APOLOGÍA DE LA GUERRA
Estemos
claros que en principio, el Estado de Guerra como tal, no puede verse sino como
un agobio, un pesar y una desgracia propia de la situación imperfecta del ser
humano; es triste, rechazable y debe buscarse animosamente evitarla hasta donde
sea posible. Nadie sano será un auspiciador de la Guerra.
De hecho se encuentran ingeniosas y atractivas
frases que auspician la violencia guerrera –La
guerra es padre de todo (Heráclito). Es cierto que para un carácter bien
plantado, valiente y heroico le son queridas. Compartimos y tienen razón… en su
contexto y para plasmar una cierta imagen idealizada, correcta desde el punto
que ya se dio el hecho detonante, pero jamás servirán estas reflexiones
gloriosas para pretender que, de por sí, es bueno guerrear, y que tampoco lo
pretenden. Finalmente, digamos que, frente a otras actividades y con la justa
cólera de oír la cantinela cansina de tanto individuo que no busca sino evadir
a toda costa su deber, a muchos nos dan ganas de enrostrarles algunas de ellas,
viéndonos espada en mano contra tanto cobarde, tanta alma pobre y tanto
emboscado. Pero no. Toda persona medianamente pensante, responsable y con
fundamentos morales bien puestos –como dice el código civil (con base al romano)
“como un buen padre de familia” –sin duda no simpatizará con una situación de
guerra; algo más, quien más legítimamente tiene que rechazarla es el militar,
en cuanto auténtico guerrero, ya que estar
dispuesto y buscarla porque sí son dos cosas totalmente distintas. Eso sí,
cuando deba hacerse se hará, y entonces hay que hacerla bien.
Parece mentira y no deja de sentirse un
tanto absurdo el tener que aclarar una cuestión de sentido común. Y es que
hemos llegado, después de años de propaganda por todos los medios, a tener que
justificar lo evidente: el hecho de que
la legítima defensa es un derecho natural de las personas y de las naciones.
Nadie en su sano juicio vería mal que un hijo de vecino se defienda a sí mismo
o a otra persona atacada arteramente. Lo que ocurre en el plano personal con
meridiana claridad es similar al hecho grande y triste de la guerra; en todos
los casos lo es, pero eventualmente es un estado de necesidad, un hecho a
enfrentar y un deber. Quedamos en que filosóficamente no debe desearse, pero
cuando se impone debe asumirse. Veamos.
Del Manuscrito de Alvaro Rivas
Gandía –personaje importante de mi libro Ángeles
con Espadas: Hemos dejado esposas, madres,
amigos y lugares queridos. Muchos no escucharemos ya más el sonido del
riachuelo cerca del pueblo, no participaremos más de los alegres momentos con
nuestros camaradas, de los besos de nuestras mujeres, no presidiremos más la
comida, ni jugaremos con nuestros perros. Odiamos la guerra porque nos mata a
los amigos e hijos, deja sin padres a los hogares y es sucia, sangrienta,
bestial. Sin embargo vean: “¡Santo Padre, es mejor
la esclavitud que la guerra!- gritó un joven a Pio XII y este le respondió
calificando tal grito de “Locura”. No es el pacifismo a ultranza. Es ser pacífico,
pero no a toda costa.
Ahora bien el admitir la verdad elemental
que debemos prepararnos para la guerra si queremos la paz: si vis pacem, para bellum, si quieres la paz prepara la guerra, nos
lleva ineluctablemente, entre otras conclusiones a la necesidad de contar con
capaces, valientes y efectivos guerreros. Precisamente la existencia de estos
molesta en demasía a los decadentes y a los ocultos guerreros mundialistas.
Pero ¿qué es un guerrero? MAURICE DUVERGER: El Estado no puede fundarse solamente sobre los gendarmes,
pero no hay Estado sin gendarmes.
GUERRERO, MILITAR, SOLDADO Y MERCENARIO
Distingamos entre estos conceptos,
utilizados a menudo como sinónimos.
Relacionados pero distintos.
De
wikip.: “Un guerrero es una persona habitualmente involucrada en
la guerra. Los guerreros profesionales son aquellos a los cuales se les paga
dinero para que participen en campañas militares o en la defensa de fronteras
nacionales. Estos pueden caer en una de las siguientes categorías: soldados,
cuando pelean en beneficio de su propio Estado; o mercenarios, cuando ofrecen sus servicios comercialmente al mejor
postor, independientemente de su nacionalidad o ideología”. La diferencia
fundamental entre guerrero y militar estriba
en que el guerrero describe únicamente el ser humano que participa en el
combate, desde tribu a Estado, o incluso ampliamente, capacitado natural y por
estudio en los aspectos guerreros, un “bueno para pelear”, con el alma, la
mente y el cuerpo entrenados, una fiera humana (en el buen sentido) dispuesta a
la lucha –sin declaración alguna hasta el momento de principios éticos de
ninguna clase –y con una personalidad definida, que pueda ser variable pero con
puntos comunes, sea un indígena azteca, un khsatriya hindú, un caballero
medieval o un bárbaro tipo Conan. No todo guerrero es militar, pero todo
militar debiese ser un guerrero. De hecho en las grandes guerras se han
revelado civiles con mayores dotes que militares de profesión. Es pues el
elemento orgánico lo determinante en distinguir estas clasificaciones, aunque
el elemento vital, natural, se tiene como de mayor autenticidad. Se dice igual guerrero a un valiente y esforzado.
Militar, por su parte es el guerrero que
específicamente se ubica en una organización más o menos compleja y cuyo
objetivo es concretamente hacer la guerra; de aquí las formalidades,
ordenanzas, jerarquías y demás… El soldado es el hombre –súbdito o
ciudadano –que presta voluntariamente o no su servicio militar dentro de un
ejército formal y organizado. Retengamos que no todo soldado es combatiente. Se
dice de un rango bajo.
Aunque el mercenario
se define como un guerrero profesional que vende sus habilidades guerreras
esto, si bien correcto en principio no es del todo así. Porque desde siempre
han existido profesionales capaces y honorables los que, terminadas las guerras
de su nación (o en paz esta) deciden luchar bajo otras banderas o con grupos
armados que tienen determinada agresión que plantear o defender, y que por
razones de mejor acomodo a su talante, por convicciones personales y claro que
por ganarse la vida más dignamente, entran en la liza planteada, haciendo suya
esa batalla. Recordemos que etimológicamente “mercenario” se asocia en su
contenido con “soldado” –la “soldada”, la paga, el sueldo –en cuanto se concibe
al que combate por dinero. En toda la historia han existido este tipo de
combatientes.
Los poderes
mundialistas que se mueven hoy en día temen, detestan y persiguen toda
posibilidad de que se puedan reclutar elementos más allá de los ejércitos
oficiales y formales de los Estados establecidos, a los que si utilizan como
fuerza mercenaria (“de paz”) todas las veces que pueden y sin ningún
remordimiento. Antes de ir adelante digamos que los bravos militares de estas
fuerzas suelen ser correctos oficiales, clases y soldados que no ven sino una
extensión de su obligación patriótica y marcial –y una buena y absolutamente
correcta oportunidad de aumentar sus ingresos –siendo verdaderos los términos
de este acuerdo, que oculta por completo los altísimos y ajenos intereses a que
sirve. Después de toda gran guerra siempre quedan puñados de hombres de armas;
con la descolonización europea aparecieron grupos de distinta envergadura que
lucharon, en África y otros lugares, haciendo de los ingenieros sociales de las
élites internacionales un verdadero quebradero de cabeza, porque de hecho
trastocaron, atrasaron y hasta impidieron muchos planes. A diferencia del
mercenario puramente económico, que no tiene reparos en la tarea asignada,
carece de principios (o los “olvida”) y sólo se interesa por la plata… este otro tipo de mercenario sí se fundamenta en sus
creencias, escoge con quién y por qué va a combatir, siendo además muchísimo
menos exigente en los emolumentos –llegando a veces sólo a los gastos y sueldo
razonable, cuando los otros son carísimos.
¿ES EL HEROISMO EXCLUSIVO DEL GUERRERO?
Rotundamente la
respuesta es no. Pero claro que es consustancial al buen guerrero. Veremos en
esta última sección los elementos superiores que acompañan al buen y noble guerrero, no al simple
gorila experto en armas. Debe luchar por una causa, sea esta su nación,
creencias religiosas o espirituales, su sentido de la justicia, sus creencias
morales o la defensa vital de él mismo y los suyos. Alguien que “amara la lucha
porque sí” no estaría del todo equilibrado como ser humano; en todo esto hay
complejidad y no es prudente realizar juicios absolutos, sin conocimiento de
las circunstancias particulares, lo que hablamos acá es en general.
Por otro lado esas virtudes no son exclusivas del Guerrero;
una madre, un anciano débil, cualquier hijo de vecino puede resultar
eventualmente un héroe, y no únicamente un militar armado. Además la
ejemplaridad está igualmente presente en
profesiones como las de policía o bombero. El término realmente va más allá del
riesgo físico: se da en la abnegación día a día en el trabajo al servicio de los
otros, en una labor callada y a menudo dura en la que se reta un estado de
cosas e incluso, en nuestros tiempos, en enfrentarse a los grandes poderes que
tratan de dominar hasta tu forma de pensar; los que esto afrontan sufren la
invisibilización, el ataque económico y el terrible anatema del ridículo.
Es
evidente que hemos presentado una semblanza, no un enjundioso artículo de
fondo, cerramos en esta ocasión con una cita más de mi novela Ángeles con Espadas. Obvio que le hago
propaganda, ¿por qué no, si creo que es buena y el fondo gustará a muchos? Pero
también, con todo gusto, haré lo mismo con otras obras, previa lectura. Pags. 322 y 323 (finales). En boca de Ernesto Morales:
Tiempos heróicos no son aquellos en que se reconoce
a los valientes, a los héroes desprendidos, justos y viriles. Esos son tiempos
fáciles y peligrosos, con la lisonja y la vanidad a la vuelta de la esquina,
con la locura soberbia jugando a disfrazarse de líder.
Tiempos heróicos son los tempos básicos, difíciles,
elementales, tremendamente materialistas… son los tiempos más pesados, Kali
Yuga o Edad de Hierro, al final de un ciclo histórico, en que el enemigo
cabalga enseñoreado sobre un mundo debilitado y confuso.
Tiempos en que el héroe es la pieza principal en
una cacería organizada por malvados y orquestada por ciegos. Juego en que la
muerte, el ridículo, el fracaso y la desinformación son las armas contra el
hombre de la claridad y el bien.
Tiempos de burla, de falta de reconocimiento y de
hostigue…
Tiempos en que el valiente no puede ser puro, que
el inteligente no puede ser sabio, y el bueno no puede ser santo.
Por eso son heróicos. Porque pese a eso, Pese a
todo se da la batalla. Y el Héroe, con aire enrarecido aún lucha. Sin huestes
numerosas, sigue luchando. Contra sus propias debilidades y contra la opinión
general, combate.
Héroe de finales de ciclo, que prepara el
advenimiento de la Edad Dorada, por la sobrevivencia personal, la formación de
núcleos humanos de preservación de la cultura y el orden natural. Náufragos
nobles en el mar de la confusión decadente de los últimos siglos.
No es un caballero con armadura, ni siquiera un
atleta uniformado, puede ser un anciano falto de comunicación, un empresario
con deficiencias educativas, un capitán al que se acusa de fascista o un
intelectual con más barbas que títulos.
Pero estos son nuestros héroes, los que, como
dijera Michel de Saint-Pierre carecen del ateísmo supremo, que es el de no
creer en sí mismos. Nuestra gente cree, nuestra gente obedece a
los imperativos de su conciencia, nuestros héroes, siempre y en todo momento, combaten.
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