THE JOKER
-la
película-
Especial
para Arcisterio de
Roberto López-Geissmann
Cuando pertenecí al equipo gubernamental de
análisis de películas, mi visión fue siempre de fondo, lo que quería dejar como
mensaje final y no me extendía mucho en aspectos de cinematografía como el
director, actores, etc. Continuaré en esta línea. El film es comento es
extraordinario y complejo. Obtuvo tres nominaciones: a mejor actor, película y
director, ganando el León de Venecia en el Festival del mismo nombre. El
director y guionista fue Todd Philipps, con Scott Silver y la gran actuación
ganadora la ofreció Joaquín Phoenix. Si más preámbulos entremos a la guasa…
Advierto que este trabajo
puede ser un spoiler en ciertos momentos, luego si continúan pude molestarles
saber detalles interiores del argumento. Nuestra experiencia
cultural hace imposible que no tengamos prejuicios,
o juicios previos, dadas las características de obras y autores; lo importante
es que procuremos caminar sin anteojeras y buscando una justa evaluación de lo
comentado. Así pues, desde el momento que me enteré del enorme éxito del film
supuse que ello obedecería en buena medida al mensaje o trasfondo que el mismo
tuviera, que realmente es todo un fresco.
Empiezan a llover sentimientos –a
implantarse: El personaje aparece orlado de compasión, igualmente es
patético –ratas, mundo triste y pobre -y provoca la justa lástima del
espectador promedio, esta es la entrada a desarrollar una fina identificación a
través de la comprensión de las actitudes del “payaso profesional” que,
clásicamente lleva su entierro por dentro. Con luces de neón se impacta al
público con la tan publicitada idea de que la
sociedad es, al final del día, la culpable; que ella incuba sus propios
monstruos.
No iré más adelante sin subrayar que toda la trama,
los mensajes y tesis que contengan son extraordinariamente apuntalados por
un argumento, un guion, unas actuaciones y una dirección impecables para sus
objetivos.
Puesto que “la sociedad puede enloquecer y enfermar a sus miembros, hacerlos malos”
no puede derivarse otra lógica que una atenuación (sino la exención misma
total) de las acciones criminales. Una especie de antihéroe. Aunque realmente
es peor, una dosis de simpatía para la locura criminal.
Valeria Sabater, máster en psicología y
escritora española, dice: “Es solo un personaje pero aun así, nos
fascina. Y que nos fascine alguien que comete actos violentos, un sociópata con
aires de grandeza guiado básicamente por el deseo de venganza, es algo que al
mismo tiempo nos inquieta y que contradice incluso muchos de nuestros
principios morales”.
Pero la tesis sigue adelante incontenible.
Incluso los atisbos de bondad y simpatía no son sino trampas, falacias,
coyunturas que esconden la traición, el irrespeto, el insulto, como De Niro, en
el papel de Murray en su show, acoge primero y destruye después al “pobre
payasito”. La injusticia patronal. La madre misma ha ocultado una importante
verdad que hunde más profundo aun la siquis de Arthur Fleck (el joker-guasón).
No puede dejar de reseñarse la relación de este film con el laureadísimo “Taxi
Driver” (“casualmente” con De Niro como protagonista”), incluso en escenas
concretas como ante la televisión y la pistola, sobre todo el proceso de
enajenación que el taxista logra superar, al menos mejor que el payaso, siendo
hermanos de una patología relativamente compartida, aunque en taxi driver la
terapéutica del asesinato no funciona.
La “sociedad disciplinaria”, que postula
Michel Foucault en “Vigilar y Castigar”, sigue dispensando unas acciones, bajo
el paraguas no tan explícito de varios mensajes que se van sumando, con
retorcimiento ideológico muy premeditado, al conjunto general. Así la
injusticia como detonante, la clara condena a las armas, la mención de Wayne
padre como fascista –en la inteligencia que su hijo lo será exponencialmente. La
risa es una manifestación de escape, falsa felicidad y no aceptación, hasta ser
ya locura.
No es tan visible pero si constante el hecho
de restar responsabilidad al crimen y “filosofar” subrepticiamente sobre la
enajenación, evitando el que se planteé siquiera algún momento de grave error,
dejando todo como si en verdad de tratase de “fuerzas incontenibles de la
naturaleza”. Si es visible el que los niveles de pérdida de la realidad van
por etapas. Si las circunstancias socio-económicas son la primera puerta,
el fracaso y las burlas la segunda, el asesinato, crimen sin retorno, de los
odiosos ejecutivos (que, con todo, no merecen la muerte), y los saltos finales
de las traiciones de su amante, Murray, su madre y la misma sociedad –que
siempre está allí, como monstruo real al acecho, en las sombras –configuran el
salto al vacío, irredento y completo, hacia la locura.
¿Pero, cuál vendría siendo el giro que toma
la historia y su tesis subyacente? ¿Se trata únicamente de eximir
responsabilidades? No, esta es una primera parte. La pretensión es más extensa.
La locura debe y puede prevalecer sobre cualquier dispositivo de realidad para,
precisamente, cambiarla: la revolución es y será un salto efectivo sobre y
por encima de una sociedad enloquecedora que no hace sino producir locura y
delincuencia.
Un punto focal es una de las profundas
confusiones-decepciones-obsesiones del Joker: la paternidad supuesta (por él)
de Thomas Wayne, padre de Bruce, el futuro Batman. La furia se acelera al
descubrir toda esta confusa situación, que la película no deja absolutamente
clara a propósito. Y claro, la idea es el subconsciente deje a los “hermanos
Wayne” como dos justicieros locos, aunque el superhéroe será tal únicamente por
que lucha por un conservadurismo que precisamente del que abjura el otro. Para
Joker se acentúa la mentira torturadora de una madre enferma mental que en todo
caso, si dijo verdad, es la parte burlada proletaria de un explotador
capitalista que en cualquier forma lo desprecia y niega. Aquí está el giro
final.
Antes de constatar que la realidad es lo que
es, con lo que caería en la cuenta de su locura, adversa la realidad y pretende
imponer la suya propia con las consecuencias que fueren, aceptando todo lo que
por ello provenga. Y no es otra la condición marxista, en cuanto que pretende
la transformación de la realidad, no por verla con claridad y buscar cambiarla,
sino por la pretensión monstruosa de ajustar lo que es a lo que se quiere que
sea. Claro está que no es exclusivo del marxismo tal contrasentido, realmente
motivado por la negación patológica de todo lo que pueda detener el camino del
Poder.
De lo individual se parte a lo comunal a
través de lo comunicacional que debe ser depurado para lograr lo societal. Murray-De
Niro, después de aparecer como un tipo normal y eventualmente simpático, se
muestra como un abusador y egoísta, que no puede, por tanto, sino ser “ajusticiado”
por el arma de un payaso loco que de aquí en adelante se convierte en líder
político. La coherencia lleva a que, si el Joker no es culpable e incluso
es un valeroso denunciante de la enajenación de la organización social, la
lógica lleva a que sea una laudable labor “darle vuelta” a la misma, así sea a
través del saqueo y el asesinato.
El llamado a la turba de payasos
enmascarados, violentos y peligrosos tiene todas las características de una
realidad actuante en las verdaderas sociedades que constituyen nuestra
decadente civilización. Nótese que la masa exaltada, si bien se mueve embelesada
en torno al payaso criminal, está también realizando una cierta forma de
identificación con el mismo. En su violencia protestante subyace un odio y una
descarga violenta y catártica.
Hagamos un alto, antes de finalizar. Debe
quedar claro que en la opinión del que escribe no existe en ningún momento un
intento de apología de una sociedad enferma, con mucho de lo que
inconcientemente se insufla en el film. Que precisamente se puede realizar una
obra magistral de esta naturaleza porque ya el receptor mismo está instalado
para “entender” o traducir la mayoría de los mensajes tal cual se dan y porque
varios aspectos de los mismos son tristemente una realidad indiscutible.
Todo lo cual no implica la aceptación de lo
real como lo allí descrito, ni mucho menos, la reducción minimalista,
estereotipada y ortodoxa no está conectada con una completa versión de la
realidad. Es como si escoges la presentación de los peores barrios, la comida
más sucia y la gente más fea… dejando de lado la belleza del paisaje, la bondad
de mucha gente y la compleja identidad que toda comunidad tiene en sí. Pero es
que precisamente de eso se trata: de no permitir el contraste, ni los grises,
ni mucho menos los colores, es decir, un maniqueísmo que no admite más que (lo
que se ha estado ocultando) el pensamiento único, o la interpretación
restringida de lo real.
En la versión enfermiza y con anteojeras de
esta tesis –espectacularmente conducida y que, como sea, es magistral como
producción, para su provecho –el saqueo y el disturbio, la irrupción del “Poder
de la gente”, por grotesco que fuere, no son sino manifestaciones
esperanzadoras que impulsan una revolución a la que ya es pecado adjetivar con
nombre alguno, pero que es claro que pretende empoderarse a través del más
violento caos, que dé al traste con toda institucionalidad, sin preocuparse por
rescatar nada en absoluto.
Se perdió toda posibilidad de redención,
puesto que la aceptación de lo insoportable necesita de la locura… está será
realizada. Es más, para esta tesis la aceptación de un status quo es incluso más criminal y sería, en su sentido más
palpable, la verdadera locura. Se cierra el círculo antisistema.
Para algunos, que no tenemos interés en
defender el sistema tal como está es, sin embargo, insobornable la defensa de
muchos elementos y valores civilizacionales. Nuestro deber ha sido develar los
significados profundos.
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