Contrariamente a la moda en boga de los
medios, los presentadores y buena parte de la red, que se pretenden mesurados,
línea media, y objetivos, a fuerza de ser dóciles a lo políticamente correcto,
nosotros tenemos posición, nuestras reflexiones obedecen a un “norte” que nos
señala la brújula de nuestras convicciones. Queremos participar, intercambiar y
orientar; claro que instruirnos también; nos movemos por amor, simpatía y
solidaridad con nuestra especie en peligro de extinguirse. Mal haríamos de
elaborar algo que ya está pensado y dicho. Me remito, pues, -en total
coincidencia -a las siguientes frases del Capítulo II de Esparta y los
sudistas, de Maurice Bardéche, sólo aparecido en la primera edición:
-Buscamos
aire puro, un valle desconocido que pueda conducirnos hacia otros parajes. Todo
lo que en nuestro interior aspiraba a la generosidad, a la justicia, al
heroísmo…
-Nos
sentimos extranjeros no solamente en nuestra propia patria, sino en nuestro
siglo y en la moral de nuestro tiempo.
-La
fuerza de una nación ya no descansa sobre el coraje y la honestidad de sus
habitantes, sobre su aplicación al trabajo, sobre su seriedad, sobre sus
cualidades morales, se expresa ahora en toneladas de carbón o de acero, en
barriles de petróleo, en kilovatios. El samurái se vuelve un sargento de pueblo
en el que su oficio no es sino asegurar la libre circulación de los camiones…
-El
siglo se retuerce en el cólico causado por su hervidero industrial. Pero también
se droga también de sus utopías, de sus haraganas y mediocres esperanzas, de
sus celos envidiosos, de su cobardía ante la vida. El mundo moderno necesita
una cura de desintoxicación. Los que la proponen seguramente sirven a la propia
nación, puesto que se dirigen primariamente a ella, pero también van en auxilio
de todos los hombres. Hoy por hoy no existe nada más internacional que esta
protesta contra el mundo moderno, que tan extrañamente es llamada
“nacionalismo”.
-Seamos
pues, en nuestro tiempo, los que representamos la salud, los que no queremos
perder contacto con las proporciones y la naturaleza de las cosas. Esa es
nuestra función, nuestro puesto de combate. Contra la impostura, seamos los
embajadores de la verdad. Contra el maquiavelismo seamos los campeones de la
lealtad. Contra los malvivientes, estemos del lado de las gentes buenas. Contra
la publicidad, seamos los defensores de la honestidad. Contra el lavado de
cerebro proclamemos los derechos del buen sentido. Seamos los partisanos de la
propiedad. Rechacemos ser esclavos del Faraón y reivindiquemos la libertad y la
vida. Rechacemos los mercados y prefiramos a los hombres. Nuestra misión más
profunda es la más fecunda: proponer otra concepción del hombre, a la que nos
proponen las ideologías.
En muestra empática
presento mis dos residencias favoritas –en lo ideal. Allí quisiera departir… …
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