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Roberto López-Geissmann.

Aparte de mi familia y mis seres queridos, amo profundamente los paisajes, siendo para mi más valiosos que el oro –principalmente las vistas de lagos y montañas; la frescura, las cabañas de troncos; café, licorcito, pipa y un buen perro; la buena comida y los viajes. Así los libros, películas y el arte de la conversación.

Escribo novela y cuento; soy creativo. Estudié con los Maristas. He sido diplomático, asesor de seguridad, profesor universitario y periodista. Dos carreras universitarias. Me declaro en total orgullo y apoyo de la civilización occidental cristiana. Suelo estar por lo políticamente incorrecto, pero igual lo tradicional como sabiduría. Tengo la firme convicción de que la humanidad ha sido y está siendo atacada por ideas y personas malignas. Debemos protegernos.

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martes, 15 de diciembre de 2020

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y DEMOCRACIA CRISTIANA

 

APUNTES PARA CONOCER LA

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Especial para Arcisterio de Roberto López-Geissmann


   El “asumir” –tomar como, aceptar que, considerar dentro – es un error común en nuestra cultura actual y no hay quien no caiga alguna vez en este error, que se vuelve pecado mortal en la politología. Confieso haber sido reo en este caso. Por muchas circunstancias –atenuantes pero no eximentes –dejé a un lado el cabal estudio de la ideología demócrata cristiana, encontrándome ahora con una agradable sorpresa. De eso trata este breve trabajo divulgativo sobre la Doctrina Social de la Iglesia.

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   Empecemos por dejar claro que la ideología política Demócrata Cristiana no es necesariamente exacta a la doctrina social de la Iglesia Católica. Aclaremos también que existe diferencia con el social cristianismo (tratar al mismo nos sacaría del punto a tratar), que va ya más a la izquierda, aunque a menudo esto mueve a una confusión. Se rechaza el confesionalismo.

   Si bien la Democracia Cristiana es universalmente aceptado que se ha nutrido del pensamiento de E. Mounier y Jacques Maritain, es igualmente indiscutible que abreva consistentemente en la doctrina social de la Iglesia. Existe pues un lazo orgánico indispensable, aunque no todos los movimientos políticos de este signo lo han seguido o lo interpretan del mismo modo; dejando los influidos fuertemente por el universo neomarxista digamos que en general el democristianismo suele ubicarse –con sus altibajos –en un lugar relativamente central del espectro político.


   Las dos Encíclicas que personalmente me parecen fundamentales para basar esta concepción son la Rerum Novarum, de León XIII (1891) y la Quadragesimo Anno, de Pío XI (1931). Los siguientes recuadros dan una idea del contenido elemental que ambos Papas dieron a la Doctrina Social de la Iglesia. Cualquier agregado o discusión, en mi opinión, no superan a estas.

   No tenemos el tiempo y el espacio para disertar sobre las dimensiones erróneas, cuando no subversivas de la Iglesia histórica (como la Iglesia Popular), las alianzas en que el marxismo la ha utilizado para sus propios fines y tampoco llevar a una sana demostración en cuanto a que el pensamiento cristiano no católico puede integrarse perfectamente en esta doctrina, que es de una política universal, salutífera y necesaria actualmente.



   Pero no es un centrismo gallo-gallina, acomodaticio, flojo y sin ideología. Estos epítetos son lanzados desde los extremos políticos para desprestigiarla, lo que tristemente a veces merece porque se pone en esos planos, dejándose influir demasiado, sobre todo por el poderoso auge que la Teología de la Liberación ha representado, infiltrando muchas ideologías. Pero en sí es un impulso de gran sentido humano cuyos interesantes postulados poseen su propia identidad, por más que quieran desvirtuarse por unos u otros. Se pueden acotar brevemente algunas de las “líneas gruesas” de su esencia diciendo que, infaltablemente el pensamiento demócrata cristiano contiene:

  La Dignidad Humana, es colocar a la persona como centro, principio y fin de toda acción política –en el entendido de un sentido cristiano de la vida, en un universo en el que Dios existe. El hombre cristiano concibe que en su naturaleza lo espiritual comparte lo material y, por aceptar esa dualidad armónica y no dialéctica, busca por ello acabar con el juego de izquierdas y derechas materialistas procurando aportar sensatez y equilibrio aportando una doctrina sensata y sabia, que difunda justicia.

El    El principio de Subsidiariedad es muy propio, y consiste en que el Estado debe actuar en función del Bien Común, cuando está actuación le estuviere vedada a las acciones particulares o privadas, por la razón que fuere, o si el hacerlo pusiese en riesgo la salvaguarda de la Justicia. Esto marca una diferencia con el liberalismo que propugna el Estado más pequeño que se pueda, con poca importancia al principio que estamos tratando. Lo subsidiario afirma la gestión privada, pero no la absolutiza, haciéndola depender de las circunstancias de cada nación. 

E


3.      El bien común es un concepto en que se busca el desarrollo de las personas, siempre en subordinación al de la Sociedad en su conjunto. Entre el bien particular y el bien social no existe una oposición real, ya que el bien de cada persona puede realizarse en conciencia y en consecuencia a través de la búsqueda del bien de la comunidad.





   Es oportuno e indispensable la ubicación del Derecho en esta concepción. Puesto que la Dignidad Humana, la Justicia y el Desarrollo Personal necesitan de un Bien Común, debidamente apuntalado por una Autoridad que cree, desarrolle y represente estos valores, cabe pues en consecuencia que para asegurar esta cosmovisión política, no sea sino el Estado –a través de su Gobierno, Ramas del Poder (y agrego que la creación de los Cuerpos Intermedios para cuidar a la República y balancear mejor el Poder) la fuente del Derecho y la institucionalidad velando con firmeza pero con prudencia la aplicación del principio de Subsidiaridad. Esta es nuestra Libertad.