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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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domingo, 21 de enero de 2018

CONFIAR EN EL FUTURO ES DECADENTE


Art. que publiqué en El  diario de hoy que no va de por sí contra el optimismo, sino únicamente alerta contra aquel sentimiento –que a veces esconde incluso la superficialidad hedonista y cobarde –que todo se compondrá por sí solo y sobre todo sin que participemos, entregando esfuerzos y riesgos.

 

Complacencia, no meterse, bajar la guardia…

CONFIAR EN EL FUTURO
IGUAL A DECADENCIA.

Roberto López-Geissmann

 
La serena confianza en el futuro es la más clara muestra de decadencia. H.G.Wells.

 

    Cuando hablamos anteriormente de los “grandes principios rectores de la democracia”, más de un lector habrá resentido el impacto de decirse: -¡cómo es posible que no haya reparado en semejantes disparates! pero más aún… ¿cómo es posible que tantos, y tantos inteligentes, no hayan reaccionado? Pero la respuesta es que sí ha habido reacciones, muchas, enjundiosas, certeras, apasionadas, vulgarizantes (para que se entiendan) y en repetidas ocasiones históricas –generándose hasta guerras por ello. Por ejemplo Rafael Vidal Jiménez escribió “La esencia de la Democracia es la ilusión del libre pensar... es la falsa conciencia de haber logrado la libertad... Es ese creer ser libre y ser, por otro lado, menos libre que nunca, lo que caracteriza a la sociedad menos libre de todas, la nuestra. Es la certeza ilusoria de haber alcanzado la cima del saber, lo que define a la sociedad menos sabia de todas, la nuestra... es tan poco lo que se nos pide a cambio: una sonrisa y silencio (esto, sobre todo)...”. Lo que no es ni más ni menos que una ilusión anestésica. Sí, ese es el tipo de confianza serena que lleva a suspirar, a cantar hossanas, a hundir la cabeza como una avestruz y congraciarnos por ser optimistas.

 

    Las voces han sido silenciadas; actualmente se las ignora, se las desprecia y por último se las elimina. Un frío mortal y gris lleva el mensaje: ¡abatid al políticamente incorrecto! Se cierne sobre todos los campos, sega las oportunidades de trabajo, ataca en el seno mismo de los partidos (tanto de derecha como de izquierda) y particularmente en los medios de difusión -¡primera plana al bienpensante (que esté en la “jugada mundialista”) y palos y espacios menores a los que osen oponerse al pensamiento único!) Puesto que su consigna –del Nuevo Orden Mundial –es Fuerza e Hipocresía, conjugan el trago seductor de tranquilizarte esperando un futuro luminoso, han quitado la amargura de la conciencia de tener que enfrentarse y luchar. Erradicaron el glorioso lema con que Churchill –en vez de halagar a sus compatriotas con una falsa y rápida victoria –les arengó diciéndoles que no les ofrecía más que sangre, sudor y lágrimas. Esta es la esencia de una verdadera situación de guerra, realista, sincera, viril…

    Y tenemos planteada una guerra, no sólo contra la delincuencia, sino contra la ignorancia, el egoísmo y –sin ninguna demagogia –todos los tipos de pobreza. Sólo con la conciencia del monstruo que tenemos enfrente y la voluntad de combatirlo podremos tal vez remontar y rescatar el milenario orden natural perdido (a sangre y fuego) por “obra y gracia” de los mercaderes de Satán, que lograron que…

La materia venciera al espíritu.

La democracia a la monarquía.

La ciencia a la sabiduría.

La tecnología a la religión.

El mercado al Estado.

La modernidad a la Tradición.

El hombre económico al hombre espiritual.

 
   A grandes males, grandes remedios, o sea grandes esfuerzos. Vitales, colectivos, heroicos, que transmutan realmente la materia. Como el del héroe real que llamó a la lucha sin cuartel, nunca al acomodamiento de bueyes cebados. Recordemos por quién y quiénes es que todavía somos Nación.

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