P
Presento a
ustedes un artículo del gran pensador y filósofo argentino Antonio Caponetto,
pluma literaria, poeta, erudito, un auténtico polígrafo en suma. Pero necesito
agregar a este extraordinario escrito, del cual en el fondo no tengo una sola
reserva, una difícil opinión, que enlaza el fondo –de cualquier escrito –con
elementos de forma. Si se tratase de otro personaje tal vez no hubiese vacilado
tanto, pero tratándose de este respetado maestro, el aprecio y el temor de
asombrar negativamente, me hacen especialmente complejo abordarlo. Considero
que es factible, y a veces obligatorio, el que opinemos aunque se trate del
Papa –claro que en este momento la Iglesia carece de uno auténtico –por lo que,
sin más, vaya el comentario. Haré citas en rojo sobre breves retazos del
artículo en comento.
SOBRE CIMA
Y SIMA
Reflexiones
críticas para una lectura plena
Desde el célebre grito de Cambronne, en Waterloo –a lo que muchos
afirman que la primera palabra fue adjuntada por Víctor Hugo -: “¡MIERDA! La Guardia muere, pero no se
rinde”, se han lanzado a la historia algunos estrellatos válidos en que lo
soez se limpia por un luminoso rayo de sinceridad circunstancial.
En lo coloquial todos conocemos al tío o al
fulano (a) que tiene tal gracejo y personalidad para decir estas cosas que no
pueden verse sino ingeniosas y/o graciosas; el ritmo mismo, el acento, el
momento y forma de decirlos cabe casi en cualquier lugar y ocasión. PERO,
reparemos que semejante “arte” no está a disposición de todos, es algo válido
para la persona y el momento, aunque algunos consideren que “entre mi arte y mi
arte prefiero mi-arte”. Un imitador cualquiera no puede forzar la situación, le
sale mal.
Estilo y situación. Pero adjuntemos a ello
el término “santa cólera” en el entendido de arrebatos violentos causados por
un quiebre abrupto contra una situación o persona dada, que ha sido ferozmente
herida por un ente ordinario, salvaje o malo. En estos casos surge una “sainte
colére” que se justifica por el previo atentado; es una verificación de un
talante muy humano, que sin dejar de participar de justeza y equilibrio ha
tenido que encontrar otra armonía, gestando una posición de rechazo fuerte.
Jesús, cuando sacó con violencia a los
mercaderes del templo, en una formidable muestra de las cosas que El Señor
menos tolera –la degradación de la Iglesia por el comerciante de lo espiritual –no
es factible que les dijera: -señores, hagan el favor de desalojar su valiosa
mercancía de acá –sino la contundencia de sus voces debe haber sido fuerte e
intimidante, sin remilgos, como cuando trató a los fariseos de “raza de víboras”.
Todo esto, sumado al hecho que figuras señeras como la del Maestro Caponetto no
suelen proceder por sistema y costumbre con estos epítetos, como estoy seguro
que no tiene la gracia de aplicar la palabra fuerte en conversaciones o
discursos normales, precisamente porque no es la democracia la que muestra su
camino sino la gracia divina.
Bien claro ha dicho Caponetto las razones
principales por los que se ha perfilado este “daño mayor” a la sociedad, por
constituir un atentando contra el orden moral y natural, amenazando la
mismísima paz social y socavando la buena tradición. No es un hecho personal
sino histórico.
Por ello creo convencidamente que su
particular admonición, más abajo reseñada, es válida en todo sentido. Subraya
eficazmente el grado de ofensa bárbara y profunda que ha representado la
situación particular. Al efecto citaré párrafos que con absoluta claridad
demuestran lo antedicho:
La gravedad del asunto no está primero, en
esta ocasión, en la práctica explícita de la contra natura que
caracteriza al abyecto, sino en la total aquiescencia del padre que se gloría
en su vástago corrupto, en el deleite admirativo con que ha sido aceptado… y
está la gravedad principalmente en que el depravado exhiba con orgullo su
condición de tal, mientras su padre aprueba tamaña exhibición convirtiéndola en
Política de Estado… Lo que traslada su caso del ámbito de los patólogos al de
los politólogos, es que tamaño engendro ha sido convertido en
causalidad ejemplar de los nuevos tiempos, en paradigma epocal… el tacho de
basura fue colocado al fin como centro de mesa… Ya no es la honra del hijo
másculo que continua la estirpe, sino la jactancia del Dr. Frankenstein, que
cree haber desafiado con éxito la ley divina, sin saber el final que le
aguarda. Citando a Chesterton: si se niega lo sobrenatural, tampoco queda
lo natural. Queda la nada.
Dicho lo anterior, me permito sugerir a los
que consideren el uso permanente de “palabras fuertes” en forma sistemática y
constante en que midan semejantes mensajes, pensando no sólo en cuanto si son
merecidos por la ocasión o caen de perlas a los que se los enrostra, SINO
también en sus propias figuras públicas, porque como Don Antonio, nadie, o
poquísimos. Recordemos que insulta quien
puede, y no quien quiere.
ESTANISLAO
Por Antonio Caponnetto
|
Presidente argentino y su hijo |
Acaso como un símbolo infausto y bufo a la vez del
gobierno fernandino que acaba de peer el sufragio universal. Como un signo
nefando y burlesco de la nueva deposición popular; como una personificación
grotesca cuanto abominable del Régimen monstruoso dominante; y al fin, acaso
como efigie infame y sátira, obscena y ridícula de la democracia, ha sido
enfocado en el primer plano de los actores de la nueva inmundicia gubernativa,
la figura de Estanislao Fernández. El hijo degenerado del presidente, cuyo
oficio convicto y confeso tiene una decena de nombres eufemísticos en inglés,
pero un solo y frontal nombre en la pulida lengua castellana: puto.
La gravedad del asunto no está primero, en esta ocasión,
en la práctica explícita de la contranatura que caracteriza al
abyecto, sino en la total aquiescencia del padre que se gloría en su vástago
corrupto, en el deleite admirativo con que ha sido aceptado y ponderado por los
medios masivos, en el beneplácito de la clase política, en el silencio cobarde
de quienes deberían protestar a cuatro voces la ignominia; y está la gravedad
principalmente en que el depravado exhiba con orgullo su condición de tal,
mientras su padre aprueba tamaña exhibición convirtiéndola en Política de
Estado. Ya no es la honra del hijo másculo que continua la estirpe, sino la
jactancia del Dr. Frankenstein, que cree haber desafiado con éxito la ley
divina, sin saber el final que le aguarda.
El infeliz de marras, en sí mismo, es inmerecedor de
cualquier loa o ataque. ¿Qué predicar de un folículo, tubo o canal?; ¿qué
denostar o encomiar de la secreción o de la adrenalina? Lo que traslada su caso
del ámbito de los patólogos al de los politólogos, es que tamaño
engendro ha sido convertido en causalidad ejemplar de los nuevos
tiempos, en paradigma epocal y etario, en una especie de titán de la extraña
honra posmoderna de tenerse por náusea.
Su padre, que ha jurado insensatamente por los Santos
Evangelios, profanándolos de manera escandalosa y procaz, debería saber que en
aquellas sacras páginas que ignora y toma en vano, el buen progenitor de la
proverbial parábola del hijo pródigo, no es el que festeja que el descarriado
vástago habite en un chiquero, sino el que lo abandone para recuperar la
gracia. Alberto, claro, subvierte a sabiendas la enseñanza neotestamentaria. Y
al igual que su prole él es el insensato habitante de esa porqueriza de fetidez
ilimitada que da en llamarse kirchnerismo.
Nos adelantamos a una objeción de la que podría hacerse
portavoz algún buscapleitos. Va de suyo que hay otros muchos Estanislaos y
Albertos en la partidocracia entera, en la sociedad en general y en los
gobiernos anteriores al presente. El Macrismo, para decirlo con todas las
letras, no fue ni es otra cosa que un rejunte de amorales, apátridas y ateos
prácticos, siendo su testa visible y directriz un sujeto de múltiples
promiscuidades vividas o promovidas. Baste recordar al ingeniero emulando
públicamente a Freddie Mercury, para darse una cabal idea de su ética de bajo
fondo y sus predilecciones de albañal. Fue la pringue su vida y su elemento,
diría de él algún himno de resonancias sarmientinas.
No obstante, el matiz que hace del caso que comentamos
ahora algo casi sin precedentes, es que con él se cumple aquel vaticinio
trágico de Octavio Paz: el tacho de basura fue colocado al fin como centro de
mesa. La puerta del baño ha sido dejada intencionalmente abierta, y ya no dice
el mutante que “odia el <plop> de los zurullos”, sino que en breve ha de
crearle un Ministerio para que ejerza su peculiar función.
A la vista de esta “Estanislaoización” del peronismo
vigente podrían hacerse algunas reflexiones, si tiempo y ganas hubiera. Porque
antecedentes no faltan en la “tercera posición”, de posiciones nefandas
reivindicadas y presentadas como naturales. Desde las de su fundador, de quien
se llegó a decir que se lo quería igual, así se probara su condición de ladrón
y de invertido, hasta la de sus briosos militantes de la retaguardia que no
trepidaron en formar una rama que responde a la sonora nomenclatura de P.P,
siendo la primera consonante inicial del crudo nombre de la sodomía.
Pero no puede dejar de anotarse un fenómeno
significativo. Medio siglo atrás, los guerrilleros peronistas irrumpían
marcialmente en la Plaza de Mayo, canturreando que no eran maricas ni
faloperos sino “soldados de Far y Montoneros”. El tiempo –implacable verdugo si
los hay- les devolvió nietos como Estanislao, que cantan impúdicos y verracos
exactamente lo contrario: la jactancia de ser drogadictos y homosexuales. Más
un plus inevitable: aborteros, cobardes, asesinos de vientres maternos y
tronchadores inicuos del hogar constituido como Dios manda. Atributo este
último que cuenta con el beneplácito del mismo Bergoglio, quien no trepida en
recibir cortésmente a la eventual barragana de Alberto en el mismo Vaticano,
dentro de una cumbre mujeril prevista para cónyuges de Jefes
de Estado. ¿De qué conyugalidad estamos hablando?
Una vez más acertó el maestro Chesterton: si se niega lo
sobrenatural, tampoco queda lo natural. Queda la nada. Y de trágicas naderías
alzadas con el poder estamos hablando.
Vaya desde ya nuestro aviso, a propios y ajenos, a amigos
descorazonados por tantos males impunes a la vista, y a enemigos agrandados
precisamente por la lenidad de que disfrutan para ejecutar sus ruindades.
Nuestro aviso es simple y es claro: como argentinos, no
permitiremos que estaticen a nuestros hijos ni a nuestros nietos ni a nuestros
seres queridos. Como bautizados, no permitiremos que bergoglicen nuestra Fe
Católica, Apostólica y Romana. Así de fácil y de rotundo. Porque para tal
propósito el único poder que necesitamos no nos lo da la democracia sino la
gracia. Que ellos sigan engendrando Estanislaos, Máximos, Florencias o cómo se
llamen los desdichados muñecos. Nosotros seguiremos trayendo al mundo varones y
mujeres, a quienes Dios primero y María Santísima por delante, los criaremos en
el antiguo y noble propósito de vivir conforme al Decálogo.
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