PARA ACABAR CONLA EDAD MEDIA
En esta obra la historiadora Régine Pernoud, conservadora de los Archivos Nacionales de Francia, pone en evidencia la falsedad de los múltiples estereotipos y “mitos” que durante casi cinco siglos han etiquetado 1.000 años de nuestra historia, los comprendidos por lo que se ha dado en llamar Edad Media. Basándose en el empleo de documentación histórica de valor indiscutible la autora demuestra, por ejemplo, cómo los siervos medievales gozaban de todos los derechos del hombre libre (podían casarse, fundar una familia, tierras, sus bienes pasan a sus herederos, ...) y que el señor no tenía sobre ellos derecho de vida y muerte; el siervo, eso sí, tenía que pedir permiso para desplazarse fuera de los dominios feudales o cambiar de actividad, pero esto se explica, según la señora Pernoud, por los imperativos agrícolas y sobre todo la estabilidad necesaria que implica el cultivo de una tierra, lo que por otro lado y a otro nivel, afectaban igualmente al señor, pues no podía vender, enajenar ni abandonar su tierra. Seguramente existen otras razones, de un tipo más profundo, como es la relación simbólica, luego intrínseca, de la casta campesina (los sudras de la tradición hindú) con la tierra, símbolo de la Substancia primordial, el siervo es en potencia lo que el señor feudal (kshatriya hindú) en acto, y esto en un ámbito determinado por el señorío: condado, ducado, marca, reino...
Otra idea preconcebida sobre la Edad Media que se deshace a la luz de los datos aportados por este libro es la de una mujer menospreciada, tratada poco menos que como esclava; el mentís lo proporcionan hechos como la actividad y dominio desplegados por mujeres como Leonor de Aquitania y Blanca de Castilla. La existencia de abadesas que llevaban báculo de obispo y ejercían un poder similar al de un señor feudal, la igualdad de voto entre la mujer y el hombre en las asambleas urbanas y rurales, el ejercicio de las más variadas actividades profesionales sin necesidad de presentar ninguna autorización marital... Igualmente queda claro que no fue una “época bárbara y miserable”, tanto por su legado espiritual, científico y literario como por la evidencia que nos ofrecen construcciones con la solidez y majestuosidad de las catedrales góticas y todo el arte medieval.
RÉGINE PERNOUD |
La lista de ejemplos podría ser muy larga. Sin embargo éstos ya son suficientemente importantes como para hacer sospechar al lector avisado en la existencia de una intención bien definida de querer desfigurar hasta la caricatura diez siglos de nuestra historia. Pernoud demuestra cómo la confusión continua de fechas que atribuyen a la Edad Media hechos ocurridos en el Renacimiento (como la caza de brujas o el retorno de la esclavitud), las dificultades de acceso a las fuentes históricas y su confusión con las literarias y el vacío universitario al que se ha sometido este período, han favorecido la proliferación de ideas tales como que “hasta el siglo XV la Iglesia no admitió que la mujer tuviera un alma”, cuando se sabe que en la época cobra especial importancia el culto a la Virgen María, o el conceder carta de realidad a la famosa frase, supuestamente proferida durante la matanza de Béziers de 1209: “Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos”, cuando ya en 1866 quedó demostrado que no procedía de fuente histórica alguna. Ya en 1923 explicaba Guénon que este interés por falsificar la historia tiene como objetivo el hacer pasar por “progreso” lo que no es más que una desviación mental, eso sí, de magnitudes enormes en el Occidente moderno, y que lleva a la sociedad a una separación cada vez mayor de los principios que la han de regir, y que precisamente eran los que sustentaban a la Edad Media.
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