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Pensamiento político alternativo ¿Es posible, podría servir de algo?
Arriesgándome a que se me tache de “pontificador” -al fin y al cabo el pontifex es el que elabora puentes, uniones, de comprensión en este caso- enunciaré algunos postulados básicos que ayudarán a comprender qué es lo que puede y debe ser un pensamiento político alternativo:
1. En lo que a ciencias políticas y sociales se refiere, la raza humana está todavía tan alejada de lo que pueda catalogarse como perfección, que únicamente una dosis increíble de pedantería -como la de Fukuyama o Marx, por ejemplo-puede establecer metas finales o, peor aún, postular un fin de la historia. Por lo que es absolutamente legítimo plantearse continuamente pensamientos que renueven, que mejoren la organización social, aun si esta fuera buena.
2. La caída del muro de Berlín es el mojón emblemático que la cultura light acostumbra identificar como el “fin del comunismo”, cuando estrictamente no es, sino el fin del sistema establecido en la Unión Soviética. Esa simplificación lleva a hacer creer que todo el pensamiento materialista histórico y dialéctico ha muerto, lo que no es cierto en absoluto.
3. La pervivencia de ese pensamiento ha sido notable, se ha inoculado en forma virulenta y mucho más inteligente que antes -dirigida por el arcángel Gramsci- hasta posicionarse a la diestra del Becerro de Oro. Y aquí vendría lo más delicado de esta tragedia: ya que ambos están escenificando el drama final, pero no son los autores de la obra ni la dirigen ni la pagan.
4. Así, en la política mundialista trabajan como buena yunta de bueyes los dos compinches, lo mismo que en su oposición; en el narcotráfico y el antinarco; en el terrorismo y el antiterro... y ello se les facilita en la medida en que no se piense más en otra cosa que el hacer rápido, delirante, irreflexivo; que no se cuestionen ya las relaciones entre hombre, gobierno y poder; que sólo pensemos en... comer, y para esto tienen que tenernos a todos débiles, pobres.
5. Luego la ¿alternativa... a qué? Debe responderse como la que, rechazando las posturas del materialismo de todo signo, busque vías distintas a la organización político-social, que encauce al poder sin divorcio de la ética ni del dulce sentimiento por los demás (ello exige romper el reino de la cantidad, que es el signo de los tiempos), y que logre edificar una teoría clara, coherente, libre de utopías, y por ello mismo practicable y combativa.
6. Los tres grandes errores a evitar: 1) Que proponga ideas realmente alternativas, pero, o bien de otra situación completamente distinta, de otros países muy diferentes o del pasado sin realizar un estudio serio de adaptación de lo que pueda efectivamente ser positivo aquí y ahora. 2) Lanzarse locamente, sin explicaciones, contra grupos, gremios o elementos aislados que contienen de hecho uno o más puntos en común y entre los que podría encontrar aliados. 3) Que divulgue un solo aspecto de la ideología alternativa (cualquiera que este sea).
7. Cualquier comunicación masiva de una alternativa de este género debe enfocarse diferente si es dirigida a una población con fines directamente políticos, o si se trata de sustentar una muy definida teorización, que sirva de base para tal o cual programa de acción, o, aún más distinto todavía, si la mueve un propósito únicamente cultural, que necesita de mayor peso específico.
Alguien podría preguntarme si personalmente creo en esto de políticas alternativas. Le diré que creo en la verdad, en la realidad posible de muchas ideas que poco se discuten por acá; creo que sí son ciertas, útiles, que podrían ser... pero que vayan a ser factibles en nuestro terruño, le diría: Es más fácil que se congele el infierno. Perdóneme, caballero -o señora-, pero si canto es porque tengo voz y me gusta la canción, pero no creo que llegue nunca al “hit parade”, acaso para que en un futuro se diga: -Algunos, al comienzo del Siglo XXI, podían cantar en El Salvador.
*Lic. en Ciencias Políticas.
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