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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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viernes, 4 de agosto de 2017

PELIGROS DEL TRIVIAL PARLOTEO COMUNICACIONAL


  A finales de abril de 2014 saqué en El diario de hoy este artículo que ilustra el problema de la superficialidad, pero TAMBIÉN el hecho de que muchos medios de comunicación impulsan (¿planificada o reflexivamente? no lo sé) el tener presente las opiniones incultas como de gran interés y peso político-social, cuando la verdad es que en muchos casos,  para validar siquiera parcialmente semejante “ideota” habría que proporcionar previamente bastante información de calidad a “la gente” que a menudo sólo habla por tener boca.

  Es una idea de lo más “políticamente incorrecta” lo sé bien. Pero quiero hacer constar que no irrespeto a la gente que ignora –al fin de al cabo todos somos ignorantes en varios aspectos (excepto los “todólogos” farsantes) -y es precisamente el que me cansa el irrespeto a la dignidad de los mismos entrevistados de la calle y el que también se debe al público al que se dirige, por lo que insisto en airear esta situación, por demás antiética y confusiva.

 

LA GENTE PREFIERE PARLOTEAR

                                                               Roberto López-Geissmann


Parloteo o Cháchara es sostener una conversación frívola, superficial, sobre temas ligeros o tratados ligeramente.

    En sí no es negativo. Todos lo hacemos más o menos. Puede ser relajante. Distrae y en ocasiones estas chácharas pueden ser incluso instructivas como intercambio de información. No pueden satanizarse. Yo al menos, no lo hago. Lo delicado es cuando tomamos un tema de importancia trascendente –como la esencia de la familia, los límites de la libertad, o la validez del sufragio universal –queriendo masticar y digerir estas temáticas con la ligereza con la que opinamos sobre el último programa de concursos en la TV. Es como si a un honrado y respetable campesino se le da a probar un sofisticado plato gourmet, o bien algo fuera de su experiencia como un pollo en mole o un cous-cous argelino. No contiene, ni es justo.

    Pero vamos, que si de una conversación privada se tratare, al fin y al cabo los eventuales perjudicados (además de las materias, destrozadas acremente por el tratamiento basto y hasta ridículo) no son más que los contertulios y allá ellos, con pena y todo, hasta dónde lleven su discusión; será problema de ellos. El caso es que el parloteo ha sido llevado al plano público. No me refiero a los programas de opinión en general pues ello haría mi comentario pedante e injusto –aunque siempre se cuela algo así. El punto a subrayar está en la franja que noticieros y los anteriores programas insertan antes, durante y después y que nominan más o menos llamándolos: “lo que dice la gente, franja de opinión pública, el decir del pueblo”.

    ¿Cuál es el problema con esto? En primer lugar que las tales opiniones son arbitrariamente escogidas y nadie puede saber si no hay sesgo en cuáles salieron al aire, es decir, si se escogieron las que fueran del agrado de quienes dirijan el programa –o que sean las opiniones avaladas por los patrocinadores. No digo que es así, sino que perfectamente puede serlo y no puede garantizarse la “puridad” de estos escogidos. Pero además “la gente” que se hace escuchar son por lo general personas “de a pie” (es un decir para simbolizar que ese “azar” no se acerca mucho más allá de las calles y plazas). Debo forzosamente detenerme y aclarar mi profundo respeto para todo compatriota interrogado, que a veces tienen más dignidad y sentido común que una caterva de licenciados que pueden estar más prejuiciados que ellos; pero la verdad escueta y sin vueltas hace que debamos admitir que no es “de la calle” de donde salen las soluciones y las comprensiones (toda regla puede tener su excepción) y así como un “tinterillo” o un “parchero” desprestigian a un abogado o a un doctor, hay que admitir que poco se puede orientar desde una ignorancia sobre materias que no deben tratarse como si estuvieran al alcance de cualquiera.

 

    Obvio que aunque sepamos, incluso bastante, sobre algo, siempre seremos más o menos ignorantes sobre otras cosas, esto es normal. Lo inadecuado es, por ejemplo, preguntarle a este servidor sobre qué opina sobre el desarrollo de la viticultura en Perú (ni siquiera sé si existe tal cultivo allí)… y afirmar que la bobada que pudiese decir para salir del paso es un interesante aporte… Y tengan por seguro que lo mismo es el parloteo sobre temas de gran enjundia (profundidad) aunque se trate de cuestiones de nuestro país.

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