Cediendo a
peticiones para externar opinión sobre el final de la serie televisiva Juego de
Tronos, me obligo a externar sobre ese particular y un par de elementos más
dentro de ella. Veamos…
JUEGO DE
TRONOS
Cierre de la saga
Especial para Arcisterio por Roberto López-Geissmann
Si me introduzco en un análisis de contenido
completo, desarrollando trama y personajes, relacionando los libros y la serie
de TV y sus contenidos simbólicos, sin duda estaría navegando entre un ensayo y
un artículo enjundioso. Este precisa su contenido, por el contrario, en lo
siguiente: un par de comentarios generales de fondo, pero breves, y mi opinión
sobre el final de la serie como tal. He leído los cinco libros que han
aparecido, pero el sexto y último no es seguro siquiera que exista.
Veamos primero sobre la serie en general
Ni que decir que para mí la fantasía, y las
combinaciones de esta: medieval, heroica, de terror, de ciencia ficción, de
acción y otras más, me encantan. Casi todas la narrativa que he escrito son de
estas temáticas.
Pues bien, considero la Canción de hielo y fuego –de
George Martin, conocida como Juego de Tronos, una importante y amena saga dentro de la novelística
actual, mezcla géneros difíciles con acierto, es entretenida y manejó, pese a
su longitud, los ritmos, sosteniendo la atención. Penosamente –y es mi opinión
sobre el estilo, no sobre el fondo –la lectura del gran Tolkien llega a ser tremenda,
cansada y pesada en la cantidad de descripciones y personajes… pero esto es
exactamente lo que ocurre en el volumen 5º de la serie de “Juego de…” en la que
se mete demasiado con los orígenes
de las “casas o estirpes”, abundando además en explicar por igual a personajes
de hasta tercer orden. Todo esto es tan abrumador que si este hubiera sido el
primer libro no hubiera comprado otro. Pareciera que la serie sufrió el mismo
defecto, aunque por otras causas.
Existe el mérito del realismo, no sólo en
conjugar los monstruos con los humanos, sino la monstruosidad de los humanos,
sin desaparecer las categorías variadas de los ingenuos, adoradores fanáticos,
reales héroes y más. Es una gran aventura, una saga que, pese a lo que se diga
sobre el horrible y decepcionante final, nos brindó muchas horas de auténtico
deleite. El escritor falló, los productores, los guionistas, todos, quién sabe
quiénes o probablemente todos ellos. Sólo el público no lo hizo. Por eso
protesta.
Si vamos al contenido de la obra –ñoñerías
de meapilas exaltados aparte –encontramos que el cinismo, el egoísmo y lo
maquiavélico superan a los sentimientos superiores, la misericordia, la
amistad, el heroísmo, pero bien que los hay; por lo que la historia se mueve de
un realismo, a veces crudo, que erradica toda ejemplaridad e incluso provoca la
inacción ante los costos de salir “de la zona de confort” tan querida por la
posmodernidad. El dragón no es un “diablo aparte” sino un duro poder –extraño y
eventualmente sobrenatural –que es un arma en manos del que lo monte, dirija o
direccione; hasta John Snow fue jinete de dragón.
Fin de la saga
Uno de los puntos más interesantes de una
narrativa es el final. En este han naufragado como en gigantescos icebergs no
pocos escritores, incluso de los consagrados. Como la mención de todos los
aspectos nos llevaría demasiado lejos voy a aludir a los que considero los dos
principales.
La pérdida de la coherencia interna de la historia y de
los personajes.
Una personalidad bien constituida no es un
pelele que puedas manejar a tu antojo. Un valiente no se vuelve cobarde, Un líder
no se convierte en un mediocre indeciso. Una mujer enamorada de un hombre no se
vuelve una puta… es decir, esto no puede ocurrir “de repente”, si ocurre es a
causa de algo que luego tienes que explicar en “flash backs” cómo llegó a ese
estado… o bien, poco a poco haces devenir, cambiar, su personalidad, para que
sea lógico lo último que estás viendo.
Un personaje bien establecido no va adonde
su mismo creador quiere. En mis pininos intenté hacerlo… y no se dejan… porque
tienen personalidad propia; es como en el hipnotismo: no haces lo que no harías
despierto. Así John Snow simplemente no puede convertirse en un cualquierita
que se va a purgar una condena injusta, después de ser un héroe ejemplar y
hasta venir de la muerte. La pobre Daenarys resulta que de un “sopapo” se
convierte de una abnegada princesa, preocupada por los esclavos y llena de
compasión… en un monstruo de iniquidad, genocida y loca. Otros personajes se
diluyen u obran erráticamente. Esto es pésimo.
Las sorpresas sin sentido, absurdas, hunden un buen final.
El ejemplo más claro son aquellas novelas de
detectives en las que no importa qué elucubraciones, lectura detenida, análisis
de contenidos y voliciones de los personajes hayas hecho, de repente resulta
que el culpable es una tía tuerta, que vivía al otro lado de la calle y que “la
mató por accidente”; y sí que hay historias así. Cuando te olvidas todas las
motivaciones que se pueden rastrear desde capítulos atrás, no cambiadas o con
cero intervención de otro personaje, cuando olvidas referirte a cómo quedaron
tal o cuál o bien los ubicas en una situación de difícil adaptación a lo que
has venido narrando, entonces todo se puede, o más bien ya no puedes más, te
quemaste escritor, condenaste tu obra a una patochada.
Se quedan por demás aclaraciones como qué es
en realidad el Cuervo de tres ojos y la parafernalia que lo auxilió, ¿existen o
ya no, o sólo algunos? ¿Qué pretenden estos, qué pretende el dios de la luz, el
dios ahogado, etc.? ¿Cuál es la realidad y el destino de la magia y los
monstruos? ¿Está definida del todo la desaparición de los Caminantes? La ciencia
del que creo al Frankenstein-Montaña, ¿permitirá que se creen otros? ¿Cuáles
posiciones serán las de las principales casas? ¿Por qué el abyecto Bron,
sicario desgraciado, irreverente a todo excepto a su codicia, forma parte del más
alto Consejo de los siete reinos? Y pudiéramos continuar por ese lado
Claro sin embargo queda el sentimiento de
impotencia general de la humanidad, de que las fuerzas del bien no triunfarán
nunca del todo porque de hecho no existe más que un bien relativo; que la mayoría
de los poderosos son pérfidos y que hasta las fuerzas de la fantasía están
divididas, nada es seguro, todo puede pasar. El caos y el mal pueden parecer
que han perdido pero al final están en el corazón de las personas.
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