RESUMEN DEL PENSAMIENTO DE GRAMSCI
ESPECIALMENTE EN SU RELACIÓN CON LA
SECULARIZACIÓN Y DESTRUCCIÓN DE LA
IGLESIA CATÓLICA, VIA VATICANO II
El Eurocomunismo (y sus variantes), la Perestroika
(que es modificar la revolución para conservarla) y las variadas corrientes ideológicas y
culturales del Neomarxismo y la Nueva Izquierda, no son sino hijos de estas dos
grandes influencias: el Gramscismo y el Concilio Vaticano II, claro que este a
su vez fue totalmente impregnado previamente de Modernismo. La situación
política, cultural y espiritual del Mundo es absolutamente imposible de
remontar en un sentido positivo, tradicional o de Bien Común. Las fuerzas
humanas de por sí no pueden con ello. Sólo hay dos posibilidades: un largo
camino de caos y dolor, multisecular, o una intervención externa. Todo el texto es de Malachi Martin. RECOPILADO POR: Roberto López-Geissmann.
- Usar la estructura geopolítica de Lenin no para
conquistar calles y ciudades, argüía Gramsci. Usarla para conquistar la mente
de la sociedad civil. Usarla para adquirir una hegemonía marxista sobre las
mentes de las poblaciones que deben ganarse… En otras palabras, debían unirse a
cualesquiera causas liberadoras que pudieran aparecer en diferentes países y
culturas como movimientos populares, sin importar lo diferentes que pudieran
ser inicialmente esos movimientos del marxismo o entre sí. Los marxistas debían
sumarse a las mujeres, a los pobres, a aquellos que encontraran opresivas
ciertas leyes civiles. Debían adoptar diferentes tácticas para diferentes
culturas y subculturas. Jamás debían mostrar un rostro inapropiado. Y, de esta
manera, debían entrar en toda actividad civil, cultural y política en todas las
naciones, fermentándolas pacientemente a todas, tan profundamente como la
levadura fermenta el pan.
Aunque la
crisis cubana dejó en claro que la resistencia militar y económica de Occidente
al marxismo-leninismo era seria y estaba bien concentrada, seguía siendo cierto
que todo el campo de la cultura occidental, y todos los lugares donde se elabora
y difunde la cultura, no podían ser protegidos. Los blancos favoritos de
Gramsci, las instalaciones educativas desde la escuela primaria hasta la
universidad, por ejemplo, los medios, los partidos y estructuras políticas,
hasta la unidad familiar, estaban todos gordos, contentos y completamente
abiertos a la penetración sistemática y profesional marxista.
La primera apertura por la que en
realidad la Iglesia católica romana se convirtió en el instrumento más útil de
todos para la penetración gramsciana de la cultura occidental, se presentó
sorpresivamente… en el otoño de 1958, cuando fue electo al papado como Juan
XXIII el sonriente, rechoncho y pequeño cardenal… En un periodo de tres meses después de su
elección, el papa Juan asombró a su jerarquía católica y al mundo entero con el
anuncio de que convocaría el vigesimoprimer concilio ecuménico en los dos mil
años de historia de la Iglesia católica. El Segundo Concilio Vaticano. Con ese
anuncio, llegó una especie de tregua no declarada en la profunda y profesional
enemistad que mantenían desde hacía tiempo el Vaticano y la Iglesia contra el
marxismo y la Unión Soviética. Durante todas las décadas desde el golpe de
Estado de Lenin de 1917, y hasta el papado del papa Pío XII, la Unión Soviética
y su marxismo fueron considerados y descritos como el enemigo del catolicismo y
el semillero del Anticristo. Sin embargo, durante los tres años de preparación
del Concilio que siguieron a su anuncio inicial, el papa Juan invirtió esa
política por primera vez… fue la apertura de la primera brecha seria en el
bastión católico contra el comunismo. Porque, ante la insistencia de Jrushchov,
el Pontífice aceptó secretamente que su futuro Concilio no emitiría una condena
del marxismo ni del Estado comunista.
El Vaticano II consistió en cuatro
sesiones, y se extendió más de tres años, desde el otoño de 1962 hasta
diciembre de 1965… Y la historia de la Iglesia se convirtió en la historia de
la secularización del catolicismo romano… Más de quinientos de los obispos
asistentes -muchos más de los necesarios para tener el quórum requerido-
propusieron que el Concilio emitiera una condena del comunismo ateo y de su
ideología. La propuesta fue invalidada unilateralmente por las autoridades
vaticanas, así que nunca llegó a presentarse ante el Concilio para una votación
final… En diciembre de 1965, cuando el Concilio terminó su sesión final, se
habían colocado los cimientos para las transformaciones claves en la fe y en la
práctica que seguirían después.
Como Papa reinante, Paulo VI pronunció
un discurso de despedida a los obispos que partían del Concilio, el 5 de
diciembre. El discurso proporcionó el amplio paraguas filosófico y casi
teológico bajo el cual estaría protegido el secularismo dentro de la Iglesia
romana de la tormenta de protesta e indignación armada por los católicos
tradicionales en los años siguientes al Concilio. Mientras los fieles católicos
estaban protestando, el mismo discurso fue usado por los herederos de Antonio
Gramsci para inutilizar las disposiciones de la organización estructural
mundial de la Iglesia católica romana elegantemente como querían. El papa Paulo
VI les dijo a los obispos que partían, que su Iglesia había decidido optar,
servir y ayudar al hombre a construir su hogar sobre esta tierra. El hombre con
sus ideas y sus objetivos, el hombre con sus esperanzas y sus temores, el
hombre en sus dificultades y sufrimientos... ésa era la pieza central del
interés de la Iglesia, les dijo el Pontífice a sus obispos. Tan claramente
elaboró el Papa sobre ese tema de la devoción de la Iglesia a favorecer los
intereses humanos materiales, que el propio Gramsci no podría haber escrito un
texto papal mejor para la secularización de las instituciones católicas romanas
o para la descatolización de la jerarquía católica romana, del Clero y de los
fieles.
La atención
especial que los obispos habían deseado que prestara la Iglesia a la
tribulación de los pobres del mundo se tradujo en algo llamado la "opción
preferencial por los pobres", y que a su vez fue tomada como carta blanca
para celebrar profundas alianzas políticas con socialistas y comunistas,
incluyendo a grupos terroristas. El énfasis de Paulo VI sobre el interés humano
se convirtió en la base para descartar el sacrificio, la plegaria, la fe y los
sacramentos de la Iglesia como lemas de la esperanza en este mundo. Fueron
remplazados con la solidaridad humana, que se convirtió en el objetivo y pieza
central del esfuerzo católico. El ecumenismo ya no era un intento por sanar los
desgarramientos heréticos y cismáticos que durante siglos habían dividido a la
única Iglesia que Cristo había fundado sobre el cargo central de la piedra de
Simón Pedro. El ecumenismo no era un medio para una genuina curación, sino para
eliminar diferencias de cualquier clase entre todos los creyentes cristianos y
no creyentes. Eso encajaba perfectamente en el nuevo objetivo central de la
solidaridad humana como la esperanza de la humanidad.
La lucha
fundamental en la que la Iglesia y todos los católicos estaban comprometidos ya
no era la guerra personal entre Cristo como salvador y Lucifer como Adversario
Cósmico del Altísimo, en la conquista de las almas de los hombres. La
lucha ya no estaba en absoluto en el plano sobrenatural, en realidad. Estaba en
las circunstancias materiales del tangible sociopolítico aquí y ahora. Era la
lucha de clases que Marx y Lenin habían propuesto como la única zona de combate
valiosa para los humanos. Por lo tanto, la liberación ya no era la liberación
del pecado y de sus horribles efectos. Era la lucha contra la opresión del gran
capital y de las autoritarias potencias colonialistas de Occidente,
particularmente de Estados Unidos como el archivillano de toda la historia
humana. A los cinco años de haber terminado el Vaticano II, a comienzos de los
setenta, toda América Latina estaba inundada con una nueva teología -la
Teología de la Liberación- en la que el marxismo básico estaba inteligentemente
engalanado con vocabulario cristiano y conceptos cristianos reelaborados.
Libros escritos principalmente por sacerdotes católicos reclutados, junto con
manuales políticos y de acción revolucionaria, saturaron el área volátil de
América Latina, donde más de 367 millones de católicos incluían a los estratos
más bajos y más pobres de la sociedad. . . ese noventa por ciento de la
población que no tenía esperanza concreta de ninguna mejoría económica para sí
o para sus hijos.
La Teología de la Liberación era un
ejercicio perfectamente fiel de los principios de Gramsci. Podía lanzársele con
la corrupción de unos relativamente pocos Judas bien colocados. Pero se le
podía dirigir hacia la cultura y la mentalidad de las masas. Despojaba a ambas
de cualquier relación con lo trascendente cristiano. Encerraba tanto al
individuo como a su cultura en el apretado abrazo de una meta que era
totalmente inmanente: la lucha de clases para la liberación sociopolítica… Contribuyó a todo el esfuerzo la
cuidadosa e intrincada red de una nueva creación, extendida por las diócesis
católicas: la Comunidad de Base. Compuesta esencialmente por católicos legos,
cada Comunidad de Base decidía cómo orar, qué sacerdotes aceptar, qué obispos
-si es que alguno- tendrían autoridad, qué tipo de liturgia tolerarían. Se
consideraba secundaria, si no completamente superflua, toda referencia a la teología
católica tradicional y a la autoridad central de Roma… La acelerada difusión
tanto de la Teología de la Liberación como de las Comunidades de Base fue
fomentada enormemente por varios factores. Pero entre los más importantes,
estaba la cadena de Comisiones Justicia y
Paz (sucursales, se podría decir, de la Comisión central de Roma) que
existía en todas las diócesis del mundo de la Iglesia romana. Su personal
estaba compuesto mayoritariamente por clérigos, monjas y legos que ya eran
marxistas convencidos, y se convirtieron en centros para la difusión de la
nueva teología. Consumían los fondos vaticanos para pagar congresos,
convenciones, viajes burocráticos y un aluvión de materiales impresos, todo lo
cual se dirigía abiertamente a la reeducación de los fieles.
Había diálogos y convenciones
cristiano-marxistas por todas partes. La influencia del inequívocamente
marxista y pro soviético Consejo Mundial de Iglesias penetraba por todos
lados. Los principios tradicionales de la educación se derrumbaban en las
escuelas católicas, desde el nivel primario hasta el universitario. La negativa
de los obispos occidentales a insistir en la obediencia de los fieles a las
leyes de la Iglesia sobre divorcio, aborto, anticoncepción y homosexualidad se
convirtió en la regla, no en la excepción. En realidad, por todas partes había
un ímpetu masivo letal, de acuerdo con los términos de
Antonio Gramsci, contra la cultura católica
y cristiana de las naciones occidentales… quizá la victoria más profunda del proceso gramsciano fue
básicamente visible en la pasmosa confusión, ambigüedad y fluidez que ya
eran las señales características de la reacción de Roma ante la rápida descatolización
de la Iglesia, así como de los tratos del Vaticano con obispos que a veces
declaraban abiertamente su independencia de la autoridad papal. El control
papal y del vaticano había sido eliminado efectivamente de la maquinaria
georreligiosa de la Iglesia católica romana hasta un alto grado… Por cierto, en
1987, las Comunidades de Base pro soviéticas e inclinadas a la violencia, en
América Latina sola, llegaban a más de seiscientas mil. Por comparación,
no había ni siquiera mil diócesis católicas romanas en Norte y
Sudamérica sumadas, y prácticamente todas ellas eran por lo menos dudosas en su
lealtad a Roma.
Los sistemas de creencias
profesionalmente seculares -el humanismo, la mega religión y el pozo de la
fortuna de la Nueva Era, por ejemplo- forjaron sus propias y no-tan-extrañas
alianzas con los herederos de Gramsci, precipitándose hacia el vacío religioso
que se había creado en las sociedades anteriormente cristianas. Porque ellos
también estaban unidos en la insistencia sobre la proposición fundamental de
que la religión y la fe religiosa no tenían otra función más que ayudar a que
toda la humanidad se uniera y estuviera en paz en este mundo, para alcanzar su
cima más alta de desarrollo humano.
Dentro del "catolicismo
moderno", como se llamaba a sí mismo, una gran mayoría de obispos,
sacerdotes, religiosos y laicos habían adoptado todos los rasgos de la nueva
cultura que los rodeaba… El materialismo total era adoptado libre, pacífica y
agradablemente en todas partes, en nombre de la dignidad y de los derechos del
hombre, en nombre de la autonomía y libertad del hombre frente a las
restricciones exteriores. Por encima de todo, tal como lo había planeado
Gramsci, esto se hizo en nombre de la libertad con respecto a las leyes y
restricciones del cristianismo… en la década
final del siglo veinte, hay un acuerdo tácito para no discutir el "hecho
grande e incómodo" de que los líderes y las poblaciones occidentales, en
su consenso público, han abandonado la filosofía cristiana de la vida humana… todo
Occidente, al fin ha dado nacimiento al hijo del fantasma de Gramsci: una
sociedad completamente secularizada. Y en lo que todavía se llama "el
espíritu del Vaticano II", la organización institucional mundial católica
romana de Juan Pablo ha sido al mismo tiempo la partera y la nodriza de esa
fuerza.
Mijail Gorbachov irrumpió en la
escena mundial como el primer líder soviético con mente suficientemente amplia
como para evaluar, apreciar y abrazar plenamente la fórmula gramsciana. El
único líder soviético suficientemente realista y valiente como para comprometer
hasta sus propios territorios satélites al plan del difunto sardo para obtener
la victoria en la consistente lucha del marxismo por el total predominio
geopolítico entre las naciones, y por su total aceptación en los recientemente
descristianizados corazones y mentes de los hombres y las mujeres que pueblan
esas naciones… Flexibilidad
leninista, coloreada por las sutilezas gramscianas y modificadas para agregar
cualquier cosa que faltara en los anteproyectos de Gramsci para la victoria...
esto constituye el programa de Gorbachov… La visión de Gorbachov estaba animada
por "un sentido de inmanencia, y por su propósito de cambiar las
relaciones sociales y económicas con vistas a producir un ‘hombre nuevo’,
completamente liberado de los ‘viejos lazos morales’ de la civilización
cristiana occidental”.
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