VERDADES INCÓMODAS
Dos arts. de Vanesa Montacuto
Presento ahora dos excelentes artículos de nuestra amiga argentina,
la historiadora e intelectual Vanesa
Montacuto Chaminaud, quien nos comunica con su acostumbrada claridad, las
atinadísimas reflexiones sobre cruciales aspectos de nuestra acuciante
realidad. Esperamos afinar pronto una colaboración divulgativa internacional
para tantos interesados en compartir ideas que nos den una perspectiva concreta
que pueda ayudar en las constantes decisiones difíciles que la postmodernidad
nos está presentando.
No he quitado una coma
de sus trabajos. Apenas separé algunos párrafos y he agregado grabados; mis
breves adiciones, en total acuerdo, serán siempre en azul.
EL VERDADERO ENEMIGO.
Contra
la socialdemocracia...
Este trabajo va a comenzar de un modo muy
poco usual. Contará el final en el inicio. No hay nada peor que develar el fin
de una película cuando aún no se ha asistido al cine para verla pero esto no es
una película y pronto se verá porqué hemos decidido matar el suspenso de
entrada. Por otro lado ya imagino a varios poniendo el grito en el cielo cuando
lean la conclusión: el verdadero enemigo de los pueblos no es el comunismo sino
la socialdemocracia.
¿Cómo es esto – dirán – si el marxismo hecho
gobierno es lo más nefasto que podría sufrir un pueblo, si sus efectos son
devastadores sobre la economía, la sociedad, la política, la cultura y hasta la
religión? ¡La socialdemocracia es en esencia parecida al comunismo pero acepta
el pluralismo, va a elecciones , permite la libertad de cultos, cumple con la
constitución y al terminar el mandato los desaguisados cometidos en el campo
económico y social pueden subsanarse con el gane de otro partido! Y aquí es,
señores míos, donde se encuentra la trampa. Aquí y no en otra parte. El término “socialdemocracia”
debe entenderse en sentido lato o amplio. Por lo que comprende el socialismo
dizque no comunista, la democracia cristiana y otros entes del mismo redil, a
menudo con mención liberal.
Todo esto, con el arribo al poder de un
instituto político de esta filiación ideológica pronto se constata falso y
además, ocurre algo pasado por alto por buena parte de los pueblos hoy, aunque
los politólogos le hayan dedicado impecables análisis en el pasado: cada
gobierno socialdemócrata se convierte automáticamente en apoyo logístico de
grupos comunistas activos a lo largo y ancho del planeta. Insistimos a partir
de aquí en el peligro de muerte que representa para los demás cada estado regido
por quienes dicen no ser “ni de izquierda ni de derecha” alegando las ventajas
de servirse de “lo mejor” de cada postura filosófica. El verdadero comunismo,
el marxismo furioso dispuesto a los peores crímenes, destrucciones y
latrocinios no tendría chance de imponerse en ninguna parte de no existir la
socialdemocracia. Cuando D´aubuisson hablaba de los democristianos llamándolos
sandías –verdes por fuera y rojos por dentro –aludía a todo aquel giro ideológico
que busca acaparar a los descontentos de los dos extremos; lo que no confirma
que sólo dos posiciones existan, no son dos o tres, la realidad es riquísima,
son en verdad toda una dimensión, pero distinta.
Los famosos “sandías” son, desde hace
décadas los árbitros del mundo y siempre deciden a favor de la subversión.
Manejan todos los resortes internacionales para hacer bailar a su gusto como
una grotesca marioneta sin rumbo a cada país del planeta. Hay gobiernos
socialdemócratas, pero también instituciones, agrupaciones “culturales” y
“cívicas”, organismos de “derechos humanos” y otras sociedades semejantes controladas
por esta ideología , quien a su vez depende, como los comunistas más duros, de
la Internacional Socialista, la cual para sorpresa de muchos, suponemos
continúa operando como en sus verdores primeros.
Comencemos por los gobiernos de tendencia
socialdemócrata: lo son casi todos los de la tierra en nuestro tiempo; lo eran
en gran medida desde los 60 a los 90`. El agravante en casi todos los casos es
que en la carrera presidencial quienes les disputaban y disputan el poder en
las elecciones…también son socialdemócratas. En décadas pasadas, aún la derecha
gozaba de cierta influencia en unos cuantos países y de tanto en tanto, ganaba
elecciones. Ahora, incluso los partidos de esa raigambre han sido paulatinamente
infiltrados de ideas socialdemócratas bajo el pretexto de “progreso” y “modernidad”,
sumándose en consecuencia, a la comparsa socializante general.
Digamos que el universo político mundial es
de una pobreza intelectual y espiritual vergonzosa. Se discrepa en muy pocos
puntos, llegándose a un chatísimo y ramplón “unicato” que ninguna elección
puede cambiar. Decimos esto último porque en general los demás candidatos
representan la misma ideología e intereses, con ligerísimas variantes. La mal
llamada “derecha” apenas difiere en lo económico de las demás ofertas
electorales pero aun así se inclina no por una economía de emprendedores
independientes redundando a la larga en beneficio de todos, sino por monopolios
asfixiantes cuyos integrantes pertenecen a la misma banda de mafiosos allegados
a cada gobierno de turno, conformándose así una red mundial caracterizada por
impedir el surgimiento de empresarios libres apoyados en su esfuerzo
individual.
No existe gran diferencia entre una economía
dependiente en un todo del estado y aquella controlada por grupos monopólicos
patrocinados directamente por la Internacional Socialista… “¿Empresarios socialistas? –dirán ustedes -¡Qué
disparate!”. Y sin embargo los hay. Ellos se sirven del dinero que hacen a
manos llenas, pues carecen de competencia libre, para comprar conciencias y
destruir todo germen de pensamiento independiente. La finalidad de esta gente
no es el dinero en sí, sino poder hacerse dueña gracias a él, de los medios de
comunicación, la salud, la educación y por supuesto, la producción de
alimentos. El comunista influyente, contra la creencia popular, no es
pobre…suele ser varias veces más rico que un derechista verdadero.
Y sin embargo no es esta la faceta más
peligrosa de la socialdemocracia sino cómo favorecen sus exponentes el
desarrollo de la subversión. En la ONU, la OEA, la OTAN o cualquier organismo
de éstos, nacidos después de la Segunda Guerra Mundial, los representantes de
países en los cuales gobierna la socialdemocracia, jamás han votado sanciones
contra Cuba, en su momento la Unión Soviética, China o Libia cuando gobernaba
Khadaffi, por citar unos pocos ejemplos. Tampoco hubo votos a favor de Taiwán
como encarnación de la verdadera China libre y se le otorgó en cambio, esa
dignidad a la de Mao, la China comunista, rica en violaciones a los derechos
humanos y conocida por la explotación sistemática de su ciudadanía. Incluso los
EEUU se pronunciaron a favor de los maoístas en esa oportunidad. El mundo
permanece, entonces, inamovible en un sentido socialista general puesto que
casi todos los estados tienen gobiernos “de tercera posición”….y estos votan
siempre con los comunistas. Vale la aclaración anterior que no es que no exista una
tercera, cuarta u otras, sino que sean reales o falsas.
El marxismo es sumamente minoritario en el
mundo, por lo cual, de mediar una oposición firme a sus políticas por parte de
los otros países, hace tiempo hubiera dejado de ser un peligro internacional.
Como contraste, se puede señalar que a la hora de condenar a un “dictador de
derecha” – casi siempre, en realidad un patriota decididamente anticomunista y
republicano por convicción – como Stroessner, Pinochet, Ferdinando Marcos o
Anastasio Somoza (h), los mismos que rechazan toda crítica al atropello a los
derechos humanos en Cuba, Nicaragua o la Camboya de Pol-Pot, se pronuncian en
bloque por su derrocamiento, juicio y si la voz de la prudencia no los llamara
a sosegarse, ejecución de los mismos. No les preocupa la represión ni la muerte
de quien “piensa diferente”…les molesta en realidad, que alguien se atreva a
ponerle freno al poder rojo.
Sin embargo, todo lo
antedicho no es lo peor a lo que podríamos enfrentarnos. Lo más triste e
incomprensible es la actitud de los pueblos ante este incoherente
comportamiento. Protestan cuando una injusticia de tal naturaleza sucede, pero
a los pocos días la olvidan, retoman su vida de todos los días y dejan a un
lado la cuestión principal sin hacerse el cuestionamiento del millón: quien
permite que en el mundo las cosas sigan así y se resuelvan en un 99,9 % de los
casos, en favor de la izquierda. El problema es la nueva dirigencia mundial en
su conjunto cuyas simpatías inocultables por las dictaduras de izquierda,
aunque sus métodos no les caigan muy en gracia, son ya demasiado notorias. Ella
decide quién será o no candidato por cada uno de los partidos políticos existentes
en el mundo y si queda alguno de derecha apartan al núcleo histórico del mismo
para colocar en su lugar a monigotes socialdemócratas alegando se trata de un
ala “renovadora “ y “joven”, imprescindible para el recambio generacional y la
“rotación de ideas”.
Resulta sorprendente que en general, la
militancia no rechace esta sutil imposición y hable laudatoriamente de los
nuevos representantes de su instituto político. Confunde el dejar paso a las
generaciones jóvenes con un cambio de base ideológica. Los partidos de derecha
están perdiendo su identidad y mimetizándose con su entorno, todo como causa
inmediata de los trabajos de la socialdemocracia, quien además adoctrina a la juventud
instruyéndola a medias, a fuerza de slogans, de frases hechas y enseñándole a
actuar de modo pragmático echando el heroísmo, el verdadero estudio y la entrega
total por una causa, al cubo de la basura. La cultura de redes sociales, con su cómoda superficialidad,
facilita la decadencia de lectura, reflexión serena y verdadero conocimiento;
por ello es muy favorecida.
A la socialdemocracia se debe la permanencia
en el poder de un asesino serial y disminuido neuronal como Nicolás Maduro
Moros, de Evo Morales, un irresponsable con la edad mental de un niño de siete
años, de un viejo asesino de bajos instintos y permanentes deseos de venganza o
de un enfermo mental como Tabaré Vázquez cuyos discursos públicos rayan en lo
surrealista. Hace un año justo, cuando el M.U.D triunfó en las legislativas de
Venezuela y el pueblo salió a las calles a luchar, los irreflexivos de siempre
aplaudían imaginando que el tirano estaba a dos pasos de caer…Aquí sosteníamos
lo contrario: no caería. No lo haría porque en ningún momento los gobiernos de
Francia, España, los EEUU, Inglaterra, Argentina y otros países del mundo donde
ya no gobierna la izquierda dura plantearon siquiera la posibilidad de hacerle
abandonar el poder por la fuerza a Maduro… Una vez más hablaron de “diálogo”,
de “entendimiento”, de ver como “solucionaban aquello por las buenas” frente a
la sangre derramada de miles de manifestantes a quien no se les dio nunca la
opción de sentarse a negociar. Para ellos, la única respuesta fueron las balas,
la cárcel, los tanques aplastándolos… Trump exclamó aparatosamente como
siempre, que su paciencia se “había terminado”…lo cual por supuesto no fue ni
remotamente así. Tanto como en el caso del coreano revoltoso, parece su
paciencia singularmente elástica… El más elemental realismo nos indica que las reales
diferencias de orden profundo no pueden sino ser superadas, hasta cierto punto,
en función de un análisis que requiere de uniones contra los enemigos más
formidables que nunca se han presentado a la humanidad. En este sentido no
podemos realizar sólo alianzas ideales.
Hacerlo de otra forma
sería, o un error propio de absolutos necios o fanáticos delirantes, que no
desemboca más que en una traición que restaría fuerzas para la resistencia
vital que el planeta está necesitando.
Conclusión:
los comunistas violentos y salvajes son un puñado con el cual se terminaría en
pocos días (no digamos ya meses), de mediar la voluntad firme del llamado
“mundo libre”. No existe dicha voluntad. El marxismo revolucionario –
afirmación redundante en sí misma…no hay otro tipo de marxismo –puede seguir
asesinando gente, empobreciendo estados antes prósperos , destruyendo culturas
únicas en el mundo, encarcelando disidentes y atacando a seguidores de una
religión determinada, en especial si es cristiana, solo porque la
socialdemocracia así lo ha decidido. Esta decisión no es caprichosa. Obedece al
respeto mutuo que ambos grupos se tienen por afinidad sino metodológica, ideológica.
El pensamiento
correcto que se pretende imponer lleva implícito dos pesos y dos medidas
diferentes: una es para liberales y marxistas –unidos más de lo que parecen en
un aquelarre cultural desapercibido –y la
dimensión auténtica de la salud ético-política: la derecha verdadera. Si el comunismo mata a un derechista, el
socialdemócrata se rasgará las vestiduras en público diciendo que hubiera sido
mejor proceder de otro modo pero no niega la necesidad de castigar al individuo
en cuestión y en el fondo se alegra de su muerte…También él piensa que se
trataba de un “asqueroso oligarca”. También él es partidario de promover el
matrimonio gay, el aborto, la despenalización de las drogas y las teorías de
género. Su enemigo no es entonces, como planteamos al principio, el comunismo
sino la derecha, derecha que dicho sea de paso es neutralizada cada día no
quedando sino la lejana sombra, allá lejos en los anales de la historia, de
algunos de sus exponentes.
Tal es la situación
actual y mientras tengamos tiempo, esperemos poder cobrar conciencia de ella.
Si el comunismo estuviera solo, ya no sería un problema.
De pronto, viene a
nuestra memoria, la imagen de un hombre recio, valiente, sin pelos en la
lengua, que de un solo y certero machetazo, parte limpiamente al medio una
sandía…Quien así hiciera en nuestros años de podredumbre y miseria moral, habrá
visto claro.
RAÍCES.
No, no voy a escribir
un compendio, ni una revista del magnífico libro debido a la pluma de Alex
Haley, aunque sí va a ser un alegato contra la esclavitud a mi manera.
Los pueblos de la
tierra han descubierto por la dolorosa experiencia del sufrimiento en carne
propia lo que es el socialismo; han sentido, no ya visto, ni leído, que el
socialismo trae miseria , violencia, odio , disolución de vínculos afectivos,
caos social, degeneración, relativismo religioso cuando no franca indiferencia
o ateísmo militante , chatura intelectual y amoralidad acentuada. No están
dispuestos a tolerarlo más. Se debe ser tonto o ciego para no percibir los
deseos de quienes cargan con gobiernos colectivistas, de sacudirse el yugo de
una vez y para siempre. Y sin embargo, les es imposible… ¿Por qué? Porque les
falta contrapartida, porque no tienen ante sí opciones válidas por las cuales
decidirse. Esta dolorosa realidad se repite de Alaska a Tierra del Fuego, de
Oceanía a Irlanda, de China a Finlandia, de Escandinavia al sur del África. No
se trata de la obstinación de los pueblos de permanecer comunistas: la realidad
no les ofrece un cambio total de modelo por el que puedan decantarse.
Una vez más nos
encontramos con que parte del gran capital – lo que podría resultar paradójico,
pero a estas alturas ya es una realidad constatable con nombres y apellidos -
pone sus fichas en la ruleta de la izquierda e impide a la derecha trepar
posiciones políticas. ¿Cómo se entiende esto? Fácil, sin embargo. El gran
capital, como el marxismo, no tiene patria y le conviene el poder en una sola
mano para manejar todo a su antojo. También se inclina por los monopolios
económicos y la conducción de las sociedades a un estado de mediocridad
cultural abyecta para llevarlas de la nariz hacia los intereses que ellos
tienen en mente. No es casual que muchos millonarios hayan apoyado con
importantes sumas de dinero revoluciones comunistas y desórdenes en varios
puntos del globo, que estallan sorpresivamente en forma simultánea y bajo
características muy similares en todos los casos. El comunismo no podría actuar
por sí solo de no contar con inmensas sumas de dinero y personajes muy
poderosos que amparan las acciones terroristas o cualquier estrategia a corto o
largo plazo que este decida llevar a cabo.
Ellos financian esta
confusión mundial de la que hasta ahora han extraído pingues ganancias, pues el
socialismo no favorece, como muchos incautos lo creen, a los pobres, sino a las
megafortunas internacionales que apuntan a quedarse con las propiedades de la
mayoría de los ciudadanos y con las llamadas “fortunas nacionales”, es decir,
los ricos locales de cada país tomado por separado, quienes efectivamente
proporcionan empleo y crean prosperidad allí donde se establecen. Los
archimillonarios internacionales no favorecen la iniciativa privada ni el
cuentapropismo, los cuales engendran a su vez , una clase rica local que da
trabajo y una clase media emprendedora y de buen pasar económico, sino que se
inclinan a un estatismo totalizador que se muestra engañosamente capitalista
siendo que en la realidad es socialismo …¡Y del más duro! Debemos
entender cuanto antes el gran juego mundial de los supuestos dos extremos. Primero
la derecha liberal le hace el juego a la izquierda marxista… pero ahora está se
ha convertido en el tonto útil de la otra. Atrás hay otra realidad escabrosa.
Como lo he dicho, los
pueblos de hoy, cansados de que el poder político y económico se concentre en
una sola mano internacional piden un cambio, piden por fin la derecha, pero la
derecha clásica, la verdadera, no este remedo de derecha que se ha inventado el
gran capital para colaborar, en el fondo con el comunismo. Por lo que se lee en
las redes sociales, la gran mayoría desea volver a las fuentes del pensamiento
derechista, las raíces a las que aludimos en el título de este artículo, a un
mundo lógico y cuerdo en el cual quien trabaje prospere, quien tenga ideas
propias pueda llevarlas a cabo, por sobre todas las cosas, donde la
individualidad alcance su máximo desarrollo y dé de sí todo su potencial. El
éxito de la aplicación un modelo económico en un país determinado se mide por
la cantidad de clase media que éste posee y por el poder adquisitivo y la
educación que ella detenta.
Se debe apuntar pues,
al desarrollo de la iniciativa privada REAL y no solo a la instalación de
grandes monopolios extranjeros que frenan el desarrollo de tal iniciativa, sin
la cual no existe derecha alguna, sino un remedo de tal. Por supuesto que las
inversiones extranjeras no son un anatema; son necesarias en su justa medida.
Sin embargo un país realmente libre debe tender a favorecer la aparición de
riquezas nacionales y de pequeños propietarios deseosos de abrir sus negocios
propios – o prosperar como profesionales -; de otro modo, se tendrá un estado
que puede ser capitalista en los papeles, pero en realidad está basado en
premisas socialistas.
Un país que cuenta, por
ejemplo, con demasiadas cadenas de restaurantes, supermercados o “drugstores” –
como les llaman ahora a ciertos pequeños comercios que venden de todo – será
parecido a aquellos en los que quienes languidecían tras la Cortina de Hierro
sólo podían adquirir la mercadería deseada en los grandes almacenes del estado.
No en vano he citado al rubro gastronómico…Las hamburgueserías como “Mac
Donald`s” o las cafeterías al estilo “Starbucks” se parecen demasiado a los
sitios de expendio de comida (llamarlos restaurantes sería elogiarlos demasiado)
de la URSS o China Comunista. Al no existir en el comunismo, actividad privada,
la gente iba a tales gigantescas fondas a hacer colas interminables, de pie,
con bandejitas en sus manos para ser servidos en un frío y blanco mostrador por
empleados de rostro vacío e impersonal , luego regresar con el pedido a una
mesa de fórmica o madera pelada, sin mantel y deglutir allí alimentos en serie,
sin gusto, en platos de cartón o plástico y beber de vasos ciertamente no de
vidrio…Aunque el colmo de la aberración llega cuando nos avenimos a tomar el
café así …Un detestable café agrio seguramente peor que el de cualquier
cafetería regenteada por una familia particular que ama el oficio.
En realidad, una de las
únicas diferencias apreciables entre el modelo comunista de sociedad y el
moderno que se llama a sí mismo “no comunista” – jamás se autotitula “anti
comunista” y juzgo que la diferencia, aunque sutil, no es menor – es que en el
segundo está sobre estimulado el consumo de bienes, como si adquirir objetos
fuese la finalidad de la vida del hombre…y aunque el dinero para darse a tan
insólito pasatiempos no siempre alcance.
Lo que se moldeo por siglos ha tenido
una cristalización por la cual, en sólo unas décadas ha manifestado una
vitalidad agonista (valga) al perfilar el paradigma de la cultura liberal-marxista
a la que debe oponerse no tan sólo una contestación teorético-política, sino un
TALANTE VITAL que irradie y distinga nítidamente sobre los grises.
La conclusión obligada
es que en nuestro mundo moderno vivimos sumergidos en un socialismo enmascarado
donde el individuo es reducido al engranaje de una cadena, donde no son tenidas
en cuenta sus aptitudes naturales, donde no es un hombre sino una “cosa” y
donde si ya no es necesario en la cadena productiva universal, es arrojado a un
lado como a un viejo envase de leche vacío al que nadie quiere. Allí donde el
individuo no prospera ni es tenido en cuenta, no puede decirse que esté
gobernándola derecha.
Esto reclaman los
pueblos del mundo y es esto lo que precisamente no obtienen. Una regreso a las
raíces ideológicas de la derecha clásica. La gente quiere volver a comprar
zapatos en la zapatería de su vecino “fulano de tal”, ir a las salas de cine de
la familia de “zutano de cual” y obtener su comida diaria en almacenes, ferias,
verdulerías y fruterías de barrio. Si desea regalarse con familia y amigos irá
a un restaurante de dueño conocido, donde el camarero le traiga el menú, cambie
unas palabras con él y hasta termine hablándole de fútbol y de política. Esa es
una sociedad de individuos, no de robots masificados programados para trabajar
para otros. Si un país se proclama no comunista pero tiene más empleados que
cuentapropistas….pues hay que desconfiar de ese “no comunismo. Es
infantil caracterizar como comunismo al sano anhelo de justicia, como es insultar
la inteligencia el creer que el socialismo no es revolucionario.
Volviendo a lo antedicho, los pueblos que ya han probado el socialismo
reclaman un retorno a las raíces libertarias que han sido siempre los motores
de la vida de los hombres sobre la tierra. Piden que los dejen “ser” que Pedro
se diferencie de Juan pudiendo desarrollar sus dotes propias, sus talentos y
virtudes. Cualquier sistema que se lo impida no podrá definirse sí mismo como
“de derecha”, así como tampoco puede calificarse de derechista un gobierno que
apruebe leyes que menoscaban la dignidad del hombre o glorifican la muerte,
como el aborto, la legalización de los alucinógenos, el matrimonio homosexual y,
entre otros tantos tópicos, la adopción de niños por parte de parejas de un
mismo sexo.
Aquella agrupación
cívica que le “vende” a su electorado que hará una política derechista al
alcanzar el poder pero al darle éste la confianza de su voto y llevarlo al
triunfo, vira, contemporiza con los monopolios y se rinde a las premisas anti
valores propias del comunismo, se tornará tan comunista como aquel oponente al
que se enfrentó en las urnas. Habrá estafado a su pueblo y lo habrá sumido en
el desencanto y la desilusión.
Esto es, a mi juicio,
lo que está sucediendo actualmente. La derecha es inexistente en el mundo y
cada vez más, o por miedo a no ser lo suficientemente “moderna” o por responder
a intereses creados de la más diversa índole, traicionan a los hombres y
mujeres de su patria adoptando puntos de vista sino absolutamente comunistas ,
sí al menos social demócratas. Una prueba práctica más de cómo va
permeando la cultura involutiva izquierdista a los políticos light, que en su egoísmo radical no ven
los rumbos dolorosos a los que están empujando a sus naciones.
Es hora, pues de
escuchar la voz de los verdaderos pueblos de la tierra. Es hora, señores de la
derecha, de evitar que nuestro árbol caiga y deje de dar frutos. Es hora de
volver a la ideología que nos sustentó hasta el momento presente y se demuestra
imbatible porque responde a la misma naturaleza humana. Es hora de volver a las
RAÍCES