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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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martes, 4 de agosto de 2020

REMEMORANDO 30 AÑOS DE NUESTRO PASADO SIGLO

RESEÑA NOSTÁLGICA PARA UNA
HISTORIA IDIOSINCRÁTICA NACIONAL
Especial para Arcisterio de Roberto López-Geissmann

   Lo que sigue es la mezcla de varias y diferentes rememoraciones, completamente anónimas, que se subieron a las redes, articuladas por este servidor, quitando, agregando, con fotos y comentando a mi sabor.


   Es archisobada la afirmación de que todo tiempo pasado fue mejor, aunque de hecho no suele ser cierto. Pensemos si no en la Edad Media o épocas del pasado que presentan una visión romántica, cuando no idílica, que al lector poco acucioso seducen porque siempre se ubica como alguien de las clases privilegiadas (igual que cuando creen reencarnar sólo en nobles caballeros y nunca en siervos de la gleba o sufridos soldados del montón).
   La realidad señala que entre dos épocas a comparar hay circunstancias envidiables en ambas –según la ubicación del observador, por supuesto – y otras del todo terribles casi para cualquiera. SIN EMBARGO, existen períodos históricos que comparativamente resultan ser nada envidiables –como los aciagos años de las guerras mundiales –y otros que por el contrario contienen una serie de situaciones sumamente agradables, no sólo para los que los vivieron sino para la especie humana en sí, siendo que, con sus defectos claro está, pueden ser ejemplares como tales. Obvio que no estoy hablando de fantasías y tampoco los refiero a determinados estamentos, puesto que la explicación histórica, sociológica y política existen, además que debe comprenderse la tal época con validez para toda la comunidad en general. Me centraré en El Salvador, abarcando un abanico de clases.
   Aparte de una objetividad discutible voy a presentar la indiscutible subjetividad de los que nos tocó vivir las más felices décadas –por lo menos del siglo pasado –con el sentimiento del “recordar es vivir” que nos provoca una sana nostalgia, proveniente de conocer y amar nuestro inmediato pasado.
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AL FONDO EL PORTAL LA DALIA, DE APRECIADA  FAMILIA

Veremos “lo que había” y luego “lo que hacíamos”, hay tres décadas (del 50 al 80) mezcladas, no todo es exacto ni todos hacíamos de todo, pero en conjunto da un retrato bastante aproximado de nuestra preciosa cultura. Es indudable que me habré olvidado de más de un establecimiento y/o actividad de primer orden, dispénsenme por ello.

   En aquellos tiempos el Centro de San Salvador era frecuentado por buena parte de los habitantes de la ciudad, eso quiere decir desde la gente de escasos recursos pasando por todos los niveles de las clases medias, e incluso personas ricas o muy ricas. Los padres o abuelos, los dueños de los grandes negocios, almacenes y oficinas de hecho trabajaban allí y el centro histórico se poblaba de señores de saco corbata y todavía de sombrero, atravesando a pie las calles, para visitarse por cuestión de negocios, comprar algunos artículos e incluso visitar alguna de las mejores cafeterías de ese entonces, como La Corona o los mejores hoteles: el Nuevo Mundo y el Astoria, a cuya barbería me llevaban desde muy pequeño, llorando hasta dormirme en el corte de pelo. Además el centralísimo Club Salvadoreño era otra opción.
   La gente deambulaba viendo las vitrinas de los almacenes de primera, como Paris Volcán que se especializaba en perfumes franceses, Riviera, El Siglo, Schwartz (estos tenían juguetes estupendos), Simán, Lehman, Joyería Oriani que tenía un reloj afuera. Lugares famosos como la talabartería Abrego fuera de la cual colgaba un enorme cocodrilo disecado, las librerías Ercilla, Cervantes, El Árabe –aunque no grande, tenía muchos libros difíciles de conseguir (de derecha); igual el edificio en frente del Mike Mike, en su 2º piso tenía un distribuidor de historietas o paquines de todo tipo, más baratos –allí me proveía de las “novelas” de Santo el Enmascarado de Plata, entre otros. Recordamos los implementos deportivos de Omnisport; los All Stars exclusivos de Bahaia, tacos de fut en Estadio Centro Deportivo; bicicletas Peugeot en Salandra y las finísimas Benotto. Los discos de acetato en Boni Discos, Casa Rivas y el gran Kismet. En el que se podían escuchar los discos que quisieras con audífonos, los comprábamos no sin antes pedir que los pusieran para ver si no estaban rayados. Zapatos Adoc, La Calzadora. Camisas Miami, guayaberas Norma, la Caribe Hobby Center con sus modelos de carritos y calcomanías especiales, por El Salvador del Mundo. Los estudios fotográficos Light y Foto Sol. Con el correr del tiempo surgió Metrocentro, el primer centro comercial de nuestro querido El Salvador, con su famosa Fuente de Sodas y el Supermercado Todos, y otros almacenes,
   En 1974 teníamos varios canales de TV, aunque no todos eran a colores: pues bien, en la España de esa época no creían eso y hasta se molestaban algunos creyendo que eran alardes, igual que cuando yo afirmaba que los jóvenes, en su mayoría e incluso aunque no tuvieran automóvil podían manejar y muchos teníamos licencia de conducir, se reían y no creían. Los cines de primera eran el Caribe, De Luxe, los del Paseo, el Presidente y el Colonial, aunque no lo crean el Apolo y brevemente el Majestic, luego venían el Darío, París, Regis, Izalco, Roxy, el del Teatro Nacional, Central, a tercer nivel, el Universal, México, Cinelandia, aunque señalo que muchos de estos cines pasaron de 1ª posición y luego aún menos, desapareciendo en su mayoría. Tuvimos un Canódromo y un Cine Drive-Inn, frente a la estatua de Los héroes. Grandes Espectáculos se veían en El Poliedro, carretera a Los Chorros, también en el Gimnasio Nacional llegaban los grandes shows. La gente de toda clase acudía a los Circos y Desfiles, estos sobre la Av. Roosevelt –yo los veía desde el balcón de mi casa (sita casi a la mitad entre el parque Cuscatlán y el monumento a El Salvador del Mundo), cuadra abajo del Castillo Venturoso. En esta principal alameda, toda la población se abocó a aplaudir y vitorear el desfile triunfal de nuestro glorioso ejército que venía de rescatar a  nuestros compatriotas exitosamente del triste genocidio que se realizaba en tierras hondureñas, siendo quizá el mayor acto de unidad de todo el pasado siglo.

DESFILE DE LA VICTORIA SOBRE HONDURAS
  
   En las ferias habían hot-dogs (es interesante que las tortas no aparecieron sino muchos años después de estos tiempos), elotes locos, choco bananos, panes chorriados o “mata niños”, tamales –que antes no sólo eran salados, o de gallina, sino que estaban los dulces con ciruela dentro, hoy casi desaparecidos. Postres: la pastelería de Bruno Verri, la Lucerna, La Estrella, Pan Victorias y el Pan Lido (estos últimos especialmente para cakes de cumpleaños), que subsiste hasta hoy-“Yo de Lido no me olvido”. Sorbetes de chorro Melow. Además dulces de feria, refrescos naturales de coco y frutas de estación, igual iban las minutas y sorbetes de carrito con su mielita colorada. Pero además se ofrecían por doquier ventas, fijas y ambulantes, de fruta helada, mangos twist, combinaciones de fruta con limón sal y alguaishte, jocotes en miel, maní salado, semillas de marañón, empiñadas, garrapiñadas, chicharrones y jícamas con limón y chile, helados de leche y de frutas, botellitas de dulce rellenas de miel, alboroto, esto en todo el país.
   Los lugares de comida inolvidables, uno finos y otros simplemente sabrosos eran… Los Drive Inn, empezando por el inolvidable Don Pedro de la Roosevelt, con su exquisito menú, entre cafetería y restorán (subrayo la sopa Pavesa), lugar de reunión después de las fiestas, aunque para los amaneceres, el humilde “amanecer” de los panes frijoleados de lo que después fue la plaza Hula-Hula. Otros drive-inns eran La Campana (con sus sándwiches “media noche”), El Flamenco (hoy es el centro comercial Granada), el Chantilly, sobre la Manuel Enrique Araujo de sabrosísimos refrescos (propiedad de unas monjitas),el enorme de la gran ceiba de Los Globos, el Hawai-inn y el Chele´s (cocteles de mariscos), los de Los Héroes: La Fogata, El Yate –con su yate central varado –el Top´s y sus ranchos (realizamos tertulias larguísimas, pero con pocas cervezas); excepto el 1º, el resto ha desaparecido. Cervecerías: El Mundial, el México y Gambrino´s.
   Comedores y restoranes… Los de Los Héroes: el muy original Manolo´s, en el que podías departir con la mezcla más singular de personajes; La Pampa Argentina; El Gran Bonanza, atrás de la gasolinera que hace esquina con la 1ª y La Ponderosa en Metrosur –todos especializados en carnes. Zona baja de la Escalón el Madeira. En la Roosevelt el China Palace y La Posada de Abilio (comida española) –justo en la casa en la que viví 16 años. En el Paseo General Escalón La Diligencia (carnes), El bodegón (comida española), el Siete Mares (internacional), y El Señor Pico (mexicana-californiana deliciosa). En diversos lugares los de buffet, deliciosos, El Coche Rojo y el Cuatro y Uno; en este una media docena y a veces más de estudiantes de Derecho, todos pudientes, llegábamos sin cenar el día anterior, ni desayunar y llegábamos como una invasión de langostas a arrasar con todo; nos temían.
SOPA DE PATAS

   Los de comida rápida fueron al principio una curiosidad, tan irrelevantes que el KFC se retiró (años después volvió); el primer Mc Donald estaba en un sótano frente al Teatro Nacional; no habían cadenas de restaurantes. Entre los salvadoreños, relativamente humildes pero con un sabor exquisito cito al Izalqueño y al Migueleño, El Basurero con la más sabrosa sopa de gallina india, las famosas papitas colochas de la rosticería Ideal, contiguo al Cochinito. La deliciosa refresquería Atiocoyo al costado del Palacio Nacional., sin olvidar los extraordinarios panes enormes de El Chino (mezcla de todo, no eran comida china). Los restoranes Chinos más sabrosos que otros caros, ubicados en el centro viejo fueron el Hong Kong, El Nico y el Shi-Fam. Los frijolitos Carlota, algo único e inimitable. La Praviana, combinación de restorán, bebedero y pleno de tríos y mariachis, queriendo imitar el famoso Tenampa –la casa de este establecimiento era propiedad de mi abuelo paterno, que no tuvo que ver para nada con el negocio; aquí iban a libar y llorar de amores todas las clases. De ahí y otros lados las inolvidables serenatas que solían empezar con “el son de la negra” y a menudo terminaban con “el águila negra o con el Rey”.

   Entre lo que hoy es Metrocentro –en la parte de Metrosur justo abajo –exactamente desde Los Héroes hasta el Rosales, pasaba una quebrada no tan sucia, bordeada completamente por una tupida vegetación, entrábamos bajando por donde se encuentra ahora el ADEMAR –totalmente similar a la quebrada del grupo de preadolescentes de la novela It, de Stephen King –hacia el final, atrás de la fábrica La Estrella hacíamos alpinismo; cuento la experiencia porque muy distintas y similares en distintos puntos de la ciudad y alrededores, se dieron por otros grupos de cipotes “exploradores”.
   Desde octubre cambiaba el clima y sus vientos refrescaban el ambiente. Tiempo de echar a volar las piscuchas (papalotes o cometas) y la imaginación, dentro de las deliciosas vacaciones, que a Dios gracias no son en el cálido verano sino en el más templado de fines de año. Para la época navideña cundía la alegría, podías ir a algunos lugares emblemáticos de centro viejo a ver los nacimientos, en la plaza frente a Loy Loy (un almacén chino de ese tiempo) por el Cochinito; en la Plaza Libertad se vendía los cuetes y toda clase de luces chinas. El 31 de diciembre, incluso los fiesteros, que acudían a varias cenas y bailes, iban a darles el abrazo de año nuevo a sus padres. Fiestas: la del Café –en una de ellas, celebrada en Corinto (Club Salvadoreño en el lago de Ilopango), al regreso se arruinó mi carro y nos arrastró una grúa (junto a un amigo catador) ya entrada la noche, algunas quinceañeras que tiraban la casa por la ventana, yendo los varones de smoking. Inolvidable el alegre club de bailes domingueros del Hotel El Salvador. Carreras de carros y patinaje en Los Planes.
CORINTO, DEL CLUB SALVADOREÑO

   Los principales Colegios de varones desbordaban sus barras en los campeonatos de básquetbol –para nada de fútbol. Los Colegios de señoritas tenían sus preferencias de los equipos masculinos, aunque en algunos casos se dividían. La capital era tan segura que compañeros del Liceo Salvadoreño –de familias de alcurnia –que caminaban kilómetros para llegar sin quejarse ni ser amenazados –y me estoy refiriendo a niños menores de doce años. Comunicarse con alguien implicaba ir al Telégrafo si era urgente o al Correo por una carta. Era así de simple y tranquilo. Conocí al ordenanza de una empresa, que como muchas se le encargaban depósitos de miles de dólares a un Banco y jamás fueron asaltados. No había pandillas y la futura guerrilla empezaba recién a surgir.
   De niño se jugaban chibolas, trompo, capirucho, quemado, hule, jacks, peregrina, ladrón librado, frontón, mica, salta cuerdas, hula-hula, escondelero, una dos tres para mí, botella, cuartillo de aceite, un dos tres queso, adivina adivinador, ladrón librado; también boxeo y bicicletas.
   Salíamos a la calle a jugar todas las noches, mientras los padres se paseaban por la calle en que vivíamos después de cenar y se reunían a platicar con los vecinos. Además de “aplanar calles”, platicábamos subidos en los árboles. Dejo mis lágrimas particulares por la brutal deforestación que ha sufrido mi querida colonia Flor Blanca, sin dudar que otras han sufrido similarmente.
   Nos deslumbró el nuevo almacén Simán de cuatro plantas con su edificio de parqueo Las primeras amanecidas de parranda las vivimos en el Don Pedro de la Roosevelt. Celebramos como locos la primera clasificación a un mundial de fútbol, e igualmente se creyó que el concurso de “Miss Universo” era universalmente conocido y sacamos pecho cuando en el 75 se celebró aquí: me encontraba en París y busqué ver el espectáculo, orgulloso claro… mi sorpresa es que bien poca gente sabía lo que era ese evento y menos aún que les interesara, claro que me quedó bastante para reflexionar. Íbamos a Santa Tecla a comer pupusas (de maíz, no existían de arroz), y claro que a los Planes de Renderos a disfrutar del frescor. Al Sunzal a surfear y las playas cercanas como el Tunco, el Majagual, Conchalío, y hacia oriente el Obispo y San Diego ofrecían y ofrecen delicias culinarias con alojamientos para todos los precios. A reventar en las temporadas de vacación. Esta breve crónica trata tan solo de San Salvador y lugares cercanos. Será muy interesante realizar algo similar con otra media docena de territorios nacionales, en que cambian idiosincrasia y sabores. Si a veces personalizo situaciones es para dar una arista vital, que podría ser otra.
   Nuestros programas de la TV eran El show de Dick Van Dyke, Hechizada (mi mujer es hechicera), Mi Marciano Favorito, La familia Munster, Jim West, La dimensión desconocida, Aventureros del Missisipi, Bonanza,  Hawai 5-0, Perdidos en el Espacio, La Isla de Gilligan, La Tremenda Corte (Trespatines), novelas y películas mexicanas, abundando las de Pedro Infante, sin faltar los programas Cómicos y Canciones (Viruta y Capulina), luego El Chavo y el Chapulín Colorado. En lo nacional: Oficina para Todo (Aniceto Porsisoca y su Compadre Medina Funes), San Blas de la Piedra Poma (Chico-tren), los sábados de lucha libre en la Arena Metropolitana, Domingo para todos, y luego la divertida farsa de Titanes en el Ring, etc.
NOTA: En todos los aspectos de estos recuerdos es casi imposible –y sería tedioso para el lector –el plasmar todos los restaurantes, cines, programas de TV, diversiones, cultura idiosincrática, y otros ángulos, por los que desde ya pido comprensión por olvidos, preferencias u omisiones arbitrarias; por lo menos la idea central es recordar esas doradas décadas –de los 50´s hasta muy avanzados los 70´s. Con respeto.
 Íbamos al colegio en la mañana y en la tarde. La calidad de estudio y disciplina no admiten comparación. Nadie se traumaba por que le dieran unos reglazos, generalmente merecidos y menos en acusar a los maestros, de los que luego nos acordamos con respeto y cariño. En agosto nos subíamos a las ruedas. Había turnos en todos los colegios y eventos religiosos a los que la  juventud acudía no siempre por razones pías, pero bastante sanamente.   Hacíamos fiestas en las casas en las que conocimos a nuestro primer amor.


   No había Nintendo ni Play Station. Incluso en el comienzo de esas décadas escaseó la televisión; me recuerdo que en la colonia vi la TV por primera vez en la casa de los Schonenberg, en la sexta-décima. Igual nos íbamos en pacotilla a ver a la casa de los Mixco-Pinto (frente al Liceo) nada menos que un muñequito de anuncio de la RCA –que hasta recuerdo la cancioncita - que daban a las seis de la tarde –claro que todo a blanco y negro. Ni soñar con celulares, computadoras o internet. Se jugaba hasta noche en las calles. De camino a la hacienda, tuvimos en el patio a un caballito que pasó unos días (Tamacún) y lo sacaba hasta el Flor Blanca, a pocas cuadras. La gente paseaba a pie, en carro, en parejas o en grupos sin temor a ningún asalto.
   Este era El Salvador en el que crecí, de mi adolescencia y juventud. Explicaciones racionales, de estudiosos, análisis histórico antropológicos, reflexiones filosóficas aparte… ERA ASÍ Y DOY GRACIAS A DIOS POR HABER VIVIDO EN ÉL. Mucho podemos aprender si no olvidamos el pasado, porque en este se encuentran claves que puedan mejorar el futuro.

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