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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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sábado, 16 de julio de 2016

EL LIBRO NEGRO DE LA NUEVA IZQUIERDA

EL LIBRO NEGRO DE
LA NUEVA IZQUIERDA

POR AGUSTÍN LAJE y
 NICOLÁS MÁRQUEZ

ESTE BLOG RECOMIENDA ENFÁTICAMENTE SU LECTURA

Los investigadores Agustín Laje y Nicolás Márquez acaban de lanzar en Argentina “El libro negro de la nueva izquierda”. En él  analizan cómo los movimientos pro LGTB y feministas, entre otros, representan la nueva lucha cultural que encarnó el socialismo del siglo XX. El manuscrito se sustenta en el estudio de unos 120 libros y otros tantos archivos y documentos de tal manera que nada quede librado al azar. 
¿Por qué el título del libro?
Hubo un excelente trabajo de investigación sobre la izquierda del siglo XX que terminó materializándose en un libro best-seller titulado “El libro negro del comunismo”. Los autores de este trabajo se propusieron mostrar las miserias y los genocidios de la izquierda del siglo pasado. Pero junto a Nicolás Márquez, interpretamos que de ninguna manera esa izquierda murió con la implosión de la Unión Soviética en 1991 sino que se reconvirtió adoptando nuevos marcos teóricos y novedosos arreglos estratégicos.
¿Entonces hay una nueva izquierda?
Sí, una ”nueva izquierda” que ya no busca movilizar a una clase obrera que entendió que el sistema capitalista da oportunidades para el desarrollo, sino que busca definir a los “sujetos” a partir de criterios culturales. “La ‘ideología de género’ es una de las armas culturales más potentes que tiene esta nueva izquierda”
¿Cuál es el discurso de este nuevo movimiento?
La izquierda antes estructuraba su estrategia en virtud de la lucha de clases, y hoy su lucha es cultural. Dentro de esa lógica, la “ideología de género” es una de las armas culturales más potentes que tiene esta nueva izquierda. Pero hay otras máscaras como son el indigenismo, feminismo, ecologismo, derecho-humanismo, homosexualismo ideológico, garanto-abolicionismo. Lo que nos proponemos, en una palabra, es desenmascararla y mostrar sus miserias.
¿Cómo se relaciona el movimiento revolucionario de mediados del siglo pasado con la ideología de género en este momento?
El marxismo diría que desde sus orígenes ya estaba mirando la cuestión de la mujer. Al menos desde Engels. No hay que olvidar que éste escribió un librito titulado “El origen de la familia, el Estado y la propiedad privada”, donde concluía que “en la familia el hombre es el burgués y la mujer el proletariado”.
Se creaba una suerte de identidad entre las luchas obreras y las luchas sexuales. Pero con una advertencia importante: la lucha de la mujer debería estar subordinada a la lucha de clases


Pero con el triunfo de la URSS la mujer no se hizo más independiente…
La revolución rusa y el experimento de la URSS mostraron que la cuestión de la mujer era independiente de la cuestión de la clase y que la cultura no era un simple reflejo de las relaciones de producción como pretendían los marxistas ortodoxos. En el libro he investigado las condiciones de vida paupérrimas de la mujer soviética, que lejos de liberarse, estuvo oprimida. “El socialismo no se construye más expropiando los medios de producción, sino expropiando la forma de pensar”
¿En qué momento se da el paso de una lucha de clases a una lucha cultural?
La afamada Simone de Beauvoir es un claro ejemplo de eso. En la conclusión de su célebre libro ‘El segundo sexo’ advierte que los cambios económicos no necesariamente traen cambios culturales y que las feministas deben dar una batalla cultural.
En Occidente es donde la lucha de clases empieza a transformarse en lucha cultural. El socialismo no se construye más expropiando los medios de producción, sino expropiando la forma de pensar, la cultura, los valores. Y aquí el orden se invierte. Una feminista como Sulamith Firestone terminará diciendo que la revolución feminista es condición para la revolución proletaria, invirtiendo a Engels. “Empiezan unos pocos desde la academia inventando ideologías y las van derramando a los medios de comunicación”
¿Es una transformación o una imposición dictatorial, como lo fue el marxismo en su  momento?
Es un proceso gradual; una revolución pasiva, parafraseando a Antonio Gramsci. Empiezan unos pocos desde la academia inventando ideologías y las van derramando a los medios de comunicación. Primero hacen un poco el ridículo, pero ante la falta de reacción y ante la subestimación, ese ridículo se va convirtiendo en opinión políticamente correcta antes de que nos demos cuenta.
Cuando sus postulados pasan a formar parte de nuestro “sentido común” y se vuelven “políticamente correctos”, los aparatos coercitivos del Estado protegen esa hegemonía con reprimendas a quienes la desafían. Ni hablar de las reprimendas no estatales, sino sociales. 
En el libro se comentan casos de personas que incluso han terminado presas, por ejemplo en Canadá, por haber discutido por Twitter con feministas.
¿Por qué tan poca oposición a esta ideología?
Porque las ideologías de la nueva izquierda siempre se inscriben en una dimensión de moralidad aparente, que se presenta ante el gran público como “la voz de la bondad”. ¿Quién puede estar en contra de reivindicar los justos derechos para las mujeres? ¿Quién puede estar en contra de que un homosexual viva su intimidad como lo desee? ¿Quién puede estar en contra de respetar el medio ambiente, de salvaguardad los Derechos Humanos, o de garantizar los derechos de los procesados? Pues nadie.
Pero la izquierda hace una distorsión de todas estas justas causas, para hacerlas funcionales a sus propios objetivos: atacar el sistema capitalista y los valores en los que éste se sostiene.
Pero, ¿son acaso todos las causas que defienden estas ideas tan dañinas?
El feminismo en sus orígenes demandó derechos políticos y civiles. ¿Quién podría estar en contra de esto? Nadie. Nosotros lo festejamos y lo destacamos en el libro. Pero mucho del feminismo contemporáneo pide excentricidades que atacan incluso las libertades individuales: legalizar la pedofilia (Firestone, Millet, etc.), obligar a los hombres por ley a orinar sentados (Partido de Izquierda Suecia); prohibir el fútbol en los colegios (País Vasco, España); prohibir los mariachis (grupos feministas en Colombia); prohibir video-juegos como Mario Bros (Anita Sarkeesian en Canadá); promover el lesbianismo como forma de “resistir al patriarcado” (Beatriz Gimeno en España); proponer “campos de concentración para hombres” (Julie Bindel en Inglaterra), etcétera. El libro está plagado de ejemplos.
Nuestro objetivo es mostrar la verdadera cara de esta nueva izquierda que, en principio, se nos presenta de forma tan simpática a partir de nuevas máscaras, entre ellas, el feminismo y el homosexualismo ideológico que abordamos en esta primera entrega.
¿Tienen un manual de acción?
No diría que tienen un manual. Existe un libro que considero muy importante en esta reconversión estratégica de la izquierda: “Hegemonía y estrategia socialista”, publicado en 1985 por Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Aquí ellos explicitan la necesidad de pasar de una “lucha de clases” a una “lucha cultural”, y mencionan de manera reiterada la necesidad que tiene la nueva izquierda de “hegemonizar” a grupos bien específicos: feministas, homosexuales, ambientalistas, indigenistas, etcétera. “No hay un ‘manual táctico’, pero sí hay una obra “estratégica” que traza con claridad la nueva forma que debe tomar la izquierda para no desintegrarse”.
¿Cuáles son sus métodos?
Sus métodos son bien variados, pero hay un hilo conductor que atraviesa a todos ellos: se trata de penetrar con un discurso de izquierdas a grupos “minoritarios”, “marginales” o conflictuados para asegurarse dos cosas. Una, reconstruir la militancia de izquierda. Otra, poner a esta gente contra el sistema, aprovechando su potencial conflictividad.
¿Y cómo lo hacen? Les crean un relato bajo el cual sus conflictos personales en verdad son un producto del capitalismo y los valores occidentales tradicionales, lo cual en muchos casos es bien paradójico y contradictorio.
¿Por qué es mentira?
Porque, por ejemplo, las mujeres jamás estuvieron mejor que en la cultura occidental (en el libro se exponen infinidad de datos al respecto); en tanto que los homosexuales bajo el comunismo fueron perseguidos y masacrados mientras las sociedades capitalistas les otorgaban el derecho a la intimidad, etc. “Es menester formar nuevos intelectuales dispuestos a meterse en el lodo de esta batalla, dispuestos a ser etiquetado de las peores maneras e incluso perseguidos”
¿Cuál es el fin último que busca el nuevo marxismo?
El fin último es el mismo de la izquierda de siempre: destruir la “estructura económica” capitalista y destruir la “superestructura” moral y cultural que está asociada a aquella. La diferencia es que mientras la vieja izquierda creía que destruyendo la estructura económica la mentalidad de la gente se transformaba por añadidura, la nueva izquierda cree lo contrario.
Concretamente el objetivo era modificar la mentalidad de la gente en primer lugar,  y por ello apuesta a una batalla cultural antes que por la lucha de clases que ya suena a museo de antigüedades.
¿Cómo desenmascararlo?

La nueva izquierda debe ser combatida en el campo en el que ella misma se hizo fuerte: en el campo de las ideas. Sin una batalla cultural será imposible derrotarla, porque su objetivo es precisamente la destrucción cultural. En este sentido, es menester formar nuevos intelectuales dispuestos a meterse en el lodo de esta batalla, dispuestos a ser etiquetado de las peores maneras e incluso perseguidos. Si llegamos a una situación como la actual, en definitiva, fue por habernos quedado callados durante mucho tiempo pensando que “la izquierda es cosa del pasado”.

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