MEDIOCRIDAD – OSADÍA – AUTOESTIMA
Si bien el término “mediocridad”
se cree perfectamente conocido, de hecho se concibe su esencia en buena medida,
pero luego suele confundirse. Trataremos de aclarar en breve algunos aspectos
incorrectamente entendidos. Precisaremos su relación con la osadía. Vamos a
presentar un corto artículo que alguien me envió hace un tiempo. Y finalmente –ojo
con esto –acotaré una importante alerta que debemos tener todos, relacionada
con nuestra autoestima y la de todos.
Caigamos en cuenta que mediocre es
lo que no pasa de regular, es algo que está “al medio, a la mitad”, “que no
destaca”, sin embargo no es lo peor que se puede ser; si vemos el vaso medio
lleno y no medio vacío, si entendemos que hay un chorro de individuos abajo del
mediocre, quizá se pueda aproximar una mirada no tan dura sobre esta tipología.
¿Estoy diciendo que es un ser positivo y que ha sido injustamente ubicado? ¿NO!
Sencillamente no podemos
identificar a alguien de resultados regulares, medianos, mejores que malos pero
tampoco brillantes, con ser un tipo mediocre ¿y entonces? La respuesta es que el
concepto no se centra en una adscripción cuantitativa de resultados, no es la
ubicación en un término medio de determinadas personas. No es eso. Es la
actitud que adoptan algunas de las
personas con tales resultados y ubicaciones las que las hace (más bien
ellas mismas se ubican) merecedoras de llamarse mediocres. La diferencia
específica en el mediocre es la pérdida de su auténtica personalidad, ahogada
en la masa, parejamente han huido de él la sana ambición y los valores morales,
se ahoga en olor de multitudes, masificándose y vulgarizándose; rebaja y
desconoce al genio y aún al mejor que él (aunque pudiese a veces alcanzarlo y
superarlo); la ley del mínimo esfuerzo es su brújula y crean un clima, como
pútrido pantano, de mediocracia que cuida a su decadente especie y procura
acabar al superior. Cito un párrafo de El
Hombre Mediocre del genial José Ingenieros:
“Políticos sin vergüenza hubo en todos los tiempos y bajo todos los
regímenes; pero encuentran mejor clima en las burguesías sin ideales. Donde
todos pueden hablar, callan los ilustrados; los enriquecidos prefieren escuchar
a los más viles embaucadores. Cuando el ignorante se cree igualado al
estudioso, el bribón al apóstol, el boquirroto al elocuente y el burdégano al
digno, la escala del mérito desaparece en una oprobiosa nivelación de villanía.
Eso es la mediocracia: los que nada saben creen decir lo que piensan, aunque
cada uno sólo acierta a repetir dogmas o auspiciar voracidades. Esa chatura
moral es más grave que la aclimatación de la tiranía; nadie puede volar donde
todos se arrastran. Conviénese en llamar urbanidad a la hipocresía, distinción
al amaneramiento, cultura a la timidez, tolerancia a la complicidad; la mentira
proporciona estas denominaciones equívocas.”
“Me atrevo” –J´ose –es la
divisa de un banderín de la legión extranjera. Es, también, uno de los
principales remedios para cortar la mediocridad negativa: atreverse, osar, dar
el paso, ponerse de pie, insistir, buscarle el lado al problema… El que lo
haga, no importa lo que logre, sí triunfará en desprenderse de la triste
etiqueta. Recordemos que estar no es ser.
Al
siguiente artículo anónimo le agregué los comentarios en dorado y los
subrayados en amarillo.
EL
TRIUNFO DE LOS MEDIOCRES
Quizá ha llegado la hora de aceptar que nuestra crisis
es más que económica, va más allá de políticos, de la codicia de los banqueros
o la prima de riesgo. Debemos admitir, para tratar de corregirlo, que nos hemos convertido en un país
mediocre.
Ningún país alcanza semejante condición de la noche a
la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado de una cadena que comienza en la escuela y
termina en la clase dirigente.
Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los alumnos
más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en la oficina, los
que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y a los únicos que
votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. Porque son de los
nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra mediocridad que hemos terminado
por aceptarla como el estado natural de las cosas.
- Mediocre es un país donde sus habitantes pasan una
media de 134 minutos al día frente a un televisor que muestra principalmente
basura –yo
diría que bastante pero no todo.
- Mediocre es un país que durante más de 25 años de
democracia ha tenido varios presidentes que ni siquiera hablan inglés –Cristiani y Flores lo hablaban perfecto -ni
tienen los más mínimos conocimientos sobre política internacional.
- Mediocre es el único país del mundo que, en su
sectarismo rancio, ha conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas
del terrorismo. Pero
claro que no somos los únicos.
- Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo
tres veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del mundo
desarrollado, quedando cada vez más atrás en las pruebas internacionales. Tampoco es esto
cierto, hay sectores en que andamos bien y hasta punteros
- Mediocre es un país que no tiene una sola
universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores
investigadores a exiliarse para sobrevivir.
- Mediocre es un país con una cuarta parte de su
población viviendo de subsidios –exagerado
al extremo, falso -, sin trabajar, pero que
sin embargo, encuentra más motivos para movilizarse y celebrar cuando equipos
que no son de nuestro país (Barcelona y Real Madrid) ganan algún partido de
fútbol.
- Mediocre
es un país donde la brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es
marginada –cuando no robada impunemente-, la honorabilidad pisoteada, ser
honesto es ser pendejo y la independencia sancionada.
Un país que ha hecho de la mediocridad la gran
aspiración nacional, perseguida sin complejos por esos miles de jóvenes que
buscan ocupar la próxima plaza en concursos de TV, o aparecer en la misma TV
haciendo lo que sea, con tal de aparecer; por políticos que abuchean e insultan
sin aportar una idea, ni dar muestras de poder actuar según sus principios, no
según lo que le indique el partido o el gobierno; por jefes que se rodean de
mediocres para disimular su propia mediocridad y por estudiantes que
ridiculizan al compañero que se esfuerza.
Mediocre, al fin, es un país que ha permitido,
fomentado y celebrado el triunfo de los mediocres, arrinconando la excelencia
hasta dejarle dos opciones: marcharse
o dejarse engullir por la imparable marea gris de la mediocridad.
Interesante
artículo, que es válido pese a las inexactitudes o exageraciones. Si no
creyera que es bueno no lo distribuyera, si le hago acotaciones no es por
un prurito extremado de corrección, sería impropio, sino fuera porque…
1.
Existe
toda una estrategia para inocular, insuflar o insistir hasta la convicción
cerrada en que todos somos una desgracia de la naturaleza, somos malos,
mediocres, vivianes, aprovechados y una serie de epítetos que denostan,
denigran, rebajan al pueblo o nación al que pertenecemos, para que el gran
resultado no sea orgullo sino vergüenza. PERO esto lo provocan en todos lados, es decir que un
mexicano, salvadoreño o colombiano se sentirán el peor pueblo de la tierra. A
esto obedece el machacar que “en todo somos los últimos”. Provocando
sentimientos de frustración.
2.
En
primer lugar debemos reconocer la triste realidad que agobia, más o menos,
a múltiples países en el mundo; no podemos tapar al sol con un dedo, amor no
quita conocimiento y puedo ser amigo de Sócrates pero más amigo de la verdad. PERO
así como de los padres –hijos o amigos queridos -reconoces defectos, y aún
grandes, pero no te lanzas a acabártelos haciéndolos picadillo, leña;
igualmente no es sano esa falsa autocrítica, maligna e interesada en que
pierdas tu autoestima, por la que finalmente llegarás al sentimiento de ser una
porquería, de no creer en nada, a envilecerte.
3.
El
trasfondo, el origen de esta particular ingeniería social-universal se inscribe
en una “batería” de distintos (hasta lo casi imposible de relacionar a veces)
intentos de debilitar la soberanía e incluso va más allá, buscando la
minimización del Estado –no para lo que fuera una salutífera transferencia
hacia los cuerpos intermedios –sino en aras al Mundialismo intervencionista.
Por esto se busca llegar no sólo al desamor, sino al irrespeto y al odio, ya no
del Estado sino de la misma Nación y a los pueblos dentro de ella, aunque no lo
digan expresamente. ¡Cuidado con esto!
No
contribuyamos a destruir nuestra autoestima personal ni nacional – Creernos lo
peor hace el juego del mal – Siempre podremos superarnos, siempre tengamos
esperanza ¡luchar siempre!
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