SIN
ODIO, CON PASIÓN
Y POR
AMOR
Especial para Arcisterio de Roberto López-Geissmann
En esta vorágine de opiniones culturales, guerreras, filosóficas y
políticas, las siguientes ideas probablemente le van a parecer a varios como
fuera de orden, místicas o emocionales, tal vez propias de disquisiciones
espirituales para otros e incluso impropias de lo que nos pasa.
Pero estoy convencido que no es así. Trato en las siguientes líneas de
contactar con uno de los factores más profundos de nuestro Ser humano –complejo
físico espiritual de muchas y ricas facetas –buscando conectar con sentimientos
y estados mentales indescriptibles racionalmente.
SIN
ODIO
El odio es el
sentimiento negativo que origina las peores pasiones, desconectándose de la
razón y sobre todo de las variantes que son la más rica herencia del ser
humano, nos referimos al Amor, del que derivan la generosidad, la solidaridad,
la concepción misma de una comunidad que rechaza el egoísmo como sistema y que
busca –aceptando lo imposible de la perfección –la perfectibilidad, el
desarrollo social, aceptando la ciencia con humildad y aprendiendo de la
historia con honradez, sin manipularla a mi antojo, que busca superarse
colaborando y no atacándonos y que, finalmente considera la esencia humana prevista
de un componente superior a la mera animalidad, sin importar su propio sentido
de religarse con lo sagrado.
De esto no resulta un sentido de
pacifismo ingenuo y pazguato, del tipo que lleno de amor se mete a la jaula del
tigre porque lo ama y cree que no lo va a agredir… dejemos al pobre destrozado
por una fuerza de la naturaleza y vamos a considerar que, si tenemos que
enfrentarnos con una fiera peligrosa no le cantaremos hosannas sino que nos
defenderemos con todo lo que tenemos, pues no somos el Santo de Asís. En todo
caso nuestra fuerza debe ser aplicada sin odio, incluso lamentando usarla, pero
bien dispuestos en el caso.
Pero el odio no surge el primero.
Se alimenta de sentimientos que lo provocan, como la envidia, el resentimiento,
la venganza, el desprecio y otros. Para desarmar al más temible tenemos que
procurar que no se den las raíces en que se alimenta el peligroso, por lo que
socialmente hablando estamos ante una tarea grande de actividad ética, de
trabajo moralizador de la comunidad, entendiendo por moral la ciencia y el arte
de lograr una cultura de unidad entre una nación que coadyuve a su desarrollo
integral en equilibrio y justicia.
Podemos
aplicar la fuerza sin odio, si creemos tener un sentimiento superior
demostrémoslo actuando con misericordia, buscando redimir, con la comprensión
del inteligente y el amor del hermano. Fuera odios.
CON PASIÓN
Si hemos aludido
al sentimiento más bajo y enceguecedor, fuente de crímenes e injusticias, como
es el Odio, y luego iremos al más alto grado de emoción positiva que eleva al
ser humano, uniéndolo a lo trascendente, como es el Amor, es conveniente que
nos inscribamos en la corriente natural en la que gravitan ambos extremos: la
Pasión.
Se dice del
hombre apasionado cuando este siente con fuerza los impulsos de algo que lo
subyuga, que lo enardece, que lo inspira y lleva a actuar con todas las fuerzas
del cuerpo y del alma. Pasión la tuvo el Cristo. Fueron apasionados los grandes
héroes, los artistas más connotados de la historia, los santos y los dirigentes
de naciones que supieron querer y entender a los suyos. Así debemos transcurrir
el camino de rechazo del odio hasta le entrega por amor. No se camina en
tibieza y a desgano, sino entregándose a la Misión.
La Pasión buena es la que complementa el
razonamiento puro, dándole la visión humana, natural, pero también trascendente,
que refuerza la voluntad para que sublime el instinto de conservación, superándolo.
POR AMOR
Tal superación,
que pareciera romper el orden natural, egoísta en cuanto a conservar nuestra
vida y nuestra forma de vida, es sólo posible haciendo nuestra, viviendo, la
palabra mayor de nuestro lenguaje, que se ha identificado inclusive con la esencia
de lo que entendemos por divino: el Amor.
Este es el buen
pegamento, el cemento fuerte que une las relaciones sociales. Que procura
minimizar las injusticias antes y por sobre las leyes. Que promueve la
tolerancia y el respeto, pero que exige, por este, cumplir el deber. Que alimenta
la generosidad real, sin propaganda, sin sufrir sino gozando cuando observa los
resultados de su acción. Que ha llevado a hombres y mujeres de todos los
tiempos a la entrega por su familia, su gente, su nación, no sólo a afrontar la
muerte, sino al sacrificio de vivir vilipendiado y empobrecido. Fuente, en fin,
del respaldo lógico para una ética integral vivida.
Ante la locura
satánica de enarbolar como base de la comprensión de la historia, de su motor,
la violencia, la antinatural igualdad, la soberbia del mando único, el dominio
del número –masa muerta en sí –que conduce a la revolución o revoltura y
trastoque de toda civilización, cultura y justicia… debemos enarbolar la
colaboración, la complementariedad, la identidad con respeto real, la obligación
que ata al mejor con el dulce lazo de apoyar a los demás. Todo ello imposible
de lograr sin la brújula dorada del Amor como fin y principio, fuerza y norte
de nuestro camino. Sólo esa fuerza podrá salvarnos.
Hemos hablado en contenido filosófico, pero
nuestras palabras llevan un resultado eminentemente práctico: articular una
fuerza socio-política que nos una, rechazando el mal y buscando la libertad y
la felicidad.
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