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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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lunes, 19 de diciembre de 2016

NO BANALIZAR LA NAVIDAD


Deseando de todo corazón FELIZ NAVIDAD PARA TODOS les presento dos artículos publicados en El Diario de Hoy en diciembre de 2012 y 2010 respectivamente. Dios colme de gracias y bendiciones esta su tierra devastada.



De pie, despiertos y en lucha…
NO BANALIZAR LA NAVIDAD
                                                                      Roberto López-Geissmann

De la religión de consumo no escapa ni el consumo de la religión, presentada como un remedio milagroso, capaz de aliviar dolores y angustias, garantizando prosperidad y alegría.  Alain de Benoist.

   Todos conocemos a personas buenas y responsables, gente piadosa, matronas conservadoras, pensadores agnósticos pero con ideas solidarias y amables, en fin todo tipo de gente de variada edad que expresan: que les molesta mucho (algunos hablan de detestar o hasta de odiar) la época navideña. Lo que esta queja expresa es el resentimiento de los que así se manifiestan –no siempre públicamente –por lo que califican como una “carga obligatoria para realizar una serie de gestos y gastos, de los que les molesta sobre todo el hecho de ser forzosos”. Analicemos ¿qué significa semejante idea, de dónde parte, es justificada? La cuestión trasciende por mucho la subversión anticatólica, aunque no está exenta de ella.
   En otro año procuré rescatar la buena idea navideña –con Santa y su parafernalia incluida –subrayando lo positivo en que consiste la promoción de la generosidad, de la bondad de regalar alegría, en un rayo de sol en medio de la penumbra secular, un tiempo de colores y de buena voluntad entre los hombres. Aún si esta experiencia se trate de desvincular de su neta esencia cristiana, que es una barbaridad y una ingratitud, posee valores humanos, naturales y sociales que no pueden ser discutidos, por ello, aunque no les agradara a los ortodoxos, pedí reflexionar en cuanto no atacar a “lo navideño” no cristiano, porque en el fondo su influencia sí lo era y toda la festividad es no sólo respetable sino un tesoro civilizacional.
   Como ha indicado de Benoist: “La fe imprime sentido subjetivo a la vida, objetivando la práctica del amor, mientras un producto crea apenas la ilusoria sensación de que, gracias a él, tenemos más valor a los ojos ajenos”. Sin embargo los “grinchs del infierno” no se han conformado con el absurdo de “descristianizarla”, sino que se mofan de todo otro símbolo de ternura, exageran el impulso de regalar enfangándolo en un consumismo que es precisamente lo contrario del espíritu navideño y hacen así, renegar a la gente del mismo y como dijera el citado… El pecado original de esta nueva "religión" es que, al contrario de las tradicionales, ella no es altruista, es egoísta; no favorece a la solidaridad, y si a la competitividad; no hace de la vida un don, pero posee. Y lo que es peor: hace como si fuera el paraíso en la tierra y manda al consumidor a la eternidad completamente desprovisto de todo los bienes que acumuló de este lado de la vida.


   Consecuentemente con el hecho de que “el consumismo es la enfermedad de la baja autoestima” nuestra pobre sociedad, pletórica de entes enfermos por parecer y entendiendo que el mayor y más caro consumo demuestra un status que eleva su inseguridad, se lanzan pues a regalar como prueba de potencia, por lo que rebelarse a ello parece natural a los que conciente o intuitivamente se den cuenta de la jugada. Sin embargo, lo combativo, ético y profundamente humano, hasta enlazar lo trascendente, es –apartando excesos economicistas –no rechazar al niño (ni Dios, al que tenemos dentro como lo mejor nuestro), abrir nuestro corazón al ángel luminoso de la generosidad y aceptar con caridad completa esta sacra temporada.


La Navidad es Amor, pero también…
OTROS SIGNIFICADOS DE NAVIDAD
                                                                                   Roberto López-Geissmann

    La Natividad es una de las más grandes celebraciones cristianas y sin lugar a dudas la más alegre. Su mensaje más difundido es el del Amor, esencia del cristianismo e identificación del mismo Dios. No es de extrañar que en este sentido sea aceptada, difundida y festejada por todos los hombres de buena voluntad. Dejemos en estas reflexiones toda estimación antropológica, toda crítica a la muy real comercialización y a la sorda lucha por “robarse” el verdadero sentido navideño de parte de la multitud de grinchs –de inconfesables grupos nefastos.
   Dando por sentado la lluvia de Paz y Amor, de ternura infinita de la Madre Celestial ante su Divino Hijo, hablaremos hoy de otros aspectos, menos meditados por lo general, que comprenden esta magna fecha.

1.     El pesebre es una cátedra se ha dicho, y una enseñanza indudable es mostrar que la suma perfección no estriba en la posesión abundante de bienes, sino en la felicidad de rendir libremente nuestra vida para servir los designios de Dios; el desprendimiento como convicción a buscarse. No al egoísmo.
2.     La celebración basa la alegría en que ya tenemos nuestro Salvador. Pues, como dijo Juan Pablo II, no puede haber una buena nueva mejor que la que Dios ha aceptado al hombre como hijo suyo, a través de este Hijo suyo que se ha convertido en hombre. Este misterio, de la Redención y la subsecuente posibilidad de salvarnos –no lograda por todos, pero sí por muchos –es el motivo superior de alegría posible, pues, al decir de San Luis Magno: “al cumplirse la plenitud de los tiempos… asumió la naturaleza del género humano para reconciliarla con su creador”.
3.     Es un canto a la vida, un rechazo a la muerte; el triunfo de la extinción a través de posibilitarnos la eternidad, inaccesible hasta ese entonces. Piense si no es suficiente razón para celebrar y agradecerlo.
4.     El regalo de Dios mueve al hombre a dar a sus semejantes. El agradecimiento, una de las más nobles fuerzas espirituales de los hijos de Dios, se mezcla con la alegría, se suma a la generosidad y busca poblar de sonrisas, de alivio, de unas gotas de felicidad festiva. Hermanando y gozando al dar a otros.
5.     Pensar en la dureza del camino y la inevitable Pasión que Nuestro Señor tuvo que arrostrar. Desde antes de nacer, San José y Santa María encontraron dificultades, superadas por las fuerzas espirituales, y luego el tremendo Gólgota con que nos invita a cargar una cruz –no a cantar himnos y panderetas –y predicar, en posibles desiertos rodeados de falsos profetas, siendo este un mapa de la vida del hombre.

   Nosotros tampoco podemos ir a la gruta de Belén sin nuestro regalo. Y el mejor que le podemos ofrecer al Niño Dios es el propósito de acercarnos más a él, cumpliendo sus mandamientos y luchando contra el enemigo, el mentiroso, que es el mundo y la modernidad. Deseando a todos mis lectores la mejor Navidad posible, con las bendiciones de Dios, termino citando la oración Colecta, que debe rezarse en la esta misa: Concedednos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana.-

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