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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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domingo, 21 de enero de 2018

ARIO, CONCEPTO CULTURAL


 

   Mi hijo comenta al principio un trabajito muy interesante de Sri Aurobindo, publicado por Gustavo Carante y una respuesta de él. Sirva como elemento cultural reflexivo ante tanta confusión e ignorancia
   Ojo. Ario se pretende aquí como algo más que un aspecto racial. Sí. Pero NO LO EXCLUYE. Rechazando un racismo materialista o idealista exagerado y supremacista, y valorando los aportes de la biología, genética y la sophia perennis, sin tener un conocimiento acabado del tema, creo que las diferencias raciales no son casualidades o que consisten en apenas diferencias de color y métricas morfológicas. Hay algo más. Y creo que engarza con el tomismo y catolicismo tradicional (compatible en esto con otras tradiciones) de que lo creado refleja manifestaciones del Ser por grados y extensión. La cualidad y la cantidad en lo criatural no son variables al azar. Sólo el igualitarismo horizontalista vino a rechazar lo que es visible en la naturaleza: orden y jerarquía, diferencia y armonía. Hasta aquí Roberto López-Geissmann h.

El Cid Campeador -También ario
 
Gustavo R. Carante –Realizador de la publicación
EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA «ARIO»
 
 
Por Sri Aurobindo
¿Cuál es el significado del nombre «ario»?
  La pregunta se ha planteado desde más de un punto de vista. Para la mayoría de los lectores europeos, el nombre que figura en nuestra portada (1) probablemente sea un jeroglífico que atrae o cause rechazo según el temperamento. Los indios conocen la palabra, pero la misma ha perdido para ellos la importancia que tuvo para sus antepasados. La Filología occidental lo ha convertido en un término racial, una cuantificación etnológica desconocida sobre la cual diferentes especulaciones han fijado valores diferentes. Ahora, incluso entre los filólogos, algunos comienzan a reconocer que la palabra en su uso original no expresaba una diferencia racial, sino de cultura. Porque en el Veda, los pueblos arios son aquellos que han aceptado una clase particular de cultura del ser, de práctica interna y externa, de idealidad, de aspiración. Los dioses arios eran los poderes suprafísicos que ayudaban al mortal en su lucha hacia la naturaleza de la divinidad. Todas las más altas aspiraciones de la raza humana primigenia, su temperamento religioso más noble, sus más idealistas veleidades de pensamiento se resumen en este solo vocablo: ĀRYA.
  En tiempos posteriores, la palabra ārya pasó a expresar un particular ideal ético y social, un ideal de vida bien gobernada, honradez, cortesía, nobleza, rectas relaciones, valentía, gentileza, pureza, humanidad, compasión, protección de los débiles, liberalidad, observancia del deber social, afán de conocimiento, respeto por los sabios y eruditos, logros sociales. Era el ideal combinado del Brāhmana y el Kshatriya. Todo lo que se apartaba de este ideal, todo lo que tendía hacia lo innoble, pérfido, obscuro, grosero, cruel o falso, se denominaba ANĀRYA, no ario. No existe en el lenguaje humano palabra que tenga una historia más noble que la palabra ĀRYA.
  En los primeros días de la Filología comparada, cuando los eruditos buscaban en la historia de las palabras la historia prehistórica de los pueblos, se supuso que la palabra ārya provenía de la raíz AR, «arar», y que los arios védicos fueron llamados así cuando se separaron de sus parientes en el noroeste que despreciaban las actividades agrícolas y continuaban siendo pastores y cazadores. Aunque esta ingeniosa especulación tiene poco o nada para sostenerse, podemos aceptar en cierto sentido la derivación. Quienquiera que cultive -que are- el campo que el Espíritu Supremo ha preparado para él, su tierra de abundancia por dentro y por fuera, sin dejarlo infecundo ni permitiéndole que quede sin ser cultivado, sino que trabaja para obtener del mismo todo su máximo rendimiento, es por ese esfuerzo un ario.
 
  Si ario fuera un término puramente racial, una derivación más probable sería AR, que significa fortaleza o valor, de AR, luchar, de donde tenemos el nombre del dios griego de la guerra ARES, AREIOS, valiente o belicoso, quizás incluso ARETĒ, virtud, significando, como la VIRTUS latina, en primer lugar, fortaleza física y coraje y luego fuerza y elevación moral. Este sentido de la palabra también podemos aceptarlo. «Luchamos para ganar la Sabiduría sublime, por lo tanto los hombres nos llaman guerreros». Por Sabiduría implicamos la elección y el conocimiento de lo mejor, de lo más noble, de lo más luminoso, de lo más divino. Ciertamente, significa también el conocimiento de todas las cosas y la caridad y la reverencia hacia todas las cosas, incluso las más aparentemente malas, feas u obscuras, por el bien de la Deidad universal que elige morar en todo por igual. Pero, también, la ley de la acción correcta es una elección, la preferencia de lo que expresa la divinidad a la que encubre. Y la elección implica un combate, una lucha. No se hace fácilmente, no se aplica fácilmente.
  Quienquiera que haga esa elección, quienquiera que anhele subir de nivel en nivel para ascender a las cumbres de lo divino, sin temer a nada, sin desalentarse por el retraso o la derrota, sin amilanarse por la inmensidad porque es demasiado vasta para su inteligencia, ni por la altura porque es demasiado encumbrada para su espíritu, ni por su grandeza porque es demasiado inmensa para su fuerza y coraje, él es el ario, el luchador y vencedor divino, el hombre noble, el aristócrata, el mejor, el śreṣṭha de la Bhagavadgītā.
Intrínsecamente, en su sentido más fundamental, ārya significa un esfuerzo o un levantarse y una superación. El ario es aquel que lucha y vence a todo lo que dentro y fuera de él se opone al avance humano. La autoconquista es la primera ley de su naturaleza. Él vence a la tierra y al cuerpo y no consiente, como los hombres ordinarios, en su torpeza, inercia, rutina muerta y limitaciones tamásicas. Él vence a la vida y sus energías y se rehúsa a ser dominado por sus hambres y ansias o esclavizado por sus pasiones rajásicas. Vence la mente y sus hábitos, no vive en un caparazón de ignorancia, prejuicios heredados, ideas consuetudinarias, opiniones confortantes, sino que sabe cómo buscar y elegir, ser magnánimo y flexible en inteligencia incluso cuando es firme y fuerte en su voluntad. Porque en todo busca la verdad, en todo lo correcto, en todo lo alto y libre.
  La autoperfección es el objetivo de su autoconquista. Por lo tanto, lo que él conquista no destruye, sino que ennoblece y consuma. Él sabe que el cuerpo, la vida y la mente le son dados para alcanzar algo más elevado que ellos; por lo tanto, deben ser trascendidos y superados, sus limitaciones negadas, la absorción de sus gratificaciones rechazadas. Pero también sabe que lo Más Elevado es algo que no es nulidad en el mundo, sino que aquí y ahora se expresa en forma creciente una Voluntad, una Conciencia, un Amor, una Beatitud divina que se derrama, cuando se encuentra, a través de los términos de la vida inferior en el buscador y sobre todo en el entorno que es capaz de recibirlo. De aquello él es el sirviente, amante y buscador. Cuando lo alcanza, lo derrama sobre la humanidad en trabajo, amor, alegría y conocimiento. Siempre el ario es un trabajador y un guerrero. Él no se ahorra ningún esfuerzo mental o físico, ya sea para buscar lo Más Elevado o para servirlo. Él no evita ninguna dificultad, no acepta el cese de la fatiga. Siempre lucha por la venida de ese Reino dentro de sí mismo y en el mundo.
  El ario perfeccionado es el ARHAT. Hay una Conciencia trascendente que rebasa el universo y de la cual todos estos mundos son solo un problema secundario y un juego de roles. A esa conciencia él aspira y alcanza. Existe una Conciencia que, siendo trascendente, es aún el universo y todo lo que el universo contiene. En esa conciencia él extiende su ego limitado; se vuelve uno con todos los seres y todos los objetos inanimados en una sola conciencia de sí mismo, amor, deleite, energía que todo lo abarca. Existe una conciencia que, siendo a la vez transcendental y universal, acepta las limitaciones aparentes de la individualidad para el trabajo, para varios puntos de vista del conocimiento, para el juego del Señor con Sus creaciones; porque el ego está allí para convertirse finalmente en un centro libre del trabajo divino y el juego divino. Esa conciencia también tiene suficiente amor, alegría y conocimiento para aceptar; él es lo suficientemente poderoso como para efectuar esa conversión. Abrazar la individualidad después de trascenderla es el último y divino sacrificio. El Arhat perfecto es aquel que es capaz de vivir simultáneamente en todos estos tres aparentes estados de existencia, elevar lo inferior a lo más elevado, recibir lo superior en lo inferior, para que pueda representar perfectamente en los símbolos del mundo aquello con lo cual se identifica en todas las partes de su ser -el Brahman triple y trino.
(1)   La palabra «ārya» (आर्य) está impresa en escritura Devanagari en la portada de la revista del mismo nombre.

Gustavo Carante responde a R. López-Geissmann h.

  Así es Roberto, es inseparable la combinación de la impronta étnica más la superioridad moral. Se tiende a pensar que se es "ārya" por pertenecer a X grupo étnico. Pero si se carece de dignidad y de los valores que tradicionalmente se reputan al ario, se permanecerá en la mera ilusión de ser un individuo de semejante categoría. Además ario no es quien quiere sino quien puede (o en todo caso: quien quiere Y quien puede). Como sabemos en la Antigüedad se le daba una importancia suprema a la estirpe, al linaje. Por ello el mero hecho de ser blanco o eurodescendiente no lo convierte a uno automáticamente en un ārya. Hay otros factores imponderables que se deben tener en cuenta.

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