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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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domingo, 17 de diciembre de 2017

COMPRENDIENDO EL PESIMISMO Y EL OPTIMISMO


Presento, a través de dos arts. publicados en El diario de hoy –el 19 de diciembre de 2012 y la última semana del mismo mes en 2013 –mis conceptos relativos al Optimismo y Pesimismo los que, adecuadamente balanceados resultan en una eventual síntesis que, de asumirla puede catapultarnos hasta el Heroismo.

  De entrada, una de las frescas y geniales caricaturas de Quino que ilustra un tipo de optimismo utópico delirante… si vamos a creer en esa fábula demagógica; de hecho la astuta Mafalda no se la cree y ríe del absurdo.


 

 

Visiones para armonizar
PESIMISMO Y OPTIMISMO
                                                                            Roberto López-Geissmann

Un perdedor no es quien llega al último, sino aquel que se sienta y mira, y nunca ha intentado correr. Oscar Pistorius.

    ¿Se puede ser ambas cosas al mismo tiempo? Tal vez sí, pero claro que no opinando sobre el mismo punto y al mismo tiempo. Si el optimismo es una posición predestinada en la que siempre hay que pensar que todo va a arreglarse, que si sufres o dejarás de hacerlo o da gracias por ello, si te quiebras “¡qué bueno! Piensa que siquiera estás vivo”; que deja de lado todo análisis situacional, sea empresarial, político o filosófico para levantar fanáticamente una triste y patética banderita de conformismo… si piensas así no estoy contigo puesto que es una visión tan extravagante como el pacifismo extremo.

    Igual de negativa es la visión que postula que todo es para peor, que el mundo se mueve en una especie de “involución” por la que prácticamente no hay nada que pueda hacerse –de allí surge el nihilismo (de nihil=nada) e influencia ramas del existencialismo pesimista –, lo que paraliza y enfurece. Como el Ying y el Yang, como el equilibrio que postula la Tradición –con mayúscula, que es sabiduría y no mera costumbre -, como el concepto de armonía griego y la misma ciencia que niega el monismo, prefiriendo lo holístico (un sistema debe estudiarse como funcionalidad completa y no sólo una suma de partes) a lo unidimensional, que por definición peca de limitado. Así, el abordaje interpretativo del mundo y, no menos importante, la actitud a tomar en nuestro carácter y emociones, debe ser integrador y completo.

 
    La propaganda alemana en la 1ª guerra mundial decía que el pueblo con los nervios más sólidos ganaría, y ellos fueron los más nerviosos, por lo que fue Dostoiewski quien luego tomó auge con personajes más complejos, quienes, asumiendo sus pecados y falencias, se sobreponían sobre ellas y –a menudo sin superarlas –afrontaban y vencían los retos que las circunstancias les imponían. Como exponía el autor citado en su “héroe” del Idiota: “Fijar un polo, escoger una posición en la que el mundo se toma como ordenado… -lo que es cierto, pero no lo es menos el que desconocemos todos los alcances de ese orden, pero en vías a cuidar “el desquicie” mental y social postula la unilateralidad del orden fijo -... pensar como intercambiables espíritu y naturaleza…es ser el mayor enemigo del orden… un pensamiento que tome en cuenta el inconciente, al caos, destruye todo orden humano”.

    De allí que puedas tener una visión analíticamente pesimista de la civilización, en cuanto sientes que no va por buen camino –en buena medida por la estrechez de miras y el fanatismo –y al mismo tiempo tengas una visión optimista del comportamiento humano en cuanto concibes una posición de prueba asumida, de amor con esperanza en algo más que la materia y finalmente de heroísmo; hacer gimnasia del carácter, rodeado de espíritu conciente de un mundo grande, alto y hermoso… no es de todos pero también podemos, eso sí todos, tratar de asumir dentro de las ruinas, estar de pie en ellas.
 
OPTIMISMO, PESIMISMO Y HEROÍSMO

                                                                                           Roberto López-Geissmann

El hombre de talento es naturalmente inclinado a la crítica, porque ve más cosas que los otros hombres y las ve mejor. Montesquieu.

    Releyendo un viejo artículo de un amigo en el que dice que el optimismo consiste en observar la realidad en su mejor aspecto, y claramente expone que es verla en una de sus mejores posibilidades; que “optium” significa “lo mejor”; y ese “mejor aspecto” se recomienda como visión de vida. Aclaremos.

Si –condicional –Optimismo significase el ver la realidad a través de una criba que únicamente nos permita ver lo mejor que la realidad contenga, invisibilizando lo feo, lo malo, el peso de una realidad a sufrir (o luchar denonadamente, no en forma suave bajo cielos azules y música de hadas); ocultando de hecho los monstruos, los pantanos, las duras cumbres a superar… entonces diré que este optimismo no me gusta, que es un cebo para posibles molicies que se confíen en una falsa seguridad o probabilidad que de hecho se perfila muchísimo más improbable o dificultosa; que nebulizando la realidad invoca puertas de salida emocionales, que restan eventualmente la precisión que se requeriría para bien combatirla.

    El Pesimismo, si lo tomamos con la misma definición, con el sentido opuesto, sería deudor de las mismas críticas en cuanto parcial, nebuloso y definitivamente sería otro factor ocultante de la realidad. Sucede que los signos de los tiempos arrojan normalmente –desde hace mucho –una realidad más negativa y criticable, aunque quisiéramos que fuera buena y encomiable. Por ello, una visión certera y real del mundo, la sociedad y la humanidad, necesariamente contiene más elementos negativos (pesimistas) que positivos (optimistas), no porque así lo queramos sino porque así es. De lo que se sigue que usualmente la realidad, en nuestro momento histórico, tenga más de pesimista que de optimista.


    Pero si en cuanto realismo nos atenemos a lo dicho, alejándonos de la tesis del optimismo tal cual se comenta al principio, es imperativo reflexionar ahora lo siguiente… Una consecuencia del realismo (pesimista) es la desconfianza, pero recordemos que esta, como los buenos perfumes, estimula en una dosis adecuada, pero en una dosis excesiva nubla los sentidos. Lo que puede volcar la desesperación o la inanidad, dejar estupefactos y paralizados a los analistas; ello de suyo no es lo que recomendamos ni desde el punto de vista práctico ni desde la ética superior o la creencia espiritual. Aquí viene el giro.

    Es que si vemos el Optimismo como un no dejarse arredrar, amilanar –achicar, en guanaco –y sobreponerse al agobio, remontándolo y luchando en un calor interior en el que no le importe en forma absoluta (sino sólo relativamente) el triunfo objetivo, pero fundamentalmente por darse una disciplina de combate, ya sea física, emocional o espiritual que luche en aras a su “yo interno” –por Dios, por el diablo y porque si –pues estaríamos ante una definición más que aceptable, querida, de un sentido de optimismo que no se ciega ante la realidad viéndola en su “mejor aspecto”, sino que viendo lo que es… se atreve y lo enfrenta, gane o no gane, se debe a su esfuerzo, en él se nutre, por él se guía, orienta e inspira. Aunque claro este es el optimismo de la auténtica heroicidad. Cosa que existe aunque no se observe a menudo.

 

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