Publicado hace varios años en El
Diario de Hoy.
La columna nacional
Yo tenía un camarada
Por Roberto López-Geissmann
En las últimas semanas entraron al Walhalla -mítico paraíso de los
guerreros- tres camaradas. ¿Por qué me expreso en esos términos? Porque me
niego a claudicar en la batalla del lenguaje, dejándole a la izquierda la
exclusividad del bello término "camarada", que significa unidos en lo
ideológico, amigos por compartir una visión del mundo, compañeros de lucha,
hermanos de combate en la lid política. Es un concepto rico y único que por
nada del mundo tiene que ser dejado "al otro bando". Estamos hartos
de que esa derecha ramplona e ignorante, con la mirada estrecha y corta del
hombre económico, siga determinando nuestro paisaje político con ideas de la
Guerra Fría y riéndose con suficiencia de lo que no entiende. Pues no,
"camarada" no será un término "de los comunistas",
pertenece en general a los hombres que tengan su propia cosmovisión, cualquiera
que esta fuere, a los hombres que tomen a la política como algo serio y
respetable. Esto hace una diferencia. Asumámosla. ¡Que los nuevos políticos no
se avergüencen de serlo!
Los tres eran extranjeros con el corazón salvadoreño, con lazos de
sangre en nuestro suelo y un entrañable y probado amor por nuestra patria: El
Ing. André Rallión, francés de ideas tradicionales y "pied noir"
argelino, con relaciones con los admirados "centuriones y
pretorianos", que tan bien ha dado a conocer el escritor Jean Lartéguy, de
un pensamiento de la auténtica derecha francesa, un hombre que se adhirió a
cuanto grupo nacionalista parecía que podría realmente hacer algo bueno. Pequeño,
entusiasta y alegre, lo conocí menos que a los otros, por desgracia. Werner
Hoffer, esforzado y gigantesco austríaco, sus acentos pantagruélicos todavía
resuenan en el ADEMAR (Asociación de exalumnos Maristas), sirviéndome de
inspiración para un personaje de carácter en mi novela "Ángeles con
Espadas"; Herr Hoffer quiso tanto a El Salvador que no dudó en involucrarse
por entero, su pensamiento nacional revolucionario tampoco será olvidado. Jorge
Flores, a quien mejor he conocido y por quien más he de extenderme. Desconozco
si entre ellos se conocieron... en todo caso, lo harán ahora que se encuentran
en su espacio heroico entre los luceros.
"Yo tenía un camarada... de los buenos, el mejor" -dice la
canción-, y ello pocas veces se podrá aplicar mejor que a ese gran hombre
-tanto en lo físico como en lo intelectual y espiritual- que fue don Jorge
Flores Allende. Oriundo de Argentina, con mucha vida en el Paraguay y buen
conocedor de toda Sur América, Flores Allende es un caso excepcional de
fidelidad con sus ideas hasta el fin. Católico tradicionalista donde los haya,
gran conocedor de la filosofía tomista, la Teología, las Ciencias Políticas y
el Periodismo, era además un erudito de fina inteligencia que unía a un
extraordinario bagaje de conocimientos intelectuales y doctrinarios una
capacidad de acción práctica y de acción política al mayor nivel, y no me refiero
a ello como "potencial" ya que nuestro inolvidable Jorge estuvo,
conoció y realizó acciones verdaderas de tal importancia y a un nivel
internacional tan alto, que se pudieran realizar libros serios y novelas
basadas en sus ejecutorias.
Un verdadero talento que nunca fue -en nuestra tierra- reconocido en sus
auténticos méritos. Un gigante mental y de acción que pudo (y debió haberlo
sido) ser un asesor de los más altos niveles de la política nacional. Cuando se
necesitaban guerreros políticos, buscaron asesores financieros y publicistas y
no bastó con ello, se le intimidó, se le calumnió, se lo orilló a terminar
luchando por su subsistencia... a él, al gigante bueno y sabio, al hombre
valiente no lo quebró la izquierda, sino ese grupo de aprovechados que se dice
"derecha". Hiciste lo que pudiste, Jorge, y a nadie se le puede
exigir más. Estamos en los pesados tiempos básicos del Kali-Yuga. Era en que
los héroes no son tales y en que al parecer pesa más que el ser... eso lo
explica todo.
¡Pasemos revista! Camaradas Rallión, Hoffer y Flores... -y escucho al
unísono aunque muy distintas las tres voces de los nuevos legionarios de ese
cielo sin descanso, que a voz en cuello, vibrantes, con alegría y orgullo
responden-: ¡Presentes!
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