LA MAGIA ESTÁ EN LA
GRACIA
Les presento ahora mi comentario de la clásica obra El Mago
de Oz, de la MGM de 1939, dirigida por cinco grandes directores, con su
inolvidable música y la actuación de Judy Garland (madre de Liza Minelli), basado en el libro de Frank Baum. Considerado
uno de los más grandes films familiares y película de culto. Se publicó en El Diario de Hoy el 4 de febrero de
2007.
Con
su extraordinario mensaje en que la fantasía y la magia no son más reales que
el amor del hogar, pero que en el mismo se encuentra la base para trascender
del prójimo hasta el creador, ya que su magia
–o fuerza real sobrenatural –es la Gracia,
a través de la cual todo podemos y es también el camino de dorados ladrillos
hasta nuestra verdadera felicidad.
Democracia ni en los cuentos
EL MAGO DE OZ
Por Roberto
López-Geissmann.
Recién he visto la clásica
película El Mago de Oz, después de varias décadas, y mis ojos, sin la
ingenuidad infantil y con la carga de ciertos conocimientos que me alertan a
saber que, tras los mejores cuentos de hadas se esconden profundas esencias de
sabiduría, enterrada bajo una lectura de apariencia frívola y a veces hasta
ñoña –lo que constituye precisamente una forma esotérica –me arrojaron pues a
una lectura más interesante que la entretenida y querida pieza. Veamos:
1. Encuentro con Carlyle. Cuando Dorothy encuentra al
espantapájaros, al hombre de hojalata y al león cobarde y los incorpora en su
jornada a Oz para ver al Mago, estos tres personajes buscan, respectivamente:
un cerebro, un corazón y valor. El hombre completo, del que Carlyle escribió su
obra El genio, el santo, el héroe. Pero la búsqueda es llevada
por una NIÑA –aquello de que el que sea como niño accederá al reino de los
cielos –y al final cada uno de los tristes caminantes descubren que de hecho ya
tenían lo que buscaban. El Mago no es tal, sino un hombrecillo (bueno y bien
intencionado) que manejaba con puras ILUSIONES, o sea con propaganda e imagen,
a un conglomerado que vivía en la mera ciudad de la esperanza (Emerald City o
Ciudad Esmeralda) lo que es un Macondo... Pero no se vea aquí esto desde
un ángulo negativo, manipulador, sino desde el punto básico en que la ilusión
de la esperanza puede ser un acicate, una fuerza real para construir lo
verdadero, ya que no fue sino muy reales resultados los que lograron nuestros
personajes.
2. ¡No hay sitio mejor que el hogar! Es la conclusión a que arriba al
final de su extraordinaria lectura la pequeña Dorita, quien salió a buscar
mundo y aventuras, como una inolvidable historia del Libro de Oro de los Niños
que concluye en este riquísimo aserto. Se puede identificar a la bruja mala
como la parte sombría que interactúa con su ejército de seres horribles, monos
voladores (imaginación truculenta) y flores hermosas de perfume peligrosamente
adormecedor (placeres, hedonismo debilitante); siendo el hada buena como la
superconciencia (externa al hombre) y sus auxilios espirituales. Pero en todo
el camino no faltan los cuidados de unos por otros, la ternura del perrito Toto
y en general el hilo conductor que los redime, fortalece y devuelve a la
valiente niña (con nuevas luces) a su centro original, y este no es otro que el
Amor. El dirige, él cambia, él fortalece y él nos lleva a lo mejor que se pueda
encontrar, humanamente, en este mundo, que es el amor del hogar. Sólo superado por el de
Dios, a quien es más fácil encontrarlo a partir de aquel.
3. Democracia ni en cuentos. Después que el ilusionista honesto ha
ordenado a su país... no lo somete a la acción destructiva, disolvente y
degenerante de una mega asamblea que sólo por la machacona insistencia de
intereses oscuros puede verse como positiva para el género humano... lo deja
ante la responsable, ilustrada y devota actuación de unos pocos, el triunvirato
ya mencionado, que pueden con mejores posibilidades manejar el mundo de Oz.
Porque la lucha posible es la de ablandar corazones, superar ignorancias,
multiplicar inteligencias, elevar solidaridades, fortalecer voluntades,
potenciar éticas y exigir justicias, mas nunca será sino una utopía de nefastas
consecuencias el propugnar por una organización inorgánica, estructurada fuera
de la naturaleza, irreal e irritantemente simple como es la supuesta democracia
(objeto de todos nuestros sacrificios y nuestras desgracias). Ninguna historia
profunda, heroica o esotérica se ha basado jamás en los “valores inmortales y
sagrados” de la madre de todas las revoluciones, que sólo puede producir
tristes cuentos para tristes niños, contados por más tristes aduladores en
trabalenguas que jamás podrá compararse a los alegres, preciosos, profundos,
heroicos y sabios cuentos tradicionales.
Que la Filosofía perennis se
acoja a la poesía para inspirar buenas ilusiones a nuestros gobernantes, de las
que crean realidades, recordando lo que dijo el mártir español, que había que levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que
promete.
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