Publicado en El Diario de Hoy el 12 de octubre de 2007
HISPANIDAD, UN CONCEPTO DE ORGULLO Y DIGNIDAD.
Roberto López-Geissmann.
Se tiende a celebrar cada vez menos el
12 de octubre. A ciencia y paciencia de muchos gobiernos que, en su vacuidad,
los puede apantallar cualquier pelafustán que le mueva unas plumas de indio y
le pegue a un tepunahuaste. No me meto en este artículo con el nuestro, del que
ignoro lo que hace o deja de hacer en este sentido… más bien quiero comentar la
importancia que tiene en sí la conmemoración.
Primero y durante mucho tiempo fue el Día
de la Hispanidad. ¿Cuál es en sí su significado? En
ningún momento se ha tratado de una glorificación extrema y rastrera de ningún
país, lo que no sería saludable hacer, no sólo con nuestra Madre Patria, sino
que hasta con la nuestra propia. Por “hispanidad” se entiende la gran familia
nacida bajo la influencia de España –duélale a quien le duela, sobre todo en el
Imperio en el que no se ponía el sol –que es, como toda Gran Nación, un
complejo de historia, sentimientos, idiosincrasia y cultura, que producen y
reproducen, bajo una voluntad de destino en lo universal, otras naciones, más o
menos similares, en las que generosamente se les insufló una forma de vida y
pensamiento, una forma de pensarse y sentir al creador, un talante y un idioma.
Negar nuestro pasado histórico, nuestra
sangre y nuestra misma identidad es, ni más ni menos, lo que hacemos cuando,
sorprendidos por la vulgaridad rampante aliada del resentimiento vergonzante,
llegamos a decir: “lo nuestro” para señalar una confundida autoctonía que
parece salir de un trópico salvaje, de unos antepasados unilateralmente
indígenas y de una mentalidad cerrada que niega tozudamente la grandiosa veta
que representa el ser hispano, que, como dijo aquel “es una de las pocas cosas
de las que podemos estar orgullosos”. Si bien los padres naturales de cualquier
persona a veces no dan méritos de los que enorgullecerse y, aún así, lo noble
es encontrar sus aciertos y gracias, e inculcarlos a nuestra descendencia,
buscando lo mejor de la estirpe… cuanto más es ello cierto cuando se habla de
naciones y es todavía más obligado, porque no existe una sola etnia, nación o
imperio que no haya tenido errores (tan grandes como sus glorias), por lo que
no puede entonces más que ratificarse la propia dignidad, alimentada en lo
grande de la herencia, como ejemplo para nuestros hijos. No hacerlo es torpe,
inmoral y refleja una profunda decadencia, que sí es motivo de vergüenza.
Ahora bien, la empresa colonizadora
extraordinaria que llevó a cabo España en América es de tal envergadura y
calidad que merece de por sí otro artículo, más es oportuno mencionar “a
quiénes estorba y por qué”, dado que son los encargados perennes de mantener la
leyenda negra antiespañola.
Son
básicamente tres fieras: la
Política, la
Religiosa y la Ideológica. Aunque se interrelacionan las tres:
1. Políticamente una de las peores líneas globalizantes tiende a un
mundialismo informe, preñado de materialismo utilitarista, que pasa por chupar
(cual vampiro histórico) hasta la última gota de amor e identidad nacionales;
presenta un multiculturalismo falso y barato, que irrespeta lo real
reivindicando fantasías. Si tu, tu país (que no Nación), tu historia, tu
religión, tu cultura y tu gente no valen mucho: anúlate y vuélvete –no soldado,
sino –comprador o cliente universal.
Porque la política de los economicistas es desplazar LO político por el lucro.
2. Religiosidad es una palabra tan profundamente malversada que poco queda
por rescatar cuando las serias Religiones Tradicionales (o los jirones que
quedan de ellas) se ponen a la par de concepciones pobrísimas cuyo principal
credencial es el mismo poderío del número, la mediocre complacencia en un fácil
cumplimiento y un sentimentalismo histérico propio de la escondida
desesperación de quienes no se aperciben de lo que en verdad han perdido. Así,
el atacado aquí no es la catolicidad en sí solamente, sino que, a través de la
degeneración de esta concepción por el imposible ecumenismo en boga… aplastar
la esencia misma de lo divino… y la subsecuente facilidad en dominar, movilizar
(o inmovilizar) al rebaño para llevarlo hacia…!
3. Ideológicamente, es fácil entender que la revolución del tercer estado
(la francesa) ha pasado la antorcha incendiaria a una de sus hijas (la
comunista), que prescribe a través de Marx y sus teorías, una lucha permanente
contra las bases, no sólo del sistema, sino de la civilización misma, y en ella
se inscriben las gestas heroicas, las grandes ideas, la Tradición sobreviviente,
el orgullo y la idea de excelencia, servicio y sacrificio, por encima de las
perversiones del concepto igualitario extremo, el ansia hedonista y el egoísmo
resentido. Triunfando esto lo hará el dominio de lo nuevo, que es, contrario a
lo que se dice, lo más bajo y menos solidario.
Así pues, sirvan
estas reflexiones de acicate e investigación para unos y de alegre encuentro
con la sensatez y la cordura con los que aún no perdemos el Norte y que
tenemos, todavía, esperanza.
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