DEL ISCARIOTISMO A LA APOSTASÍA
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Doctor Antonio Caponnetto |
Difundo este nuevo libro del extraordinario catedrático e intelectual –doctor
en filosofía, don Antonio Caponnetto. Me he permitido escoger unos cuantos de
los párrafos en que él mismo presenta esta obra de indudable interés general.
Aquí se centra
nuestra acotada y lastimera pretensión. En intentar reflexionar sobre este
tránsito dramático que estamos padeciendo; y que, insistimos, aunque pródromos
tiene y no conviene nunca ocultarlos, hoy ha llegado a una cima que es sima.
Esto es, hablando en paradojas, a lo más alto de lo más bajo.
De cara a Dios,
ante el Sagrario, no creemos ser justos con nosotros mismos si nos acusáramos
de evasivos o de apocados. Creemos ser sencillamente prudentes si no definimos
más de lo que nos consideramos calificados para definir. Y lo que nos
consideramos calificados a definir es lo que brota de estas páginas: que se
está recorriendo, a la vista del que quiera ver, un horrendo camino que lleva
del Iscariotismo a la Apostasía. Y que a la cabeza de ese trayecto
atroz y abominable marcha quien debiera enarbolar el estandarte de Jesucristo,
como su representante en el suelo y en la historia. Lo secundan –con gloriosas
y admirables excepciones- una reata indigna de miembros de la
Jerarquía y una yeguada salvaje de laicos, impúdicamente engalanados de
los más negros atributos que definen al perfecto renegado, y al relapso imbécil
y pertinaz. Si así serán indefectiblemente las cosas en el porvenir inmediato,
no lo sabemos y deseamos que no. Pero que así son ahora, cuando escribimos
estas páginas, es una certeza que no podemos callar.
Por lo pronto,
sostenemos que en el presente, la cabeza visible de la Iglesia está
transitando del Iscariotismo a la Apostasía, con el consiguiente fruto de
perdición que eso conlleva: arrastrar a los fieles hacia un abismo de
alucinación, aturdimiento, infidelidad y caos. Y algo más grave aún: servir de
pista de aterrizaje para que La Bestia se aposente si ya llegó, o
tenga cómo desembarcar con holgura si su arribo fuera inmediato. Marcamos tres
tiempos o tres pasos aciagos de ese fatal itinerario. El “hazlo pronto” de
Judas; el “apártate de mí” imperativamente solicitado por Cristo a su apóstol
Simón, y el “no le conozco”, clavado como un puñal trapero por el mismo Pedro.
No es mal destino
(insistimos con esto) el de formar parte del pequeño rebaño. Lo difícil es
merecer un puesto en el mismo y perseverar en él. El desafío es cultivar esa
humildad genuina, no impostada, que según Santo Tomás distingue a quienes
forman parte de la pequeña grey. Lo árido pero gloriosamente meritorio, es
vivir de tal modo en la adversidad, que podamos recibir como escritas y
exclamadas para cada uno de nosotros estas palabras divinas: “No temas,
rebañito mío, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el reino” (Ls.
12,32). Ningún temor entonces. El combate contra la impostura y los impostores,
ocupen los cargos que ocuparen, reclama de nosotros gallardía y ardor.
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