Conmemorando el nacimiento de la mayor
figura de la Guerra Civil Española, el prócer, enamorado de España porque no le gustaba, JOSÉ ANTONIO Primo
de Rivera y Sáenz de Heredia, ofrecemos este humilde homenaje en recuerdo al mejor
de los Jefes, con su verbo claro, sencillo pero auténtico y profundo, con su
entrega ejemplar y martirial, nuestro hermano, padre, hijo… el ¡Héroe Presente!
He
condensado un buen artículo de Teresa Amiguet, sin agregarle más que los breves
comentarios en azul y las fotografías.
Madrugada del 20 de noviembre de 1936, prisión
de Alicante, patio número 5 de la enfermería.
Un pelotón de ocho milicianos
anarquistas de la CNT y socialistas, fusila a José Antonio Primo de
Rivera, líder de la Falange Española de las JONS. Tras un juicio
sumarísimo, concluido dos días antes por veredicto de un ‘Tribunal
Popular’ de las izquierdas se acomete el fusilamiento. José
Antonio contaba solo 33 años.
En marzo de ese año el Gobierno del Frente Popular
había encarcelado al fundador de la Falange, por posesión ilegal de armas de
fuego. Acusado de rebelión militar, el fiscal pide la pena máxima. José
Antonio es condenado a muerte, por inducción de un delito de rebelión
militar; Miguel, su hermano, a treinta años de reclusión.
Su muerte supone la desaparición de uno de
los dirigentes políticos más carismáticos del bando ‘nacional’. Tras ella
su figura y su discurso son fagocitados por el régimen de Franco.
Franco no dudaba en mostrar su desagrado ante la
figura del joven falangista. El dictador en ciernes, resuelto a controlar
bajo su mando a todos los resortes políticos y militares, se negaba a
soportar la presencia de otro cabecilla a su lado.
Y es que entre los dos líderes de la cabeza del
franquismo en España existía una tensa relación de desprecio mutuo. Franco
se identificaba con la derecha tradicional de la CEDA (partido
de derecha conservadora) de Gil Robles, más que con la Falange (movimiento
nacional revolucionario) de José Antonio
José Antonio era aristócrata y abogado,
en 1930 tras la caída de la dictadura dirigida por su padre, Miguel Primo de
Rivera y Orbaneja, ingresó en la Unión Monárquica Nacional con el propósito de
reivindicar su memoria. Posteriormente
se
une al aviador Julio Ruiz de Aida, a la constitución de un grupo político
aglutinador de las diferentes y dispersas fuerzas fascistas, fundando el
Movimiento Sindicalista Español, embrión de la que poco después sería Falange
Española. Así el 29 de octubre de 1933, acompañado de Ruiz de Aida y
de Alfonso García- Valdecasas, interviene en un acto de ‘afirmación nacional’,
celebrado en el teatro Comedia de Madrid, el que será el acto fundacional del
movimiento falangista. Allí José Antonio expone la síntesis de la nueva
organización:
‘La Falange es un movimiento, no un
partido: más bien un anti partido. No es de derechas ni de izquierdas. La
Patria es una unidad total. La Falange ha de ser un instrumento
eficaz y autoritario al servicio de esa unidad indiscutible, permanente e
irrevocable que es la Patria. Que desaparezcan los partidos políticos. Que
España recobre resueltamente el sentido universal de su cultura y de su
historia. Y si todo esto ha de lograse, en algún caso, por la violencia,
no hay que detenerse ante la violencia. Bien está la dialéctica como primer
instrumento de la comunicación pero sin olvidar que no hay más violencia
admisible que la de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la Justicia
o a la Patria. El movimiento falangista no es una manera de pensar, es
una manera de ser’
Este discurso en su consagración, José Antonio Primo
de Rivera, se convierte en poco tiempo en José Antonio a secas, un joven y
prometedor político de gran personalidad.
En 1933 es elegido diputado a Cortes por
Cádiz, Falange Española, y destaca en una brillante labor como parlamentario.
‘El
Ausente’, como llamaban los camisas viejas a José Antonio, se convierte en el
símbolo oficial y en el santo patrono de la nueva dictadura –o
sea el régimen franquista, que teniendo muchas ideas en común, se distinguía
también en otras tantas, pero no tuvo empacho de utilizar su nombre, lo que es
explicable.
La culminación de este proceso se produce al final de la guerra: los restos de
José Antonio son exhumados del cementerio de Alicante y escoltados hasta el
monasterio de El Escorial. El 19 de noviembre de 1939, son trasladados al Valle
de los Caídos.
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