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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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jueves, 30 de junio de 2016

TIPO DE HÉROE Y DE LUCHA EN EL APOCALIPSIS

Aparecido en El Diario de hoy del 16 de Dic. De 2013. Ahora que lo subo al blog le he agregado un par de reflexiones, que se pueden ver al final del artículo.

LUCHAR AÚN EN APOCALIPSIS
                                                                                  Roberto López-Geissmann

Muy pronto se verá que los principales problemas del “mundo libre” no son el terrorismo y sus bombas: es la vida regalada, el antinatalismo, el pacifismo dialoguista, el renegar de las virtudes que hicieron a Occidente lo que fue. La lujuria, y no los bárbaros, fue la principal caída del Imperio Romano. Como reza el epígrafe de Apocalypto, “la destrucción —humo de Satanás mediante— viene de adentro”.  Marcelo di Marco.



    El apocalipsis o Libro de las Revelaciones –libro único (o el más) profético de la Biblia, se tiene como el compendio más grande de horrores cósmicos y de malas noticias, entre los libros sagrados. Anuncia nada menos que el fin del mundo. Horrible, catastrófico, tenebroso, superando e inspirando a Hollywood y los relatos de terror más espantosos. Es una cuestión seria, que no podemos abordar acá, de la que sólo consignaré que no se trata de cuentos delirantes de mal gusto, sino de la más clara visión sobre el destino de la humanidad, la cual está cumpliéndose paso a paso. Y aunque la línea fundamental es innegablemente católica, otras visiones religiosas, esotéricas y antropológicas –unas cercanas y otras incluso muy lejanas al cristianismo –comparten con mayor o menor exactitud los elementos escatológicos contenidos en él.
    Desde el concepto Kali Yuga a la Edad de Hierro, todas estas percepciones no hacen sino presentar el movimiento de la humanidad como una marea de ida y vuelta (o bien de ciclos, cada vez más pronunciados) en la que la última “marea” no sería sino un Tsunami de enormes y catastróficas proporciones. Sin embargo no necesitamos estar entre creyentes y místicos para constatar, desde un punto meramente histórico, sociológico y de observación civilizacional que estamos al filo de la navaja de la historia. Desgraciadamente no se trata simplemente de un cambio de era como quisieran los optimistas descifradores de códices mayas, los canalizadores de la new age –nueva era de la confusión -, o los apóstoles del progreso indefinido, todos ellos ciegos y enceguecedores; no matan la esperanza, dan una falsa, escamoteando la verdadera, que es más dura y que tiene que construírsela cada uno con esfuerzo. Valga para ellos el repetido dicho de Wells: La serena confianza en el futuro es la más segura muestra de decadencia.
    Pero el punto a presentar tiene dos aspectos: Uno, el que estamos al borde de una explosión negativa –ninguna iluminación, ningún “abracémonos todos hermanitos” ni ahí vienen los extraterrestres a salvarnos. Dos, sí existe algo que se puede hacer, de hecho lo único que se puede hacer bajo las circunstancias: unos dirán salvar su propia alma inmortal, otros realizar un arca (o varias) para salvar lo posible en medio del caos, o bien robustecerse en pequeños grupos para al final estar de pie entre las ruinas. Que todo ello se puede, pero la prueba más dura es aceptar la imposibilidad de toda restauración –ni política ni religiosa –y asumir la suprema heroicidad, como la del que por estos tiempos vino a morir por muchos.
    Los dejo con una frase de Genta: “Hoy los mandamases no necesitan héroes sino masas. La sola presencia del héroe perturba, es un reproche implícito y contundente a los patanes, a los tibios y a los cobardes. En estos tiempos antiheróicos, el tema del héroe es, pues, un asunto contrarrevolucionario, católico por excelencia: viene a recordarnos que aún quedan muchas cosas por las cuales es necesario jugarse entero, hasta dar incluso la vida misma”.

   A  mi artículo original le agrego ahora un par de reflexiones:
1.     Estando en un “sejour” en China-Taiwán, mi triplemente gran amigo (triple porque el “gallo chileno” es de casi dos metros, es un gigante intelectual y un amigo del alma) de apellido casi de cerveza alemana –Heinecke –me dio una clave de lucha para estos tiempos. Cuando un tanto desesperanzado le hacía ver el tamaño de nuestras fuerzas y lo desmesurado de las contrarias (unión de la derecha más corrupta y estúpida, con la izquierda más fanática y retrógrada, con los hábiles burócratas internacionales y las fuerzas poderosas del Mundialismo, que manipulan a todos) me dijo después de pensarlo un poco y lanzar un suspiro: -Pues hombre, se logra bastante. Los jodemos de lo lindo (casi textual). Esta respuesta, proveniente de un intelectual superior pareciera escasa y/o inadecuada, pero bien visto, está pletórica de sentido. Y es que no debemos ni podemos medir la eficacia de nuestro combate en un sentido de visión nacional o mundial, sino histórico o incluso más exacto “metahistórico”, lo que significa que nuestra acción, más que nunca no puede estar ligada al acceso al poder inmanente o al triunfo concreto. Es de por sí heroica sólo si tenemos la claridad de lo gigantesco del monstruo y de su absoluta insuperabilidad. Pero aun así los porrazos, la divergencia, el develarles la farsa (así pocos sean los que se den cuenta), el que vayan quedando constancias de la no unanimidad del conjunto, la constancia histórica de la disidencia, el “joderlos”, el aguarles la conferencia y a veces… hasta a ganarles. Todo eso es consustancial a las reglas apocalípticas y no verlo así es como creer que estando una enorme ola sobre nosotros la podremos detener a fuerza ¡jamás!, o la pasamos por abajo, con fuerza, suerte y experiencia… o la remontamos como el “silver surfer”. Sobre la naturaleza nueva de esta suerte de lucha y de heroísmo trata lo que sigue.






2.     Hace 40 años, en París, se me vino una visión-intuición en forma de relato poético sobre la lucha de un puñado de hombres superiores luchando contra una canalla gigantesca, lo intitulé Finalis y el lema o frase principal era “Con Dios aunque pierda”, lo que se antoja blasfemo aunque el sentido quería indicar que no se estaba con el Creador porque se creyera que fuera el más poderoso, que al final vendría con el séptimo de Caballería a rescatarnos del “Príncipe de este mundo”, sino porque sus principios nos eran queridos, no es el “cargo” es la convicción profunda, que se enraíza con el Ser mismo de nosotros con la esencia de lo que eres y que si lo dejas, también dejarás de ser, perdiendo por la falta de acto toda tu potencia (potencialidades propias) terminando tu existencia y siendo así, tu auténtico final. En ese Dios aunque pierda y las últimas palabras el diablo ganó se confirma la más grande de las afirmaciones y el heroísmo más trascendente: fiel a ti, Dios en tu interior, no lucho porque gane o pierda mi causa, sino porque debo hacerlo así para cumplir mi naturaleza. En estos tiempos pre apocalípticos la principal lucha es la espiritual e interna, aunque como parte de ser integral de las cosas debemos corresponder en lo exterior.

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