Sobre la exhumación de
Franco
Un punto de vista de Fernando Sánchez Dragó, que tiene
un significado especial ya que, por su oposición al franquismo cumplió
dieciséis meses de cárcel y permaneció exiliado siete años – Contesta a
Pedro Sánchez, presidente del gobierno español:
“¿Qué necesidad había, señor
Sánchez? -Dice usted, o dicen los suyos -, que exhuman a Franco por respeto
hacia las víctimas. Digo yo, llevándoles la contra, que profanar una tumba,
quienquiera que repose en ella, es siempre, sea cual sea el argumento
esgrimido, una falta de respeto.
Es curioso que para enterrar
a Franco por segunda vez recurran ustedes a una estratagema digna de la persona
que desentierran: gobernar por decreto sin que nada lo justifique es un recurso
propio de dictadores.
Los franquistas deberían
estarle agradecidos: usted ha resucitado a su líder, lo ha devuelto a la calle,
a los cafés, a la primera página de los periódicos, al imaginario colectivo, a
la memoria de quienes ya no lo recordaban y a la curiosidad de quienes apenas
habían oído hablar de él. El culatazo puede ser de aúpa.
Se entierran los cadáveres,
pero no lo que éstos simbolizan. Los ladrones de tumbas buscaban los supuestos
tesoros sepultados en ellas. Su móvil, señor Sánchez, es idéntico, aunque usted
no busca oro, sino seguidores. ¿De verdad cree que alguien le votará por lo que
acaba de hacer?
No sea cándido. La gente vota
por otras cosas. Más fácil es en este caso perder algún voto de quienes ya le
votan que ganarlo entre quienes no lo hacen.
Mientras Napoleón, Lenin,
Ataturk, Mao y el Tío Ho ¡menudos pájaros! siguen en sus mausoleos, la España
cainita escupe sobre su historia. Si verdad es que medio país odiaba al
Caudillo, no menos cierto es que el otro medio lo veneraba. Hablo del 36,
porque cuarenta años más tarde, esa proporción se había roto y eran ya muchos
más sus partidarios que sus detractores.
La editorial Renacimiento
acaba de publicar un interesante libro escrito al empezar la guerra por una
observadora australiana: Eleonora Tennant (Viaje por España). En él se lee:
"La técnica comunista
era casi idéntica en cada ciudad y pueblo (...). 1. Se saqueaban y quemaban las
iglesias. 2. Se torturaba y asesinaba a las monjas y los curas. 3. Se saqueaban
y quemaban las casas. 4. Se robaba o asesinaba (o ambos) a la gente por las
siguientes razones: a) por pertenecer a la clase alta; b) por ir a las
iglesias; c) por ser anticomunista o por no ser lo suficientemente pro
comunista.
Esas espantosas condiciones imperaban en todos los lugares hasta que
las tropas de Franco tomaron la localidad".
Media España, como mínimo, lo sabía y apoyó al Caudillo. No es
memoria, señor Sánchez (Sánchez Dragó se refiere aquí a Pedro Sánchez). Es
historia. Respétela”.
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