Siempre impulsando la
cultura política –no sólo para suplir vacíos, sino para contrarrestar equívocos
–dejo estas consideraciones, de fácil lectura. Lo
subrayado en amarillo lo puso el que dirige el blog.
CÓMO EL MARXISMO CULTURAL DE LA ESCUELA DE FRANKFURT INVENTÓ LA
PERSECUCIÓN AL DISIDENTE.
La
Escuela de Frankfurt, inspirada por Gramsci, instituyó los nuevos dogmas culturales
como “políticamente correctos”. El analista Roniel Aledo expone cómo el
marxismo cultural impone la dictadura del
proletariado a quien se atreva a cuestionarlos.
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Ante la tremenda contrarrevolución,
verdadero milagro, que estamos viendo, cabe preguntarse: ¿Qué es
exactamente el marxismo cultural, producto de la Escuela de Frankfurt contra la
que la mayoría silenciosa de Trump se levanta? Pues bien, el marxismo cultural, obra de la
Escuela de Frankfurt, es la estrategia para debilitar y de hecho
exterminar el cristianismo y la cultura occidental. Una estrategia
que ha tenido un éxito arrollador en Occidente.
A principios del siglo XX muchos
radicales marxistas y anarquistas vieron con rabia cómo las masas no se levantaban
en revolución sangrienta y espontanea por toda Europa. El italiano comunista Antonio Gramsci decía que los obreros
no se levantaban en revolución porque estaban impregnados de la cultura
tradicional occidental en todas sus formes y síntomas:
Los hombres eran hombres y se
comportaban como tales, las mujeres eran mujeres y se comportaban como
tales, la gente creía en Dios, los europeos estaban orgullosos de su historia,
los franceses seguían orgullosos de su imperio, los británicos seguían orgullosos
de su imperio, los españoles seguían orgullosos de haber colonizado un nuevo
mundo, todos daban por seguro que la cristiandad era la verdadera religión y
las otras religiones falsas. Y todos seguían defendiendo que el ‘todo’
Occidental, desde Mozart a Davinci, de Copérnico a Cervantes, de San
Alberto Magno a Mendel, desde Pasteur hasta Tesla, de Shakespeare a Volta y
desde Wagner hasta Miguel Ángel, era superior a las otras culturas.
Esto era, según Gramsci, el freno mayor, el impedimento y
barrera que no dejaba avanzar la revolución en Occidente. Para
contrarrestar esto, Gramsci
decía que había que extirpar por todos los medios la cultura cristiana
occidental en un “combate cultural”, al que él llamaba “camino largo” o “marcha
larga”.
Esta “marcha larga” debía dirigirse hacia
todas las instituciones: universidades, escuelas, museos, iglesias, seminarios, periódicos,
revistas, hoy día también televisión, cine, etc. desde donde se
propague una anti-cultura que acabe con los cimientos y las convicciones de la
cultura cristiana occidental para que la gente, una vez debilitada en sus
convicciones, se adhiera a los ideales marxistas que antes habían rechazado de
forma natural.
Así pues nace la teoría (después
puesta en práctica con increíble éxito como vemos hoy día) de que hay que destruir todo (y
a todos) lo que defienda o promueva el cristianismo, la familia tradicional, el
rol natural del hombre y la mujer, las etnias autóctonas europeas, la
superioridad de la literatura, arte, y música europea, la creencia en Dios, el
orgullo en la historia europea (especialmente la conquista y colonización de
otros continentes, culturas y religiones), el hetero-sexualismo, y en fin todo lo que componía la cultura y
realidad occidental cristiana. Había que debilitar cual quinta
columna, desde dentro, la cultura de Occidente, debilitar la creencia en Dios, en la Ley
Natural, en el orden natural de la sociedad y había que defender todo lo que
fuera anti cristiano, anti Europa, anti Occidente.
Georg Lukacs, primer
director de la Escuela de Frankfurt.
|
GEORG LUKACS |
Así, en el 1923 nace en Frankfurt
(Alemania) el Instituto para la Investigación Social o,
simplemente, la Escuela de Frankfurt dirigida por el húngaro Georg Lukacs y financiada por
Félix Weil para diseminar y llevar a la práctica la estrategia concebida
por Gramsci. Sobre el objetivo de esta Escuela, decía su primer
director George Lukacs: “Vi la destrucción revolucionaria de la
sociedad como la única solución para las contradicciones culturales de
la época… Tal volteamiento mundial de valores no puede ocurrir sin la
aniquilación de los antiguos valores y la creación de otros nuevos por los
revolucionarios”.
Otros pensadores marxistas se
unieron al esfuerzo con dedicación: Adorno, Marcuse, Fromm, Benjamin,
Horkheimer, etc. “Horkheimer
afirma en su ‘Teoría Critica’ que la manera de destruir la civilización
occidental era el ataque sistemático a todos sus valores asociados a esta, y
así, por ejemplo, defendía
la destrucción del matrimonio y la familia con hijos”.
De inmediato la Escuela tuvo muchísimo éxito y tanto en el mundo académico
como en el cultural se empezó a notar la puesta en práctica de la
estrategia, algo muy reflejado en la decadencia de a
finales de la década de los años 20, los “locos” años 20. Sin embargo, tanto el
trabajo como la influencia en la cultura del instituto se detuvieron
bruscamente por la gran Depresión, primero, y por la II Guerra Mundial,
después.
Muchos de los
grandes arquitectos de la Escuela de Frankfurt se instalaron en la Universidad
de Columbia de Nueva York y esperaron tiempos más favorables para
impulsar de nuevo su revolución cultural. Fue en la década de los 60
cuando una nueva generación de adolescentes y jóvenes que no conocían la
Depresión ni la Guerra Mundial tomo de nuevo el proceso revolucionario de la
Escuela de Frankfurt. Así,
la Escuela de Frankfurt “explotó” con rotundo éxito en los 60.
La obra ‘Eros y civilización’ de Marcuse se convirtió en el
máximo fundamento doctrinal del hipismo. También es Marcuse quien reenfoca los
esfuerzos del marxismo cultural poniendo como máximo objetivo el ganarse y adoctrinar (lavar el
cerebro) a los universitarios de clase media y alta.
Por su parte Max
Horkheimer afirma, en su ‘Teoría Critica’, que la manera de destruir la
civilización occidental era el ataque sistemático a todos sus valores asociados.
Así, por ejemplo, defendía la destrucción del matrimonio y la familia con hijos
llegando a decir que el matrimonio puede ser cualquier tipo de unión donde intervenga la atracción
sexual sin ningún fin concreto.
De la misma manera Fromm
decía que la masculinidad y la feminidad no eran reflejo de diferencias
biológicas, sino que era imposición debida a la “opresión” que los
heterosexuales ejercían en la sociedad. Así, a la teoría y estrategia de la
Escuela de Frankfurt, una vez puesta en práctica, esto es una vez que salió del
salón de clase y empezó verdaderamente a destruir la cultura cristiana occidental, se le llamó
marxismo cultural. Según esta corriente, las personas de cultura
occidental son por definición una clase opresora y malévola por naturaleza.
En contraste, la nueva clase
oprimida y buena por naturaleza está constituida por todos los individuos de
cultura, religión y etnias no occidentales o por las minorías que contradicen
en sus acciones y pensamiento lo tradicional cristiano: todas las razas no
blancas, homosexuales, inmigrantes del tercer mundo, feministas, ateos
“científicos”, musulmanes, etc. “el propósito del
Marxismo Cultural era destruir todo lo que hasta entonces había sido la
Civilización Occidental: la cultura, la Ley Natural, el rol masculino en la
sociedad, el rol femenino en la sociedad, la creencia en Dios, todo lo pro
europeo, todo lo pro cristiano”.
Entre las armas que usa este
marxismo cultural, producto de la Escuela de Frankfurt, está la inmigración masiva de gentes del tercer mundo
con religiones y culturas ajenas a la europea, y la imposición de leyes de
“discriminación positiva” que favorezcan a todas las “minorías” (desde los
homosexuales hasta todos los que practican religiones no cristianas).
Y una fuerte imposición de leyes que
atenten contra los derechos de todos aquellos que defiendan la
Ley Natural moral, la cultura occidental, el rol natural de los hombres y las
mujeres, la familia tradicional, etc. En su ensayo ‘Tolerancia Represiva’,
Marcuse da nacimiento indirecto a lo que se convertiría después en el concepto
de nuestros días de lo ‘políticamente correcto’, o sea la dictadura del pensamiento que
condena con el martillo del rechazo, la vergüenza e incluso la multa o la
cárcel a todo aquel que se atreve a cuestionar los nuevos ‘dogmas’ impuestos a golpes y lavado de
cerebro por el marxismo cultural.
Decía Marcuse: “La conclusión
obtenida es que la realización del objetivo de la tolerancia exige
intolerancia hacia orientaciones políticas, actitudes y opiniones
dominantes y en cambio, la extensión de la tolerancia a orientaciones
políticas, actitudes y opiniones puestas fuera de la ley o eliminadas… esto es la intolerancia hacia los
movimientos de la derecha, y tolerancia de movimientos de la izquierda
(…) se extendería a la fase de acción lo mismo que de discusión y propaganda,
de acción como de palabra” (Tolerancia Represiva, Marcuse).
De ahí que entendemos que el
propósito del marxismo cultural era destruir todo lo que hasta entonces había sido
la civilización occidental: la cultura, la Ley Natural, el rol masculino en
la sociedad, el rol femenino en la sociedad, la creencia en Dios, todo lo pro
europeo, todo lo pro cristiano, la historia basada en la superioridad de una
civilización e historia fundamentada en la verdadera religión cristiana.
Para destruir eso había que imponer
todo lo que fuera anti europeo, anti cristiano, anti historia y legado europeo,
anti ley natural, anti rol natural del hombre y mujer en la sociedad. “En España también se vive aun con las leyes marxistas culturales
zapateristas y las persecuciones que cada día vemos contra los nuevos ¨herejes¨
que se atreven a defender el sentido común”. En España también se vive aun con las leyes marxistas
culturales zapateristas y las persecuciones que cada día vemos contra los
nuevos ¨herejes¨ que se atreven a defender el sentido común, la ley natural y
la razón contra la dictadura del pensamiento y lo políticamente correcto.
De esa manera y después de la gran
“explosión” del marxismo cultural en la década de los años 60, EEUU y el resto
de Occidente llevan ya casi 50 años sufriendo bajo esta revolución cultural y
social impuesta por los medios de educación y comunicación. Más aun, los últimos ocho años de Obama
sólo sirvieron para acelerar al máximo la profundidad y la devastación de ésta.
Durante los últimos ocho años, Obama impuso a martillazos y de manera
radical la revolución de la Escuela de Frankfurt, y por supuesto, la Europa
occidental siguió el ejemplo de su referente por excelencia (EEUU) intentando
copiar en todo a Obama para demonstrar lo ‘modernos’ que eran. Como decimos en
EEUU, monkey see, monkey do [N. del Editor: el mono imita monos].
Trump se ve como una muestra
de la contrarrevolución que ha tardado 50 años en llegar pero que finalmente
está aquí presente. El Brexit (medidas separatistas tomadas de un
referéndum, en la Unión Europea) son también síntomáticas de que la contrarrevolución ha
comenzado. La gente se revela, la mayoría silenciada empieza a hablar, y
los regímenes y engendros masónicos volterianos se empiezan a tambalear.
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