Aparecido en El Diario de hoy del 16 de Dic. De 2013.
Ahora que lo subo al blog le he agregado un par de reflexiones, que se pueden
ver al final del artículo.
LUCHAR AÚN EN APOCALIPSIS
Roberto
López-Geissmann
Muy pronto se verá que
los principales problemas del “mundo libre” no son el terrorismo y sus bombas:
es la vida regalada, el antinatalismo, el pacifismo dialoguista, el renegar de
las virtudes que hicieron a Occidente lo que fue. La lujuria, y no los
bárbaros, fue la principal caída del Imperio Romano. Como reza el epígrafe de
Apocalypto, “la destrucción —humo de Satanás mediante— viene de adentro”. Marcelo di Marco.
El apocalipsis o Libro de las Revelaciones
–libro único (o el más) profético de la Biblia, se tiene como el compendio más
grande de horrores cósmicos y de malas noticias, entre los libros sagrados.
Anuncia nada menos que el fin del mundo. Horrible, catastrófico, tenebroso,
superando e inspirando a Hollywood y los relatos de terror más espantosos. Es
una cuestión seria, que no podemos abordar acá, de la que sólo consignaré que
no se trata de cuentos delirantes de mal gusto, sino de la más clara visión sobre
el destino de la humanidad, la cual está cumpliéndose paso a paso. Y aunque la
línea fundamental es innegablemente católica, otras visiones religiosas,
esotéricas y antropológicas –unas cercanas y otras incluso muy lejanas al
cristianismo –comparten con mayor o menor exactitud los elementos escatológicos
contenidos en él.
Desde el concepto Kali Yuga a la Edad de
Hierro, todas estas percepciones no hacen sino presentar el movimiento de la
humanidad como una marea de ida y vuelta (o bien de ciclos, cada vez más
pronunciados) en la que la última “marea” no sería sino un Tsunami de
enormes y catastróficas proporciones. Sin embargo no necesitamos estar entre
creyentes y místicos para constatar, desde un punto meramente histórico,
sociológico y de observación civilizacional que estamos al filo de la navaja de
la historia. Desgraciadamente no se trata simplemente de un cambio de era
como quisieran los optimistas descifradores de códices mayas, los canalizadores
de la new age –nueva era de la confusión -, o los apóstoles del progreso
indefinido, todos ellos ciegos y enceguecedores; no matan la esperanza, dan una
falsa, escamoteando la verdadera, que es más dura y que tiene que construírsela
cada uno con esfuerzo. Valga para ellos el repetido dicho de Wells: La
serena confianza en el futuro es la más segura muestra de decadencia.
Pero el punto a presentar tiene dos
aspectos: Uno, el que estamos al borde de una explosión negativa
–ninguna iluminación, ningún “abracémonos todos hermanitos” ni ahí vienen los
extraterrestres a salvarnos. Dos, sí existe algo que se puede hacer, de
hecho lo único que se puede hacer bajo las circunstancias: unos dirán salvar su
propia alma inmortal, otros realizar un arca
(o varias) para salvar lo posible en medio del caos, o bien robustecerse en
pequeños grupos para al final estar de
pie entre las ruinas. Que todo ello se puede, pero la prueba más dura es
aceptar la imposibilidad de toda restauración –ni política ni religiosa –y
asumir la suprema heroicidad, como la del que por estos tiempos vino a morir por muchos.
Los dejo con una frase de Genta: “Hoy los
mandamases no necesitan héroes sino masas. La sola presencia del héroe
perturba, es un reproche implícito y contundente a los patanes, a los tibios y
a los cobardes. En estos tiempos antiheróicos, el tema del héroe es, pues, un
asunto contrarrevolucionario, católico por excelencia: viene a recordarnos que
aún quedan muchas cosas por las cuales es necesario jugarse entero, hasta dar
incluso la vida misma”.
A mi artículo original le agrego ahora un par
de reflexiones:
1. Estando en un “sejour” en China-Taiwán,
mi triplemente gran amigo (triple porque el “gallo chileno” es de casi dos
metros, es un gigante intelectual y un amigo del alma) de apellido casi de
cerveza alemana –Heinecke –me dio una clave de lucha para estos tiempos. Cuando
un tanto desesperanzado le hacía ver el tamaño de nuestras fuerzas y lo
desmesurado de las contrarias (unión de la derecha más corrupta y estúpida, con
la izquierda más fanática y retrógrada, con los hábiles burócratas
internacionales y las fuerzas poderosas del Mundialismo, que manipulan a todos)
me dijo después de pensarlo un poco y lanzar un suspiro: -Pues hombre, se logra
bastante. Los jodemos de lo lindo (casi textual). Esta respuesta, proveniente
de un intelectual superior pareciera escasa y/o inadecuada, pero bien visto, está pletórica de
sentido. Y es que no debemos ni podemos medir la eficacia de nuestro combate en
un sentido de visión nacional o mundial, sino histórico o incluso más exacto
“metahistórico”, lo que significa que nuestra acción, más que nunca no puede
estar ligada al acceso al poder inmanente o al triunfo concreto. Es de por sí
heroica sólo si tenemos la claridad de lo gigantesco del monstruo y de su
absoluta insuperabilidad. Pero aun así los porrazos, la divergencia, el develarles la farsa (así pocos sean los que se den
cuenta), el que vayan quedando constancias de la no unanimidad del conjunto, la
constancia histórica de la disidencia, el “joderlos”, el aguarles la conferencia
y a veces… hasta a ganarles. Todo eso es consustancial a las reglas
apocalípticas y no verlo así es como creer que estando una enorme ola sobre
nosotros la podremos detener a fuerza ¡jamás!, o la pasamos por abajo, con
fuerza, suerte y experiencia… o la remontamos como el “silver surfer”. Sobre la
naturaleza nueva de esta suerte de lucha y de heroísmo trata lo que sigue.
2. Hace 40 años, en París, se me
vino una visión-intuición en forma de relato poético sobre la lucha de un
puñado de hombres superiores luchando contra una canalla gigantesca, lo
intitulé Finalis y el lema o frase
principal era “Con Dios aunque pierda”, lo que se antoja blasfemo aunque el
sentido quería indicar que no se estaba con el Creador porque se creyera que
fuera el más poderoso, que al final vendría con el séptimo de Caballería a
rescatarnos del “Príncipe de este mundo”, sino porque sus principios nos eran
queridos, no es el “cargo” es la convicción profunda, que se enraíza con el Ser
mismo de nosotros con la esencia de lo que eres y que si lo dejas, también
dejarás de ser, perdiendo por la falta de acto toda tu potencia
(potencialidades propias) terminando tu existencia y siendo así, tu auténtico
final. En ese Dios aunque pierda y
las últimas palabras el diablo ganó
se confirma la más grande de las afirmaciones y el heroísmo más trascendente:
fiel a ti, Dios en tu interior, no lucho
porque gane o pierda mi causa, sino porque debo hacerlo así para cumplir mi
naturaleza. En estos tiempos pre apocalípticos la principal lucha es la
espiritual e interna, aunque como parte de ser integral de las cosas debemos
corresponder en lo exterior.
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