Tomado del interesante blog de Alonso Gracián, llamado La
mirada en perspectiva, en relación a la “Genealogía de lo político y lo
teológicamente correcto”. Habla del errado personalismo, tan de moda, de Víctor Frankl,
igualmente del odio a la abstracción sostenido por Gabriel Marcel.
De tales ideas se nutre el Relativismo, que en todos los
ámbitos, filosófico, cultural, moral y religioso, provoca una serie de
actitudes y talantes ante la vida que no favorecen ni a la ciencia, ni a la convivencia,
ni menos a ninguna espiritualidad.
Sentido de la vida y odio a la abstracción
1.- El odio personalista
a la abstracción impide una adecuada comprensión del fin último,
cognoscible por la fe. La catequesis fenomenológica prefiere suscitar experiencias
de sentido, en lugar de enseñar los contenidos objetivos de la
revelación.
Uno de ellos, según el
tomismo, y muy principal, es la afirmación de la visión beatífica como fin
último sobrenatural del hombre creado y elevado.
Pero por influencia
modernista, sin embargo, se cree
en general, como lugar común de evangelización, que a descubrir el sentido de
la vida (el fin último) no se llega por un acto excelsamente razonable de
conocimiento teologal (la fe), sino por una experiencia, un diálogo no
mayéutico, un místico encuentro extraeclesial, como el que gusta al
luteranismo, o a las mil y una sectas reformadas.
La cerril desconfianza
de la razón, consecuencia de la
monumental crisis de fe que vivimos, ha generado una alternativa
posmoderna a la noción tradicional. Esta opción personalista no es más que un vago sentido logoterápico y
dramatúrgico de la vida, de los que tanto atrae a los fenomenólogos. Y cuánto
les encanta meterlo con calzador en los ambientes eclesiales, en la pastoral
prematrimonial, en las sesiones de formación…
Pero, ¿acaso el Gran
Teatro del Mundo es más real que la Creación?
Volver a Padres y
Doctores, y abandonar consejo de psiquiatras y dramaturgos, es vital para
reaprender a pensar el destino final del hombre, y comprenderlo con fe y razón.
Ya lo dice la paremia clásica: Allégate
a los buenos y serás uno de ellos. A bonis bona disce, aprende de los
buenos las buenas cosas. Allégate, cristiano, a Padres y Doctores, y asimilarán
tu mente a la de ellos. La novedad es mala hostelería para el católico.
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ESA CAUSA NO PUEDE SER TU SUBJETIVIDAD |
EL ODIO A LA ABSTRACCIÓN. VICTOR FRANKL
2.- El rechazo de
la abstracción.- Es la caracteristica esencial el modernismo. Y
lo ha heredado la posmodernidad, que es su legado. Para difundirlo, acude a divulgadores
de naturalismo, como el psiquiatra Victor Frankl (1905- 1997), icono para los personalistas,
que afirma:
«Dudo que un médico pueda responder a esta
pregunta con nociones genéricas, pues el sentido de la vida difiere de un
hombre a otro, de un día a otro y de una hora a otra. Por tanto, lo que importa no es el sentido de la vida en
formulaciones abstractas, sino el sentido concreto de la vida de un individuo en un
momento determinado» (V. FRANKL, El hombre en busca de sentido, Herder,
Barcelona 1979, p. 131)
El sentido de la vida
en formulaciones abstractas del que habla el fundador de la logoterapia, no es otro, como
decimos, que el fin último, tal y como la tradición metafísica de la
Iglesia, y en especial el tomismo, ha enseñado siempre. Frankl rechaza el numen
heredado, sustituyéndolo por un vago concepto existencialista de la búsqueda de
la verdad, en su acepción eudemónica y situacionista.
Causa pavor que en la
formación católica del clero y del laicado, en general, durante los últimos cincuenta años, haya
desaparecido prácticamente la referencia al fin último sobrenatural, sustituido
por mala comida intelectual, por psicologismos imprudentes, por literaturas
pasadas de fecha.
Es en definitiva un cambio de nutrición
de la mente católica, una morrocotuda irresponsabilidad dietética
de la mente posconciliar. Una cosmovisión, una Weltanschauung, como
dicen los pedantes, extremadamente proclive a la Moral de Situación, en que se
subordinan las esencias a las existencias: una mutación del alimento
espiritual, en que cada cual descubre su malnutrición, pero no quiere verla. Es
la gastronomía del avestruz. Por mucho que se compruebe el daño, se sigue
actuando al caso, como si nada sucediera.
Adviértase
cómo Frankl termina de exponer su tesis con términos que recuerdan intensamente
a la teología moral de Bernhard Häring:
«La noción del sentido de la vida también se
entiende desde el ángulo inverso: si consideramos que cualquier situación
plantea y reclama del hombre un reto o una respuesta a la que sólo él está en
condiciones de responder. En última instancia, el hombre no debe cuestionarse
sobre el sentido de la vida, sino comprender que la vida le interroga a él. En
otras palabras, la vida pregunta por el hombre, cuestiona al hombre, y éste
contesta de una única manera: respondiendo de su propia vida y con su propia
vida. Únicamente desde la responsabilidad personal se puede contestar a la
vida. De tal modo que la logoterapia considera que la esencia de la existencia
consiste en la capacidad del ser humano para responder responsablemente a las
demandas que la vida le plantea en cada situación particular» (Ibid., p.131)
—Nótese el órdago propuesto: el sentido de la vida no es algo cuya
esencia se pueda abstraer ni natural ni sobrenaturalmente, sino algo que
sólo se comprende experimentándolo en la propia situación, —en el aquí y
ahora, como diría el zen, y con él todas esas psicoterapias gestálticas
concertadas que tanto entusiasman a los colegios católicos pelagianos.
De aquí al relativismo
hay sólo un paso. Como si se dijera: que una idea sea veneno o no lo sea, no
depende de cuánta dosis de error contenga, sino del aparato digestivo de cada
uno.
EL ODIO A LA ABSTRACCIÓN. GABRIEL MARCEL
3.- La alergia a lo
abstracto como síntoma de relativismo.- Decía Victor Frankl que el
sentido de la vida “difiere de un hombre a otro, de un día a otro y de una
hora a otra.". ¿Cómo es posible que chorrada tan gaseosa
sea consumida por católicos? Es algo que me maravilla. Pero que tiene
explicación: la alergia a la
abstracción, difundida por el
personalismo.
—Y es que si se cree
que el ser humano no es capaz de ex-traer (abstraer) la esencia de las cosas, entonces se deja inexorablemente de creer en
una verdad objetiva, universal y esencial, es decir, en la naturaleza humana
creada Y ELEVADA por Dios.
Y así se substituye
inevitablemente la ley natural, inscrita en la naturaleza humana, por los valores, elegidos subjetivamente por un hombre u
otro, de un día a otro y de una hora a otra. Por consiguiente, se deja de
creer que hay naturaleza humana, se deja de creer que ésta está inmersa en un
orden metafísico esencial, eterno e inmutable; que posee un fin último
cognoscible por la fe y comprensible por la razón, y que este fin último es
fruto de la creación y elevación gratuita del ser humano al orden sobrenatural.
Y se termina por creer que encontrar el
sentido de la vida es una tarea subjetiva, que a quién le importa, sino a uno
mismo, y que es lo propio
de cada uno en su propia circunstancia y por su propia responsabilidad. Se
acaba por defender que la ley natural no abarca todos los casos particulares, y
que son lícitas las excepciones a los actos intrínsecamente malos, que cada
caso es cada caso. Lo decisivo es la respuesta personal, no las esencias abstraídas en normas
generales.
¡Es el relativismo, y
no otra cosa! —Amigo y hermano católico, si eres de los que odian la
abstracción, y crees que todo en la fe cristiana es misterio inextricable, ¿a
cuenta de qué denuncias el relativismo del mundo que te rodea, pero no lo ves
en tu propia casa? ¡Menudo tópico de autores neotéricos! ¡Menuda galería de
conceptos en rebajas! Cuenta con muchos defensores de prestigio. Gabriel Marcel (1889- 1973), por ejemplo, que
consideraba la abstracción un mal en sí mismo, y que decía, pletórico de prejuicios
anti metafísicos:
«Toda mi actuación está orientada a tantas y
tan variadas fuerzas creadoras y críticas que yo quisiera encauzar a la acción,
pero sin perder de vista lo que constituye el centro de mis anhelos: contribuir
a mejorar un mundo que amenaza perderse en el odio y la abstracción» (G.
MARCEL, Dos discursos y un prólogo autobiográfico, Herder, Barcelona
1967, p.13).
* * *
—El rechazo de la
capacidad de conocer las esencias con la ayuda de la fe y la gracia, por tanto,
tiene un nombre: RELATIVISMO. Soy consciente de que es político- teológicamente incorrecto
tachar de relativismo al admirado e idolatrado personalismo, pero es que es
así: una metástasis posmoderna del modernismo, con voluntad de ortodoxia, pero
víctima de él. No más que un alimento en apariencia apetitosa, pero de gran
toxicidad.
Deja a un lado tus libros posmodernos, deja
aparte tu educación personalista, y toma la Suma (…Teológica, de S. Tomás) entre tus manos y estúdiala. O si prefieres,
consulta buenos manuales de doctrina tradicional; la Síntesis de espiritualidad católica, del P. Iraburu y el P. Rivera, en Gratis
date; o la Teología de la perfección cristiana, y Teología
moral para seglares, del gran Royo Marín OP; son excelentes alternativas de
formación, que te proporcionarán doctrina sólida a salvo de experiencialismos y
subjetividades: te harán sanar de prejuicios contra la ciencia de la razón, y
constatar cuán débil y líquida es tu formación anti-abstractiva, prejuiciosa de
verdades inmutables, y odiadora de la metafísica.
4.- Hay que
iluminar las tinieblas con luces de razón y fe, en perfecta
subordinación y armonía, como proponía San Juan Pablo II en Fides et ratio y
su gran legado tradicional: Veritatis splendor.
Para hablar del fin sobrenatural del hombre
contemos siempre con vocablos excelentes, no con los mediocres. Es
mejor fin último que sentido de la vida. Como
enseña el refrán del Siglo de Oro, Ayunar, o comer trucha. Que
significa: no te conformes con medianías, en este caso,
psiquiátrico-literarias. Prefiere la trucha, es decir, la tradición intelectual
de la Iglesia. (En la literatura de Cervantes o Tirso de Molina, la trucha era
una comida distinguida). Pues bien, comamos trucha, no personalismo. Comamos
Padres y Doctores, no logoterapias ni literaturas.
Hay que iluminar las
tinieblas con la luz del FIN ÚLTIMO. Hay que hacerlo, porque si el católico no
lo hace, nadie lo hará. Hemos sido creados y elevados para la visión beatífica.
Cuán grande es el amor de Dios, que nos ha dado un logos para comprenderlo.
Porque nosotros, los
católicos, creemos en la razón y su armonía con la fe. Adiós personalismo,
adiós.
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