interesa por la plata… este otro tipo de mercenario sí se fundamenta en sus creencias, escoge con quién y por qué va a combatir, siendo además muchísimo menos exigente en los emolumentos –llegando a veces sólo a los gastos y sueldo razonable, cuando los otros son carísimos.


¿ES EL HEROISMO EXCLUSIVO DEL GUERRERO?
    Rotundamente la respuesta es no. Pero claro que es consustancial al buen guerrero. Veremos en esta última sección los elementos superiores que acompañan al buen y noble guerrero, no al simple gorila experto en armas. Debe luchar por una causa, sea esta su nación, creencias religiosas o espirituales, su sentido de la justicia, sus creencias morales o la defensa vital de él mismo y los suyos. Alguien que “amara la lucha porque sí” no estaría del todo equilibrado como ser humano; en todo esto hay complejidad y no es prudente realizar juicios absolutos, sin conocimiento de las circunstancias particulares, lo que hablamos acá es en general.


Por otro lado esas virtudes no son exclusivas del Guerrero; una madre, un anciano débil, cualquier hijo de vecino puede resultar eventualmente un héroe, y no únicamente un militar armado. Además la ejemplaridad  está igualmente presente en profesiones como las de policía o bombero. El término realmente va más allá del riesgo físico: se da en la abnegación día a día en el trabajo al servicio de los otros, en una labor callada y a menudo dura en la que se reta un estado de cosas e incluso, en nuestros tiempos, en enfrentarse a los grandes poderes que tratan de dominar hasta tu forma de pensar; los que esto afrontan sufren la invisibilización, el ataque económico y el terrible anatema del ridículo.
Es evidente que hemos presentado una semblanza, no un enjundioso artículo de fondo, cerramos en esta ocasión con una cita más de mi novela Ángeles con Espadas. Obvio que le hago propaganda, ¿por qué no, si creo que es buena y el fondo gustará a muchos? Pero también, con todo gusto, haré lo mismo con otras obras, previa lectura. Pags. 322 y 323 (finales). En boca de Ernesto Morales:
Tiempos heróicos no son aquellos en que se reconoce a los valientes, a los héroes desprendidos, justos y viriles. Esos son tiempos fáciles y peligrosos, con la lisonja y la vanidad a la vuelta de la esquina, con la locura soberbia jugando a disfrazarse de líder.
Tiempos heróicos son los tempos básicos, difíciles, elementales, tremendamente materialistas… son los tiempos más pesados, Kali Yuga o Edad de Hierro, al final de un ciclo histórico, en que el enemigo cabalga enseñoreado sobre un mundo debilitado y confuso.
Tiempos en que el héroe es la pieza principal en una cacería organizada por malvados y orquestada por ciegos. Juego en que la muerte, el ridículo, el fracaso y la desinformación son las armas contra el hombre de la claridad y el bien.
Tiempos de burla, de falta de reconocimiento y de hostigue…
Tiempos en que el valiente no puede ser puro, que el inteligente no puede ser sabio, y el bueno no puede ser santo.
Por eso son heróicos. Porque pese a eso, Pese a todo se da la batalla. Y el Héroe, con aire enrarecido aún lucha. Sin huestes numerosas, sigue luchando. Contra sus propias debilidades y contra la opinión general, combate.
Héroe de finales de ciclo, que prepara el advenimiento de la Edad Dorada, por la sobrevivencia personal, la formación de núcleos humanos de preservación de la cultura y el orden natural. Náufragos nobles en el mar de la confusión decadente de los últimos siglos.
No es un caballero con armadura, ni siquiera un atleta uniformado, puede ser un anciano falto de comunicación, un empresario con deficiencias educativas, un capitán al que se acusa de fascista o un intelectual con más barbas que títulos.
Pero estos son nuestros héroes, los que, como dijera Michel de Saint-Pierre carecen del ateísmo supremo, que es el de no creer en sí mismos. Nuestra gente cree, nuestra gente obedece a los imperativos de su conciencia, nuestros héroes, siempre y en todo momento, combaten.


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