EL LIBRO NEGRO DE
LA NUEVA IZQUIERDA
POR
AGUSTÍN LAJE y
NICOLÁS MÁRQUEZ
ESTE BLOG RECOMIENDA
ENFÁTICAMENTE SU LECTURA
Los investigadores Agustín Laje y Nicolás Márquez acaban de lanzar en Argentina “El libro
negro de la nueva izquierda”. En él analizan cómo los movimientos
pro LGTB y feministas, entre otros, representan la nueva lucha cultural que
encarnó el socialismo del siglo XX. El manuscrito se sustenta en el estudio de
unos 120 libros y otros tantos archivos y documentos de tal manera que nada
quede librado al azar.
¿Por
qué el título del libro?
Hubo un
excelente trabajo de investigación sobre la izquierda del siglo XX que terminó
materializándose en un libro best-seller titulado “El libro negro del
comunismo”. Los autores de este trabajo se propusieron mostrar las miserias y
los genocidios de la izquierda del siglo pasado. Pero junto a Nicolás Márquez,
interpretamos que de ninguna manera esa izquierda murió con la implosión de la
Unión Soviética en 1991 sino que se reconvirtió adoptando nuevos marcos
teóricos y novedosos arreglos estratégicos.
¿Entonces
hay una nueva izquierda?
Sí, una ”nueva
izquierda” que ya no busca movilizar a una clase obrera que entendió que el
sistema capitalista da oportunidades para el desarrollo, sino que busca definir
a los “sujetos” a partir de criterios culturales. “La
‘ideología de género’ es una de las armas culturales más potentes que tiene
esta nueva izquierda”
¿Cuál
es el discurso de este nuevo movimiento?
La izquierda
antes estructuraba su estrategia en virtud de la lucha de clases, y hoy su
lucha es cultural. Dentro de esa lógica, la “ideología de género” es una de las
armas culturales más potentes que
tiene esta nueva izquierda. Pero hay otras máscaras como son el indigenismo,
feminismo, ecologismo, derecho-humanismo, homosexualismo ideológico,
garanto-abolicionismo. Lo que nos proponemos, en una palabra, es
desenmascararla y mostrar sus miserias.
¿Cómo
se relaciona el movimiento revolucionario de mediados del siglo pasado con la
ideología de género en este momento?
El marxismo
diría que desde sus orígenes ya estaba mirando la cuestión de la mujer. Al
menos desde Engels. No hay que olvidar que éste escribió un librito titulado
“El origen de la familia, el Estado y la propiedad privada”, donde concluía que
“en la familia el hombre es el burgués y la mujer el proletariado”.
Se creaba una
suerte de identidad entre las luchas obreras y las luchas sexuales. Pero con
una advertencia importante: la lucha de la mujer debería estar subordinada a la
lucha de clases
Pero
con el triunfo de la URSS la mujer no se hizo más independiente…
La revolución
rusa y el experimento de la URSS mostraron que la cuestión de la mujer era independiente
de la cuestión de la clase y que la cultura no era un simple reflejo de las
relaciones de producción como pretendían los marxistas ortodoxos. En el libro
he investigado las condiciones de vida paupérrimas de la mujer soviética, que
lejos de liberarse, estuvo oprimida. “El socialismo no se construye más expropiando los medios de producción,
sino expropiando la forma de pensar”
¿En
qué momento se da el paso de una lucha de clases a una lucha cultural?
La afamada Simone de Beauvoir es un claro
ejemplo de eso. En la conclusión de su célebre libro ‘El segundo sexo’ advierte
que los cambios económicos no necesariamente traen cambios culturales y que las
feministas deben dar una batalla cultural.
En Occidente es
donde la lucha de clases empieza a transformarse en lucha cultural. El
socialismo no se construye más expropiando los medios de producción, sino
expropiando la forma de pensar, la cultura, los valores. Y aquí el orden se
invierte. Una feminista como Sulamith Firestone terminará diciendo que la
revolución feminista es condición para la revolución proletaria, invirtiendo a
Engels. “Empiezan unos
pocos desde la academia inventando ideologías y las van derramando a los medios
de comunicación”
¿Es
una transformación o una imposición dictatorial, como lo fue el marxismo en
su momento?
Es un proceso
gradual; una revolución pasiva, parafraseando a Antonio Gramsci. Empiezan unos
pocos desde la academia inventando ideologías y las van derramando a los medios
de comunicación. Primero hacen un poco el ridículo, pero ante la falta de
reacción y ante la subestimación, ese ridículo se va convirtiendo en opinión
políticamente correcta antes de que nos demos cuenta.
Cuando sus
postulados pasan a formar parte de nuestro “sentido común” y se vuelven
“políticamente correctos”, los aparatos coercitivos del Estado protegen esa
hegemonía con reprimendas a quienes la desafían. Ni hablar de las reprimendas
no estatales, sino sociales.
En el libro se
comentan casos de personas que incluso han terminado presas, por ejemplo en
Canadá, por haber discutido por Twitter con feministas.
¿Por
qué tan poca oposición a esta ideología?
Porque las
ideologías de la nueva izquierda siempre se inscriben en una dimensión de
moralidad aparente, que se presenta ante el gran público como “la voz de la
bondad”. ¿Quién puede estar en contra de reivindicar los justos derechos para
las mujeres? ¿Quién puede estar en contra de que un homosexual viva su
intimidad como lo desee? ¿Quién puede estar en contra de respetar el medio
ambiente, de salvaguardad los Derechos Humanos, o de garantizar los derechos de
los procesados? Pues nadie.
Pero la
izquierda hace una distorsión de todas estas justas causas, para hacerlas
funcionales a sus propios objetivos: atacar el sistema capitalista y los
valores en los que éste se sostiene.
Pero,
¿son acaso todos las causas que defienden estas ideas tan dañinas?
El feminismo en
sus orígenes demandó derechos políticos y civiles. ¿Quién podría estar en
contra de esto? Nadie. Nosotros lo festejamos y lo destacamos en el libro. Pero
mucho del feminismo contemporáneo pide excentricidades que atacan incluso las
libertades individuales: legalizar la pedofilia (Firestone, Millet, etc.),
obligar a los hombres por ley a orinar sentados (Partido de Izquierda Suecia);
prohibir el fútbol en los colegios (País Vasco, España); prohibir los mariachis
(grupos feministas en Colombia); prohibir video-juegos como Mario Bros (Anita
Sarkeesian en Canadá); promover el lesbianismo como forma de “resistir al
patriarcado” (Beatriz Gimeno en España); proponer “campos de concentración para
hombres” (Julie Bindel en Inglaterra), etcétera. El libro está plagado de
ejemplos.
Nuestro objetivo
es mostrar la verdadera cara de esta nueva izquierda que, en principio, se nos
presenta de forma tan simpática a partir de nuevas máscaras, entre ellas, el
feminismo y el homosexualismo ideológico que abordamos en esta primera entrega.
¿Tienen
un manual de acción?
No diría que
tienen un manual. Existe un libro que considero muy importante en esta
reconversión estratégica de la izquierda: “Hegemonía y estrategia socialista”,
publicado en 1985 por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Aquí ellos explicitan la
necesidad de pasar de una “lucha de clases” a una “lucha cultural”, y mencionan
de manera reiterada la necesidad que tiene la nueva izquierda de “hegemonizar”
a grupos bien específicos: feministas, homosexuales, ambientalistas,
indigenistas, etcétera. “No
hay un ‘manual táctico’, pero sí hay una obra “estratégica” que traza con
claridad la nueva forma que debe tomar la izquierda para no desintegrarse”.
¿Cuáles son sus métodos?
Sus
métodos son bien variados, pero hay un hilo conductor que atraviesa a todos
ellos: se trata de penetrar con un discurso de izquierdas a grupos
“minoritarios”, “marginales” o conflictuados para asegurarse dos cosas. Una,
reconstruir la militancia de izquierda. Otra, poner a esta gente contra el
sistema, aprovechando su potencial conflictividad.
¿Y
cómo lo hacen? Les crean un relato bajo el cual sus conflictos personales en
verdad son un producto del capitalismo y los valores occidentales
tradicionales, lo cual en muchos casos es bien paradójico y contradictorio.
¿Por qué es mentira?
Porque,
por ejemplo, las mujeres jamás estuvieron mejor que en la cultura occidental
(en el libro se exponen infinidad de datos al respecto); en tanto que los
homosexuales bajo el comunismo fueron perseguidos y masacrados mientras las
sociedades capitalistas les otorgaban el derecho a la intimidad, etc. “Es menester formar nuevos intelectuales dispuestos a meterse en
el lodo de esta batalla, dispuestos a ser etiquetado de las peores maneras e
incluso perseguidos”
¿Cuál es el fin último que busca el nuevo marxismo?
El
fin último es el mismo de la izquierda de siempre: destruir la “estructura
económica” capitalista y destruir la “superestructura” moral y cultural que
está asociada a aquella. La diferencia es que mientras la vieja izquierda creía
que destruyendo la estructura económica la mentalidad de la gente se transformaba
por añadidura, la nueva izquierda cree lo contrario.
Concretamente
el objetivo era modificar la mentalidad de la gente en primer lugar, y
por ello apuesta a una batalla cultural antes que por la lucha de clases que ya
suena a museo de antigüedades.
¿Cómo desenmascararlo?
La
nueva izquierda debe ser combatida en el campo en el que ella misma se
hizo fuerte: en el campo de las ideas. Sin una batalla cultural será imposible
derrotarla, porque su objetivo es precisamente la destrucción cultural. En este
sentido, es menester formar nuevos intelectuales dispuestos a meterse en el
lodo de esta batalla, dispuestos a ser etiquetado de las peores maneras e
incluso perseguidos. Si llegamos a una situación como la actual, en definitiva,
fue por habernos quedado callados durante mucho tiempo pensando que “la
izquierda es cosa del pasado”.
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