Postiza, desequilibrada, fútil y basada en la ingratitud radical para con las generaciones anteriores, esa forma de vida produjo una tremenda acumulación de culpas inconscientes, las cuales, no pudiendo recaer sobre los culpados auténticos – que toleran la idea de culpas aún menos que la de la muerte - son proyectadas de vuelta sobre la fuente de sus beneficios inmerecidos. De ahí la aparente paradoja, tantas veces notada, de que el odio al capitalismo no germine entre sus supuestas víctimas, los pobres, pero justamente entre sus principales favorecidos: la clase media, los estudiantes e intelectuales, el beautiful people de los medios y de la moda, los hijitos-de-papá que van a la universidad en un BMW de cien mil dólares y destruyen el refectorio porque la comida no es gratis. No hay en ello paradoja alguna: hay sólo la lógica implacable de la proyección neurótica. La premisa oculta de esa lógica es el hecho de que el verdadero pecado del capitalismo, la ruptura del equilibrio natural entre placeres y deberes, no puede ser denunciado. Se volvió un tabú. Hay que entonces inventar culpas imaginarias, negar la realidad manifiesta de la prosperidad general creciente y, en un giro lógico formidable, imputarle al capitalismo inclusive la miseria de los países socialistas.
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Roberto López-Geissmann.
Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.
Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.
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martes, 14 de marzo de 2017
IZQUIERDA CAVIAR - Tomado de un art. de Olavo de Carvalho
Postiza, desequilibrada, fútil y basada en la ingratitud radical para con las generaciones anteriores, esa forma de vida produjo una tremenda acumulación de culpas inconscientes, las cuales, no pudiendo recaer sobre los culpados auténticos – que toleran la idea de culpas aún menos que la de la muerte - son proyectadas de vuelta sobre la fuente de sus beneficios inmerecidos. De ahí la aparente paradoja, tantas veces notada, de que el odio al capitalismo no germine entre sus supuestas víctimas, los pobres, pero justamente entre sus principales favorecidos: la clase media, los estudiantes e intelectuales, el beautiful people de los medios y de la moda, los hijitos-de-papá que van a la universidad en un BMW de cien mil dólares y destruyen el refectorio porque la comida no es gratis. No hay en ello paradoja alguna: hay sólo la lógica implacable de la proyección neurótica. La premisa oculta de esa lógica es el hecho de que el verdadero pecado del capitalismo, la ruptura del equilibrio natural entre placeres y deberes, no puede ser denunciado. Se volvió un tabú. Hay que entonces inventar culpas imaginarias, negar la realidad manifiesta de la prosperidad general creciente y, en un giro lógico formidable, imputarle al capitalismo inclusive la miseria de los países socialistas.
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