PARTIDOCRACIA, EL ENGAÑO DEL SIGLO
Es triste que los pueblos se ponen de
acuerdo con más facilidad en lo que los agobia, en lo que les duele y repugna,
que en las formas de lograr el desarrollo y la felicidad de los mismos. Sin
embargo es comprensible que así sea. En todo el mundo el modelo “democrático”
que han dado por llamar el lado político del Sistema, está haciendo aguas desde
hace mucho, ante la desesperanza y el dolor de los que vamos en ese barco tan
pésimamente manejado.
Ahora, han aparecido en nuestra sociedad algunas organizaciones, que se
dicen de la sociedad civil, que incluso se han reunido y que esgrimen como los
puntos principales luchar contra la corrupción y en aras de lograr mejores
representantes, desenmascarando las pésimas actuaciones de los partidos
políticos, especialmente los dos más grandes, que se han dado en “jugar” a la
partidocracia, secuestrando toda posibilidad de una evolución democrática
positiva. Se nutren de obediencia ciega, crecen con la polarización y van al
caos.
Hay que decir que esta es una trampa en la que sistémicamente caen las
cúpulas y los partidarios, sin que esto signifique la perversión intrínseca de
los mismos. En otra ocasión abundaremos sobre esto y acaso consejos a los
grupos bienintencionados que quieren –como la gran mayoría ciudadana –resolver
la nefasta ecuación partidocrática, para quitarnos
las crueles garrapatas del lomo.
El siguiente art. apareció en su fecha en El Diario de Hoy, bajo el nombre de…
LA ODIOSA PARTIDOCRACIA
ROBERTO LÓPEZ-GEISSMANN*
Martes, 27
de enero de 2009
Se ha llegado a
confundir como una sola cosa la democracia y la partidocracia. De hecho no
vivimos bajo un régimen, sino en una mezcla de tendencias ideológicas,
iniciativas políticas y… confusión de todas ellas.
En concreto, la
partidocracia es una de las formas corruptas de la democracia que convive con
ella, como lo hace una planta parásita, trepadora, que ahoga y se nutre de la
principal hasta llegar a suplantarla y la especie propia (la democracia en el
símil), que ya de por sí es difícil de que arraigue, fácil de corromper y
bonita sólo en teoría, es maltratada por esta excrecencia, mucho peor aún y
contraria del todo a la cacareada voluntad popular que se supone cumplimentar. Veamos…
Para Gonzalo Fernández
de la Mora "Partidocracia es aquella forma de oligarquía arbitrada en que
los partidos políticos monopolizan la representación". Lo odioso de la
partidocracia es el totalitarismo con que el régimen de partidos políticos
mangonea a la ciudadanía. Ojo, que no estoy contra la existencia y actuación de
aquellos, sino de la forma en que se utilizan para manipular a la población.
Esto es más visible en
cómo se engarzan en el "primer poder del Estado", cito al analista
Alberto Buela: "El Estado --en que se ha enquistado la partidocracia-- es
regido no por sí mismo sino por los partidos políticos. El Parlamento es un
Congreso de partidos en donde el diputado o senador ha de votar, no según sus
principios y convicciones personales, sino por lo que ordena el partido en que
milita. Las bancas son del partido… Los representantes electos, no lo son más
del pueblo que los votó, sino de los partidos que los incluyó en una lista
hermética".
No a otra cosa que a
mantener este estado de cosas obedece la terca sordera de todos los partidos en
no querer reformar la ley, permitiendo la existencia de diputados que se puedan
elegir como independientes (que de hecho por ley ya lo son) y haciendo una
práctica usual el que la foto y la persona prevalezcan sobre el partido o
agrupación que los promueve.
Por eso el Parlamento
tiene tantos problemas para entenderse entre sus miembros, que no tienen en el
fondo otro elector (aunque formalmente así sea) que las mismas cúpulas
partidarias, como dice José Marranini: "La representación de los intereses
de los electores fue sustituida por la llamada representación política".
Como ya he escrito
antes, para "esas gracias" más barato le saldría al Estado que se
eligiera a un solo diputado por partido, y que cada uno tuviera una
representación de tantos votos, pero eso es un mal menor; la idea es llevar
gente idónea en honestidad, valor y capacidad, que no respondan ciegamente a
directrices populares, pues para ello, repetimos, es más congruente pedir el
voto por el partido, sin que importe a quiénes mandará y siendo estos, incluso
intercambiables.
Acá, la población sólo
debiera estar atenta a quiénes están en la cúpula… si fuera cierto que incluso
la tal cúpula es la que manda y no otros, pero eso ya es otro problema. Pobre
democracia y pobre pueblo.
*Lic. en Ciencias
Políticas.
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