Aclarando situaciones históricas que desde
hace mucho están ya aceptadas –que estaban erradas –aunque las aclaraciones,
además que para los buenos académicos, no han trascendido más que a una parte
muy minoritaria de la población, dados los intereses políticos y
desintegradores que siguen actuando, colando y subrayando (tergiversando) la
realidad histórica.
Las Cruzadas – Una Defensa
Por
Don Closson, The Crusades
Si
hay un mito que genera un cargo de conciencia en los cristianos y en la
civilización occidental, es la idea de que las cruzadas emprendidas por el catolicismo fueron un vergonzoso
episodio en la historia del cristianismo. Los apologistas del islam no pierden
ocasión de traerlo a la memoria para justificar el odio y resentimiento de los
predicadores en las mezquitas, y de las hordas musulmanas en las calles
quemando banderas y pregonando muerte a EEUU, Israel y/o al occidente en
general. Bin Laden y sus secuaces no se cansan de arengar al mundo musulmán
contra las “cruzadas” modernas por parte de Inglaterra y los EEUU. El humanismo
de occidente bate el mismo tambor como parte de su agenda anticristiana en
procura de la total secularización de nuestra civilización. La continua vilificación de las cruzadas en los
círculos intelectuales y los medios de comunicación es crucial para poder
culpar a la civilización occidental en general, y al cristianismo en
particular, del avance del terrorismo en el mundo.
La
indoctrinación ha sido tan exitosa que el ciudadano común y corriente, al
escuchar de las cruzadas, las concibe como algo negativo en forma automática.
Por muchos años los libros de texto, los planteles docentes de las
universidades, la prensa liberal, las documentales de televisión y las
películas de Hollywood, han pintado las cruzadas como el producto de las mentes
diabólicas del papado, de señores feudales sedientos de poder y riquezas, y los
instintos criminales de hordas de hombres miserables en busca de un botín. Por
supuesto, la idea es que los musulmanes fueron las víctimas inocentes de estas
turbas sedientas de sangre que quisieron imponer el cristianismo a la fuerza
sobre los tolerantes y progresistas pueblos del Islam.
El
panorama no es más alentador en círculos cristianos. Con mucho pesar, debemos
decir que la gran mayoría de los cristianos modernos conocen poco o nada de
historia. Sus principales fuentes de información sobre el pasado son, también,
las películas de Hollywood, los programas de televisión, y la ignorancia típica
del hombre de la calle.
Proponemos
en este breve bosquejo, una guía práctica para conocer la verdad acerca de las
cruzadas. Es nuestra esperanza que el lector sea motivado a profundizar en la
historia y conocer la verdad acerca de ellas, al mismo tiempo que toma en
consideración que la historia es más complicada de lo que los apologistas de
diferentes causas aducen a menudo. Factores como la pecaminosidad del hombre,
la corrupción de los sistemas políticos y religiosos, las rivalidades
ancestrales, los intereses feudales y la providencia divina ejerciendo su
soberanía al dirigir la historia hacia su escena final, son cruciales para
entender el “cuadro grande” del choque de civilizaciones. El bosquejo a
continuación es una base para que el alumno o el lector realicen su propia
investigación en búsqueda de los documentos y los datos históricos relacionados
con el tema.
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EL ASEDIO DE SAN JUAN DE ACRE, EN JERUSALEM |
Mito: Las Cruzadas fueron una agresión del
mundo occidental contra la cultura musulmana. Realidad: Las Cruzadas fueron guerras
defensivas, una respuesta a la agresión musulmana.
Mito: Las Cruzadas fueron una invasión de
territorios musulmanes. Realidad: Durante los 400 años anteriores a la
primer Cruzada, los musulmanes atacaron y sometieron Palestina, Siria, Egipto,
todo el norte de África y España (áreas cristianas por excelencia). Dos tercios
del mundo cristiano estaban bajo la espada musulmana.
Mito: El motivo de las Cruzadas fue la
ambición de la Iglesia Católica por expandir su poder. Realidad: Durante el siglo 11, los musulmanes
conquistaron prácticamente toda Asia Menor (Turquía moderna). El emperador de
Constantinopla, último bastión cristiano en la zona, pidió ayuda a los
cristianos del oeste europeo para defender su territorio. Ese fue el origen de
la primera Cruzada.
Mito: El objetivo de las Cruzadas fue
conquistar territorios. Realidad: El papa Urbano II propuso dos
objetivos específicos a los cruzados: 1) Rescatar a los cristianos del este, y
2) Liberar Jerusalén y otros lugares santificados por la vida de Cristo.
Mito: Los cruzados eran individuos sin
tierra ni recursos que aprovecharon la oportunidad para saquear otros pueblos y
hacerse ricos. Realidad: Este mito ha sido ya pulverizado por
la erudición. Los expertos ya están de acuerdo en que los caballeros cristianos
fueron en buena medida, hombres ricos dueños de suficiente tierra en Europa.
Estos hombres renunciaron a todo esto para cumplir lo que ellos llamaron una
“santa misión”. Muchos de ellos lo perdieron todo.
Mito: La piedad y el cristianismo de los cruzados
fue sólo una cortina de humo para esconder sus intenciones de dominación y
acumulación de riquezas. Realidad: Existen miles de documentos que
establecen que muchos cruzados estaban en conocimiento de su condición
pecaminosa y emprendieron su misión como un acto de penitencia, caridad y amor
por Dios (su teología fue errónea, cortesía de la iglesia de Roma). Por
supuesto, no estaban en contra de obtener botín cuando era posible. Unos pocos
se enriquecieron. La mayoría retornó sin nada.
Mito: El objetivo central de las Cruzadas
fue la conversión del mundo islámico a la religión cristiana. Realidad: A los musulmanes que vivieron en los
territorios conquistados por las Cruzadas se les permitió conservar sus
propiedades, su sustento de vida y su religión. La conversión forzada fue una
práctica exclusiva de los poderes islámicos, no de los cristianos.
Mito: La violencia manifestada por los
cruzados fue brutal. Varias masacres se llevaron a cabo. Realidad: La verdad es que los derramamientos de
sangre brutales sucedieron de ambos lados. Los musulmanes fueron, en general,
barbáricos en su tratamiento de los cristianos y judíos. Los prisioneros que
tomaron los musulmanes en la primera Cruzada fueron ejecutados, con excepción
de los que se “convirtieron” al Islam. El mismo Saladino, tan ponderado por los
libros de historia como un ejemplo de tolerancia, fue un gran carnicero.
Mito: Las Cruzadas fueron un fracaso total. Realidad: Si bien en las Cruzadas no faltaron
fracasos y derrotas, en el panorama más amplio establecieron el tono para
tratar con el imperio islámico y evitar su expansión. Fueron en ellas mismas un
acto de autopreservación cultural. Sin ellas, la civilización occidental
hubiera sucumbido y la religión cristiana hubiera desaparecido por mano de los
musulmanes, de la misma forma que extinguieron el Zoroastrismo en Persia.
*****
COROLARIOS:
Un dato muy importante para conservar
las cosas en su perspectiva correcta: Las Cruzadas comenzaron en 1096, el Jihad
comenzó en el 624, 472 años antes. A pesar de las Cruzadas, hacia los siglos
14, 15 y 16, los gobiernos musulmanes continuaban creciendo en poderío. Los
turcos otomanos continuaron avanzando hacia el oeste llegando hasta las puertas
de Viena.
La
Reforma Protestante, que acertadamente rechazó el papado corrupto y la doctrina
de las indulgencias, e inauguró una nueva era para la difusión de la Palabra de
Dios y la salvación de millones, trajo a colación su lado negativo. Si
bien presentó los defectos existentes y provocó la Contrarreforma, que puso en
buen camino la decadencia que había comenzado en la Iglesia, restó mucho poder
para enfrentar a la amenaza musulmana. Para muchos protestantes, la idea de persistir en el espíritu
de las cruzadas se transformó en algo impensable y antibíblico. Esto dejó la
responsabilidad de la lucha contra los voraces musulmanes en los hombros de la
Iglesia Católica.
En
1571, la llamada Santa Liga derrotó a la flota otomana en Lepanto, marcando el
comienzo de la neutralización del peligro del islam. Lamentablemente, el
monstruo vuelve a alzar su cabeza hoy, más amenazante que nunca.
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