Art. que publiqué en El diario
de hoy que no va de por sí contra el optimismo, sino únicamente alerta
contra aquel sentimiento –que a veces esconde incluso la superficialidad
hedonista y cobarde –que todo se compondrá por sí solo y sobre todo sin que
participemos, entregando esfuerzos y riesgos.
Complacencia, no meterse, bajar la
guardia…
CONFIAR EN EL FUTURO
IGUAL A DECADENCIA.
Roberto López-Geissmann
La
serena confianza en el futuro es la más clara muestra de decadencia. H.G.Wells.
Cuando hablamos anteriormente de los
“grandes principios rectores de la democracia”, más de un lector habrá
resentido el impacto de decirse: -¡cómo es posible que no haya reparado en
semejantes disparates! pero más aún… ¿cómo es posible que tantos, y tantos
inteligentes, no hayan reaccionado? Pero la respuesta es que sí ha habido
reacciones, muchas, enjundiosas, certeras, apasionadas, vulgarizantes (para
que se entiendan) y en repetidas ocasiones históricas –generándose hasta
guerras por ello. Por ejemplo Rafael Vidal Jiménez escribió “La esencia
de la Democracia
es la ilusión del libre pensar... es la falsa conciencia de haber logrado la
libertad... Es ese creer ser libre y ser, por otro lado, menos libre que nunca,
lo que caracteriza a la sociedad menos libre de todas, la nuestra. Es la
certeza ilusoria de haber alcanzado la cima del saber, lo que define a la
sociedad menos sabia de todas, la nuestra... es tan poco lo que se nos pide a
cambio: una sonrisa y silencio (esto, sobre todo)...”. Lo que no es ni más ni
menos que una ilusión anestésica.
Sí, ese es el tipo de confianza serena que lleva a suspirar, a cantar hossanas,
a hundir la cabeza como una avestruz y congraciarnos por ser optimistas.
Las voces han sido silenciadas; actualmente
se las ignora, se las desprecia y por último se las elimina. Un frío mortal y
gris lleva el mensaje: ¡abatid al políticamente incorrecto! Se cierne sobre
todos los campos, sega las oportunidades de trabajo, ataca en el seno mismo de
los partidos (tanto de derecha como de izquierda) y particularmente en los
medios de difusión -¡primera plana al bienpensante (que esté en la “jugada
mundialista”) y palos y espacios menores a los que osen oponerse al pensamiento
único!) Puesto que su consigna –del Nuevo Orden Mundial –es Fuerza e
Hipocresía, conjugan el trago seductor de tranquilizarte esperando un futuro
luminoso, han quitado la amargura de la conciencia de tener que enfrentarse y
luchar. Erradicaron el glorioso lema con que Churchill –en vez de halagar a sus
compatriotas con una falsa y rápida victoria –les arengó diciéndoles que no les
ofrecía más que sangre, sudor y lágrimas. Esta es la esencia de una verdadera
situación de guerra, realista, sincera, viril…
Y tenemos planteada una guerra, no sólo
contra la delincuencia, sino contra la ignorancia, el egoísmo y –sin ninguna
demagogia –todos los tipos de pobreza. Sólo con la conciencia del monstruo que
tenemos enfrente y la voluntad de combatirlo podremos tal vez remontar y
rescatar el milenario orden natural perdido (a sangre y fuego) por “obra y
gracia” de los mercaderes de Satán, que lograron que…
La materia venciera al espíritu.
La democracia a la monarquía.
La ciencia a la sabiduría.
La tecnología a la religión.
El mercado al Estado.
La modernidad a la Tradición.
El hombre económico al hombre espiritual.
A grandes males, grandes remedios, o sea
grandes esfuerzos. Vitales, colectivos, heroicos, que transmutan realmente la
materia. Como el del héroe real que llamó a la lucha sin cuartel, nunca al
acomodamiento de bueyes cebados. Recordemos por quién y quiénes es que todavía
somos Nación.
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