Presento, a través de dos arts.
publicados en El diario de hoy –el 19
de diciembre de 2012 y la última semana del mismo mes en 2013 –mis conceptos
relativos al Optimismo y Pesimismo los que, adecuadamente balanceados
resultan en una eventual síntesis que, de asumirla puede catapultarnos hasta el
Heroismo.
De entrada,
una de las frescas y geniales caricaturas de Quino que ilustra un tipo de optimismo utópico delirante… si vamos
a creer en esa fábula demagógica; de hecho la astuta Mafalda no se la cree y
ríe del absurdo.
Visiones para armonizar
PESIMISMO Y OPTIMISMO
Roberto López-Geissmann
Un
perdedor no es quien llega al último, sino aquel que se sienta y mira, y nunca
ha intentado correr. Oscar Pistorius.
¿Se puede ser ambas cosas al mismo tiempo?
Tal vez sí, pero claro que no opinando sobre el mismo punto y al mismo tiempo.
Si el optimismo es una posición predestinada en la que siempre hay que pensar
que todo va a arreglarse, que si sufres o dejarás de hacerlo o da gracias por
ello, si te quiebras “¡qué bueno! Piensa que siquiera estás vivo”; que deja de
lado todo análisis situacional, sea empresarial, político o filosófico para
levantar fanáticamente una triste y patética banderita de conformismo… si
piensas así no estoy contigo puesto que es una visión tan extravagante como el
pacifismo extremo.
Igual de negativa es la visión que postula
que todo es para peor, que el mundo se mueve en una especie de “involución” por
la que prácticamente no hay nada que pueda hacerse –de allí surge el nihilismo (de nihil=nada) e influencia
ramas del existencialismo pesimista –, lo que paraliza y enfurece. Como el Ying
y el Yang, como el equilibrio que postula la Tradición –con mayúscula, que es sabiduría y no mera costumbre -, como
el concepto de armonía griego y la misma ciencia que niega el monismo,
prefiriendo lo holístico (un sistema
debe estudiarse como funcionalidad completa y no sólo una suma de partes) a lo
unidimensional, que por definición peca de limitado. Así, el abordaje
interpretativo del mundo y, no menos importante, la actitud a tomar en nuestro
carácter y emociones, debe ser integrador y completo.
La propaganda alemana en la 1ª guerra
mundial decía que el pueblo con los nervios más sólidos ganaría, y ellos fueron
los más nerviosos, por lo que fue Dostoiewski quien luego tomó auge con
personajes más complejos, quienes, asumiendo sus pecados y falencias, se
sobreponían sobre ellas y –a menudo sin superarlas –afrontaban y vencían los retos
que las circunstancias les imponían. Como exponía el autor citado en su “héroe”
del Idiota: “Fijar un polo, escoger
una posición en la que el mundo se toma como ordenado… -lo que es cierto, pero
no lo es menos el que desconocemos todos los alcances de ese orden, pero en
vías a cuidar “el desquicie” mental y social postula la unilateralidad del
orden fijo -... pensar como intercambiables espíritu y naturaleza…es ser el
mayor enemigo del orden… un pensamiento que tome en cuenta el inconciente, al
caos, destruye todo orden humano”.
De allí que puedas tener una visión
analíticamente pesimista de la civilización, en cuanto sientes que no va por
buen camino –en buena medida por la estrechez de miras y el fanatismo –y al
mismo tiempo tengas una visión optimista del comportamiento humano en cuanto
concibes una posición de prueba asumida,
de amor con esperanza en algo más que la materia y finalmente de heroísmo;
hacer gimnasia del carácter, rodeado de espíritu conciente de un mundo grande,
alto y hermoso… no es de todos pero también podemos, eso sí todos, tratar de
asumir dentro de las ruinas, estar de pie en ellas.
OPTIMISMO, PESIMISMO Y HEROÍSMO
Roberto López-Geissmann
El hombre de talento es
naturalmente inclinado a la crítica, porque ve más cosas que los otros hombres
y las ve mejor. Montesquieu.
Releyendo un viejo artículo de un amigo en el que dice que el optimismo consiste en observar la
realidad en su mejor aspecto, y claramente expone que es verla en una de
sus mejores posibilidades; que “optium” significa “lo mejor”; y ese “mejor
aspecto” se recomienda como visión de vida. Aclaremos.
Si –condicional –Optimismo
significase el ver la realidad a través de una criba que únicamente nos permita
ver lo mejor que la realidad
contenga, invisibilizando lo feo, lo malo, el peso de una realidad a sufrir (o
luchar denonadamente, no en forma suave bajo cielos azules y música de hadas); ocultando
de hecho los monstruos, los pantanos, las duras cumbres a superar… entonces
diré que este optimismo no me gusta,
que es un cebo para posibles molicies que se confíen en una falsa seguridad o
probabilidad que de hecho se perfila muchísimo más improbable o dificultosa;
que nebulizando la realidad invoca puertas de salida emocionales, que restan eventualmente
la precisión que se requeriría para bien combatirla.
El Pesimismo, si lo tomamos con la misma definición, con el sentido
opuesto, sería deudor de las mismas críticas en cuanto parcial, nebuloso y
definitivamente sería otro factor ocultante de la realidad. Sucede que los
signos de los tiempos arrojan normalmente –desde hace mucho –una realidad más
negativa y criticable, aunque quisiéramos que fuera buena y encomiable. Por
ello, una visión certera y real del mundo, la sociedad y la humanidad,
necesariamente contiene más elementos negativos (pesimistas) que positivos
(optimistas), no porque así lo queramos sino
porque así es. De lo que se sigue que usualmente la realidad, en nuestro
momento histórico, tenga más de pesimista que de optimista.
Pero si en cuanto realismo
nos atenemos a lo dicho, alejándonos de la tesis del optimismo tal cual se
comenta al principio, es imperativo reflexionar ahora lo siguiente… Una
consecuencia del realismo (pesimista) es la desconfianza, pero recordemos que
esta, como los buenos perfumes, estimula en una dosis adecuada, pero en una
dosis excesiva nubla los sentidos. Lo que puede volcar la desesperación o la
inanidad, dejar estupefactos y paralizados a los analistas; ello de suyo no es
lo que recomendamos ni desde el punto de vista práctico ni desde la ética
superior o la creencia espiritual. Aquí viene el giro.
Es que si vemos el Optimismo como un no dejarse arredrar, amilanar
–achicar, en guanaco –y sobreponerse al agobio, remontándolo y luchando en un
calor interior en el que no le importe en forma absoluta (sino sólo
relativamente) el triunfo objetivo, pero fundamentalmente por darse una
disciplina de combate, ya sea física, emocional o espiritual que luche en aras
a su “yo interno” –por Dios, por el diablo y porque si –pues estaríamos ante
una definición más que aceptable, querida, de un sentido de optimismo que no se
ciega ante la realidad viéndola en su “mejor aspecto”, sino que viendo lo que
es… se atreve y lo enfrenta, gane o no gane, se debe a su esfuerzo, en él se
nutre, por él se guía, orienta e inspira. Aunque claro este es el optimismo de
la auténtica heroicidad. Cosa que existe aunque no se observe a menudo.
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