RESEÑA NOSTÁLGICA PARA UNA
HISTORIA IDIOSINCRÁTICA NACIONAL
Especial para Arcisterio de
Roberto López-Geissmann
Lo que sigue es la mezcla de varias y diferentes
rememoraciones, completamente anónimas, que se subieron a las redes,
articuladas por este servidor, quitando, agregando, con fotos y comentando a mi
sabor.
Es archisobada la afirmación de que todo
tiempo pasado fue mejor, aunque de hecho no suele ser cierto. Pensemos si
no en la Edad Media o épocas del pasado que presentan una visión romántica,
cuando no idílica, que al lector poco acucioso seducen porque siempre se ubica
como alguien de las clases privilegiadas (igual que cuando creen reencarnar
sólo en nobles caballeros y nunca en siervos de la gleba o sufridos soldados
del montón).
La realidad señala que entre dos épocas a
comparar hay circunstancias envidiables en ambas –según la ubicación del
observador, por supuesto – y otras del todo terribles casi para cualquiera. SIN
EMBARGO, existen períodos históricos que comparativamente resultan ser nada
envidiables –como los aciagos años de las guerras mundiales –y otros que por el
contrario contienen una serie de situaciones sumamente agradables, no sólo para
los que los vivieron sino para la especie humana en sí, siendo que, con sus
defectos claro está, pueden ser ejemplares como tales. Obvio que no estoy
hablando de fantasías y tampoco los refiero a determinados estamentos, puesto
que la explicación histórica, sociológica y política existen, además que debe
comprenderse la tal época con validez para toda la comunidad en general. Me
centraré en El Salvador, abarcando un abanico de clases.
Aparte de una objetividad discutible voy a
presentar la indiscutible subjetividad de los que nos tocó vivir las más
felices décadas –por lo menos del siglo pasado –con el sentimiento del
“recordar es vivir” que nos provoca una sana nostalgia, proveniente de conocer
y amar nuestro inmediato pasado.
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AL FONDO EL PORTAL LA DALIA, DE APRECIADA FAMILIA |
Veremos “lo que había” y luego “lo que hacíamos”, hay tres
décadas (del 50 al 80) mezcladas, no todo es exacto ni todos hacíamos de todo,
pero en conjunto da un retrato bastante aproximado de nuestra preciosa cultura.
Es indudable que me habré olvidado de más de un establecimiento y/o actividad
de primer orden, dispénsenme por ello.
En aquellos tiempos el
Centro de San Salvador era frecuentado por buena parte de los habitantes de la
ciudad, eso quiere decir desde la gente de escasos recursos pasando por todos
los niveles de las clases medias, e incluso personas ricas o muy ricas. Los
padres o abuelos, los dueños de los grandes negocios, almacenes y oficinas de
hecho trabajaban allí y el centro histórico se poblaba de señores de saco
corbata y todavía de sombrero, atravesando a pie las calles, para visitarse por
cuestión de negocios, comprar algunos artículos e incluso visitar alguna de las
mejores cafeterías de ese entonces, como La Corona o los mejores hoteles: el Nuevo Mundo y el Astoria, a cuya barbería me llevaban desde muy pequeño, llorando
hasta dormirme en el corte de pelo. Además el centralísimo Club Salvadoreño era
otra opción.
La gente deambulaba
viendo las vitrinas de los almacenes de primera, como Paris Volcán que se
especializaba en perfumes franceses, Riviera, El Siglo, Schwartz (estos tenían
juguetes estupendos), Simán, Lehman, Joyería Oriani que tenía un reloj afuera.
Lugares famosos como la talabartería Abrego fuera de la cual colgaba un enorme
cocodrilo disecado, las librerías Ercilla, Cervantes, El Árabe –aunque no
grande, tenía muchos libros difíciles de conseguir (de derecha); igual el
edificio en frente del Mike Mike, en su 2º piso tenía un distribuidor de
historietas o paquines de todo tipo,
más baratos –allí me proveía de las “novelas” de Santo el Enmascarado de Plata,
entre otros. Recordamos los implementos deportivos de Omnisport; los All Stars
exclusivos de Bahaia, tacos de fut en Estadio Centro Deportivo; bicicletas Peugeot
en Salandra y las finísimas Benotto. Los discos de acetato en Boni Discos, Casa
Rivas y el gran Kismet. En el que se podían escuchar los discos que quisieras
con audífonos, los comprábamos no sin
antes pedir que los pusieran para ver si no estaban rayados. Zapatos
Adoc, La Calzadora. Camisas Miami, guayaberas Norma, la Caribe Hobby Center con
sus modelos de carritos y calcomanías especiales, por El Salvador del Mundo.
Los estudios fotográficos Light y Foto Sol. Con el correr del tiempo surgió
Metrocentro, el primer centro comercial de nuestro querido El Salvador, con su
famosa Fuente de Sodas y el Supermercado Todos, y otros almacenes,
En 1974 teníamos varios
canales de TV, aunque no todos eran a colores: pues bien, en la España de esa
época no creían eso y hasta se molestaban algunos creyendo que eran alardes,
igual que cuando yo afirmaba que los jóvenes, en su mayoría e incluso aunque no
tuvieran automóvil podían manejar y muchos teníamos licencia de conducir, se
reían y no creían. Los cines de primera eran el Caribe, De Luxe, los del Paseo,
el Presidente y el Colonial, aunque no lo crean el Apolo y brevemente el
Majestic, luego venían el Darío, París, Regis, Izalco, Roxy, el del Teatro
Nacional, Central, a tercer nivel, el Universal, México, Cinelandia, aunque
señalo que muchos de estos cines pasaron de 1ª posición y luego aún menos,
desapareciendo en su mayoría. Tuvimos un Canódromo y un Cine Drive-Inn, frente
a la estatua de Los héroes. Grandes Espectáculos se veían en El Poliedro,
carretera a Los Chorros, también en el Gimnasio Nacional llegaban los grandes
shows. La gente de toda clase acudía a los Circos y Desfiles, estos sobre la
Av. Roosevelt –yo los veía desde el balcón de mi casa (sita casi a la mitad
entre el parque Cuscatlán y el monumento a El Salvador del Mundo), cuadra abajo
del Castillo Venturoso. En esta principal alameda, toda la población se abocó a
aplaudir y vitorear el desfile triunfal de nuestro glorioso ejército que venía
de rescatar a nuestros compatriotas
exitosamente del triste genocidio que se realizaba en tierras hondureñas,
siendo quizá el mayor acto de unidad de todo el pasado siglo.
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DESFILE DE LA VICTORIA SOBRE HONDURAS |
En las ferias habían hot-dogs
(es interesante que las tortas no aparecieron sino muchos años después de estos
tiempos), elotes locos, choco bananos, panes chorriados o “mata niños”, tamales
–que antes no sólo eran salados, o de gallina, sino que estaban los dulces con
ciruela dentro, hoy casi desaparecidos. Postres: la pastelería de Bruno Verri,
la Lucerna, La Estrella, Pan Victorias y el Pan Lido (estos últimos
especialmente para cakes de cumpleaños), que subsiste hasta hoy-“Yo de Lido no
me olvido”. Sorbetes de chorro Melow. Además dulces de feria, refrescos
naturales de coco y frutas de estación, igual iban las minutas y sorbetes de
carrito con su mielita colorada. Pero además se ofrecían por doquier ventas,
fijas y ambulantes, de fruta helada, mangos twist, combinaciones de fruta con
limón sal y alguaishte, jocotes en miel, maní salado, semillas de marañón,
empiñadas, garrapiñadas,
chicharrones y jícamas con limón y chile, helados de leche y de frutas,
botellitas de dulce rellenas de miel, alboroto, esto en todo el país.
Los lugares de comida inolvidables,
uno finos y otros simplemente sabrosos eran… Los Drive Inn, empezando por el
inolvidable Don Pedro de la Roosevelt, con su exquisito menú, entre cafetería y
restorán (subrayo la sopa Pavesa), lugar de reunión después de las fiestas,
aunque para los amaneceres, el humilde “amanecer” de los panes frijoleados de
lo que después fue la plaza Hula-Hula. Otros drive-inns eran La Campana (con
sus sándwiches “media noche”), El Flamenco (hoy es el centro comercial
Granada), el Chantilly, sobre la Manuel Enrique Araujo de sabrosísimos
refrescos (propiedad de unas monjitas),el enorme de la gran ceiba de Los
Globos, el Hawai-inn y el Chele´s (cocteles de mariscos), los de Los Héroes: La
Fogata, El Yate –con su yate central varado –el Top´s y sus ranchos (realizamos
tertulias larguísimas, pero con pocas cervezas); excepto el 1º, el resto ha desaparecido.
Cervecerías: El Mundial, el México y Gambrino´s.
Comedores y restoranes… Los
de Los Héroes: el muy original Manolo´s, en el que podías departir con la
mezcla más singular de personajes; La Pampa Argentina; El Gran Bonanza, atrás
de la gasolinera que hace esquina con la 1ª y La Ponderosa en Metrosur –todos
especializados en carnes. Zona baja de la Escalón el Madeira. En la Roosevelt
el China Palace y La Posada de Abilio (comida española) –justo en la casa en la
que viví 16 años. En el Paseo General Escalón La Diligencia (carnes), El
bodegón (comida española), el Siete Mares (internacional), y El Señor Pico
(mexicana-californiana deliciosa). En diversos lugares los de buffet, deliciosos, El Coche Rojo y el
Cuatro y Uno; en este una media docena y a veces más de estudiantes de Derecho,
todos pudientes, llegábamos sin cenar el día anterior, ni desayunar y
llegábamos como una invasión de langostas a arrasar con todo; nos temían.
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SOPA DE PATAS |
Los de comida rápida
fueron al principio una curiosidad, tan irrelevantes que el KFC se retiró (años
después volvió); el primer Mc Donald estaba en un sótano frente al Teatro
Nacional; no habían cadenas de restaurantes. Entre los salvadoreños,
relativamente humildes pero con un sabor exquisito cito al Izalqueño y al
Migueleño, El Basurero con la más sabrosa sopa de gallina india, las famosas
papitas colochas de la rosticería Ideal, contiguo al Cochinito. La deliciosa
refresquería Atiocoyo al costado del Palacio Nacional., sin olvidar los
extraordinarios panes enormes de El Chino (mezcla de todo, no eran comida
china). Los restoranes Chinos más sabrosos que otros caros, ubicados en el
centro viejo fueron el Hong Kong, El Nico y el Shi-Fam. Los frijolitos Carlota,
algo único e inimitable. La Praviana, combinación de restorán, bebedero y pleno
de tríos y mariachis, queriendo imitar el famoso Tenampa –la casa de este
establecimiento era propiedad de mi abuelo paterno, que no tuvo que ver para
nada con el negocio; aquí iban a libar y llorar de amores todas las clases. De
ahí y otros lados las inolvidables serenatas que solían empezar con “el son de
la negra” y a menudo terminaban con “el águila negra o con el Rey”.
Entre lo que hoy es
Metrocentro –en la parte de Metrosur justo abajo –exactamente desde Los Héroes
hasta el Rosales, pasaba una quebrada no tan sucia, bordeada completamente por
una tupida vegetación, entrábamos bajando por donde se encuentra ahora el
ADEMAR –totalmente similar a la quebrada del grupo de preadolescentes de la
novela It, de Stephen King –hacia el
final, atrás de la fábrica La Estrella hacíamos alpinismo; cuento la
experiencia porque muy distintas y similares en distintos puntos de la ciudad y
alrededores, se dieron por otros grupos de cipotes “exploradores”.
Desde octubre cambiaba el
clima y sus vientos refrescaban el ambiente. Tiempo de echar a volar las
piscuchas (papalotes o cometas) y la imaginación, dentro de las deliciosas
vacaciones, que a Dios gracias no son en el cálido verano sino en el más
templado de fines de año. Para la época navideña cundía la alegría, podías ir a
algunos lugares emblemáticos de centro viejo a ver los nacimientos, en la plaza
frente a Loy Loy (un almacén chino de ese tiempo) por el Cochinito; en la Plaza
Libertad se vendía los cuetes y toda clase de luces chinas. El 31 de diciembre,
incluso los fiesteros, que acudían a varias cenas y bailes, iban a darles el abrazo
de año nuevo a sus padres. Fiestas: la del Café –en una de ellas, celebrada en
Corinto (Club Salvadoreño en el lago de Ilopango), al regreso se arruinó mi
carro y nos arrastró una grúa (junto a un amigo catador) ya entrada la noche,
algunas quinceañeras que tiraban la casa por la ventana, yendo los varones de
smoking. Inolvidable el alegre club de bailes domingueros del Hotel El
Salvador. Carreras de carros y patinaje en Los Planes.
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CORINTO, DEL CLUB SALVADOREÑO |
Los principales Colegios
de varones desbordaban sus barras en los campeonatos de básquetbol –para nada
de fútbol. Los Colegios de señoritas tenían sus preferencias de los equipos
masculinos, aunque en algunos casos se dividían. La capital era tan segura que
compañeros del Liceo Salvadoreño –de familias de alcurnia –que caminaban
kilómetros para llegar sin quejarse ni ser amenazados –y me estoy refiriendo a
niños menores de doce años. Comunicarse con alguien implicaba ir al Telégrafo
si era urgente o al Correo por una carta. Era así de simple y tranquilo. Conocí
al ordenanza de una empresa, que como muchas se le encargaban depósitos de
miles de dólares a un Banco y jamás fueron asaltados. No había pandillas y la
futura guerrilla empezaba recién a surgir.
De niño se jugaban chibolas,
trompo, capirucho, quemado, hule, jacks, peregrina, ladrón librado, frontón,
mica, salta cuerdas, hula-hula, escondelero, una dos tres para mí, botella,
cuartillo de aceite, un dos tres queso, adivina adivinador, ladrón librado;
también boxeo y bicicletas.
Salíamos a la calle a
jugar todas las noches, mientras los padres se paseaban por la calle en que
vivíamos después de cenar y se reunían a platicar con los vecinos. Además de
“aplanar calles”, platicábamos subidos en los árboles. Dejo mis lágrimas
particulares por la brutal deforestación que ha sufrido mi querida colonia Flor
Blanca, sin dudar que otras han sufrido similarmente.
Nos deslumbró el nuevo
almacén Simán de cuatro plantas con su edificio de parqueo Las primeras
amanecidas de parranda las vivimos en el Don Pedro de la Roosevelt.
Celebramos como locos la primera clasificación a un mundial de fútbol, e
igualmente se creyó que el concurso de “Miss Universo” era universalmente
conocido y sacamos pecho cuando en el 75 se celebró aquí: me encontraba en
París y busqué ver el espectáculo, orgulloso claro… mi sorpresa es que bien
poca gente sabía lo que era ese evento y menos aún que les interesara, claro
que me quedó bastante para reflexionar. Íbamos a Santa Tecla a comer pupusas (de maíz, no existían de
arroz), y claro que a los Planes de Renderos a disfrutar del frescor. Al
Sunzal a surfear y las playas cercanas como el Tunco, el Majagual, Conchalío, y
hacia oriente el Obispo y San Diego ofrecían y ofrecen delicias culinarias con
alojamientos para todos los precios. A reventar en las temporadas de vacación. Esta breve crónica
trata tan solo de San Salvador y lugares cercanos. Será muy interesante
realizar algo similar con otra media docena de territorios nacionales, en que
cambian idiosincrasia y sabores. Si a veces personalizo situaciones es para dar
una arista vital, que podría ser otra.
Nuestros programas de la
TV eran El show de Dick Van Dyke, Hechizada (mi mujer es hechicera), Mi
Marciano Favorito, La familia Munster, Jim West, La dimensión desconocida,
Aventureros del Missisipi, Bonanza, Hawai
5-0, Perdidos en el Espacio, La Isla de Gilligan, La Tremenda Corte
(Trespatines), novelas y películas mexicanas, abundando las de Pedro Infante,
sin faltar los programas Cómicos y Canciones (Viruta y Capulina), luego El
Chavo y el Chapulín Colorado. En lo nacional: Oficina para Todo (Aniceto Porsisoca
y su Compadre Medina Funes),
San Blas de la Piedra Poma (Chico-tren), los sábados de lucha libre en la Arena
Metropolitana, Domingo para todos, y luego la divertida farsa de Titanes
en el Ring, etc.
NOTA: En todos los
aspectos de estos recuerdos es casi imposible –y sería tedioso para el lector
–el plasmar todos los restaurantes, cines, programas de TV, diversiones,
cultura idiosincrática, y otros ángulos, por los que desde ya pido comprensión
por olvidos, preferencias u omisiones arbitrarias; por lo menos la idea central
es recordar esas doradas décadas –de los 50´s hasta muy avanzados los 70´s. Con
respeto.
Íbamos al colegio en la
mañana y en la tarde. La calidad de estudio y disciplina no admiten
comparación. Nadie se traumaba por que le dieran unos reglazos, generalmente
merecidos y menos en acusar a los maestros, de los que luego nos acordamos con
respeto y cariño. En agosto nos subíamos a las ruedas. Había turnos en todos
los colegios y eventos religiosos a los que la
juventud acudía no siempre por razones pías, pero bastante sanamente. Hacíamos fiestas en las casas en las que
conocimos a nuestro primer amor.
No había Nintendo ni Play Station. Incluso en el comienzo de esas
décadas escaseó la televisión; me recuerdo que en la colonia vi la TV por
primera vez en la casa de los Schonenberg, en la sexta-décima. Igual nos íbamos
en pacotilla a ver a la casa de los Mixco-Pinto (frente al Liceo) nada menos
que un muñequito de anuncio de la RCA –que hasta recuerdo la cancioncita - que
daban a las seis de la tarde –claro que todo a blanco y negro. Ni soñar con
celulares, computadoras o internet. Se jugaba hasta noche en las calles. De
camino a la hacienda, tuvimos en el patio a un caballito que pasó unos días (Tamacún)
y lo sacaba hasta el Flor Blanca, a pocas cuadras. La gente paseaba a pie, en
carro, en parejas o en grupos sin temor a ningún asalto.
Este era El Salvador
en el que crecí, de mi adolescencia y juventud. Explicaciones racionales, de
estudiosos, análisis histórico antropológicos, reflexiones filosóficas aparte… ERA ASÍ Y DOY GRACIAS A DIOS POR HABER VIVIDO EN
ÉL. Mucho podemos aprender
si no olvidamos el pasado, porque en este se encuentran claves que puedan
mejorar el futuro.
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