TRISTE
REALIDAD BUROCRÁTICA ACTUAL
Vivencias de primera mano, expresadas con
desgarrante dolor y vergüenza, ya que el agobio a que me referiré parece estar
tan cristalizado en demasiadas cantidades de empleados para que pudiese ser
superado. El caso es que efectivamente es una pequeña minoría la actuante (no
le doy coba al resto, que denota cobardía y, de mínimo, pobreza de espíritu) y
ese silencio de corderos, es realmente un cómplice sin el cual poco pudiesen
hacer los autores de los acosos, maltratos, imposiciones y burlas. Insto a que ¡salvemos
nuestra integridad civil, rescatemos nuestros lugares de trabajo! mediante
la solidaridad activa, la denuncia, el enfrentamiento audaz a los estúpidos
(perdón, bestias) que tanto dolor están ocasionando.
Todo está
perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa. Demócrito
Publicado en El Diario de Hoy del 24 de noviembre de 2014
BESTIAS EN EL
TRABAJO
Roberto López-Geissmann
Caridad, solidaridad, conciencia
universal, pero en cuanto los miro no distingo en cada uno de ustedes sino
desprecio por ustedes mismos y por lo que representan. Jean Raspail.
Un muy apreciado amigo, católico
practicante y que ha desempeñado varios puestos de mediano nivel,
mayoritariamente en el Gobierno, en una ocasión que me referí a un funcionario
de rango medio-bajo calificándolo como tonto,
me espetó preocupado: -¡No, no, no, mi amigo! No debe usted decir eso, ni
mencionar esas palabras… recuerde que en la Biblia se nos ordena no expresarnos
de esa manera para referirnos a nuestro prójimo –aquí citó un pasaje que
conozco realmente, pero no retengo el dato –en que siempre me llamó la atención
la palabrita “raca” y por extensión
hacia imbéciles y estúpidos. Con este precedente, opté por hacerle caso,
subiendo a los aludidos de categoría, llamándoles “bestias”.
¿A quiénes estoy refiriéndome? Ciertamente
no a la gran mayoría de empleados públicos ni privados; quienes tienen
–compartidos con las jefaturas –eso sí, la responsabilidad mayor o menor de tolerar, dar cabida y permitir las
fuertes y dolorosas influencias de las bestias en el trabajo, que no son
muchas. Veamos el cuadro vívidamente para entender e identificar la fea
situación que sufrimos muchos en el país.
Bestia es el que se erige en controlador
-¿será supervisor ad honorem oculto? –y
siempre está destacando hasta la mínima falla de los compañeros (uniformes,
atrasos, conducta y hasta bostezos)… aunque de él pueda decirse más, pero nadie
lo hace. Bestia el que nos impone su “música” (casualmente siempre chocarrera y
bajera –en áreas y tiempos de trabajo) dificultando además la concentración y
paz… pero haga usted lo mismo y verá como el bestia, acompañado siempre de una
o más bestezuelas, lo agrede a ud. ¿No se es bestia al referirse en forma
permanente y regular con lenguaje soez, dentro de las oficinas? Bestias hay
que aseguran que ellos se acostaron con tal o cual compañera (siendo a menudo
falso) y son coreadas por otros iguales, arrastrando la reputación de señoras y
señoritas, que no merecen esto aún si fuera cierto. Otro bestia es el que trata
mal y con desprecio a sus compañeros, sin percatarse que entre más humilde sea
el compañero, más cuidado debe utilizarse hasta para explicársele las cosas.
Igual son bestias los que se burlan de toda debilidad: económica, por la edad o
hasta por enfermedades.
Lo que me motivó a escribir esto es un
ejemplo, realmente excesivo, que ilustra estas bestialidades: acaban de matar a
dos vendedores, encontrándose ambos cadáveres destrozados en siete partes (es
real) y una bestia en “X” oficina se permitió hacer comentarios jocosos, absurdos e irrespetuosos del caso.
Agregado: Como ya en mis artículos periodísticos se me había limitado a
las escasas líneas de arriba no pude agregar más ejemplos ni comentarios. Ahora
agregaré tres reflexiones:
1.
Comienzo con ampliar el párrafo último: la noticia de los dos
vendedores despedazados. Si en un ambiente de adolescentes gamberros, tan
superficializados como carentes de valores, el comentario chocarrero no hubiera
resultado extraño (aunque siempre odioso) es inaceptable en el seno de una
oficina pública.
2.
A menudo el ambiente se satura en forma un tanto sutil, a pesar
de que nunca falta la broma pesada y el comentario altisonante. Llega a ser
patético el cuadro de rostros con sonrisa congelada, con frentes que miran al
suelo, con ojos que voltean para no ver (u oír) las “voces de mando” del par de
sinvergüenzas que hegemonizan en la oficina.
3.
Es incontestable que para que esto haya llegado tan lejos se
necesita de cierto apoyo en alguna jerarquía superior (aún fuere baja). No
estamos acá en el caso de los jefes abusadores o relajos, sino en el de
compañeros de similar nivel; pero la complacencia o apoyo siempre deben existir
–a no ser en un caso de brutal inconciencia o ausencia.
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