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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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domingo, 23 de octubre de 2016

MULTICULTURALISMO, LOBO CON PIEL DE OVEJA

UNAS PALABRAS SOBRE MULTICULTURALISMO


   Entre las definiciones directamente surgidas del posmodernismo se encuentra la de multiculturalismo. La primera aproximación al término mueve a la gente de buena voluntad a un acercamiento amigable y esperanzado porque es innegable que para una civilización como la nuestra (todavía con fuerte arraigo cristiano) es amable la tolerancia, la hermandad y lo solidario; es indudablemente un impulso humano edificante y positivo. Sin embargo… …

   Este concepto no es tan sencillo como parece, siendo un lobo con piel de oveja que torpedea bajo de agua a las sociedades con extremadas concepciones de igualitarismo extremo –que lleva su carga de injusticia; relativismo embozado –que lleva su carga de inseguridad ética y manipulación y –mucho ojo con esto: no proviene de un impulso globalizador de las élites, sino al contrario es uno de los caballos de Troya de estas para provocar aquella. Pues el Mundialismo, aunque abjure y trate de exorcizar la masificación diciendo precisamente que esta idea “cura” de ella, lo que hace directamente es provocarla, quebrando identidades, ideas, valores y tradiciones, fundiéndolas en una amalgama odiosa.

MUHAMED, MI RENINO NO ES DE ESTEMUNDO -¡EL MÍO SÍ!!


   Idealismo aparte, tiene sus bemoles, como dice una información de la red: Si en un barrio de una gran ciudad conviven tradiciones religiosas diferentes en un clima cívico y respetuoso estamos hablando de la cara amable y enriquecedora del multiculturalismo. No obstante, algunos analistas de los fenómenos sociales hacen hincapié en los aspectos problemáticos de este fenómeno de la globalización. En este sentido, hay un problema latente en la pluralidad y lo podríamos expresar con una serie de interrogantes: ¿son compatibles dos tradiciones culturales que valoran de manera diferente el rol de la mujer en la sociedad?, ¿es tolerable que un colectivo humano viva al margen de unas tradiciones de un lugar y que incluso pueda practicar costumbres contrarias a las leyes en vigor?, ¿es razonable ser tolerantes con aquellos que no practican la tolerancia?

   Queremos fundamentalmente promover la reflexión sobre esta importante concepción dejando la idea de que no es una cosa “fácil, sencilla e indiscutible”. Piense amigo mío, compare, lea y hágase su propia opinión. Es un mundo confuso. Los dejo con un buen artículo de mi hijo, sacado de su propio blog y con fotos y subrayados de este servidor.


Publicado en “Castillos y Trincheras” el sábado, 8 de octubre de 2016.


Diversidad cultural vs Multiculturalismo

Por Roberto López-Geissmann h.


Hablar de culturas diversas es constatar la realidad. Es reconocer el potencial de la riqueza y multiplicidad de las sociedades como forjadoras de cultura. Es admitir que existen elementos de valor en culturas ajenas a la propia, pero también, aspectos que consideramos no solo ajenos, sino además, negativos y que es al menos cuestionable, quererlos asimilar. De la misma manera, sabemos que nosotros mismos también contamos con elementos negativos en nuestro repertorio cultural y si somos gente de bien, no querremos tampoco exportarlos a otros colectivos.  En la diversidad cultural, asumimos la alteridad, la otredad y aprendemos a desarrollar diferentes formas de relación entre los diferentes grupos humanos. Todo esto es intrínseco en la naturaleza humana y fruto de procesos históricos, cambios ambientales y genéticos. 

 Multiculturalismo, por otra parte, es un paradigma posmoderno artificioso que pretende forzar  la interacción de la diversidad cultural, diluyendo así en muchos casos y con una constatación no siempre inmediata, los núcleos fuertes identitarios de las sociedades que acogen con este paradigma a comunidades con cultura que presentan fuertes puntos diferentes a la suya. Detrás de esta ideología subyacen a pesar de la buena voluntad de muchos de sus adherentes, intereses oscuros de élites que conscientemente buscan desmantelar los últimos bastiones de tradición auténtica, identidades fuertes y herencia en sus distintas manifestaciones que aún subsisten a pesar del embate revolucionario ejercido desde la modernidad.

Tras una aparente voluntad de unión y acercamiento, se esconde un pensamiento que tiende a la estandarización y homogenización. Se pretende que con una educación en la tolerancia y valoración del otro, se evitarán los conflictos que pueden darse debido al choque o incompatibilidad de creencias, actitudes y valores diferentes. Sin embargo, en la realidad suele mostrarse otro escenario. Porque de existir principios, valores, ideas y costumbres muy desemejantes y personas dispuestas a defenderlos, necesariamente habrá problemas. Es por eso que los ingenieros sociales promotores de un orden mundial globalizado trabajan en la deconstrucción de esos núcleos fuertes identitarios en las diferentes culturas, tratando de imponer valores alternativos con visos de universalidad. Valores e ideas suaves, relativistas, liberales, agnosticistas, bajo el eje de la tolerancia, que no se propone como la civilizada permisión paciente y temporal de un mal en vistas a un bien superior, sino más bien, se pretende imponer como la carta de ciudadana e inclusión de todo tipo de axiología ajena a la propia o a la de la mayoría en una sociedad, aun si es diametral y directamente contraria.

Diferentes tipos de sociedad en distintas épocas en la historia han conocido la diversidad cultural y reconociéndola, algunas veces de mejor forma que otras, han sabido guardar un equilibrio en que la convivencia con lo diverso no ha representado un problema grave. Considero que parte de ello se ha debido al verdadero respeto y conciencia identitaria. Cada grupo humano se ponía frente a frente, sabía quién era y con quién interactuaba. Con quienes quería lazos más estrechos y con quienes prefería evitarlos. Es decir, los pueblos podían decidir sus amistades y enemistades. Qué querían ser y hacia dónde ir. Qué principios custodiar y cuáles rechazar. Con el multiculturalismo cual lo entienden y aplican muchos de las élites mundiales, el acercamiento cultural no se busca desarrollarlo así, no solo en coexistencia y reglas consensuadas de vecindad, sino en amalgamamiento con diferentes aspectos como el ideológico, religioso y étnico. 



No es extraño entonces que surjan voces preocupadas y disidentes en distintas comunidades humanas, preocupadas por su porvenir como pueblo y comunidad. Implícitamente (y a veces de forma manifiesta), se les está tratando de hacer ver que aferrarse a sus tradiciones y manera de pensar o actuar, es quedarse fuera del "progreso" y de la "ciudadanía global". Una obsolescencia inaceptable.
La condición para "tolerar" estas "manías" dinosáuricas, es que se acepte la validez INTRÍNSECA de la otredad, aunque no se obligue a adherirla. Que no se cuestione su presencia y licitud en la sociedad, por más que toque fibras identitarias y axiológicas sensibles de la mayoría de la población, y aunque esto haya sido así por siglos enteros.

Este pensamiento mundialista disfrazado de democrático, se va imponiendo en los gobiernos, a través de organismos supraestatales, centros de educación, ONG's, etc. Y de él se valen en realidad, minorías con objetivos particulares, con frecuencia ajenos a la idiosincrasia popular.


Frente a esta acción política deconstruccionista y revolucionaria, es necesario promover todo aquello que redunde en el fortalecimiento de la soberanía nacional, de la libertad e independencia reales de los pueblos y en su capacidad para decidir su configuración cultural con una conciencia lo más clara posible de quiénes son, quiénes quieren ser y qué destino histórico quieren forjar,  no por vía de manipulaciones mediáticas e ideológicas.

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